Rezo, para que me olvides - Capítulo 88
—¡No lo hagas!
Me apresuré a seguir a Johann, abrí la puerta y lo abracé por la cintura, colgándome de él.
—Estoy bien, por favor, cálmate.
—¡¿Cómo puedes estar bien después de que te hicieron eso?! ¡¿Cómo voy a calmarme si te hicieron eso?!
—¡¿Por qué crees que lo escondí?! ¡Porque temía que hicieras esto! ¡Pero si realmente haces esto, entonces mi decisión de ocultárselo fue, al final, la correcta! ¡¿Cómo voy a poder ser honesta contigo si hace esto?!
Sin embargo, Johann no escuchó mi súplica y me apartó.
—No me sigas, espérame aquí.
No. No vas a poder volver.
En el instante en que me invadió la premonición de que la espalda que se alejaba por la puerta sería la última que vería, que me quedaría sola, caí de rodillas sobre el frío suelo de madera.
—Cometí un error. Snif, por favor, perdóname.
Quizás por un hábito arraigado en mi cuerpo, tan pronto como me arrodillé, sin darme cuenta, comencé a frotar mis manos suplicando perdón. En ese momento, Johann se detuvo bruscamente y se volteó para mirarme. Su rostro, que antes estaba encendido por la ira, comenzó a palidecer. Seguí suplicándole.
—Cometí un error. No lo volveré a hacer, por favor, perdóname solo esta vez.
—Levántate ahora mismo. ¡¿Por qué pides perdón?!
Johann regresó e intentó levantarme, pero yo me aferré a sus piernas, suplicando sin parar. Que todo era mi culpa, que nunca más lo haría, y que me mostrara piedad solo una vez. Y…
—Por favor, no me abandones.
No solo en ese momento, sino que sentí como si estuviera aterrorizada por algún miedo antiguo que permanecía dentro de mí. Yo misma me sentía extraña actuando así, pero no podía parar. Johann, que intentaba detenerme, al ver que nada funcionaba, se arrodilló y comenzó a suplicarme.
—Usted no tiene ninguna culpa. El error lo cometí yo. ¿Por qué la abandonaría? Soy yo quien debería suplicar que no me abandone, ¿por qué suplica usted?
Mientras hacía una confesión incomprensible, me abrazó con fuerza y suplicó.
—Mi amor, por favor, no supliques.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Nos limpiamos las esquinas de los ojos y la boca, teñidas de rojo como el atardecer a través de la ventana, con el borde de nuestras mangas. Nuestros ojos estaban enrojecidos por las lágrimas. Por supuesto, nuestros labios agrietados no eran por las lágrimas.
Johann finalmente no fue a matar al Mayor. Me levantó en brazos sin dejar de suplicar y me acostó en la cama, yo rodeé su cuello con mis brazos y no lo solté. Johann se acostó a mi lado sin oponer resistencia, pero no sé si había cambiado de opinión por completo o si solo esperaba a que me durmiera. Por eso, no pude conciliar el sueño incluso en los cálidos brazos de Johann, a pesar de estar exhausta.
—¿Por qué la vida es tan difícil?
En el instante en que suspiré como una queja, la luz de tristeza en los ojos de Johann, que se había desvanecido un poco, volvió a intensificarse.
—Usted está sufriendo porque yo soy insuficiente. Lo siento.
Mis palabras no eran para culparlo, sino para buscar empatía. Porque Johann tenía el rostro tan cansado de la vida como yo.
—¿Cómo puede ser esto su culpa? ¿Usted causó la guerra? ¿Usted trajo a ese demonio aquí? No, ¿verdad?
—Deberíamos haber ido a un lugar más seguro……
—En ese momento, aquí era un lugar seguro. Nadie sabía que había un búnker.
—Lo sé…… Aun así, lamento cada decisión que tomé, preguntándome si realmente fueron sabias.
—En ese momento, probablemente fue lo mejor.
—Pero ahora se ha vuelto lo peor.
Le repetí una y otra vez que no era su culpa, pero para él, en ese momento, era como un eco sin sentido.
—No puedo decir que soy un buen esposo, pero pensé que no era el peor… Fue arrogancia de mi parte.
—Johann……
—En lugar de creer en tus palabras, debí haberlo detenido desde el momento en que el Mayor comenzó a llamarte… No hay nada más precioso para mí que tú, ¿Qué estaba esperando?
Si hubiera hecho eso, Johann estaría ahora en el frente como un condenado a muerte o ya no sería de este mundo. Nuevamente inquieta, rodeé la cintura de Johann con mis brazos y entrelacé mis dedos con fuerza.
—No había forma de detenerlo, y todavía no la hay.
Así que no pienses en tonterías. Sin embargo, Johann negó con la cabeza ante mis palabras de que no había forma.
—Rize, no hay nada que no haría por ti. Así que, por favor, de ahora en adelante, sé honesta conmigo.
—Por eso hay cosas que no puedo decirte.
Porque siento que tú harías incluso la peor de las elecciones. Mis brazos, que lo abrazaban, ejercieron más fuerza.
—Claro, fui una tonta al creer que me lo dirías todo con sinceridad. Conocía tu costumbre, aun así…
¿Mi costumbre? Levanté la cabeza de su pecho y pregunté con los ojos. Como si esto fuera algo que sí podía preguntar, Johann me respondió.
—Esa mala costumbre de creer que si solo aguanto yo, todos serán felices, incluso si estoy pasando por un mal momento. Tú, después del accidente, te volviste honesta de una manera diferente a antes, así que no se me ocurrió que esa costumbre aún podría estar ahí. Debí haberte prestado más atención; fui demasiado despreocupado. Lo siento.
Este hombre me conoce bien. Incluso a la parte de mí que yo misma no conozco.
—Cuando tratabas y cuidabas a los hombres en el hospital de campaña, pasando por todo tipo de dificultades, aun así era un sacrificio significativo, y tú lo creías, así que yo también aguanté…
Realmente fui una enfermera en un hospital de campaña. Era cierto que conocí a Johann allí. No era común que Johann hablara sobre mi pasado sin que yo le rogara. Como un cachorro que se asusta y huye si le tiendes la mano de repente, o que cierra la boca si le hablas, yo no lo miré a los ojos y no me moví, solo escuché sus palabras.
—Esto no es un sacrificio significativo.
Pero la historia del pasado terminó demasiado pronto. Cuando la peligrosa conversación comenzó de nuevo, levanté la cabeza, lo miré a los ojos y le recriminé:
—¿Por qué no tiene sentido? Aguanté para protegernos. Así que, por favor, no hagas que el tiempo que he soportado sea inútil con una acción imprudente.
—No había necesidad de que lo soportaras.
Una vez más, un destello de intención asesina cruzó los ojos de Johann. En lugar de mitigarse, se había agudizado aún más. Todavía no había abandonado la idea de matar a ese hombre.
—Johann, Dios está leyendo todos tus pensamientos. El asesinato es un acto imperdonable para Dios. No quieres sufrir eternamente en el infierno, ¿verdad?
—Ya estoy con un pie en el infierno, Rize.
Mencionar a Dios era la forma más efectiva de convencer al devoto Johann, pero él no se inmutó en lo más mínimo.
—Si ese hombre muere ahora, para cualquiera, el culpable serás tú.
—Supongo que sí.
—Si eso sucede, te arrastrarán al frente. Entonces no será que tienes un pie en el infierno, ¡sino que te precipitarás directamente al infierno!
—Podría ser.
—Johann, lo que quiero es que me digas que no lo harás.
Mientras manteníamos esta peligrosa conversación, sus ojos, que habían estado fijos en la ventana por donde entraba la luz del atardecer, se volvieron hacia mí en ese momento. Me miró fijamente y, con sus labios apretados en una línea recta, los presionó contra mi frente mientras respondía:
—No lo haré.
—¿De verdad?
—Te lo prometo.
—¿Lo juras ante Dios?
—Juro ante Dios que no lo mataré. Así que ahora duerme un poco, y cuando te despiertes, pensemos juntos en una solución.
Johann, que había apartado sus labios de los míos, giró la cabeza y hundió su rostro profundamente en la almohada, cubriendo sus ojos con el dorso de la mano. Era una postura que solía adoptar cuando estaba cansado, pero yo no creía que se fuera a quedar dormido así.
‘Es una mentira para tranquilizarme.’
Johann es torpe para mentirme, especialmente a mí. Sus promesas hechas ante Dios siempre habían sido la verdad, pero ahora que estaba dispuesto a hacer algo prohibido por Dios, no sería imposible que hiciera un falso juramento en Su nombre.
Johann lo habría hecho porque yo le pedí una mentira que me diera tranquilidad, pero este no era el momento para eso. ¿Acaso engañarme y hacer lo que le pedí que no hiciera realmente me daría paz?
—¿Rize?
Entrelacé mis dedos con la mano que tenía sobre sus ojos. Luego, saqué el ovillo de lana de la cesta debajo de la cama y lo enrollé firmemente, atando nuestras manos juntas.
—Tú no eres el peor esposo. Pero si me dejas sola, entonces sabrás que te convertirás en el peor esposo de este mundo.
Quise decirlo con severidad, pero si lo decía sollozando, no sonaba nada severo.
—Rize…
—No me dejes sola, snif, no lo hagas. ¿Lo prometes?
—Lo prometo.
A través de las lágrimas que se aferraban a sus pestañas, pude ver una mirada resuelta. Esta promesa era sincera.
Johann es más débil ante mis lágrimas que ante Dios. Solo entonces sentí alivio y apoyé mi cabeza en su pecho. Aun así, no solté su mano, así que Johann movió su mano atada con dificultad para secar mis lágrimas.
—No te preocupes.
Con su otra mano, que me abrazaba, me palmeó la espalda mientras juraba.
—Siempre estaré a tu lado.
—Yo también siempre a tu lado…
Realmente había sido un día agotador. Tan pronto como la tensión se disipó, no pude resistir el cansancio que me invadió de golpe.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Johann Lenner. Mentirosísimo.
Rompió su promesa tan pronto como la hizo.
Asure: Prácticamente hasta acá corresponde a 3/4 del capítulo 150 de la versión inglés (versión libre). Ya mañana, si ellos publican, mas el que publicaré lo alcanzamos al 100%. Su versión paga está hasta el 186 (deduzco que será hasta el capítulo 94 – 98 de mi traducción de los capítulos reales), así que disfruten mis pequeños lectores. Pasen buen lunes
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com