Rezo, para que me olvides - Capítulo 189
Solo entonces me di cuenta de lo que contenía el periódico que todos intentaban esconderme.
[Héroe caído, jura lealtad a la nación enemiga ¿Cómo un patriota se convirtió en traidor?]
Se ofreció como voluntario para una operación que nuestro ejército desaprobaba, y una vez capturado por el cuartel general enemigo, traicionó a su país y salvó su vida. No contento con eso, le entregó información de nuestro ejército a los enemigos para ganarse el favor de su cúpula, llegando a ser el portavoz del primer ministro de Highland. Incluso participó sin remordimiento en el asesinato de soldados de su patria, elevando la moral del ejército enemigo con sus discursos y marchas militares.
La prensa noveló la historia, convirtiendo a Killian en un cínico cegado por la ambición de poder, que juró lealtad al enemigo y masacró a sus compatriotas.
Incluso llegaron a exigir que se le retiraran sus medallas y su título de caballero.
Me quedé pasmada al leer un artículo que criticaba la «tibieza» del ministerio a cargo, por su declaración neutral en la que afirmaba que tomaría una decisión final después del veredicto, ya que no existía un precedente para este tipo de caso.
‘¿Por qué lo destrozan con tanta saña?’
Era excesivamente emocional, como si tuvieran una aversión personal hacia Killian.
Lo extraño era que la prensa, que inventaba historias para llenar los vacíos de la verdad, no mencionaba un hecho que tanto Killian como yo y el marqués conocíamos:
El discurso publicado en la gaceta era en realidad una carta de amor para mí.
Y no era el único detalle que omitían. Por alguna razón, mi nombre no se mencionaba en ninguna parte. A pesar de que yo era la motivación y la persona más implicada, mi ausencia hacía que la historia fuera inexplicable.
‘Esto también es obra del Marqués’
Entre más lo descubro, más ganas me dan de matarlo. Si matar a ese hombre liberara a Killian, lo haría en este mismo instante.
—No hay manera de salvarlo…….
—Si el padre niega activamente los cargos, al menos habría una manera de salir de esto…
Señora Akroyd y el abogado me contaron, con pesimismo, que Killian se mantenía en silencio, sin confesar ni negar los cargo.
—¿Por qué no lo niega?
—Tampoco nos dice por qué, así que no lo sabemos.
—Es obvio. Él siempre se calla cuando algo le molesta. Sigue igual.
—No creo que sea eso.
—Por suerte, al menos no ha confesado los cargos.
El abogado me dijo que, dado que no hay pruebas más allá de la carta, incluso la fiscalía militar está teniendo dificultades para probar su culpabilidad, lo están presionando para que firme una declaración. Por suerte, Killian tampoco había cedido a esa exigencia.
—¿Y si yo testifico? Yo soy la única persona que sabe cómo una carta de amor que Killian me escribió se convirtió en un discurso. Yo testificaré a su favor.
El rostro de la señora y el abogado se iluminó, pero luego el abogado se quedó pensando un momento y adoptó una expresión escéptica.
—Aunque testifique para negar los cargos, si el padre niega su declaración…….
—Señorita Loveridge. No soy su esposa.
—Oh… sí… Si el padre desmiente la declaración de Señorita Loveridge, no servirá de nada.
—Así que al final, tengo que hacer que Killian cambie de opinión.
—Así es.
—Díganle que quiero verlo.
Yo sabía que ya había rechazado las visitas de su madre y del abogado, pero creía que me recibiría a mí si se enteraba de que yo quería verlo. Y esa misma noche…
—Le dije que Señorita Loveridge quería verlo, el padre me dijo que me recibiría.
El abogado se acercó para darme la noticia.
—¿Y qué les dijo Killian?
Pensé que era una buena noticia, pero…
—El padre me preguntó si Señorita Loveridge tenía algún problema por el que lo necesitara.
—…¿Y qué le dijo?
—Le respondí que no tenía ningún problema, él se fue diciendo que entonces no era necesario.
—¡¿Cómo pudo ser tan torpe?! ¡Debió haberle dicho que estaba embarazada, que esperaba un hijo de él!
Él me preguntó si lo buscaba porque esperaba a su hijo, y la respuesta fue «no». La frustración de tener que contactarlo a través de un tercero que no conoce nuestra situación y haber desperdiciado una oportunidad tan valiosa, que quizás fuera la última, me estaba enloqueciendo.
Después de eso, pedí verlo todos los días, pero Killian nunca me aceptó una sola visita.
—Creo que está muy enojado conmigo…….
Después de una semana de ser rechazada, me enfermé del shock y tuve que quedarme en cama. Señora Akroyd, que vino a verme, chasqueó la lengua.
—No sabes lo terco que es.
¿Killian, terco?
Tanto por lo que me había contado Killian como por lo que yo había visto, Señora Akroyd no conocía a su hijo en lo más mínimo. Por eso, no le di importancia a su comentario.
—Cuando Killian tenía unos diez años, estábamos muy preocupados porque no hablaba, y el médico le dio una receta.
No le dijeran ni agua, ni comida, ni nada hasta que hablara exactamente lo que quería.
—¿No era un charlatán?
—¡Charlatán! Era un médico que fue profesor en la misma facultad que tu padre.
—Aun así… Dejar a un niño sin comer es demasiado. ¿De verdad lo hicieron?
—Lo entenderás cuando seas madre. Uno se aferra a cualquier esperanza.
Así que la señora Akroyd realmente les ordenó a los empleados que no le dieran nada a Killian hasta que hablara.
—Entonces pensé que él elegiría quedarse callado y pasar hambre. Pero creí que con el tiempo, cuando el hambre fuera insoportable, cedería a su terquedad y hablaría. ¿No es lo que hacen los niños?
—¿Y Killian no lo hizo?
—Él no se murió de hambre desde el principio.
Resulta que iba a la cocina a buscar comida por su cuenta.
—Así que le prohibí la entrada a la cocina. Pasaron algunos días y no me decía que tenía hambre. Ni siquiera se le veía hambriento. Un día, sospechando, lo seguí en secreto. ¿Sabes lo que vi?
—¿Qué vio?
Dijo que lo vio ir primero a la huerta de la esquina, arrancar algunas verduras, luego ir al gallinero a recoger huevos y, finalmente, dirigirse a los establos, donde cocinaba mientras charlaba con el viejo cochero.
—Eso es tan propio de Killian.
Él nunca me dejó pasar hambre, sin importar lo que pasara. Siempre encontraba algo comestible, incluso en los lugares donde parecía imposible conseguir comida.
—Él era así desde niño.
La señora entendió mal mis palabras y arremetió contra él.
—Un niño que prefería cocinar con un cochero antes que pedirle comida a sus padres.
—Qué pena.
—¿Pena?
—Un niño de diez años que se siente más cómodo con el cochero que con sus propios padres. Es una pena.
—……
—¿Y qué hizo?
La señora me contó que, enojada, intentó despedir al cochero por desobedecer las órdenes de su ama. Killian, en ese momento, habló para defender al cochero. La señora, aunque enojada en un principio, no lo despidió, pues el hombre le había sido leal a la familia durante toda su vida.
En fin, la señora, agotada, nunca más volvió a intentar ese método.
—El pequeño Killian era adorable.
—Piensa que era tu hijo. ¿Te parecería adorable?
No dije nada, pero mi expresión no ocultó lo que pensaba. La señora me miró con desaprobación y se llevó las libretas de Killian que tenía apiladas en mi cabecera.
Yo me había estado escondiendo en la casa adosada que la familia Akroyd poseía en Dunley. La señora me había dado una habitación de huéspedes, pero yo pasaba la mayor parte del día en la habitación que Killian usaba de niño.
Incluso ahora, enferma en cama, me pasaba horas leyendo sus escritos: no diarios, sino cuadernos de matemáticas.
—Killian era un chico muy inteligente.
murmuré, acariciando la libreta que la señora había olvidado.
Ella, que estaba devolviendo las libretas a la estantería, se detuvo.
Me pregunté qué estaría pensando. No podía adivinarlo, ya que solo veía su espalda mientras miraba la libreta. Después de un momento, la señora suspiró profundamente y murmuró:
—Sí… En ese momento era tan frustrante y él era tan desagradable…….
—Killian sí tiene un poco de eso.
Al ver su espalda, me dio tanta pena que, por una vez, me puse un poco de su lado.
—Ahora que lo pienso, no era un niño defectuoso, sino extraordinario.
—Así es.
—Era un niño que podía sobrevivir en cualquier lugar. Y lo demostró, ¿no es así? Sobrevivió incluso en el corazón de la nación enemiga y regresó.
—Y regresó conmigo, que era una carga.
—Ja…
La señora se dejó caer en una silla cercana.
—Ojalá le hubiera tenido más fe… Ojalá lo hubiera dejado hacer lo que quería…
Ojalá se hubiera dado cuenta antes. Parecía amar a su hijo, pero su forma de mostrarlo era tan equivocada que había creado una distancia irreparable entre ellos.
La anciana, que se había cubierto el rostro con las manos, se las quitó y levantó la cabeza. Tenía los ojos llorosos.
—Pero en ese momento no podía confiar en él. Siempre me sentí insegura con él.
confesó, agitando las manos.
—Ah… no lo sé. Siento que esto es una excusa. Y tú también lo verás así.
Sinceramente, yo no tenía derecho a culparla en este asunto. Yo tampoco había confiado en él.
—Killian tiene una apariencia tan dócil y tranquila. Uno se pregunta si una persona tan bondadosa podría superar y resolver situaciones difíciles cuando se presentan. Yo también me preocupé por eso.
—¿Verdad?
—Pero siempre lo superó y resolvió.
‘Ojalá yo también hubiera confiado en él’
me arrepentí.
—Parece dócil, pero en realidad es muy terco. Ama a una persona hasta el final y odia a otra hasta el final.
‘Ama a una persona hasta el final’
¿Se refería a mí?
Todas las personas que me conocieron antes de mi cambio se sintieron decepcionadas. Nadie ocultaba que me prefería como era antes.
Solo Killian me amó incluso después de mi cambio.
Entonces, ¿por qué no me quiere ver ahora? ¿Será porque le dije que no lo amo? No puede ser que no sepa de lo que quiero hablar con él, ¿entonces por qué no me acepta?
—…¿Me odia ahora?
—No lo creo. Si te odiara, habría revelado toda la verdad.
‘¿Qué quiere decir con eso?’
le pregunté, pero ella no me respondió.
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Connie Aranda
Que intrigaaaaaaaaaaa!! Esperare con ansias