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Rezo, para que me olvides - Capítulo 185

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Tan sorprendida que me quedé mirando fijamente al vacío, de repente un pensamiento cruzó por mi mente.

Debo haberle preguntado ya.

‘¿Qué hiciste con el collar que te di?’

Así.

Por eso él sabía que el collar de mi madre era el medio por el que le confesé mi amor.

Había creído que el collar me ayudaría a discernir cuál de las palabras del marqués y las del estafador era falsa, pero me había equivocado.

‘Entonces, ¿con qué lo verifico ahora?’.

Por más que lo pensaba, no se me ocurría nada. Tan frustrada, debí de tocar sin darme cuenta el collar que llevaba al cuello.

—Lo siento, pero perdí ese collar… Un momento, ¿es ese el que llevas al cuello?

El marqués incluso lo reconoció.

—¿Acaso te lo dio Killian? Ja, ese bribón debió robarlo también. Tiene malas mañas. De niño le perdoné sin más que se llevara algunas de mis cosas, ahora me ha quitado a mi esposa. Ese maldito ladrón.

—……

—Dayna, ¿te dijo que yo era un ladrón?

—…….

—Cualquier cosa que te haya dicho es mentira. No le creas.

Esta vez, no pude decir que era una mentira.

‘Realmente no lo sé’

No había logrado mi objetivo de encontrarme con este hombre, pero no se me ocurría otra forma de verificarlo. Por lo tanto, ya no tenía motivos para quedarme.

—Vuelvo enseguida.

Fingí que iba al baño y me fui. El marqués iba a irse de todos modos, así que se marcharía si yo no volvía.

‘¿Qué hago ahora?’

Caminé pesadamente de regreso a mi habitación, pensando de nuevo.

‘Me duele la cabeza……..’

Solo me dolía la cabeza y no había logrado nada. Con la mano en la frente, abrí la puerta de mi habitación.

—Ah, ¿ha llegado, señora?

Una sirvienta que estaba arreglando la cama se giró para saludarme. Con una expresión de sorpresa, miró por encima de mi hombro y se extrañó al ver que no había nadie. Supongo que mi abuela le había dicho que revisara la habitación, ya que yo vendría con el marqués.

—Gracias. Me cambiaré yo sola, puedes irte.

—Sí, señora. Ah, ahora que lo pienso……..

La sirvienta, que se estaba apresurando a terminar de arreglar la cama y se disponía a irse, se detuvo antes de cerrar la puerta y volvió a meter la cabeza, como si se hubiera olvidado de algo.

—¿Podría ser esa la caja de cartas que mencionó?

La sirvienta señaló una lujosa caja de madera que estaba en la mesa de café de la habitación. Me dijo que el cerrajero había abierto hoy la caja fuerte del estudio, cuya contraseña había olvidado, y que dentro estaba esa caja de cartas.

Cuando la sirvienta se fue, lo primero que abrí fue la caja de cartas. Mientras los sobres apilados y desgastados por el tiempo me esperaban, lo primero que agarré fue un pin de solapa del tamaño de mi uña.

‘Mulberry College…’

Era el pin del uniforme escolar que Killian me había dicho que me había dado. Mis manos comenzaron a temblar cada vez más al tocarlo.

‘Si abro estas cartas, sabré la verdad, ¿verdad?’

Ahora que la verdad estaba frente a mí, me asusté.

‘No me asusté cuando le pregunté la verdad al marqués hace un momento. ¿Por qué de repente me siento así?’

Dudé si sacar las cartas o no. Seguí dudando hasta que me di cuenta de por qué tenía miedo.

Puede que ya haya verificado la verdad.

La verdad de que el Marqués era el verdadero.

Pero esa no era la verdad que yo quería.

‘Yo quería que Killian fuera el verdadero’

Todavía lo quería, tontamente. Tontamente, a pesar de que la verdad estaba tan clara, fingía no saber nada. Pero entonces me enfrenté a otra evidencia.

‘¿Y si en esas cartas hay una respuesta que contradice la verdad que yo he decidido?’

Por eso no pude sacar las cartas y dudé.

—Haaa…

No puedo evitarlo para siempre.

Me armé de valor, agarré uno de los sobres, saqué la carta y la abrí.

—Dios mío…….

Inmediatamente, me encontré con una caligrafía familiar. Mi corazón se hinchó al mismo tiempo que se retorcía y se partía.

Abrí todos los sobres. Las cartas tenían la misma caligrafía. El contenido era exactamente lo que Killian me había dicho.

—Snif….

Tarde, descubrí un marco de fotos debajo de las cartas y lo di vuelta, al encontrarme con el dibujo a lápiz de mí misma, rompí a llorar. Ese hombre, a veces me dibujaba cuando vivíamos en Einsental. ¿Cómo no iba a reconocer el estilo de dibujo, tan lleno de afecto?

—Killian……

Entonces, ¿todas las historias que me contó también eran ciertas? La historia de su increíble y tonta abnegación. ¿El hecho de que me había defendido una y otra vez, incluso cuando era malinterpretado como si intentara robarme a mí, a quien ya le habían robado, era por…?

—Dayna, solo mi amor no es un engaño.

Porque solo me amaba a mí. Pero yo…

—No te creo ni una palabra.

—… ¿Qué te hice?

Estaba murmurando en estado de shock. A lo lejos, escuché pasos que se acercaban y voces murmurando fuera de la puerta. Parecía haber varias personas, pero una de ellas era claramente mi abuela.

‘¿Viene a molestarme de nuevo…?’

Justo ahora.

Me limpié rápidamente los ojos con la manga para borrar las lágrimas. Estaba barriendo las cartas de la mesa en la caja cuando las voces se detuvieron en la puerta.

‘Tengo que esconder esto primero’

Estaba a punto de levantarme, abrazando la caja, pensando que llamarían a la puerta en cualquier momento.

¡Boom!.

La puerta se abrió sin siquiera tocar. Me quedé helada, lista para regañar a la anciana que no conocía las reglas básicas de cortesía.

—Tu habitación, ha pasado mucho tiempo.

El que abrió la puerta y entró sin tocar era el Marqués. Detrás de él, mi abuela sonreía con la cara llena de alegría.

—Salga ahora mismo.

—¡Dayna! ¡¿Qué le dices a tu marido?! De todos modos, que tengan una buena noche, Marqués.

No me sorprendió que mi abuela cerrara la puerta y se fuera, pero…

—Somos marido y mujer, ¿qué más da?

Me quedé sin palabras de la impresión cuando el marqués soltó una cosa así y se acercó a mi cama.

‘Seguro está borracho’

Tenía que salir de allí.

—Es tarde, ¿a dónde vas?

El hombre me agarró cuando intenté irme.

—¡Suéltame!

Aunque me retorcí e intenté zafarme, no me soltó. Extendió la otra mano hacia mí, y pensé que me iba a agarrar para besarme, así que giré la cabeza, pero…

—¿Qué es esto?

Lo que el hombre buscaba era la caja que yo tenía entre mis brazos.

‘Tal vez me quite las cartas de Killian’

Mi corazón dio un vuelco y traté de quitársela de nuevo, pero me detuve al ver la expresión del marqués que había abierto una de las cartas.

—¿Dijiste que no las habías encontrado?

—Una sirvienta…… las encontró……

Qué raro. ¿Por qué?

La expresión del marqués al encontrar las cartas no mostraba ni un rastro de pánico o ansiedad.

—Claro, nosotros también tuvimos una época así…….

Al contrario, sacó una por una las cartas y las leyó, esbozando una sonrisa afectuosa como alguien que revive viejos recuerdos.

—¿Te has dado cuenta ahora de cuánto te amaba?

…….Como si él fuera el dueño de esas cartas.

—Las cartas que me diste deben estar en algún lugar de la mansión Stamford. Las buscaré y te las enviaré. Espero que te ayude a darte cuenta de cuánto me amabas tú también.

¿Estaba diciendo la verdad o era un mentiroso innato?

No, esto es una locura. Si este hombre realmente escribió esas cartas y dibujó mi cara, eso significaría que Killian copió la caligrafía y el estilo de dibujo de ese hombre para hacerlos suyos.

Era absurdo, pero como había pasado por muchas cosas absurdas que resultaron ser verdad durante este verano, no podía simplemente ignorarlo.

Entonces, solo hay una forma de verificarlo.

—¿Qué te parece si intercambiamos cartas como en los viejos tiempos?

—¿Por qué tan de repente?

—Así podríamos volver a enamorarnos.

No, porque necesito verificar tu caligrafía.

—No sé.

El Marqués volvió a meter las cartas en la caja, con una expresión de desgana.

—No es tan difícil.

—No es que sea difícil. Es que no quiero que nuestro comienzo se desvanezca. Ahora que somos adultos, ¿podríamos compartir nuestros sentimientos de forma tan pura como lo hicimos entonces?

Tuve la corazonada de que era una excusa desde el principio, pero no pude ocultar mi desconfianza ante su afirmación de que alguna vez fue puro.

Qué sospechoso. ¿Estás tratando de evitarlo porque tu caligrafía es diferente a la de la carta?

—Aunque sea corta, solo una ahora…

Estaba a punto de pedirle que escribiera, pero el marqués me interrumpió.

—Dayna, a nuestra edad, nos enamoramos compartiendo nuestros cuerpos, no nuestros corazones.

Dijo, con un tono ominoso y desagradable.

La mirada del hombre, que me recorría de la cara a la cintura, era lasciva. Era la misma mirada que a menudo mostraba Falkner. Me sentía asqueada.

El hecho de que de repente me estuviera masajeando el brazo, con un toque lascivo, también me hizo sentir sucia. Me zafé de su mano.

—Vete.

Si no quería que descubriera la razón por la que no me mostraba su caligrafía, podría haberse ido, ¿por qué intentaba atacarme?

—Ugh…

La mano que había alejado volvió y me agarró el brazo de nuevo. Esta vez, con tanta fuerza que me dolió.

‘… ¿De verdad quiere acostarse conmigo? Está loco’

Cuando intenté zafarme de nuevo, me asusté al ver que el frente de su pantalón se abultaba.


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