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Temporada de Reproducción - Capítulo 50

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Ah, ¡así que por eso a Yasamin le gustaban los libros!

De repente me di cuenta. Esa vez que había entrado a su habitación.

Todos los libros que la llenaban estaban manoseados.

Una prueba de que los había leído una y otra vez.

Incluso, se decía que los libros que tenía apartados eran los que Yasamin prefería, ¿verdad? Los demás libros estaban en la biblioteca de la mansión de Saam.

 

—Lee y aprende. Para entender el mundo que no has vivido, no hay otra respuesta que los libros.

—¿Por qué tengo que hacerlo?

—Mmm, bueno. No puedo amar al tú de ahora. En tu esencia no hay nada, ¿verdad? ¿Qué podría examinar si no hay nada que lamer?

—¿Tiene que haber algo que examinar?

—Sí. Algo vacío no es interesante. Arrepentimiento, angustia, dolor. El proceso de sublimación después de que eso se acumula. Encontrar esperanza incluso en la desesperación es lo que hace el ser humano. A mí me gusta eso.

 

Yasamin tenía una expresión de no entender claramente.

Pero después de pensar un buen rato, le masajeó los pies a la diosa y murmuró:

 

—Si me convierto en humano… ¿entonces me amarás? ¿Será suficiente solo conmigo?

—Con la vida de un solo humano, mmm, no puedo asegurarlo, ¿sabes? Tal vez con la vida de diez humanos.

—Entonces, si eso se acumula, ¿me mirarás solo a mí? Si te divierte mirarme solo a mí.

 

La diosa estaba llena de picardía y la bestia era persistente.

Una obsesión ciega. Una mirada infinita, que pedía ser amado. El vacío dentro de ella.

Siren, no, Aquafuran, abrió la boca.

 

—Si me apetece lamer tu esencia, te miraré solo a ti, claro. Aunque es poco probable… si maduras solo para mí. Pero, ¿crees que podrás soportarlo?

 

Ah, ¿Yasamin habría entendido lo que significaba eso?

En ese momento, Siren supo lo que Aquafuran estaba pensando. Simplemente lo supo.

‘Mil años de espera. Eso…’

Había surgido de la conversación de ese día.

La historia continuó después de eso.

Siren se mantuvo a distancia observándolo, pero poco a poco se fue sumergiendo en ello. Hasta que al final se sintió como si ella misma fuera Aquafuran.

 

—Ah…

 

Despertó de un sueño sin saber cuándo se había dormido.

Bajo el sol de la mañana, Siren derramó lágrimas en silencio. Pensándolo bien, no había razón para llorar, pero le dolía el corazón.

Un cerrojo de la memoria se había abierto.

Y ese día, alrededor del mediodía, Siren se dio cuenta.

Que usar la magia se había vuelto mucho más fácil.

Como si la memoria olvidada de su cuerpo hubiera revivido, Raksha danzaba en sus manos.

Había una cosa más que había cambiado.

‘De alguna manera…’

Siren, mirando el espejo, ladeó la cabeza.

Era, de hecho, una diferencia muy sutil.

Su rostro era el mismo. Su cuerpo tampoco había cambiado.

Pero de alguna manera, se sentía como una persona diferente.

El reflejo en el espejo le resultaba muy extraño, pero curiosamente, sintió que así debió haber sido siempre.

 

—Esta soy yo.

 

Siren pasó la punta de los dedos por el espejo, luego enderezó la espalda y levantó el mentón.

Esto le quedaba mejor que estar encorvada y con la cabeza baja. Le gustaba mucho más.

 

—¡Mi señora, mi señora! ¡Llegó una invitación!

 

En ese momento, Pamila entró corriendo, dando saltitos.

El remitente era Sacerdote Hiyes.

Era una repentina invitación a la hora del té.

‘Ya lo sabía, pero…’

El lugar para tomar el té era la morada de Hiyes.

En el lado este del castillo real, había un templo dedicado al dios del sol. Se decía que Hiyes, el sacerdote, vivía en las habitaciones adjuntas y ofrecía oraciones con frecuencia.

Eltan había explicado que el oráculo también lo había recibido mientras oraba en el templo.

‘Es tan predecible que ni siquiera me dan ganas de bostezar.’

El amplio dormitorio tenía una sala de estar y recepción en el centro.

Había tazas de té y bocadillos frente a cada asiento, y como era para sentarse en el suelo, no había sillas aparte.

La cantidad de cojines era siete.

Excluyendo sus lugares y el de Larisa, los otros cinco ya estaban ocupados por invitados que habían llegado antes.

 

—Bienvenida, princesa consorte.

 

Hiyes, sentado en el asiento principal como anfitrión, la miró y habló suavemente:

 

—He organizado este encuentro porque deseaba saludarlas personalmente. También quise conversar con los valiosos invitados de Wilke, por eso los he reunido a todos. ¿No les resulta incómodo?

—Gracias por invitarme. Yo debí haberte convocado primero.

 

Siren, que respondió con calma sin cambiar ni una expresión, se sentó, Nicoletta y Daphne, a sus costados, soltaron una risita. Solo Bispar le sonrió agradablemente y le hizo un gesto con la mano.

‘No sé quién es la otra persona. Probablemente sea del clan Nu, por la ropa roja que lleva.’

Como era de esperar, el clan Aquafuran, que probablemente la apoyaría activamente, no había sido invitado.

Este era una trampa enorme.

Ahora intentarían matarla.

Lo que ellos no sabían es que Siren acababa de tener el sueño de Aquafuran.

Es decir… de alguna manera, aunque no era una diosa, estaba viendo todo el mundo con la perspectiva de una divinidad.

La sensación de mirar desde una posición superior era inusual, pero de alguna manera, le parecía natural. Como si hubiera nacido así.

 

—Es té de dátiles y granada. Es agridulce. Pruébelo.

—Espero que no esté mezclado con polvo de vidrio.

—…Lo de aquella vez, lo siento mucho. No manejé bien a mis subordinados.

 

Ante sus palabras indiferentes, Hiyes se mordió ligeramente el labio inferior.

Se notaba que pensaba que había sido atacado.

Siren bebió el té en silencio y dejó la taza sin decir nada.

Por suerte, no había nada dentro.

Si le hubieran puesto laxante, pronto se sentiría mal, pero… no había insectos visibles. El sabor tampoco era extraño.

‘Claro, no se atreverían a pasarse de la raya con Bispar presente.’

Bispar la miraba con curiosidad. Luego, cuando sus miradas se encontraron, articuló con los labios: ‘¿Estás algo diferente de lo normal?’

Siren no le respondió.

La verdad es que si fuera ‘Siren’, habría contestado de inmediato… pero por alguna razón, no quiso hacerlo.

 

—Disculpe, ¿está muy molesta? Aun así, a esa persona se le aplicó la pena máxima, así que, por favor, relaje su corazón. Lo mismo no volverá a ocurrir.

 

Si fuera Aquafuran, ¿qué habría respondido aquí?

‘¿Y a mí qué me importa?’, habría dicho. Y habría hecho que Hiyes también se arrodillara.

‘Entonces, ¿quiero hacer eso?’

En realidad, si lo hiciera, ¿quién podría decir algo?

Su conducta era, al fin y al cabo, responsabilidad de Yasamin.

La indecisión se prolongaba y el silencio también.

Hiyes, ajeno a esa situación, estaba irritado.

‘¿Qué le pasa? ¿Ahora está presumiendo solo por ese pequeño daño?’

Sus ojos rojos se entrecerraron con fastidio.

Si fuera un daño grave, no diría nada.

¡Meterle un poco de polvo de vidrio no la mataría! ¡Además, el rey la curó tan rápido!

‘¿Qué tiene de bueno un carácter tan estrecho de miras? Si fuera yo, ni siquiera habría buscado excusas.’

Pero Hiyes no era tan inexperto como para dejar que sus pensamientos se reflejaran directamente en su expresión.

Especialmente mientras Bispar los observaba, tenía que manipular la situación para que pareciera que ‘Siren Wilkeraon es sensible’.

 

—Por cierto, los postres que están a un lado son algo especial que preparamos para hoy. Se llama Labashak, y se elabora hirviendo granadas, ciruelas, cerezas y albaricoques, para luego rebanarlos finamente.

—Los comeré con agrado. Las frutas deben ser muy valiosas.

—Tenemos un invitado valioso, así que debemos ofrecerle lo mejor.

 

Hiyes dijo eso y miró intencionalmente a Nicoletta y Daphne.

En realidad, los tres ya se habían reunido anteayer.

Gracias a eso, Hiyes había descubierto el secreto de Siren Wilkeron.

Un secreto terrible que nadie más conocía aún.

Si se revelara, ah, ¿qué expresión pondría?

‘Pero no voy a avergonzarla abiertamente en este lugar. Ese secreto debe ser revelado frente a todos. Lo que quiero hacer hoy es otra cosa.’

Al lado de Siren estaba la dama de compañía llamada Larisa Oreum.

Al ser una mujer que se uniría al clan Kalik, tampoco la veían con buenos ojos.

‘Sabía que vendría con ella. Imaginé que la traería consigo por ser su dama de compañía.’

Siendo estrictos, Larisa Oreum era necesaria para el objetivo de hoy.

 

—¿Podría presentar a la persona que la acompaña?

—Ella es Larisa Oreum. La heredera de una gran casa comercial. Pronto regresará a Wilke para hacerse cargo del negocio familiar.

—¡Oh, ¿negocios?!

 

Hiyes abrió mucho los ojos y ladeó ligeramente la cabeza, lo cual fue la señal.

 

—Es una pena que no hayamos podido saludarnos propiamente antes. Quién iba a decir que nos encontraríamos aquí.

—Así es. ¿Puedo llamarte señorita Larisa?

 

Nicoletta y Daphne comenzaron a conversar en idioma de Wilke. Al mismo tiempo, la mujer de rojo, cuyo nombre era desconocido, tradujo.

Siren, que observaba en silencio, recién entonces se dio cuenta de la identidad de esa persona.

‘Como no se comunicarían bien, llamaron a un intérprete.’

Pero, ¿qué intentarían hacer con todo esto?

De seguro no era para tener una charla amena.

‘Ah, ahora que lo pienso… ¿Bispar conocía el idioma de Wilke?’

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