Rezo, para que me olvides - Capítulo 58
Pero ahora puedo hacerlo bien.
Estaba tan entusiasmada que olvidé el entumecimiento de mi lengua y mandíbula. Mis mejillas se hundieron hasta el punto en que la delicada piel interior se pegó por completo al pene de Johan, mientras lo succionaba con fuerza y mis labios se deslizaban cubriendo y descubriendo el prepucio, agitando mi cabeza con amplitud.
—Uf, espera un momento.
Parece que el clímax está cerca. Apareció la costumbre de Johann. Él tenía esa mala costumbre de detenerse y sacar su polla de mi boca en el momento crucial, cada vez que yo se lo hacía oralmente.
Por eso, hasta ahora, nunca le había dado un orgasmo con mi boca. Pero hoy, sin falta, le regalaré un placer increíble.
—Rize, agh, para…
Johann comenzó a estirar la mano por debajo de la mesa para detenerme. En el instante en que esa mano me toque, perderé. No hay tiempo.
Usé mi última fuerza. Tiré del prepucio hacia arriba, cubriendo el glande, justo cuando introduje mi lengua entre ellos, girándola como si estuviera hurgando, lamiendo con fuerza esa hinchada carne a punto de estallar…
—¡Ah, maldita sea…!
Johann soltó una palabrota que solo usaba cuando el coche no arrancaba, lo que me sobresaltó.
‘Ah…’
Enseguida, un líquido tibio brotó con fuerza en mi boca, haciéndome estremecer de nuevo. Semen. Finalmente, le había dado un orgasmo a Johann con mi boca. Al darme cuenta, me llené de una alegría incontenible.
Squelch.
Un trozo de carne se deslizó por el hueco de mis labios relajados por la risa. Johann se arregló el pantalón y se arrodilló frente a mí. Tenía cara de haber cometido un pecado capital.
—Lo siento mucho. Escúpelo rápido.
Ah, claro. En el instante en que fui consciente del líquido que aún guardaba en mi boca, su sabor se sintió con intensidad.
‘Qué sabor a pescado.’
Quién diría que sabría más a pescado que la leche, que tanto detesto y casi nunca bebo. Pero es un recuerdo, así que…
Glup.
Johann, que me había puesto un paño de cocina en la boca disculpándose, se quedó helado al ver cómo trrRagaba.
—Rize…
—Haa… Tiene un sabor… peculiar.
—Es que eso no se come.
—Pero… ¿cómo voy a desechar nuestra preciada primera experiencia?
—¿Podrías apreciar la leche de esa misma manera?
—Eso no me gusta.
—Haa…
Johann se quedó sin palabras y permaneció en silencio desde ese momento. Rodeó mi cabeza con su mano para que no golpeara la mesa, me levantó y me hizo enjuagar la boca con agua, todo el tiempo sin decir una palabra.
¿Por qué su expresión no es buena? Parece realmente enojado. Tal vez esté enojado consigo mismo por lo que pasó en mi boca. No hay necesidad. Yo lo deseaba. Después de que él me limpió la boca, me abracé a él y hablé primero.
—Me gustó mucho.
Así que, por favor, no pongas esa cara.
—¿A ti cómo te fue? ¿También te sentiste bien?
¿Se siente mejor conmigo que con esa mujer?
—En ese momento, ¿no sentiste solo a mí, sin pensar en nada más?
Te regalaré ese momento de éxtasis por el resto de tu vida, así que por favor, olvídate ya de esa mujer.
—¿Eh?
Pero en lugar de responder, Johann me apartó de su abrazo. Parecía una respuesta tácita, así que Johann, sujetándome con ambas manos mientras tambaleaba, acercó su rostro al mío. Confundido, parpadeé, él me preguntó:
—Rize, ¿por qué crees que te dije que pararas?
Siempre me dice que pare. ¿Habrá alguna razón para eso? Negué con la cabeza, pensando que escucharía la razón, pero lo que oí fue…
—Habla honestamente.
Fue una acusación.
—¿Por qué cambiaste? ¿Dónde? ¿De quién lo aprendiste?
—Ah…
No se me ocurrió que lo pensaría de esa manera.
—Habla. Ahora mismo.
Tampoco sabía que Johann podía poner una expresión tan aterradora. Empecé a sentir miedo.
Parece creer que yo, que yo aprendí esto de Mayor Felkner. Está malinterpretando que yo cometí adulterio con ese hombre.
—Ah, no es eso…
Pero tampoco podía decir la verdad. Johann se decepcionaría de mí. Entonces quizás ya no me amaría más.
Esta vez, mi yo inteligente no apareció para salvarme de la crisis. En cambio, un recuerdo del pasado brilló y me salvó.
—Oh. Hoy fui a ayudar con el trabajo de Señora Bauer y las señoras…
Si Johann mintió por nuestra paz, yo también puedo hacerlo.
—…Lo siento.
Pero inmediatamente sentí remordimiento y me disculpé. Sin embargo, Johann no sabría de qué me disculpaba. No debía saberlo.
—¿E-estás enojado?
En realidad, la expresión de Johann ahora no era tanto de enojo, sino más bien de incredulidad ante mis palabras, aunque aún no estaba del todo convencido.
—Yo solo quería complacerte…
—No estoy enojado. Solo sorprendido.
Solo entonces la expresión de Johann se suavizó como siempre.
—Rize, me alegra cada instante en que respiras. Quiero decir que no necesitas aprender cosas como esta solo para complacerme.
—¿No… te gustó?
—…No quise decir eso, sino que no necesitas esforzarte por mí.
—…¿Por qué?
¿Porque de todos modos soy el reemplazo de la mujer que amas? ¿Porque Dayna no haría algo tan vulgar? ¿Quieres que actúe como Dayna?
Tenía miedo de la razón, pero al mismo tiempo quería saberla. Sin embargo, Johann no respondió, solo me miró fijamente a los ojos y luego sonrió con impotencia.
—Tu terquedad es incorregible.
Pensó que no preguntaba porque realmente no lo supiera, sino que insistía en hacerlo aunque me dijera que no lo hiciera.
—Si realmente quieres hacer algo por mí…
Johann tocó suavemente las comisuras de mis labios que estaban hacia abajo.
—Sonríeme. Con los ojos de una persona enamorada.
Sentí vívidamente cómo las comisuras de mis labios se curvaban hacia arriba por sí solas.
—Eso puedo hacerlo en cualquier momento. Lo haré aunque me digas que no lo haga.
Que solo eso sea suficiente. Era tan fácil que resultaba hasta vacío.
—Pensé que me pedirías que bebiera leche.
—Me di por vencido con eso.
Johann se dejó caer en la silla, mostrando su rendición, luego me extendió la mano. Cuando la tomé, me jaló como si fuéramos a bailar, girándome medio círculo y sentándome en sus rodillas.
Me levantó mis dos piernas, encogiéndome en un pequeño ovillo, me abrazó. Apoyé mi rostro bajo su barbilla y dejo escapar un suspiro lánguido. Encajar perfectamente en los brazos de Johann se siente realmente acogedor.
—Johann…
Y también una duda.
Parece que esto es solo para evitar que siga interrumpiéndolo mientras trabaja. Pero atar solo mi cuerpo no lo detendrá. Volví a interrumpir a Johann, que tomaba la pluma de nuevo.
—¿Te gustó o no te gustó?
Aunque no hay un sujeto explícito, la nuez de Adán de Johann, que sabe lo que pregunto, se enrojece como una manzana madura. Este hombre, que con su cuerpo hace todo tipo de cosas lascivas sin dudarlo, se avergüenza así cuando le pido que lo diga con palabras. ¿Qué tiene de tan lasciva una simple palabra como ‘me gustó’?
—Johann, respóndeme.
—Preguntas sabiendo la respuesta.
—Quiero escucharlo con tu voz.
Un gemido vibró en la garganta de Johann y se transmitió hasta mi frente que estaba apoyada contra la suya.
—Disfrutas poniéndome en aprietos, ¿verdad?
—¿Por qué es un aprieto? Podría hablar durante una hora de lo mucho que me gustó si me lo pidieras.
—Hazlo.
—¿…Sí?
—Ahora.
—¿Ahora?
Johann detuvo la mano con la que movía la pluma y me miró fijamente. Mis mejillas ardieron.
—Pregunta después de hacerlo.
Cuando haya olvidado toda mi vergüenza.
—Rize, ¿crees que lo olvidaré si lo dices así? Lo recordaré y te lo preguntaré sin falta.
Parece que Johann también ha empezado a disfrutar poniéndome en aprietos. Después de hacerme reír a carcajadas y ponerme más roja que los tulipanes de la ventana, confesó que le había gustado, que le había gustado tanto que no podía soportarlo. Ante esas palabras, apenas pude bajar las comisuras de mis labios.
Casi nos descubren y hubiera sido un gran problema, pero de todos modos logré mi objetivo. Como un ganador que saca y mira su medalla una y otra vez, pregunté:
—Johann, ¿también amas a la Rize cachonda?
—Por supuesto. Tanto como para querer amarte solo a ti y conocer solo a ti…
Me sentí aliviada. Quizás fue porque la tensión se liberó o porque el abrazo de Johann era cálido, pero me entró sueño. Me quedé dormida en los brazos de Johann mientras él corregía tareas. Era una postura incómoda en cualquier caso, pero fue el sueño más dulce y profundo que había tenido desde el día en que recuperé la memoria.
Esa noche olvidé a Dayna.
Pensar que lo olvidaste es la prueba de que no pudiste olvidarlo.
Unos diez días después, asistimos a la boda de una familia campesina que conocíamos del pueblo de Mühlenbach. La novia era la segunda hija de la familia, el novio era un sargento de una unidad militar estacionada en un búnker.
En otras palabras, la mitad de los invitados eran soldados, por lo que se convirtió en una boda a la que la gente del pueblo dudaba en asistir. Aun así, bastante gente del pueblo fue a la ceremonia nupcial en la iglesia, pero ni la mitad asistió al banquete celebrado en la casa de la novia.
En particular, casi no había señoritas jóvenes. Era obvio que los soldados borrachos intentarían propasarse con las muchachas.
El cuartel general, que comenzó a ser consciente de las miradas frías de los residentes, mostró su voluntad de evitar incidentes desagradables enviando policía militar a la boda del suboficial. A pesar de sus intentos de tranquilizar, la mayoría de las mujeres del pueblo que asistieron al banquete eran mujeres casadas acompañadas por sus maridos o tenían más de mediana edad.
En medio de esta escasez de mujeres jóvenes, una de las pocas señoritas que había se propasó precisamente con Johann.
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com