Rezo, para que me olvides - Capítulo 181
No estaba en casa.
No tenía ningún recuerdo de mi padre cuidando a mi madre, que yacía como un cadáver en la cama después de haber tenido el parto de mi hermano sin vida. Pero sí recordaba haber esperado que mi padre viniera pronto a levantarla.
—Yo me acababa de convertir en el médico real. En ese entonces, tú y tu madre vivían en la ciudad donde vivíamos originalmente, y yo vivía solo en Dunley. Se tarda por lo menos cuatro horas en tren desde aquí, y no era fácil dejar mi puesto…
El hecho de que ese hombre estuviera poniendo excusas ahora, confirmaba mi sospecha de que mi padre no había estado al lado de mi madre cuando lo necesitaba.
‘¿Tuvo tiempo para «hacer» a mi hermano conmigo, pero no para estar a mi lado en su nacimiento? ¿Y se atreve a decir que muchas vidas están en sus manos como doctor? ¿Acaso la vida de mi madre no valía ni una de esas innumerables vidas?’.
Pensé eso, pero no lo dije. Sin embargo, mi expresión no pudo ocultar mi asombro.
—Cuando me enteré de que tu madre se había ido de casa, la busqué por todos los medios, pero me dijeron que ya se había ido al Nuevo Continente.
—……
—Le envié cartas, pero no me respondió.
—…….
—Si preguntas por qué no fui a buscarla, a pesar de que tenía la dirección…
Tal vez por mi expresión, él continuó con excusas que nadie le había pedido. Y cuando iba a disculparse de nuevo por no haber ido hasta el Nuevo Continente, de repente se detuvo y se quedó mirando la mesa, aturdido, como si le hubieran dado una bofetada.
—De todos modos, Dayna… yo amaba mucho a tu madre, pero…….
Cuando volvió a hablar, la excusa que salió de su boca fue la más ridícula de todas las que había escuchado hoy. El hombre, mi padre, vio mi expresión y se calló al instante.
Luego, tras un largo suspiro, volvió a hablar, pero esta vez no era una excusa.
—Es la primera vez que hablo de estas cosas contigo… ¿Te lo has guardado en el corazón todo este tiempo?
—Yo no lo sé. No sé lo que sentía la yo del pasado.
—Ah, es cierto…
Doctor Loveridge parecía haber olvidado mi condición por un momento.
—Cuando recuperé mis recuerdos, también recuperé los sentimientos que tuve cuando mi mamá me abandonó. Por eso para mí, todavía duele como si hubiera pasado ayer, pero para usted, doctor, es algo del pasado que pasó hace casi 20 años.
Tal vez porque lo llamé «doctor», las cejas del hombre, que estaban caídas mientras me miraba con lástima, se arquearon hacia arriba.
—Así que no tiene sentido desenterrar esto ahora, y no sé por qué lo saqué a colación. Simplemente no pude contenerme. Como dijo el doctor hoy, es por mi lesión cerebral que no puedo controlar mis impulsos. Solo suponga que es por eso.
—No.
El doctor agitó las manos con torpeza.
—Si quieres hablar, puedes hacerlo. Aunque sea tarde, es lo correcto. Y de esa manera, ¿no te sentirás mejor?
No lo sé… ¿Cómo me ayudaría hablar del dolor de haber perdido a mi madre y del resentimiento por la constante ausencia de mi padre?
‘Podríamos acercarnos’
…Pero ¿es realmente necesario?
No sé cómo era mi relación con mi padre antes, pero para la yo de ahora, este hombre no me parece lo suficientemente importante como para desenterrar viejos sentimientos y salvar la relación.
Con mi mano sobre el collar, justo en el instante en que pensaba que me interesaba más otra cosa, el doctor me preguntó:
—Ese collar es de tu madre, ¿verdad? ¿Lo recuerdas?
—Sí, recuperé el recuerdo de mi madre poniéndomelo en el cuello antes de irse.
—Ya veo… ¿Y dónde lo encontraste?
Kilian, ese hombre me lo devolvió. Dice que yo se lo di junto con una declaración de amor. Al menos, eso es lo que él dice.
Desde que regresé a casa, no le había contado a nadie sobre ese hombre. No había tenido la oportunidad de hacerlo con mi familia, ni tampoco era necesario mencionarlo en el hospital para explicar mi condición.
—Bueno…
Dudé si debía hablar de él ahora. En ese momento, el doctor se adelantó y continuó la conversación.
—Hubo un tiempo en que dejaste de usarlo, me preguntaba qué había pasado con él.
—¿Alguna vez le dije por qué ya no lo usaba?
¿Porque se lo di a un hombre? ¿Será verdad lo que dice Kilian?
La única verdad que quiero desenterrar es la de ese hombre. ¿Por qué sigo con esto, si de nada sirve descubrir la verdad, el hecho de que ese hombre es un estafador y no mi esposo no va a cambiar? ¿También es por mi lesión cerebral que me he convertido en una tonta impulsiva?
—Ahora que lo pienso…….
El doctor murmuró, con los ojos muy abiertos, mirando fijamente al vacío. Yo contuve el aliento, esperando lo que diría.
—Nunca lo dijiste.
—…….
—Y yo tampoco te lo pregunté… Qué torpe fui. Lo siento.
El doctor se sintió avergonzado, pensando que el suspiro de desilusión que solté era por otra cosa.
—Entonces, ¿por qué no lo usabas?
—Yo le pregunté porque tampoco lo sé.
Todavía no sé si la historia de Kilian es verdad, pero sí descubrí algo.
‘Mi padre y yo éramos distantes, muy distantes’.
Me di cuenta de que no podía esperar nada de él, así que dejé de hablar y fingí que comía mi comida, aunque no tenía ganas. El doctor, sin embargo, parecía querer seguir la conversación y de nuevo soltó una frase ridícula.
—Dayna, si tienes algo que te preocupe, dímelo sin dudarlo. Sé que te llevas mejor con tu abuela que conmigo, pero aun así…
Estaba tan sorprendida que, sin pensarlo dos veces, le pregunté:
—¿No sabe cómo es mi abuela?
El doctor me miró con los ojos muy abiertos y, en lugar de responder, me preguntó:
—¿Qué quieres decir…?
—Señor director, lamento interrumpir su charla, pero ya es hora de que se vaya.
Sin embargo, su secretaria se metió en medio para recordarle su siguiente compromiso, y la conversación se interrumpió allí.
—Dayna, lo siento por no poder llevarte. Esta noche, no, esta noche también tengo un compromiso. Lo siento. Fue algo que se planeó hace tres meses y no puedo cambiarlo. Nos vemos esta noche.
El hombre me ayudó a subir al auto de la familia Loveridge, y sin siquiera confirmar que me iba, se subió rápidamente a otro coche. Me quedé mirándolo, y mientras veía su figura apurada, asimilé la respuesta que había obtenido.
‘Parece que no sabe nada sobre la relación entre mi abuela y yo’.
No parecía que fingiera no saber. Al parecer, la yo del pasado nunca le contó a mi padre las malas acciones de mi abuela.
‘Dayna, ¿por qué hiciste eso?’.
Le había contado a un extraño, a alguien que ni siquiera conocía, pero no se lo había dicho a su propio padre. ¿Éramos más que distantes? ¿Éramos más como dos extraños?
[¿Y si se lo decía, y mi padre también se ponía de lado de mi abuela?]
Parece que la yo del pasado nunca fue capaz de resolver esta duda.
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—¡Dayna, te dije que te comportaras como una marquesa!
La mujer que era mi abuela había estado criticando cada uno de mis movimientos durante todo el día, y ahora estalló de rabia. Yo, como había hecho con ella durante todo el día, la miré desconcertada y me pregunté por dentro:
‘¿Por qué debería comportarme como una marquesa?’
Todavía no he aceptado la realidad de que soy una marquesa. Pero esa no era la única realidad que me costaba aceptar.
Al principio, pensé que todo esto era una obra de teatro de ese hombre para asustarme o hacerme una broma pesada.
‘Ya no aguanto más. ¡Quiero volver contigo, Kilian!’
Creía que si gritaba eso, él aparecería de la nada con un «¡Tarán!» y…
‘Dayna, ¿lo ves? Te lo dije. Esto es lo que pasa cuando me dejas. Así que no vuelvas a pensar en dejarme’
Me abrazaría y me regañaría amablemente. Y que había planeado toda esta farsa para poder inventar cualquier mentira que se le antojara y vivir así. Eso era lo que creía.
O más bien, lo que quería creer.
‘Si me quería tanto como para mentir y decir que era mi esposo, no se habría ido así, de repente’.
Estaba firmemente decidida a no caer de nuevo en su truco. Por eso, no me rendí ante los abusos verbales de mi abuela, disfrazados de lecciones para ser una dama de la alta sociedad.
En realidad, no tenía tanto miedo de mi abuela como para querer rendirme. En mis recuerdos, mi abuela era mucho más alta y aterradora, pero cuando la vi en persona, era más pequeña y patética, y no entendía por qué le había tenido tanto miedo.
Tal vez porque ahora soy más alta o por mi estatus de marquesa, ya no intentaba golpearme. Simplemente, me fastidiaba que no dejara de regañarme.
—Solo una equivocación frente al marqués hoy, y… ¡Dayna! ¡Cómo te atreves a no escuchar a una persona mayor!
La anciana, que no dejaba de gritar, me extendió la mano, y pensé que finalmente había perdido la calma y me iba a pegar. Pero, en vez de eso, me di cuenta de que estaba intentando arrebatarme la foto que estaba mirando.
¡Tak!
Aparté su sucia mano justo antes de que tocara la foto de mi mamá y la miré fijamente.
—¿Cómo te atreves…?
—Señora Loveridge, ¿quiere que me comporte como una marquesa de verdad?
La anciana, que se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer, retiró la mano sin decir una palabra y, por fin, se calló. Pude ver claramente cómo le temblaba la mandíbula apretada.
‘Ja, ja, se lo merecía. ¿Creías que iba a ser una niña para siempre?’.
La Dayna que había dentro de mí se rió.
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