Temporada de Reproducción - Capítulo 71
Al mismo tiempo, en el sur.
En el subsuelo donde tenían encerrados a los infectados, se reunieron las figuras principales del clan Nu.
—Ugh, ¡qué olor…!
—Definitivamente el hedor es intenso.
Mientras dos o tres se tapaban la nariz con las mangas largas, Hiyes, con un rostro impasible, permanecía inmóvil, observando fijamente a los infectados.
Ya habían pasado varios días desde que el rey y la reina se marcharon.
La mayoría de los fuertes guerreros que seguían al rey también habían ido a Wilke, así que aquí no había casi nadie.
Probablemente esto fue posible porque, aunque el clan Nu se rebelara, podrían simplemente matarlos a todos.
Yasamin tenía esa capacidad y también esa crueldad.
‘Pero si convierte a toda la población en infectados… y cuando regrese, no hay un país que gobernar’
No deben haber previsto que llegaría a tanto.
Por muchos años que haya vivido, no debe haber habido nadie tan malvado como ella en toda su vida.
Si no podía ser amada, preferiría obtener el odio más intenso para no ser olvidada.
Después de mucha reflexión, el camino que Hiyes encontró fue precisamente ese.
Ser completamente, verdaderamente, malvada. Y así, arrebatarle lo más preciado a esa persona.
—Entonces, ¿Cuándo sería el momento más adecuado? Si lo desatamos demasiado pronto, todo el sur perecerá.
—Necesitamos esperar un tiempo para evaluar la situación. Debería ser cuando el rey regrese con los guerreros.
—Así es. De esa manera, ellos se encargarán de la limpieza. Y nosotros estaremos en la Arca.
La Arca.
Era una enorme embarcación y, al mismo tiempo, el refugio más seguro.
De hecho, el sur ya tenía barcos. Los necesitaban para el comercio con otras naciones, o para el saqueo, ya que no podían sobrevivir por sí mismos.
Pero la Arca era la adaptación de unas tres de esas embarcaciones, unidas.
El rey no lo sabía, ya que el clan Nu la había construido en secreto.
—La selección de personas ya casi termina.
—Parece que los seleccionados habrán abordado en unos siete días, sumo sacerdote.
—¿Lo haremos… entonces?
Los ancianos, observando su expresión, clamaron una respuesta a Hiyes.
Hiyes, que había permanecido en silencio con una linterna en la mano, finalmente asintió con la cabeza.
—Así será.
Pero ellos no sabrían qué clase de trama siniestra estaba urdiendo Hiyes.
Y hasta dónde podía llegar su maldad por amor.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Wílke.
Por la tarde, se celebró un modesto banquete en el que solo se reunieron los sureños.
Los guerreros que custodiaban el castillo de Wílke se alegraron mucho al comer comida sureña después de tanto tiempo, quizás porque, aunque fuera algo seca y poco nutritiva, era la comida de su tierra natal.
Siren, observando el banquete con languidez, volvió la mirada al escuchar unos pasitos apresurados.
—¡Ama!
—¿Pamila?
—Verá, eh, ¡algo extraño está pasando…!
Como estaban en un lugar cerrado donde solo se reunían sureños, Pamila levantaba sus orejas redondas y las dejaba a la vista.
Siren ladeó la cabeza, preguntándose qué pasaba, y Pamila, después de mirar a su alrededor, se puso de puntillas y susurró:
—¡Es que……. Señorita Nicoletta!
—Sí, ¿qué le pasa a ella?
—¡Parece que ha perdido la razón! Se está riendo a carcajadas y corriendo por el jardín.
¿Qué era esto ahora?
Aunque un poco desconcertada, ella se levantó de su asiento.
Si la acción de Nicoletta tenía una intención, sería para llamarla a ella. Si no… aun así, se necesitaría una autoridad para tomar decisiones. Siendo Nicoletta tratada como su «invitada» en ese momento, no se podía hacer nada arbitrariamente con ella.
—Yasamin, voy a ir al jardín.
—¿Voy contigo?
—Si no regreso en diez minutos.
—De acuerdo.
Él, que estaba bebiendo con sus íntimos guerreros, le hizo una seña con los ojos, y algunos lo siguieron como escolta.
‘Sí, con esto, ya está más tranquila que antes’
Ella solía seguirla a todas partes, hasta el punto de ser molesto. Ahora, sabe cómo controlar sus sentimientos y considerar a los demás.
Era bastante admirable.
—¡Jajajaja!
Al salir al jardín, efectivamente, se escuchó una risa desquiciada.
—¡Atrápame si puedes! ¡Kyaaa!
El cabello de Nicoletta, que corría vestida con un camisón blanco, ondeaba al viento.
A primera vista, realmente parecía haber perdido la razón.
—¡Es la reina!
El hecho de que se acercara a ella y la tomara bruscamente de la muñeca, seguramente no lo haría si no estuviera loca.
—¡Baile conmigo! ¡Baile! ¡Soy una mariposa!
Las comisuras de los labios de la mujer, que se movía sinuosamente y decía disparates, se retorcían de forma grotesca. Sus ojos, que habían perdido la lucidez, también estaban empañados por la tristeza.
Siren se dejó arrastrar en silencio. Podría no haberlo hecho, pero quería ver el destino de este ser humano.
—¡Allí, una manzana! ¡Hay una manzana!
Nicoletta, que señalaba un árbol sin nada y tarareaba, se rio con la boca abierta de oreja a oreja.
Siguiendo el sendero del jardín, se llegaba al lavadero donde las sirvientas del castillo lavaban la ropa. Allí había un pozo.
Naturalmente, era un pozo conectado al acueducto.
En el instante en que lo vislumbró, Siren hizo un gesto para que los escoltas se alejaran.
—Nicoletta.
Antes de que sea irreversible, solo una vez, la divinidad concede la misericordia.
—Piénsalo bien.
Era un amor que todos los humanos podían recibir por igual.
Justo una vez, antes de caer en el lodo. Una gracia ofrecida al final del final.
¿Qué elección harás tú?
¿Seguirás siendo humana o renunciarás a tu humanidad?
Si eliges lo primero, podré conceder perdón y misericordia, pero si eliges lo segundo… ¿cómo se puede salvar a quien ha renunciado a salvarse a sí mismo?
Ni siquiera para un dios eso era posible.
Porque la corrupción es un abismo al que se entra por voluntad propia.
—¿Lo has decidido?
El silencio, tan frío como un cadáver, era tal que ni siquiera se escuchaba el canto de los insectos.
En medio de esa quietud, Siren lanzó una pregunta serena.
No tenía intención de presionar. Solo sentía curiosidad.
—…….
—Si lo has decidido, inténtalo.
Justo delante había un pozo. Frente al montón de piedras cubiertas de musgo, sin nadie que las cuidara, ella se apoyó de forma precaria.
De tal modo que un simple empujón la haría caer.
—¡Ahí, ahí… hay un pez extraño!
—¿Dónde?
—¡Ahí dentro!
—Ya veo. ¿Quieres que lo vea?
Siren respondió con indiferencia. De todos modos, sería una mentira.
Parecía oír el chirrido de la prueba. Las comisuras de los labios de Nicoletta, que fingía desesperadamente estar loca, temblaban sin control.
La distancia entre las dos era de apenas un paso.
En realidad, si quisiera empujarla, podría hacerlo sin problemas. Y Siren estaba dispuesta a dejarse caer sin oponer resistencia.
—Ah…… ah……
La mano reseca se contrajo. La levantó, la cerró en un puño, la abrió. Incapaz de hacer nada y temblando lastimosamente, Nicoletta, un momento después, gritó: «¡Aaaah!» y se arañó la cara.
—¡¡¡Aaaah! ¡Aaaah! ¡¡¡Aaaaaah!!!
La mujer, que se retorcía sin poder soportarlo, le agarró el cuello en un instante.
—Muere, por favor, muérete. Así yo podré vivir. Por favor…… por favor……
—Para ser eso, no estás ejerciendo ninguna fuerza en tus manos, ¿verdad?
—Yo……
Al verla de cerca, lo entendió. Cuánto había sufrido su rostro.
En sus ojos apagados se veían fragmentos de un corazón roto.
Su alma, pisoteada y acurrucada, era de un gris oscuro.
Pero, ¿acaso el gris no es también un tipo de luz?
—Yo…… es decir……
Ah, una alma parpadeaba.
La luz, que titilaba como si fuera a apagarse, atrajo la mirada de Siren de forma evidente, quien la observó fijamente durante un largo rato. Hasta que Nicoletta soltó la mano de su cuello y retrocedió lentamente. E incluso en el instante en que la pasó de largo y salió corriendo.
Siren estaba observando el interior de Nicoletta, no su exterior.
¡Plop!
Siren volvió en sí de golpe cuando escuchó el sonido de alguien arrojándose al pozo.
En el preciso momento en que el alma, que era gris, se volvió clara, Nicoletta se lanzó al pozo por su cuenta.
Al final, había decidido no dañar a los demás.
‘Claro que eso no significa que deba hacerse daño a sí misma’
La desesperación debe haberla atrapado por los tobillos y hecho que cayera.
—¡Princesa consorte, ¿está bien?!
—Estoy bien. Necesito un favor.
—Entendido.
El pozo del lavadero era lo suficientemente grande como para que entraran tres personas.
Mientras esperaba a que el guardia que corrió a ayudarla sacara a Nicoletta, Siren repasó las cosas escritas en el grimorio de magia superior.
Los hechizos de curación para volver a unir piernas cortadas, arreglar brazos rotos y desintoxicar pasaban por su mente. Seguramente antes sabía hacerlos todos, así que solo necesitaba recordarlo una vez más.
—¡Princesa consorte, no respira! No, la sangre… ¡la sangre…!
—Apártate.
Nicoletta, aunque sangraba abundantemente por los ojos, la nariz y las orejas, todavía tenía el alma en su cuerpo. Por lo tanto, no estaba muerta. No había razón para alterarse.
Siren colocó inmediatamente la mano sobre el pecho de Nicoletta y recitó un hechizo.
Su rostro estaba pálido, tenía espuma blanca en la boca y un tenue olor a almendras. Parecía que se había envenenado de inmediato debido a que el agua del pozo se había estancado y el veneno se había acumulado…
—Es una lástima que mueras por los pecados de tu padre.
Al final, ella se había arrepentido.
Bajo las manos de Siren, que tenía los ojos cerrados, brotó un halo de luz.
Era una luz tan sagrada que uno no podía mirarla directamente.
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com