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Seré la Madre del Guerrero - Extra 1: El amor surge a través de la crianza de los hijos - Capítulo 188

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Que debía mantener las distancias con él. Que si no lo hacía, tendría problemas. Que era posesiva y que si iba a tenerlo, debía tenerlo todo.

Todas las palabras de Liliana después del beso sonaron como una confesión a Sydrion.

Si pudiera tenerte, te tendría.

—¿Me he equivocado? ¿Me he equivocado?

—…….

—Palabras y chistes sin sentido …… ¿Estoy poniendo en problemas a Señorita Liliana al darle significado al mismo comportamiento por tu cuenta?

Los labios de Liliana se curvaron.

Si quería seguir ocultando sus verdaderas intenciones, sus verdaderos sentimientos, tendría que decir que sí a aquellas palabras. Lo correcto sería decir que sí, decir una mentira descarada ahora mismo, pero Liliana no se atrevía a hacerlo.

Tal vez fuera porque Sydrion parecía tan dolido, o tal vez porque temía la expresión de decepción, culpa o resentimiento en su rostro cuando oyera su afirmación.

Vacilante, Liliana se mordió el labio, con voz débil y resignada.

—……No.

El alcohol que había empezado a nublarle la cabeza la ayudó a elegir la honestidad frente al engaño.

—No te equivocas. Sí, te quería …… y, de hecho, aún te quiero.

—Entonces…

—Pero no quiero que tengamos una pequeña aventura y luego rompamos.

—Yo tampoco.

—¿Lo mismo? No sé.

Liliana se rió, desesperada. A este hombre le falta lo más importante. Por eso está aquí delante de mí ahora, actuando así. Es como un sueño del pasado.

Un sueño que no había tenido desde que se había liberado de la fiebre, uno que aún podía recordar con detalle. Pero un sueño, por muy vívido que sea, sigue siendo un sueño. Liliana podía distinguir entre los sueños y la realidad, tenía que hacerlo.

—¿Recuerdas lo que te dije? No tengo intención de renunciar al Condado, pase lo que pase, nunca abandonaré la casa que gobernaré en el futuro.

Tenía la garganta seca. Liliana hizo una pausa mientras servía más vino. Había elegido un vino fuerte. Si bebía más, no podría hablar con fluidez.

Jugueteando con el vaso vacío, continuó.

—No puedo dejarlo todo e ir a ti, así que tienes que venir a mí para estar conmigo. ¿Sabes lo que eso significa?

Bajó la mirada. Los bordes de su mirada, incapaces de encontrarse con la suya, rozaron el borde de la mesa.

—Significa que tienes que desprenderte de todo lo que tienes porque yo no puedo desprenderme de lo que tengo.

Respiró hondo. Luego, una conclusión concreta.

—Entonces, Sydrion, ya no serás el Maestro de la Torre Negra, sino simplemente el marido de una Condesa. ¿Puedes hacerlo?

Se hizo el silencio.

Sólo cuando Liliana levantó la mirada oyó el leve suspiro del otro en su oído.

Sydrion tenía una expresión complicada. Parecía querer ponerse enfermo, también parecía un poco congelado. Entonces sus labios se movieron.

—……Error.

Un error.

El corazón de Liliana se hundió, aunque las palabras eran más o menos esperadas.

Sí, un error. Claro que lo sentiría así. Claro que se arrepentiría. Claro que se sentiría frívola por hablarle como si tuviera corazón.

Técnicamente, fue ella quien cometió el error. En su último día juntos en el palacio ducal, se dejó llevar por los impulsos e hizo algo de lo que no podía responsabilizarse ……….

Oh, eso no funcionará.

Liliana cerró los puños bajo la mesa. Se mordió la lengua hasta que le dolió.

Las lágrimas amenazaban con caer. No quiero llorar más.

Ya lloré una vez y fue suficiente. Aunque no volviéramos a vernos, no creo que quisiera mostrar mi fea cara dos veces…….

—Debería haberlo dicho la primera vez.

Fue entonces cuando Sydrion clavó los ojos en Liliana y habló.

—Señorita Liliana.

Su voz era suave.

—Ya no soy el ‘Maestro’ Sydrion.

Pero había más en sus palabras de lo que parecía a primera vista. Liliana respondió medio tiempo más despacio.

—¿Es ……?

—El puesto de Maestro de la Torre Negra está actualmente vacante, pero tarde o temprano lo ocupará otro candidato adecuado.

Sydrion sonrió tímidamente. Sonaba un poco autocompasivo.

—Te pido disculpas, por no habértelo dicho antes.

—No, espera…….

Liliana parpadeó, avergonzada. Cada aleteo de sus pestañas reflejaba una oscura confusión.

—¿Qué acabas de decir? ¿Has dimitido como Maestro de la Torre Negra, de verdad?

—Sí.

—Que has dimitido como Maestro, ¿de verdad?

—Sí.

La boca de Liliana se crispó y luego habló como si buscara una última confirmación.

—No te estarás burlando de mí, ¿verdad?

Sydrion señaló la botella de vino medio vacía.

—Te juro que si tienes algún propósito de ese tipo en mente, puedes golpearme en la cabeza con esta botella ahora mismo.

—¿Por qué iba a golpearte la cabeza …….?

Liliana, que había estado imaginando mentalmente las palabras de Sydrion, se quedó callada. Tras un silencio no muy largo, levantó la mano y le pellizcó la mejilla.

—No hagas eso. Duele.

Sydrion le cogió la mano con un apretón envolvente, conteniéndola. Podía sentir el calor que irradiaba la zona de contacto.

—No creo que esté soñando.

—Si es así, tienes problemas. Acabo de ver a la Señorita Liliana y de hacer esta confesión.

Sydrion frunció el ceño pícaramente. Liliana le miró fijamente y luego tragó un pequeño suspiro.

‘¿Qué es esto?’

Incluso las arrugas de la frente de su oponente le parecieron muy bonitas. De repente recordó lo que acababa de oír.

—Tú no eres el Maestro de la Torre Negra…….

—…….

—Ya no eres……, por lo que veo.

—…….

—Jajaja.

Se oyó una pequeña risita. Liliana se rió durante largo rato. La risa que la hizo agarrarse el estómago e inclinar la cabeza sólo se detuvo cuando se le formaron lágrimas en las comisuras de los ojos, igual que en algún momento del pasado.

Cuando Sydrion vio que se le levantaba la cara, dudó sólo un instante antes de tenderle la mano. Esta vez, a diferencia de la anterior, no resistió el impulso y le robó la humedad de las comisuras de los ojos con las yemas de los dedos.

—……Gracias.

—……No.

Liliana se aclaró la garganta, la atmósfera repentinamente etérea.

—Sydrion.

—Sí.

—¿No sólo has dimitido como Maestro de la Orden, sino que …… has abandonado por completo la Torre Negra?

pregunté, sospechándolo de algún modo, pero era cierto.

—Eso es lo que ha ocurrido.

—Me gustaría hacerte una pregunta.

—Sí.

—¿Cómo saliste? No creo que la Torre Negra quisiera dejarte marchar.

Liliana recordó los aspectos de los magos que había observado durante su estancia en la Torre Negra. Las personas que pertenecían a un lugar y estudiaban una disciplina concreta solían ser obstinadas. Era un prejuicio, pero al menos los magos que había visto parecían ajustarse a él.

—Eso es…….

Sydrion dudó en responder, pero finalmente habló cuando se encontró con unos ojos claros llenos de curiosidad.

—…. Sugerí que tuviéramos un enfrentamiento para decidir.

—¿Un enfrentamiento?

—Con la regla de que si gano, salgo de la torre, si pierdo, me quedo.

—Debes de haber ganado, porque abandonaste la torre.

—…… bueno.

—¿Eh?

—No fue un duelo, fue un enfrentamiento, no pude garantizar la vida del perdedor.

—¿Eh?

—Porque nadie más me ha desafiado…….

Sydrion se quedó con la boca abierta. Los párpados de Liliana se abrieron y cerraron al señalar el hecho.

—¿No es eso una amenaza, no una oferta?

—Hmm.

—Estás diciendo que los matarás si se interponen en tu camino.

—Hasta ese punto.

Era un resumen exacto, pero Sydrion hizo una mueca de dolor.

—Acepté ayudarles a encontrar un nuevo líder si seguían sin decidirse y, a cambio de abandonar la Torre, me ofrecí a resolver uno de sus problemas…….

De algún modo, la explicación adicional sonaba a excusa, pero Liliana no creía que importara. En primer lugar, la situación de la Torre Negra no era asunto suyo. Antes no le había pedido a Sydrion que lo dejara todo y viniera conmigo, no porque le importara la Torre, sino porque no creía que él tomara esa decisión.

Pero ahora que se ha llegado a esto, bueno.

Mientras pensaba en ello, Liliana tomó la palabra.

—Ahora que lo pienso, ¿nadie más se ofreció a seguir a Sydrion fuera de la Torre?

—Hubo…….

—¿Hubo?

—Dije que sólo seguirían al ganador de un duelo.

Liliana se quedó boquiabierta ante aquel uso poco envidiable del poder tiránico, pero era algo bueno. Habría sido una lástima llevarse a un montón de talentos y luego ganarse la enemistad de los que quedaban en la Torre.

—Estoy tan cansada.

murmuró Liliana con las mandíbulas apretadas, su risa se convirtió rápidamente en una carcajada.

—En realidad no eres más que un cuerpo.

Lo dijo en el buen sentido, claro, pero entonces Sydrion lo negó.

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