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Seré la Madre del Guerrero - Extra 1: El amor surge a través de la crianza de los hijos - Capítulo 191

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La relajación suele ser contagiosa. La serenidad de Liliana calmó la excitación de Elena, y pronto estuvieron sentadas frente a frente, cada una con una taza de té caliente recién hecho delante.

Cuando la criada se marchó, Yelena suspiró suavemente mientras jugueteaba con la taza humeante.

—¿Te encuentras bien, Yelena?

—¿Puedes contestar primero?

—Claro. ¿De qué se trata?

—Tu hermana estuvo el otro día en el castillo ducal—

—Sí—

—Aquel último día, la noche del banquete…… ¿tuviste algún problema con la Torre Negra?

Liliana hizo una pausa, sin dejar de sorber su té, que aún estaba caliente. Dejó la taza en el suelo.

—¿Cómo lo has sabido?

Algo había ocurrido exactamente a esa hora del día. El primer beso de Sydrion y ella -aunque inesperado y unilateral- había tenido lugar en el patronato.

Yelena se quedó con la boca abierta.

—¡Dios mío!

Jadeó.

—¿Así que me estás diciendo que toda la razón por la que la Torre Negra estaba fuera de sí a la mañana siguiente -…… y aconsejándome sobre el amor era por ti? Quiero decir, quizá, ¡pero en realidad no me lo esperaba!

—¿Fuera de sí? ¿A qué te refieres con aconsejarme?

—Ah, ésa es la cuestión.

Yelena empezó a hablar abiertamente. El diálogo que había mantenido con Sydrion el otro día fue transmitido a Liliana en su totalidad, sin alteraciones ni cambios.

—Pero tengo curiosidad: ¿qué crees que intentaba decir el Maestro de la Torre Negra después de la —z—? No creo que fuera una palabrota ni mucho menos…….

—……dote.

—¿Eh?

—Nada.

tartamudeó Liliana, levantando la taza de té. Tomó un sorbo de té con un ligero sabor floral, dejó la taza en su sitio y habló.

—Por cierto, no sabía que tuvieras que contribuir tanto.

—No es que haya hecho mucho por ti.

Pero incluso mientras lo decía, había un matiz de orgullo en su voz, como si hubiera contribuido a unir un poco más a la pareja.

Yelena cuadró los hombros y se encogió de hombros, luego se inclinó hacia Liliana.

—Entonces, ¿qué pasó entre ustedes dos? ¿Cuándo fue el inicio de esto? ¿Fue sólo una cortina de humo cuando antes no dijiste nada cuando cuestioné tu relación?

—Bueno…….

Liliana pensó un momento. Por dónde empezar y por dónde acabar.

La respuesta no tardó en llegar. Ya no era algo que pudiera ocultarle.

—Va a ser una larga historia.

—Tengo tiempo de sobra.

Yelena pensó en Kaywhin en el salón del Conde, a solas con los gemelos. El amor la ayudaría a superarlo.

—De acuerdo, entonces…….

El relato del pasado y las emociones de Liliana fluyeron de ella a raudales. Cuando terminó, la taza de té sin tocar de Ilena estaba completamente fría.

—……Yelena.

Liliana se rió, haciendo un sonido cursi.

—¿Por qué lloras?

—¿Me creerías si te dijera que es tierra?

—No.

—Vale, no es polvo, es algo…….

Me sentí rara. Era apropiado que lo dijera así. Yelena se secó las comisuras de los ojos y se apretó las mejillas con el pañuelo.

—Mi hermana ha sido la propietaria de la Torre Negra durante tanto tiempo ……. No sabía que habías pasado por tanto dolor.

—Puede que sí.

—No, no puede ser. Estuve tentada de arrojar el vino de la Torre Negra entre una Dana y Anne enfadada.

Era cruel. Liliana protestó.

—No es culpa suya.

—¡Sí es culpa suya! Me dijo que siempre le habías gustado. ¿Qué has hecho para merecer esto? ¿Eso es todo lo que has hecho? Le has hecho la vida imposible y ahora, por fin, estás…….

Yelena, que había estado soltando sandeces a un ritmo trepidante, percibió una sutil incomodidad.

—Espera un minuto, ya no es el dueño de la Torre Negra.

Era cierto. Sydrion había dimitido como jefe de la Torre Negra. El título de Jefe de la Torre Negra ya no era apropiado.

¿Cómo debo llamarte entonces? ¿Antiguo Señor de la Torre Negra, antiguo Jefe de la Torre Negra, tu marido, tu cuñado? Eso es un poco……..

Parecía un tema trivial, pero cuando Yelena estaba sumida en sus pensamientos, Liliana tomó la palabra.

—Yelena.

—¿Eh?

—Yo también quería preguntarte algo—

—Sí, cuéntamelo.

—Cuando antes nos confundiste a Sydrion y a mí como amantes, ¿por qué pensaste eso? ¿Tenías alguna razón concreta?

Liliana recordó aquel día. Se le había caído el corazón por dentro cuando Yelena le había preguntado qué pasaba con Sydrion, si era o no un amante. ¿Se había engañado a sí misma, o había actuado de forma descuidada? Me pregunté si había revelado una parte de mi corazón que desconocía.

A juzgar por su reacción, creo que no.

Respondió vacilante.

—Sólo…….

—¿Sólo?

—En realidad no tengo ningún motivo, sólo fue una corazonada.

Literalmente. Porque lo que percibía en aquel momento era sólo una —sutil corriente subterránea— muy subjetiva que no podía explicar a nadie.

—…….

Liliana fulminó a Yelena con la mirada. Tras un largo silencio, Yelena ladeó ligeramente la cabeza.

—¿Por qué me miras así?

—No. Sólo asumo que eres la hermana de Edward.

—Me confunde la brusquedad de tus palabras. ¿Me has insultado?

—Claro que no.

—Soy su hermana.

—Sí.

—Claro que eres la hermana de Edward, pero no quiero que se entienda así.

—De acuerdo.

Justo entonces, alguien llamó a la puerta de la habitación en la que estaban.

—Señorita Liliana, duquesa. ¿Puedo pasar?

Era Sydrion.

—Adelante.

—Te ruego me disculpes por interrumpir tu conversación. Si no es por otra razón, la princesa está muy ansiosa por ver a la duquesa…….

Con —la duquesa— se refería a Diana Mayhard. En otras palabras, Diana se apresuraba a buscar a Yelena.

Yelena se levantó. No era poca cosa que una chica pidiera ayuda.

—Ahora me voy. Ha sido divertido hablar contigo hoy.

—¿Necesitas que te acompañe?

—No, la próxima vez.

Con una despedida que implicaba que volvería, Yelena se dio la vuelta y se marchó. Se detuvo en la puerta antes de pasar junto a Sydrion.

—Sabes, antes estaba pensando en tu nuevo título.

—¿Qué?

—Bueno, ya no eres el Jefe de la Torre Negra, así que se me ha ocurrido una lista y puedes elegir. Primero, Antiguo Señor de la Torre. Segundo, Antiguo Jefe de la Torre. Tercero. Superpoderoso. Eso significa que eres un antiguo Señor de la Torre Negra.

—…….

—¿Qué te gusta?

—Si no te importa, ¿podrías dedicarme algo de tiempo……?

—Claro, claro.

Yelena aceptó de buen grado y salió de la habitación. Liliana se acercó a Sydrion, que parecía estar en estado de shock.

—¿Qué te pasa en la expresión?

—Se me acaba de ocurrir de repente que ….. la vida es una serie de penurias.

—Hmm.

Sydrion miró a Liliana. De pronto me sentí mejor al ver mi propio rostro en aquellos ojos claros bajo las pestañas plateadas.

Tiró de Liliana y la abrazó.

—Tengo que pedirte un favor.

—¿De qué se trata?

—Quiero que me llames Siri.

Era como si pudiera olvidar la conmoción de las antepenúltimas, postpenúltimas e hiperpenúltimas palabras que acababan de salir de la boca de Yelena. Liliana cumplió obedientemente la petición de su amante.

—Siri.

—Huh.

A un suspiro de satisfacción siguió una pregunta natural.

—¿Te gusta ese nombre?

—Sí—

—¿Por qué?

—Porque es mono.

respondió Sydrion cuando Liliana lo adivinó.

—Porque cuando me llaman así, me hace sentir como si fuera propiedad de la señorita Liliana.

O, más exactamente, una relación amo-sirviente. Liliana es la jefa absoluta, Sydrion debe hacer lo que ella diga, pase lo que pase.

Esto le hizo sentirse avergonzado e incómodo al principio, pero ahora…….

—Por eso me gusta.

—Por una razón en la que no había pensado.

—¿Ah, sí?

—No soy la primera persona que te llama así, ¿verdad?

—Sí.

—Entonces es un efecto de impronta.

—Puede ser.

Fuera lo que fuera, era bueno. Desde que se había dado cuenta de su corazón, Sydrion había estado dispuesto a servir a Liliana. Siempre.

Liliana se separó del abrazo de Sidrion y levantó la cabeza. Lo miró fijamente, insegura de lo que pensaba, y luego habló.

—Siri.

—Sí, Liliana.

—Bésame ahora.

Sydrion estaba seguro de que la subordinación que sentía era lo más dulce del mundo.

—…… si lo deseas.

La mano del hombre, ligeramente tensa, ahuecó la barbilla de Liliana. La puerta de sus aposentos se cerró.

Los amantes se quedaron solos un momento.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Girado Funen, el hijo menor de Marqués Funen, llevaba días sin dormir bien. Enfadado, frustrado y dolorido por las heridas, se tumbó a dormir, pero Suma no acudía.

Durante días, permaneció despierto por la noche. Marqués Funen, que había estado inspeccionando la finca, regresó por fin, Girado corrió hacia su madre casi en ropa interior.

 

 

 

—¡Madre, por favor, por favor, por favor, castiga a ese bastardo por dejarme las muñecas así! El dolor es insoportable, me cuesta hacer mi vida diaria.
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