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Seré la Madre del Guerrero - Extra 3: Varias formas de salvar el mundo - Capítulo 217

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  4. Capítulo 217
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En el instante en que el suave cuerpo lo oprimió, Tritan se quedó completamente inmóvil.

 

—¿Será esta la sensación de formar un discípulo? Wow, es más emotivo de lo que pensé. Que yo llegue a sentir algo así…

 

La voz de Diana, llena de emoción y con sus observaciones resonando en los oídos de Tritan, vibraba. Con su atención completamente desviada, no pudo entender ni una sola palabra de lo que decía.

Diana soltó a Tritan, que se había convertido en una estatua, solo cuando llegó un visitante al campo de entrenamiento.

 

—¡Señoritaaaaaa!

 

La voz, que venía de lejos a todo pulmón, anunciaba una llegada fuera de lo común. La sirvienta se detuvo frente a Diana, jadeando para recuperar el aliento, y luego dijo:

 

—Señorita, ¿qué hace aquí? ¡Cuánto la he buscado!

—¿Eh? ¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? ¿Olvidó qué día es hoy?

—Hoy… ¡Ah!

 

Diana soltó un grito de exclamación tardío. La sirvienta, con manos impacientes, la jaló de la manga.

 

—Vamos rápido. Aunque empiece a prepararse ahora, el tiempo es justo.

—Diana, ¿pasa algo?

 

Tritan, que apenas había logrado superar su estado de estatua después de ser liberado por Diana, preguntó. En lugar de responderle de inmediato, a Diana se le ocurrió una idea. Lo miró con una expresión significativa y luego dirigió su mirada a la sirvienta.

 

—¿Diane también se está preparando?

—Por supuesto. Señorita, usted también debería…

—¿Qué te parece si incluimos a una persona más en ese lugar?

—¿Eh?

—Justo tienen una altura y complexión similares.

 

La sirvienta, dándose cuenta de a quién se refería Diana con “una persona más”, inclinó la cabeza. La mirada de la sirvienta se detuvo brevemente en Tritan. Sus ojos brillaron al instante.

 

—Me parece una buena idea, señorita.

—¿Verdad?

—……?

 

Aunque parecía que hablaban de él, Tritan no podía entender de qué, así que solo inclinó la cabeza, confundido.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Varias horas después.

 

Tritan, quien había sido empujado al cuarto de Diane sin entender el motivo, reapareció en el primer piso del castillo ducal. Los sirvientes que pasaban atareados se detuvieron. De todas partes surgieron jadeos y exclamaciones de asombro.

Diana, que esperaba en el primer piso, recibió a Tritan con una sonrisa radiante mientras él bajaba las escaleras.

 

—Te queda muy bien, Tritan. ¿No te ves genial?

 

Tritan llevaba su cabello negro peinado hacia atrás de forma impecable y vestía un traje que le quedaba a la perfección. En otras palabras, estaba «arreglado».

Tritan, que había bajado todos los escalones y se encontraba frente a Diana, dudó un momento antes de hablar.

 

—Diana, tú también te ves muy……

 

Su brillante cabello plateado, como espolvoreado con polvo de luna, caía ordenadamente en una sola cola. El dobladillo de su vestido azul claro, que revelaba sutilmente las curvas de su cuerpo, se extendía por el suelo como una ola.

Tritan se quedó en silencio.

Diana le había enseñado que las palabras «bonita» o «deslumbrante» no se usaban en cualquier momento ni lugar. Sin embargo, no se le ocurría ninguna otra expresión para describir a Diana en ese instante.

 

—¿Sí?

—…No, nada. ¿Vamos a la fiesta ahora?

 

Diana mostró una expresión de sorpresa ante las palabras de Tritan.

 

—¿Sabes lo que es una fiesta?

 

Pensó para sí, «Y eso que no conocía las palabras ‘caballo’ o ‘carruaje’, ni el concepto de ‘realeza’…»

Tritan respondió:

 

—Donde yo vivía también se celebraban fiestas con frecuencia.

 

Aunque era la primera vez que se engalanaba para asistir a una fiesta como esta.

Gracias a Diane, Tritan se había dado cuenta de que arreglarse el cabello, ponerse algo en la cara y cambiarse de ropa eran rituales para asistir a una fiesta. Parecía que las fiestas de este lugar eran bastante diferentes a las que conocía en el Reino Demoníaco, pero Tritan no mencionó eso.

 

—Entonces, ¿sabes cómo escoltar?

—¿Escortar?

—No sabes, ¿verdad?

 

‘Lo sabía’

Quizás porque su suposición era correcta, Diana, con sus labios gruesos de color escarlata curvados en una sonrisa, parecía ligeramente complacida.

 

—Extiende tu mano. Con la palma hacia arriba.

 

Tritan hizo obedientemente lo que le pidió. Entonces, la mano de Diana, enguantada de blanco, se posó suavemente sobre la palma de él.

Cuando Tritan, sin darse cuenta, la tomó como si no quisiera soltarla, Diana dijo:

 

—Así iremos juntos al salón de la fiesta.

—……

—¿Vamos?

 

Diana comenzó a caminar. Aunque claramente ella era quien lo sostenía de la mano, Tritan dio el primer paso con la extraña sensación de que era Diana quien lo arrastraba.

 

—¡Hermana! ¡Tritan! ¡Vengan!

 

Se escuchó el sonido de Diane, cuya preparación se había extendido por derramar té sobre su ropa en el último momento, bajando las escaleras. Diana no se volvió. Tritan, una vez más, la siguió en silencio.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

—¡Feliz Día de los Padres!

—¡Felicidades!

 

En el Castillo Ducal de Mayhard, además de los cumpleaños de los Duques y los Príncipes, había un día festivo oficial adicional.

Era el llamado Día de los Padres.

¿Y qué era eso, exactamente? Era el día que conmemoraba el momento en que los mellizos de la familia ducal dijeron por primera vez «mamá» y «papá».

Diana y Diane se quedaron asombrados al principio al enterarse de la existencia de tal celebración, pero pronto lo aceptaron.

Los mellizos compartían el mismo cumpleaños, y aunque eran dos, la fiesta de cumpleaños se celebraba solo una vez al año. Entonces, ¿no estaría bien que se agregara un día festivo para equiparar el número de cabezas con la cantidad de fiestas? Era una forma de pensar más o menos cómoda y sencilla.

 

—Gracias, Condesa Sherwood.

—Príncipe, Princesa, ¿cuándo crecieron tanto? Cuando uno cría hijos, el tiempo vuela…

 

Como era el Día de los Padres, los Duques, protagonistas de la fiesta, conversaban con los invitados que habían venido a felicitarlos en un rincón del salón. Quizás por el nombre de la celebración, a la fiesta del Día de los Padres asistían principalmente nobles con hijos ya crecidos.

¿Será por eso? La conversación entre los Duques y quienes los rodeaban era mucho más animada y armoniosa que en otras fiestas.

Los mellizos, protagonistas secundarios de la fiesta, observaban esa escena y pensaban cada año: «La empatía es realmente asombrosa». Desde hace unos años, incluso algunos nobles, profundamente conmovidos por las fiestas del Castillo Ducal, comenzaron a celebrar el mismo día.

De todos modos, ver a sus padres tan contentos hacía que ellos, como hijos, se sintieran también felices. Mientras Diana pensaba eso, Diane de repente suspiró.

 

—Haa.

—¿Por qué?

—Me quitaron el acompañante, me robaron el frac… De repente, me siento muy miserable.

 

Se refería a Tritan. Diana, a pesar de escuchar el reproche en su cara, solo miró de reojo a Tritan, que permanecía inexpresivo, y luego le dio una patada en la espinilla a Diane.

 

—¡Ay!

—Mi acompañante lo elijo yo, no es una autoridad que se te haya dado a ti, así que no te lo «quitaron», y la ropa es prestada. ¿Quién dice que fue un «robo»?

—Si no lo presté por mi voluntad, entonces fue un robo.

—Te compraré uno nuevo. ¿Con eso basta?

—¡Bah, claro! ¡Elegiré uno carísimo, así que no te arrepientas!

 

Los mellizos discutían como de costumbre. En ese momento, se escuchó una voz amable que los llamaba.

 

—¡Diane! ¡Diana!

—Ally.

 

Los hermanos pronunciaron el nombre de una persona al mismo tiempo.

La mujer, llamada Ally, vestida con un vestido verde abultado como un pan, sonrió ampliamente a los mellizos. Era una de las hijas «crecidas» de los nobles que asistían a la fiesta del Día de los Padres, y había sido cercana a los mellizos desde pequeña, ya que asistía sin falta a todos los eventos del castillo ducal.

 

—Es la primera vez que te veo desde la última merienda, Ally.

—Sí, verdad. ¿Cómo has estado?

—¡Yo, por supuesto! Y ustedes dos… no hace falta preguntar, supongo que están bien. Parece que siguen igual.

 

Ally miró a los mellizos con una expresión de renovada admiración por su apariencia. Luego, su mirada se posó en Tritan y se detuvo.

 

—…Pero, ¿quién es él?

—Es Tritan.

 

Diana recién entonces recordó que no le había enseñado a Tritan el modo apropiado de hablar en una fiesta. Con un sobresalto, Diana intentó intervenir, pero Ally respondió más rápido.

 

—Ah, ya veo. Hola. Soy Ally.

…Ah, claro.

 

Diana suspiró levemente y dejó de preocuparse. Ally tampoco era una simple señorita noble.

 

—Se está quedando en el castillo ducal. Es nuestro invitado.

—¡Oh, en serio?

—No es nuestro invitado, es el invitado de mi hermana. Es el amigo de mi hermana. A-mi-go.

 

Diane pareció poner un énfasis particular en la palabra «amigo». Mientras tanto, Diana vio a su madre hacerle una seña a lo lejos.

 

—Yo, un momento.

 

Diana se alejó de su lugar con curiosidad. Pronto, Yelena, al acercarse Diana, le entregó una caja que contenía un collar.

 

—¿Qué es esto?

—Es un regalo que llegó, pero creo que te quedará mejor a ti que a mí.

—Gracias, mamá.

—Hoy es el día para llamarme «mamá», ¿no?

—Sí, mamá.

 

Yelena sonrió suavemente y ofreció su mejilla. Diana la besó con familiaridad. Al separar sus labios, sus ojos se endurecieron.

En el extremo de la visión de Diana, Tritan, captado por casualidad, estaba sonriendo. Mientras conversaba con Ally.

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