Rezo, para que me olvides - Capítulo 180
—¡Dayna!
Después de pasar la noche en vela y dirigirme temprano al comedor con la criada, un señor de mediana edad que no conocía se levantó de su asiento y me dio la bienvenida.
—Me alegra que estés viva.
Supongo que este es mi padre.
—Pensé que te había perdido para siempre, y yo…
Era un hombre que no se parecía mucho a mí. Tampoco se parecía mucho a la mujer, mi abuela. Tenía una impresión amable, y en sus palabras y expresión no había falsedad alguna.
Sin embargo, el abrazo que me dio tan pronto como me vio fue muy incómodo. No creo que la incomodidad fuera culpa mía. Llevaba dos días sin poder dormir bien, así que solo me quedé parada, aturdida. Parece que este hombre siempre se sintió incómodo conmigo.
Él, sujetando mi mano mientras lo miraba fijamente, me preguntó:
—¿Me recuerdas?
—No.
Ahora me doy cuenta de que no he recuperado ni un solo recuerdo de mi padre. Supongo que no tuve recuerdos muy importantes de él. De todos modos, esta es la primera vez que veo su rostro.
—Soy tu padre. ¿Aun así no me recuerdas?
Cuando negué con la cabeza, el hombre puso una expresión de desesperación. Era diferente a mi abuela, que no mostraba ninguna preocupación por mi pérdida de memoria. Parece que me aprecia, después de todo.
—Te llevaré al hospital hoy mismo. En mi hospital trabaja el mejor neurocirujano del reino. Tu padre también es neurocirujano. Supongo que esto tampoco lo recuerdas.
—Phineas, yo también estoy preocupada por Dayna, pero no es una enfermedad mortal, así que tómate tu tiempo. Eres un hombre ocupado, ¿no es así? Por cierto, come rápido antes de que la comida se enfríe, para que te vayas a tu trabajo.
Ante la insistencia de mi abuela, todos nos sentamos a la mesa. El desayuno frente a mis ojos era mucho más abundante que la mesa de la cena de la familia Hildebrandt, la familia más rica que yo conocía. No sé si la situación de la familia Forkland es mejor o si mi familia es tan rica que la guerra no la afecta en lo más mínimo.
No tenía apetito. Pero tampoco podía quedarme sentada frente a la mesa, mirando mi plato vacío. Fingí untar mantequilla en el pan que la criada había puesto en mi plato, cuando mi abuela, sentada frente a mí, abrió la boca y exclamó.
—¡Dios mío! ¿También olvidaste tus modales en la mesa?
‘¿Qué modales he violado ahora?’
Miré desconcertada el trozo de pan que sostenía en la mano y me di cuenta. Ahora que lo pienso, cuando Killian comía en la mesa, siempre ponía el pan en el plato para untarle la mantequilla. Jamás lo había visto untarle mantequilla mientras lo sostenía en la mano.
‘¿Esto era de mala educación?’
Curiosa, puse el pan en el plato, y mi abuela, por fin, dejó de fruncir el ceño. Al parecer, esa era la respuesta.
‘¿Por qué ese hombre, sabiendo que esto era de mala educación, jamás me dijo que no lo hiciera?’
Una vez más, lo recordé por costumbre. Mientras tanto, las dos personas hablaban de mí.
—Ayer le habló a la criada de manera formal. No tiene la conciencia de ser la marquesa. Tsk, tsk…
—No se preocupe tanto, madre. Yo estoy aquí para ella. Dayna pronto volverá a la normalidad.
—¿Cómo voy a dejarle la tarea de cuidar a Dayna a un hombre tan ocupado? Déjamela a mí.
—Me da vergüenza dejarle a la niña de nuevo a usted, que ya es mayor.
—¿Vergüenza? ¿Qué tonterías dices a la mujer que te dio a luz? Si puedo serte de ayuda, seré feliz, aunque mi cuerpo se rompa.
Verlos me daban ganas de reír. Parecía una farsa ridícula.
Todavía siento que esto no es real. Como si todos a mi alrededor estuvieran actuando para engañarme.
‘¿Se estará escondiendo ese hombre detrás del escenario para volver a engañarme?’
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El hombre que era mi padre era el director de un hospital muy grande.
—Su padre construyó el hospital con las inversiones de Rupert.
Ah, así que este era el hospital.
Vi la verdadera razón por la que ese hombre, por su cuenta, había deducido que «yo no podía romper mi compromiso con Rupert». No podía saber si su afirmación era una exageración o no, pero al ver el tamaño del hospital y el nivel de sus instalaciones, me di cuenta de que si todo esto era gracias al dinero del marqués, entonces la yo del pasado, aunque hubiera querido, no habría podido cancelar la boda.
—¿No tiene, por casualidad, el certificado médico que le emitió el doctor de Leninggen?
—No lo tengo. Lo perdí.
—Ya veo. No se preocupe. Ahora le haré algunas preguntas. No tiene que responder si no quiere. Si en algún momento se siente incómoda, por favor, hágamelo saber. Quiero que sepa de antemano que mi intención no es incomodarla…
Los doctores que me examinaron fueron excesivamente cautelosos y amables. No sé si porque era la hija del director, o porque era la marquesa. En todo caso, gracias a eso, pude recibir los resultados de los exámenes antes del almuerzo.
—Un funcionamiento anormal del lóbulo frontal y amnesia causados por una lesión cerebral traumática…
Yo era la única que no entendía bien esas palabras tan difíciles. El rostro de mi padre, que escuchaba los resultados del jefe de neurocirugía, se oscureció abruptamente.
—Disculpe… ¿Esto significa que… voy a morir?
Al ver su expresión sombría, yo también me asusté y le pregunté. El jefe de neurocirugía agitó la mano con gran sorpresa.
—No, no es eso. Lo que pasa es que recuperar sus habilidades y su memoria perdidas… no será tan fácil.
Era un diagnóstico que no me sorprendía.
Si no voy a morir, ¿por qué mi padre tiene esa expresión? ¿De verdad le duele en el alma porque me aprecia? ¿O está decepcionado de que me haya convertido en una tonta que ni las reglas básicas de etiqueta conoce?
No me decepcionó lo que el doctor me dijo. La verdad, ya no tenía el deseo de recuperar a la yo del pasado.
La mayoría de los recuerdos que había recuperado eran de esos que uno preferiría olvidar. Se podría decir que lo que ese hombre había dicho era cierto: que el olvido era la medicina y el recuerdo, el veneno.
Además, por lo que Kilian me contó, la yo del pasado no parecía ser más inteligente que la yo de ahora. Él decía que yo era brillante, pero no sé de dónde sacaría esa idea.
‘Si en verdad hubiera sido brillante, no me habría convertido en esta tonta’.
Si yo hubiera sido realmente inteligente, me habría retirado de Leninggen mucho antes. La culpa más grande es de mi esposo, que se aferró a la idea de no retirarse, pero a una persona que le cedió a ese idiota la decisión sobre su propia vida, no se le puede decir que es brillante.
Por eso, no me arrepiento de haber perdido mis habilidades ni mis recuerdos, y la única pregunta que me hago es: si hasta ahora he vivido perfectamente bien sin ellos, ¿cuál es el problema?
Después de oír los resultados, mi padre, que seguía sentado con el rostro sombrío, me llevó a un restaurante cerca del hospital para almorzar juntos.
No sé si por la falta de sueño o porque todo me seguía pareciendo una obra de teatro, pero el restaurante y la gente se veían como un escenario lujosamente decorado.
Mientras miraba alrededor, pensando que ese hombre podría estar escondido en algún lugar, mi padre, que estaba sentado frente a mí, me preguntó:
—A veces solíamos venir a almorzar juntos aquí. ¿Lo recuerdas?
—No. Estaba pensando que es la primera vez que vengo a un restaurante tan elegante.
Ante mi respuesta, que era solo la mitad de la verdad, mi padre sonrió con tristeza. ¿Extrañaría a la yo del pasado? ¿Estaría decepcionado de la yo de ahora?
—Me dijeron que has estado recuperando tus recuerdos poco a poco…
—Supongo que no recuerdo este lugar porque eran recuerdos agradables. Yo solo he estado recuperando recuerdos malos.
El rostro de mi padre se entristeció de nuevo. Ahora, se veía simplemente como un padre que siente lástima por su hija.
—Debí haberte detenido hasta el final…
Murmuró mientras pedía y se bebía un trago de licor fuerte en pleno día.
—¿Qué fue lo que no pudo evitar hasta el final?
—Todo. Que fueras al frente de batalla más peligroso, que te ofrecieras para esa absurda operación, y que te casaras sin tu padre.
Así que mi padre se había opuesto.
—¿Y por qué no vino hasta el frente para detenerme?
No era un reproche, solo tenía curiosidad, pero mi padre se sintió avergonzado y respondió como si no tuviera cara para mirarme.
—Dayna, soy el director del hospital y el médico real. Hay muchas vidas y el sustento de mi personal en mis manos. No es fácil dejar mi puesto.
—Claro… Supongo que, como soy adulta, mi vida está en mis manos.
—……
—Así que hoy se tomó un tiempo que normalmente no se toma, ¿verdad?
—… Dayna, eres mi única hija. Es obvio que tengo que tomarme tiempo para ti, ¿no? Claro… eso es lo que debí haber hecho…
Mi padre, con una expresión aturdida como si le hubieran dado un golpe en la cabeza, murmuraba las mismas palabras una y otra vez.
Me había preguntado cómo era él como padre. Lo que veía era a alguien que, si bien aprecia a su hija, valora su trabajo más que a ella.
‘Con mi mamá no debió de ser diferente’
Toqué el collar de nomeolvides que llevaba puesto y, sin poder aguantar más, solté las palabras que se me quedaban en la boca.
—También recuperé el recuerdo del día en que mamá se fue.
El hombre que me seguía sirviendo comida para que comiera se quedó tieso y me miró con los ojos muy abiertos. Me pregunté por qué se había sorprendido tanto con mis palabras…
—Nunca hablabas de tu madre…
Parece que la yo del pasado jamás hablaba de mi madre. No sé por qué. Y como no lo sé, la yo de ahora puede hablar de ello.
—¿Sabe por qué se fue mamá?
—Ahora que tú también lo sabes, fue porque tu hermano menor nació con problemas…
—Escuchó que fue un mortinato, ¿verdad? No lo vio.
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