Temporada de Reproducción - Historia Principal - Capítulo 72

Los guerreros se detuvieron, sobresaltados al verla.

—¡Aquafuran!

—¡Aquafuran…!

¿Quién fue el primero en exclamar aquello?

La luz deslumbrante se intensificaba. Ante el brillo cegador, los guerreros se arrodillaron uno a uno. Hombres de gran orgullo que jamás se doblegarían ante nadie, salvo ante el rey, no tuvieron más remedio que hacerlo en ese momento.

¿Debería llamarse una presión abrumadora? ¿O quizás una fuerza que oprime suavemente? Una dignidad inalcanzable envolvía a Siren por completo. Ante ella, uno se inclinaba instintivamente. No había orden ni coerción, aun así, sucedía.

—¡Huff!

Poco después, la mujer que agonizaba despertó con una gran bocanada de aire. Nicoletta, quien se incorporó de golpe mientras su pecho subía y bajaba ruidosamente, vio la luz brillante a su alrededor y susurró aturdida:

—Ah… yo… ¿realmente… morí…?

Al terminar esa frase, pronunciada lentamente y acompañada de una leve tos, Nicoletta volvió a desmayarse. Pero esta vez no estaba muerta. Solo dormía.

Siren examinó su estado y señaló con el mentón a uno de los guerreros. No hacía falta que abriera la boca para dar órdenes. Aquellos que sentían respeto la obedecían sin más.

‘Cuando la niña despierte, le preguntaré por qué fingió estar loca’

Siren, que miraba el pozo, tuvo una buena idea. Ya quería volver, así que era hora de tender una trampa.

—Yasamin, sal ya.

—Me descubriste.

—Ya pensaba que estarías aquí desde hace rato, pero lo supuse.

Unos pasos firmes resonaron en sus oídos. Era un poco sorprendente que apareciera en cuanto lo llamó con tanta naturalidad, pero ya habían pasado diez minutos.

—Dime que me porté bien, cariño.

Siempre era adorable ver a un hombre mucho más alto y corpulento que ella encogerse para hacerle carantoñas. La verdad es que no lo hacía por ella, sino porque él mismo quería, pero ni siquiera eso le molestaba. Siren acarició suavemente el cabello de Yasamin y exhaló un breve suspiro.

—Quiero que usemos a Nicoletta para terminar esto poco a poco. Fingiremos que todos estamos muertos. Así, los rebeldes entrarán por su cuenta.

—¿Y entonces los reuniremos a todos para ejecutar a los cabecillas?

—Sí.

Esta vez se necesita firmeza. El poder real no se consigue con titubeos.

—De acuerdo, mi reina.

Yasamin, confirmando la voluntad de Siren, habló con una voz dulce como la miel. Sonaba como un suave canto o un extraño hechizo, y resultaba adictiva.

—Yo me encargaré de todo y te traeré la corona para ponértela. No te preocupes. Solo tienes que dormir y despertar.

—Lo antes posible.

—Sí, en unos días. Organizaremos un banquete, y diremos que todos bebimos demasiado y caímos rendidos.

Quién iba a decir que extrañaría tanto el calor que inunda el sur. Y eso que Hwilke era, sin duda, mucho más agradable.

‘Simplemente… tengo una sensación extraña. Siento que debo volver pronto’

Sería mentira decir que no le preocupaba la Tribu Nu, a la que había dejado en las tierras ardientes. No creía que pasara nada grave, pero algo seguía molestándola.

‘No hay razón para volver a toda prisa sin terminar este asunto aquí, pero……’

Yasamin levantó una ceja al ver su expresión de preocupación.

—¿Qué pasa? ¿Hay algo que te preocupa?

—No. Debemos resolver esto primero.

Aunque le preocupara el sur, no podía ir allí de inmediato, ¿verdad?

Mientras sacudía la cabeza al caminar, Yasamin la alcanzó rápidamente.

—¿Quieres que envíe un jinn?

—¿Puedes hacer eso?

—Sí, es un espíritu. Todavía no has recuperado todos tus recuerdos.

Creía que solo podían ir y venir dentro del desierto. Sus ojos giraron y de inmediato sintió alivio. Si un jinn podía ir a verificar el estado del sur, sería genial.

Y Yasamin, sin decir una palabra, leyó la respuesta de Siren con solo una expresión.

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Cuando Nicoletta recuperó la conciencia, era una persona diferente.

—….…Sí, lo entiendo bien. Sé lo que tengo que hacer.

Después de beber una sopa caliente y con una taza de té en la mano, ella… bueno, ya no era la antigua Nicoletta Brienne. La Nicoletta que confesaba todo humildemente y pedía perdón por sus pecados ya no mostraba orgullo como antes, ni se aferraba a su terquedad con impaciencia. Simplemente estaba serena y respetuosa, con la mirada de alguien que, aunque había renunciado a su obstinación, no se había rendido a sí misma.

—Volveré a la familia Brienne y les pediré que me acepten. Les diré que tuve éxito. Como prueba……. les diré que corté el cabello de la reina, ¿verdad?

—Correcto.

En realidad, este plan requería un pequeño sacrificio. Precisamente, una parte de su cabello. A Yasamin no le gustaba para nada la idea, pero el otro bando no era estúpido; necesitarían pruebas para creerlo.

La misión que Nicoletta había recibido de su padre era la siguiente:

Fingir locura para bajar la guardia.

Atraer a la reina y matarla.

Incluso si fallaba, infiltrarse en el banquete de la noche y añadir el veneno que le habían dado por separado a la bebida. Nadie sospecharía de una loca.

Si la descubrían, sería un acto individual suyo, la familia no tendría conocimiento de ello.

Probablemente pensaron que sería bueno si tenía éxito, y si no, no pasaría nada. Qué descaro, de verdad.

—Si fuera yo, no trataría a mi hijo de esa manera.

Mientras salían, dejándola descansar un poco más, Siren murmuró en voz baja, Yasamin, que la escuchaba, de repente le brillaron los ojos.

—¿Hijo? ¿Un niño? ¿Entre nosotros?

—…¿Eh?

—Es cierto. ¿Por qué no lo pensé antes?

—¿El qué?

Al parpadear, desconcertada, una sonrisa hermosa se extendió por su atractivo rostro. Como si hubiera visto la luz reflejada en la superficie de aguas profundas, alzó las comisuras de sus labios y sonrió ampliamente.

—Tengamos un hijo.

—¿De repente?

—Eso sería bueno. Así no podrás dejarme. ¿Por qué no lo había pensado hasta ahora? Nunca lo había considerado seriamente.

Una chispa de locura brotó en sus ojos verdes como un rayo. Al parecer, la idea de un «hijo», una especie de lazo, le había traído una gran inspiración.

‘Por supuesto, Ananta también es mi descendiente, así que he tenido hijos en el pasado’

No había razón para que no pudiera tener un hijo con Yasamin. Él era su esposo legal en el mundo humano, no eran extraños y ya habían compartido sus cuerpos muchas veces. Si esta vez tenía un hijo, pensaba que sería con Yasamin. Sin embargo, era muy novedoso. Que la última bestia de la era mitológica deseara una familia.

—Esta es la primera vez que veo un caso así. ¿Cambia la conciencia después de vivir mil años?

Mientras murmuraba, Yasamin la abrazó y la besó sin parar. Era como si un cachorro le diera una ráfaga de besos, y cuando ella lo apartó, él le guiñó un ojo con una sonrisa.

—Sería hermoso si se pareciera a nosotros dos, ¿verdad? Me gusta el cabello negro, y también el rubio. Los ojos verdes también, los azules.

—Será un demi-dios, así que seguro será un niño fuerte.

Un descendiente entre la última bestia de la era mitológica y un dios que ha tomado forma humana, ¿cuán increíble sería? Sin duda, se convertiría en un héroe. En cuanto a su personalidad… la verdad es que no podía imaginarlo.

—Terminemos con estas cosas molestas y vayamos a un lugar donde podamos estar solos los dos, cariño.

—¿Para que, si tenemos un hijo, sienta que soy tuya para siempre?

—No es que no tenga ese sentimiento. Pero más que eso… simplemente, amarás a tu hijo. Y no podrás abandonar al padre de tu hijo, que soy yo. También quiero ver el fruto de nuestra sangre.

Así que las bestias no tenían esos sentimientos originalmente. Parece que cambian con el tiempo.

Mientras solo tenía pensamientos serios, su mente y su corazón se refrescaron como si hubiera entrado una brisa. Al mismo tiempo, ella también, extrañamente, comenzó a tener un nuevo sueño. La imaginación de un bebé que se acercaba a ella a pasos tambaleantes gritando «¡Mamá!». O el sueño de uno que se acercaba a Yasamin, diciendo «¡Papá!» y se acurrucaba en sus brazos. Era extraño y torpe porque nunca lo había imaginado, pero a la vez, se sentía extrañamente familiar y natural.

¿Qué era esta sensación de que todo parecía una locura, pero al mismo tiempo, parecía ser lo correcto?

—¿Qué nombre le ponemos?

Preguntó Yasamin, emocionado. Siren, pensativa, puso algunas letras en la punta de su lengua.

—Sa, Se, I, A, Hu, Len, Ran, Min, Ya.

—¿Las combinamos?

—Sí. Sería bueno que tuviera letras de nuestros nombres.

Espera un momento. Si lo decía así, significaba que ya había aceptado tener un hijo. Al darse cuenta de eso, se detuvo. Sus orejas se pusieron rojas sin razón alguna. Claro, no había evitado el embarazo intencionalmente hasta ahora, pero tampoco había tomado una decisión firme de tener un hijo…

—¿Estás avergonzada?

Yasamin, que se dio cuenta de su estado rápidamente, le rodeó la cintura con un brazo y empezó a molestarla.