Temporada de Reproducción - Historia Principal - Capítulo 88
Todas esas interacciones eran tan naturales y propias de un matrimonio. Hay una atmósfera única que solo surge entre personas que han compartido lecho y cuerpo durante mucho tiempo, y esa sensación tranquila y acogedora existía entre ellos dos.
—Mmm, de todos modos, como pueden ver, la construcción ha comenzado. Los arquitectos dicen que tardaremos unos cinco años en construir el castillo correctamente.
—Entiendo. ¿Y si Jin ayuda?
—Aunque lo hiciera, no se construiría un castillo en un día… Además, también tenemos que dar trabajo. La construcción de carreteras comenzará pronto y, como Su Majestad mencionó, hemos decidido usar adoquines. Las aldeas cercanas ya están cociendo los adoquines básicos.
Definitivamente, era Eltan. Su manejo del trabajo era tan impecable y rápido que era asombroso.
Siren revisó cuidadosamente los diseños de los adoquines que le habían entregado, analizando qué colores y patrones usar.
—Ah, y ¿qué tipo de árboles quiere para las calles? Tenemos varias opciones aquí… Los naranjos son fáciles de conseguir en los alrededores.
—¿Naranjos?
Siren, que acababa de decidirse por los adoquines, mostró interés. Una vez más, Eltan, con un rápido movimiento, le entregó unos documentos.
—Yasamin, mira esto. Si hubiera naranjos, ¿no crees que toda la ciudad tendría un color muy cálido?
—Sí, pero… ¿no sería extraño si los adoquines fueran azules?
—Mmm, tienes razón. Elegí este como primera opción, pero entonces podríamos usar adoquines blancos. Mira el adoquín de la segunda opción. ¿No combina bien?
Eltan observaba con gran asombro a la pareja real discutiendo animadamente, con las cabezas juntas. No era la imagen que conocía de ellos, pero, ¿cómo decirlo? No parecía nada malo. Esto se debía a que el ambiente, más relajado que antes, hacía que incluso las personas a su alrededor se sintieran en paz. Además, ambos se hablaban de manera informal sin que sonara forzado.
—Me da envidia. A mí también me gustaría casarme, pero necesito que el trabajo se organice un poco más.
—¿Qué, Eltan? ¿Quieres casarte?
—Sí, Su Majestad. Aunque no lo parezca, soy un hombre en plena edad de casarse.
Pero con el trabajo tan ajetreado, ¿cómo iba a tener citas? Si apenas podía dormir bien, ¿cómo iba a tener una relación? Sinceramente, no le interesaban mucho las relaciones. Cuando era más joven, tuvo un par de relaciones, pero no significaron mucho y terminaron. Después de eso, Eltan siempre pensó que sería bueno un matrimonio concertado.
Pero al ver a esa pareja tan cariñosa, no pudo evitar sentir un poco de envidia. ¡Mientras él estaba al borde de la calvicie por el trabajo!
—¿Pensé que estabas casado con el trabajo?
Al oír esto de Yasamin, Eltan gimió. No podía refutarlo, pues era cierto. Además, conocía bien el temperamento de Yasamin. No debía añadir ni una palabra más si quería que siguiera de buen humor.
Debía dejarlo en su estado de ánimo feliz.
—¿Qué hay de los alimentos? Como sabrás, con la desaparición de los infectados en el sur, se necesita más comida. Aunque estoy convirtiendo el desierto en prados con mi poder, todavía no es apto para el cultivo.
Finalmente, Siren, después de revisar todos los documentos, preguntó. Eltan le dio la respuesta que había preparado.
—Hemos almacenado alrededor de un 120% más de lo necesario, bajo el pretexto de alimentar a los trabajadores de aquí. Pueden tomar de ahí.
—Bien.
Eltan miró a Siren, que parecía inusualmente firme, con curiosidad. No había nada que no le pareciera extraño, pero la transformación de Siren también era notable.
‘Antes se sentía como una construcción endeble, pero ahora es como si los cimientos estuvieran bien puestos, ¿cómo decirlo?’
¿Cómo podía una persona perder la memoria y aun así estar tan estable?
La respuesta probablemente estaba en Yasamin.
‘El rey debe haber soportado su temperamento y ejercido paciencia. Qué gran amor.’
Eltan, al llegar a esa conclusión, sacudió la cabeza.
Para él, la profundidad de ese amor era incomprensible. Si solo eso era amor, él nunca podría amar.
—Sei. Vamos a caminar un poco y ver las áreas donde podríamos establecer tiendas.
—Buena…
Fue entonces.
Siren frunció el entrecejo, se llevó las manos al abdomen y se encorvó ligeramente. No solo Eltan se sorprendió.
—¡Sei!
La expresión de Yasamin cambió.
La dulce y relajada atmósfera que los envolvía se transformó de repente, dando paso a una energía feroz que emanaba del hombre. Tal fue su sorpresa que, por un instante, no pudo contener su propio poder.
—Ah… estoy bien. Solo me dolió un poco el estómago. Ya estoy bien…
—¡Doctor! ¡Llamen a un doctor! ¡Ahora mismo!
Un dolor abdominal no es algo que se deba tomar a la ligera. Menos aún si se considera que el poder curativo de Siren no se aplica a sí misma. Finalmente, Siren, en brazos de Yasamin, tuvo que ver a un médico.
—Te digo que estoy bien.
—Has tenido frío últimamente. A pesar de lo cálido que está el día, dices que te sientes helada.
—Eso es… pero…
—Anteayer también sudaste frío, ¿y no dijiste que te dolía el pecho?
—Mmm.
Cuando Yasamin enumeró los síntomas, la boca de Siren se cerró por sí sola. Todo era cierto. No era algo para ver a un médico o tomar medicinas, así que había intentado tranquilizar a Yasamin, que estaba preocupado, restándole importancia. Pero un dolor abdominal era, sin duda, extraño.
—Últimamente, mi cuerpo… se siente con dolores insignificantes.
—No puede ser nada grave, pero ya no puedo soportarlo más. Te harás un chequeo.
—De acuerdo.
Si eso iba a aliviar la preocupación de Yasamin, no estaba mal hacerlo. De hecho, en el sur todavía no había un médico adecuado.
‘Pero en Idoros sí habrá.’
Mientras esperaban, un médico calvo llegó jadeando.
—¡Ugh, Ahh! ¡Ah, saludo a Su Majestad!
—Examínala. Si das un diagnóstico erróneo, te despedazo hasta la muerte.
—¡Sí, sí…!
El médico, pálido por la amenaza, se acercó tembloroso a Siren, que estaba sentada en la silla. Al verlo, Siren dejó escapar un suave suspiro y le habló amablemente.
—Aunque sus palabras son duras, Su Majestad no haría algo así. Examíname lo mejor que puedas.
—¡Ay, ay, entiendo…!
Por detrás, se veía a Yasamin levantando las comisuras de su boca de forma torcida. Debía ser sincero, pero de todos modos, ella lo detendría.
—Mmm… ¿Mmm…?
Pero el médico, que le sujetaba la muñeca para examinarla, ladeó la cabeza. Yasamin, que ya tenía una expresión de gran disgusto solo por el hecho de que su «muñeca» estaba siendo sostenida, no pasó por alto eso.
—¿Qué pasa? Habla claro.
—Ummm… Es que…
—Pregunté qué pasa.
Yasamin, una vez más, liberó su aura, acosando al pobre civil.
Siren lo observó fijamente, sintiendo de alguna manera el deseo de emitir un sonido como «¡tsss!». Era una actitud que se adoptaría con un perro muy desobediente, pero ¿por qué le parecía tan adecuada para él? Tal vez era porque su relación se había vuelto más íntima últimamente, lo que le permitía pensar así.
—Mmm, ¿por casualidad no ha tenido interrupciones en su periodo?
preguntó el médico, ajustándose las gafas. Siren se quedó pensando.
—Ciertamente, sí. Pero antes también era irregular y a veces no lo tenía por dos o tres meses.
—Mmmmmm. Su temperatura corporal es alta. Sus labios están secos. Y si a eso le sumamos el dolor abdominal…
—¿Entonces?
—Cof, cof. No puedo asegurarlo ya que no soy ginecólogo, pero lo más probable es que…
¿Ginecólogo? Al escuchar eso, Siren abrió mucho los ojos. ¡No, no puede ser…!
—No puedo decirlo a la ligera, pero hay una alta probabilidad de que esté embarazada.
—…!
—Le aconsejo que llame a un ginecólogo de renombre para una segunda opinión. Y como los abortos espontáneos son comunes al principio del embarazo, debe cuidar su cuerpo a partir de ahora. Tampoco debería hacer viajes de larga distancia como el de Idoros al sur.
¡Embarazada! Aunque no lo podía asegurar, ¿de verdad tenía un bebé? ¿Todos los síntomas que había tenido hasta ahora eran síntomas tempranos de embarazo?
—….…
Siren, conmocionada, miró a Yasamin con los ojos muy abiertos. No de forma negativa, sino positiva. En los ojos del hombre, que se había quedado rígido como una roca, se acumularon lágrimas.
Temblaba, incapaz de decir palabra alguna, y en ese instante, parecía terriblemente patético.
—Dijo que tenemos… un hijo.
—¡E-eso no es una certeza!
—Tenemos a nuestro hijo.
—No es una certeza…
Yasamin, ignorando al médico, murmuró las mismas palabras una y otra vez. Luego, se acercó a grandes zancadas y la levantó en brazos.
—Tenemos un hijo.
Volvió a repetir las mismas palabras, como si se hubiera descompuesto, y luego se rió mientras lloraba. Era la sonrisa más brillante que le había visto.
—Te amo, Siren. Gracias. Muchas gracias. Por fin tendremos a nuestra familia. La que tanto esperábamos…
Ella, que observaba los sollozos del corpulento hombre, lo abrazó en silencio.
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