Temporada de Reproducción - Extra 1 - Capítulo 100

—Madre, deben tener cuidado al irse.

—Sí, cuídate mucho. Nos vemos en… unos diez años. Si pasa algo en el ínterin, envía un mensajero a la Mansión Sanyam.

—Lo haré. Aunque ahora la mansión está cubierta de enredaderas.

 

Shassey, que había crecido considerablemente, la miró y sonrió con serenidad.

Tenía las manos juntas y la espalda recta.

Sus ojos, que brillaban como el sol, estaban llenos de fuerza, y la confianza y la autoestima fluían por todo su cuerpo como la Vía Láctea.

Un ser que irradiaba luz por sí mismo con solo permanecer de pie.

Alguien que no necesita la ayuda de nadie ni depende de nadie, simplemente completo por sí mismo.

Solo esas personas irradian un brillo interior.

Siren observó a su hija con atención.

Ella, como diosa, no envejecía. Su hija, de igual modo, solo cambiaría de apariencia hasta la edad adulta y luego no envejecería más.

Así, las dos parecían tener casi la misma edad.

 

—Mi orgullosa hija. Gobernarás esta nación en paz.

—Sí, madre.

—Te bendigo. Que todo en esta tierra se incline ante ti. Y que seas amada por tu pueblo.

 

La bendición divina descendió sobre la cabeza de Shassey.

Sintiendo el peso de Raksha, Shassey se arrodilló con reverencia y luego se incorporó.

Acto seguido, Yasamin abrazó fuertemente a su hija y le dio unas palmaditas en la espalda.

 

—Si alguien te molesta, llama a papá.

—¡Ay, papá, si yo ahora soy la reina! Tengo que resolverlo yo misma.

—Aun así, si no puedes, papá lo resolverá por ti.

 

Shassey soltó una carcajada como una niña pequeña.

Siempre mantenía su expresión, pero solo cuando estaba con Yasamin se reía sin reservas.

Finalmente, Seimin se acercó a su hermana, ahora reina, y la abrazó. Mientras lo hacía, sacó algo de su bolsillo: dos rosas y una carta escrita a mano, ¡realmente adorable!

 

—Estas flores, yo las cultivé. ¿Lo sabes?

—Lo sé. Viviste en el jardín durante todo el año pasado.

—Sí, estas flores tienen un hechizo, así que no se marchitarán. Pero si algo les pasa a ti o a mí, se secarán.

—Eres muy inteligente, mi hermano.

 

Shassey extendió la mano y acarició la cabeza de Seimin.

Seimin se inclinó, a pesar de su gran estatura y tamaño, y aceptó de buen grado la caricia.

Mientras tanto, mantuvo los ojos fuertemente cerrados, como si estuviera conteniendo el llanto.

Ahora se dirigían al Sur.

Después de pasar unas dos semanas en la Mansión Sanyam, Seimin se convertiría en rey en el Sur y ya no podría vivir como un niño, como hasta ahora.

A diferencia de Shassey, que desde pequeña había anhelado el trono, Seimin temía un poco la responsabilidad de ser rey y tener que cuidar de un país y su gente.

Por eso, Yasamin se quedaría como rey emérito para ayudar a Seimin.

Una vez que Seimin se convirtiera en un hombre digno de la corona, entonces la pareja podría emprender su viaje.

Yasamin ya había buscado hoteles y destinos turísticos.

Incluso había planeado varias rutas de viaje, solo les quedaba partir.

 

—Mamá, ¿estará bien mi hermana sola?

—Más que estar bien, seguramente deseará que nos vayamos pronto.

—¡¿Oh, en serio?!

—Claro que ama a su familia, también Shassey. Pero si nos quedamos, no podrá gobernar el país a su antojo, ¿verdad?

 

Sabiendo eso, le entregaron el trono tan pronto como alcanzó la mayoría de edad.

También tenían curiosidad por ver el país que Shassey construiría.

 

—Vamos, ahora subamos al carruaje.

 

Se despidieron de Idoros, al que tanto cariño le tenían.

Las ruedas giraron lentamente, Seimin agitó la mano hasta que Shassey se convirtió en un pequeño punto y desapareció de la vista.

Era el camino que los separaría de su hermana por primera vez en sus vidas.

Seimin lloró un poco, pero recuperó el ánimo tan pronto como llegaron al Sur.

Al fin y al cabo, el Sur, aunque fuera una zona rural, era mucho más adecuado para su temperamento que Idoros, con su gran población y sus frecuentes luchas políticas y de facciones.

No, al contrario, esta tierra sencilla y menos desarrollada era el lugar que Seimin podía amar.

 

—Bienvenidos, Sus Altezas. Y Príncipe.

 

Llegaron a la Mansión Sanyam en un instante.

Era una casa que claramente había sido construida en medio de un desierto, pero ahora sus alrededores estaban completamente verdes.

En un bosque denso donde cantaban hermosamente los pájaros, se alzaba una mansión cubierta de hiedra, casi sin rastro de arenisca.

Jin estaba esperándolos afuera, y al verlo, Seimin sonrió ampliamente y rodó fuera del carruaje.

 

—¡Abuelo!

—Los estaba esperando. ¿Huelen algo delicioso?

—¡Sí!

 

Después, Yasamin bajó y extendió una mano hacia Siren.

En el preciso instante en que el pie de Siren, que había tomado esa mano ligeramente, tocó el suelo.

El bosque tembló y rugió fuertemente.

Todas las hojas temblaron suavemente, dando la bienvenida a la diosa que regresaba. Los capullos que habían estado conteniendo la respiración se abrieron de golpe, floreciendo en una explosión de colores, y el viento, lleno de alegría, susurró entre los árboles.

Un conejo que vivía en el bosque saltó alegremente, seguido por un ciervo que asomó tímidamente la cabeza. Serpientes blancas se deslizaron y se enroscaron suavemente alrededor de los tobillos de Siren, y los pájaros se posaron tímidamente en sus hombros.

Reconocían al ser que había devuelto la vida a la tierra de la muerte.

 

—¡Qué increíble, mamá! ¡Los pájaros vinieron a mí también!

—Es porque has heredado más sangre divina que Shassey. Los animales sienten afinidad por ti.

 

Shassey era la muerte, Seimin la vida.

Shassey era la guerra, Seimin la curación.

Así de diferentes eran los mellizos.

Cuando Shassey venía al bosque, los animales detectaban su aura severa y se apresuraban a huir.

La energía de bestia que emanaba Shassey era un depredador natural para los animales pequeños.

En cambio, a pesar de ser una bestia, los animales se acercaban a Seimin vacilantes y le frotaban las mejillas.

Como si supieran que no les haría daño.

 

—El compañero de ese muchacho debería ser un chico inteligente.

 

Yasamin murmuró suavemente, mirando a Seimin, que ahora estaba rodeado de conejitos, sin poder moverse.

Siren rio y negó con la cabeza.

 

—A mí me gustaría que ambos tuvieran el mismo carácter, ¿por qué no?

—No… entonces ambos serían demasiado…

—Confía en el poder del amor. Si se ponen en peligro, nosotros los protegeremos, ¿no? No vamos a morir, de todos modos.

—Ayy, eso sí.

 

Dieciocho años es la edad adulta. Pero, ¿qué harían si fueran solo así de tiernos?

Yasamin tenía esa preocupación, pero Siren pensaba lo contrario.

Un temperamento así es raro.

Es algo que brilla con esplendor, así que no debería perderse, ¿verdad?

¡Qué noble es el corazón que puede amar el amor!

 

—Parece que Seimin se va a dormir así, dejémoslo y entremos.

—De acuerdo.

 

Seimin, recostado frente a la entrada, jugaba con conejos, ciervos y jabalíes pequeños.

De niño, a menudo se quedaba dormido afuera jugando así, por lo que la pareja dejó de preocuparse y entró.

 

—Cuánto tiempo, también aquí.

—Sí. Me trae viejos recuerdos.

—Ya han pasado más de dieciocho años. Estar aquí contigo se siente como si fuera ayer.

 

Siren miró a su alrededor con una mirada soñadora.

No habían cambiado ni un solo mueble, así que, por supuesto, tenía el mismo aspecto de aquellos tiempos.

Con la nostalgia que la invadía, Siren acarició lentamente la mesa y rodeó el cuello de Yasamin con sus brazos. Él, adivinando sus pensamientos, bajó la cabeza y le robó un beso, y la alegría brotó en el corazón de Siren.

 

—Te amo, Yasamin.

—Yo también te amo. Para siempre.

 

Con el susurro que no se cansaban de repetir, los dos apoyaron sus frentes y sonrieron débilmente.

La tierra árida se había vuelto fértil. Y en la misma medida, un bosque había crecido en sus corazones.

Ahora ya no tendrían que aferrarse a un solo árbol y sentir dolor.

Dado que todo este bosque era suyo, serían eternamente felices bajo la sombra exuberante.

‘Así que, si tan solo pudiéramos irnos de viaje de pareja… todo sería realmente perfecto.’

Yasamin murmuró eso para sí mismo mientras abrazaba fuertemente a Siren.

No pensaba esperar a que su lento y bondadoso hijo se adaptara al trono.

No, definitivamente tendría que enseñarle todo lo que necesitaba a la fuerza y luego huir con Siren.

Para él, solo un año.

Un año era el límite de su paciencia.

 

 

 

 

 

 

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Años más tarde, al amanecer.

La puerta de una casa en el bosque se abrió con un crujido.

Este lugar estaba muy lejos de Idoros o del Sur.

Era un bosque invernal cubierto de nieve.

El hombre de cabello rubio platino tenía los ojos elegantemente rasgados hacia arriba y vestía solo una camisa, como si no tuviera frío.

Era tan guapo que robaba los corazones de las mujeres de los pueblos cercanos, pero él no tenía ningún interés en eso.

En ese momento, la única preocupación del hombre era quitar la nieve acumulada frente a la casa antes de que su esposa se despertara.

La mujer, dormida en la cómoda cama, era tan hermosa que acaparaba todas las miradas masculinas.

Para evitar que sus pies se congelaran, el hombre usó Raksha para despejar un camino frente a la casa.

Había veinte centímetros de nieve, pero con un solo movimiento de su mano, se derretía al instante.

Los humanos, que no sabían que él manipulaba Raksha, siempre se sorprendían de que el camino de esta casa en el bosque fuera el único limpio y elogiaban al hombre.

Pensaban que el hombre había quitado la nieve con trabajo físico.

Pero en realidad, no era así en absoluto.

 

 

¡Clac, clac!

 

 

Luego, preparó una tortilla. También hizo café fuerte, lavó las verduras y les puso aderezo.

Mientras preparaba esa modesta mesa, se escuchó un murmullo en el dormitorio de arriba.

El hombre, con las orejas atentas, se secó rápidamente las manos en el delantal y subió las escaleras.

 

—¿Despertaste? ¿Dormiste bien? ¿Tuviste pesadillas?

—Mmm…

—¿Tomamos café y desayunamos, Sei?

—Sí…

 

Su esposa dormía mucho últimamente.

Yasamin se alegraba de que finalmente se sintiera relajada, quizás porque estaban en un lugar sin obligaciones ni responsabilidades.

Era la primera vez que veía a Siren tan apacible.

 

—Te amo.

 

Tras besarle la frente con un «muac», la cargó con cuidado escaleras abajo, ya que Siren apenas podía abrir los ojos.

La sentó tiernamente en una silla, le quitó las lagañas y le ofreció una taza de café caliente.

Qué feliz, qué feliz… Era un fragmento de la vida cotidiana de pareja que él siempre había anhelado.

Pronto, la pareja habló de sus sueños y del clima matutino.

A menudo reían y se mostraban perezosos mientras conversaban, y sentían una alegría serena mientras caminaban tomados de la mano por el sendero.

Una felicidad como si estuvieran soñando.

En medio de esa alegría, los dos se apoyaron suavemente el uno en el hombro del otro.

Solo con eso, fue un día completo.

 

<FIN>

 

Asure: Disfruten, hoy 25/07/25, se finaliza la novela …. un final bonito, un poco apresurado (mi opinion) … disfruten