Seré la Madre del Guerrero - Extra 3: Varias formas de salvar el mundo - Capítulo 218
—¿Dana?
Yelena llamó a su hija con cautela. Solo entonces Diana se dio cuenta de que se había quedado inmóvil.
—¿Estás bien?
—Claro que sí.
Diana volvió a mirarla a los ojos y dibujó una sonrisa sobre su rostro.
—Muchas gracias por el collar, mamá. Lo usaré a menudo.
—De todos modos, también me lo regalaron a mí. No te sientas obligada y úsalo con ligereza.
Yelena conversó un poco más sobre temas triviales, luego soltó a Diana y regresó con pasos ligeros como una mariposa hacia el Duque, quien había dejado de conversar con los invitados para esperarla.
Los padres, al encontrarse las miradas de cerca, sonrieron el uno al otro sin que nadie tomara la iniciativa. Diana observó la escena en silencio por un momento, y luego solo giró la cabeza desde donde estaba.
Tritan seguía sonriendo. Frente a él, Ally no paraba de hablar, y Diane los observaba a ambos, con los brazos cruzados y un paso atrás.
De repente, a Diana se le revolvió el estómago y se tapó la boca.
‘…¿Qué es esto?’
¿Será que no me siento bien? ¿…Indigestión?
No, no puede ser.
Diana solía ser de las que decían que podía masticar y comer piedras sin inmutarse. Ella misma lo creía así. ¿Que no pudiera digerir comida y le cayera mal? Imposible.
‘¿Me sorprendió?’
Diana pensó en otra posibilidad. Que le revolviera el estómago por la sorpresa era algo que nunca había escuchado y que experimentaba por primera vez, lo cual era desconcertante, pero no del todo imposible. Al menos, era más plausible que concluir que tenía indigestión.
Justo ahora era una situación lo suficientemente sorprendente. Era la primera vez que veía a Tritan sonreír.
Tritan siempre mantenía una expresión inexpresiva. A veces mostraba reacciones de asombro o perplejidad, pero incluso entonces, el cambio en su expresión no era muy notorio.
Pero ver una expresión tan clara como para decir que «está sonriendo». ¡Y además, frente a Ally!
—Señorita, ¿se encuentra bien?
Una sirvienta que pasaba se acercó a Diana, alarmada. El rostro de Diana, con la boca tapada, estaba bastante pálido.
—¿Qué le pasa? ¿No se siente bien?
—…Creo que me dio indigestión.
—¿Eh?
—Creí que no, pero parece que sí. Tengo el estómago revuelto, el corazón me late rápido… y me siento muy mal. Muchísimo.
—¡Dios mío!
La sirvienta saltó. Su rostro se llenó de asombro y preocupación al instante.
—Vaya al salón de descanso de inmediato. Me apresuraré a buscar un médico. ¡Ay, Dios mío, señorita, cómo pudo pasarle esto!
—No.
Diana negó con la cabeza y detuvo a la sirvienta.
—Regresaré a mi habitación a descansar un poco. Creo que así me sentiré mejor.
—…¿De verdad vas a hacerlo?
—Sí, así lo haré.
La mirada de Diana se posó en Diane, en Ally y en Tritan.
¿De qué habrían hablado? ¿Por qué se rió? ¿Por qué al ver a Ally…?
—Entonces, señorita, ¿le digo al joven amo?
La voz de la sirvienta hizo que Diana volviera en sí.
—Les diré que se sintió mal del estómago y se fue antes.
—…Sí, por favor.
—¡Descanse bien, señorita!
Dejando atrás las palabras de preocupación de la sirvienta, Diana se dio la vuelta. Por un momento sintió la tentación de voltear a ver a Tritan una última vez, pero de alguna manera no se sentía con ánimo para hacerlo, así que siguió su camino en silencio. Mientras cruzaba el salón de la fiesta con prisa, varias personas la saludaron o intentaron hablarle, pero nadie recibió respuesta.
Tan pronto como llegó a su habitación, Diana se sentó en la cama. El sol comenzaba a ponerse y el interior de la habitación estaba oscuro. Sin embargo, la opción obvia y sencilla de encender las luces no le vino a la mente.
En el espacio donde la oscuridad se profundizaba, Diana se sumió en un tranquilo pensamiento. Entonces, las emociones que había sentido poco antes en la fiesta comenzaron a concretarse poco a poco.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Toc, toc.
Se escuchó un golpe en la puerta del dormitorio.
—Hermana, soy yo.
—……
—Dijiste que te sentías mal del estómago. ¿Es verdad que tienes indigestión?
—……
—¿Por qué no respondes? No estarás dormida, ¿verdad? Entraré.
La puerta se abrió. La luz del pasillo iluminó tenuemente el oscuro interior de la habitación. Diane se detuvo tan pronto como entró en la habitación.
—Qué oscuro está esto. Hermana, ¿qué haces ahí sentada sin encender la luz?
La vista de Diane era el doble de buena que la de una persona normal. Pudo encontrar a Diana fácilmente, sin molestarse por la repentina oscuridad.
—La luz, ¿la enciendo yo?
Diane encendió la lámpara del dormitorio sin esperar respuesta. Diana seguía sentada en la cama, sin moverse.
—Hermana… ¿Qué te pasa? ¿De verdad estás enferma? ¿Te cayó mal lo que comiste? ¿A ti? ¿En serio?
Diane se acercó a Diana con una mezcla de duda, confusión y preocupación. Solo entonces Diana levantó la vista para mirarla.
—Diane.
—¿Sí?
—¿A ti también te pasa?
—¿Qué cosa?
—Amigo……
Diana, con la mente revuelta, dudó un momento y luego completó la frase.
—Cuando ves a tu amigo riendo y charlando felizmente con otra persona que no eres tú, ¿también sientes esto?
Diane se detuvo y le preguntó a su vez:
—…¿Qué sientes?
—Ganas de encerrar a mi amigo.
—…….
—Ganas de encerrarlo para que nunca más pueda hacer algo así. ¿Es esto normal?
—¿Cómo va a ser normal?
Diane, que de repente subió el tono de voz para espetar la respuesta, se frotó la cara con fuerza. Luego, de la nada, dio un grito en el mismo lugar:
—¡Aaaah! ¡Sabía que pasaría esto! ¡Lo sospechaba! ¿Qué de «amigo»?
—¿Qué dices?
—Hermana, ¿esto es por Tritan, verdad? Es porque lo viste hablando con Ally, ¿no?
—Sí.
Diana asintió dócilmente. Habían descubierto la causa exacta, pero no se inmutó. Recientemente, el único «amigo» con el que había pasado tiempo y se había relacionado frecuentemente era Tritan. Así que, con un poco de intuición, esa suposición no sería difícil.
……Espera, ¿qué quiso decir con «qué de amigo»?
Entonces Diane continuó:
—No es tu amigo.
—¿Qué?
—Tú y Tritan, ustedes dos no son amigos.
—Diane. No estoy de humor para escuchar tus quejas ahora.
—¡No es eso!
Diane, quien sin darse cuenta había levantado la voz, exhaló un largo suspiro y bajó la intensidad.
—De verdad, en serio, cof, pensar que tengo que decir esto yo…
—……
—Hermana, ¿sabes lo que acabas de decir? Dijiste que estás celosa, que estás obsesionada con la otra persona. ¿Sientes esas emociones por un amigo? ¿No te parece que algo anda mal, incluso a ti?
La expresión de Diana se endureció ligeramente.
—¿Es la primera vez que haces un amigo? No es así.
—……Un amigo hombre, sí es la primera vez.
—¿Y por eso es diferente a los amigos del mismo sexo? Ah, sí. Claro que sí.
Diane se burló. Normalmente, Diana le habría replicado al instante, pero en ese momento se mantuvo sumisa. Como si eso tampoco le gustara, Diane se revolvió el cabello con rudeza y dijo:
—Piensa bien. Si el sentimiento que tienes por Tritan es realmente amistad. Si no es así…
—……
—……No sé, de aquí en adelante arréglatelas tú.
Diane dijo eso y se apartó rápidamente de la cama. Luego, como si fuera a salir del cuarto, se alejó con pasos firmes, pero se detuvo en la puerta y se dio la vuelta.
—Ah, hablando de Tritan.
Al ver que la mirada de Diana la seguía de inmediato, Diane chasqueó la lengua.
—Fue a la cocina. Dijo que haría juk. No te diré para quién es, no es necesario.
—….…
—Pero él ni siquiera sabe qué es el juk. Le dije que se come cuando uno está enfermo, y se fue diciendo que aprendería a hacerlo al instante.
—……
—Bueno, pero tú no estás enferma, ¿verdad? No tienes indigestión ni nada. Así que le diré que no se moleste. Bueno, me voy.
Terminando de hablar, Diane cruzó el umbral de la puerta. La puerta se cerró.
El dormitorio volvió a estar en silencio como antes. Solo que ya no estaba tan oscuro gracias a la lámpara que Diane había encendido. Diana se quedó sentada en la cama, parpadeando aturdida.
Un momento después, su cuerpo se dejó caer hacia atrás. Su largo cabello plateado se esparció por la cama.
—…Ah.
Con el techo a la vista, los labios de Diana se movieron.
—…No puede ser.
Una nueva y extraña comprensión dominó su mente. También afectó su cuerpo. El corazón, que latía de forma desagradable, se calmó como si nunca hubiera pasado, y luego, en un sentido diferente, comenzó a latir con fuerza.
—Imposible…
Pero mientras murmuraba eso, la conciencia de Diana se estaba conformando con la verdad. Diana rebuscó en sus recuerdos. Recordó su primer encuentro con Tritan.
—Es un señor sumamente bueno.
Pensó que era peculiar. Su forma de hablar, sus acciones, su apariencia, su aura… nada en él era ordinario.
Ahora que lo pensaba, lo que sintió en ese momento fue curiosidad. Un impulso de querer saber qué clase de persona era, un deseo de conocer al otro, aunque solo por un breve instante, había cruzado su mente.
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