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Rezo, para que me olvides - Capítulo 178

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  4. Capítulo 178
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¿Quién soy?

 

—Claro, ¿por qué ibas a intentar huir con un hombre sin título ni fortuna, dejando a tu esposo, el marqués? Y además, ¿tener una aventura con un sacerdote? Eres una persona tan recta y estricta. Es absurdo.

 

La marquesa y la esposa de ese hombre.

Entonces, ¿quién es ese hombre?

 

—Claro, es cierto que perdiste la memoria, tal como dice la noticia.

 

Un hombre que casi no está en mis recuerdos. Pero estuvo en el lugar del novio en los recuerdos de la boda, así que debe ser mi esposo.

¿Dónde estoy?

En el tren. En el tren nocturno a Dunley.

¿Qué estoy haciendo?

 

—Killian, ¿adónde te dijo que iba a ir ese estafador?

—Dijo que iba a casa.

 

Le estoy respondiendo las preguntas a ese hombre.

Todo me sigue confundiendo, así que me aseguraba y me reaseguraba una y otra vez.

‘¿Quién soy? ¿Quién es ese hombre? ¿Por qué estoy aquí, respondiendo las preguntas que ese hombre me hace? ¿Adónde fue Killian, dejándome?’

La «verdad» que ese hombre me contó era demasiado grande para asimilarla de golpe. Me dolía la cabeza, como si hubiera comido algo muy pesado.

 

—Dayna, ¿qué vas a hacer conmigo ahora?

 

Abrí los ojos y mi mundo había cambiado por completo. ¿Cómo podría saber qué era lo correcto?

En ese momento, ni siquiera había decidido si creerle o no. Y, por supuesto, todavía no lo he decidido.

 

—Dayna, vuelve con tu esposo.

 

Como no sabía qué hacer, no hice nada y, mientras tanto, ese hombre se fue.

En realidad, dudé si detenerlo. Pero no lo hice.

Porque sentí que si lo detenía, sería como prometerle que lo perdonaría y le creería sin importar las mentiras que me dijera en el futuro. En medio de toda esa incertidumbre, lo único de lo que estaba segura era que no quería volver a dejarme llevar por las mentiras de ese hombre.

A decir verdad, pensé que solo estaba fingiendo irse. Para asustarme. Para que me asustara, lo perdonara y lo siguiera.

Pensé que si no lo seguía, regresaría en un momento, se arrodillaría y me rogaría, pero no regresó por más que esperé.

‘De verdad se fue…’

Como no podía aceptar que se había ido, me quedé aturdida en mi lugar. Y, sin querer, me convertí en una mujer que solo esperaba que mi esposo viniera a buscarme.

 

—Dina, qué bueno que regresaste.

 

Todavía no sé qué hacer, pero ese hombre y este hombre, todos sabían qué hacer.

 

—Quizás sea una pregunta difícil de responder…

 

Pero, ¿por qué esperé a un hombre que no era mi esposo?

 

—Aun así, espero que me respondas con honestidad.

 

¿Acaso no le creí, al punto de no creerle que no era mi esposo? Ese era un hecho que había descubierto al recuperar mis recuerdos, un hecho documentado por el ejército, ¿entonces por qué?

 

—¿Te acostaste con Killian?

 

De repente, recobré el sentido. Levanté la mirada que tenía baja y vi al hombre masticando un cigarrillo sin encender. En ese momento, Killian susurró en mi cabeza.

 

—Dile que nunca cruzamos esa línea.

 

¿Quieres que me convierta en una mentirosa como tú? Estoy harta de las mentiras.

 

—Sí, me acosté con él.

 

En el momento en que respondí con honestidad, la expresión de ese hombre era como si supiera la respuesta, pero estaba preparado para ser engañado para sentirse tranquilo, y ahora, se preguntaba por qué lo traicionaba. La razón por la que conozco esa expresión es porque una vez yo también tuve esa misma expresión con «Johan».

‘¿Por qué tengo que decirle a ese hombre una mentira para hacerlo sentir bien?’

Porque es mi esposo.

Mi cabeza decía eso, pero mi corazón respondía: ‘No me importa’.

Sabía que con solo decir «sí, me acosté con él» mi matrimonio se arruinaría, pero no me importó. La ‘Dina’ del pasado siempre fue una extraña para mí, y por lo tanto, el esposo de esa mujer es solo el esposo de otra persona.

El hecho de que mi mundo se diera vuelta al descubrir que este hombre, y no Killian, era mi esposo, era solo un problema entre Killian y yo. Recién ahora me di cuenta de lo molesto que era que este hombre extraño se interpusiera entre nosotros.

 

—¡Maldita sea…! ¡Qué descarado!

 

‘Cállese. En este momento, estoy pensando si debo creer y perdonar a ese hombre desvergonzado o no’.

Es extraño. Cuando descubrí la verdad, me asusté. Temí que como marquesa y madre del hijo ilegítimo de un sacerdote, el mundo entero me señalara con el dedo. Me quedé pálida, pensando que mi esposo me había descubierto en adulterio.

Pero ahora, ¿por qué todo eso me parece insignificante?

¿Qué cambio en mí mientras escuchaba las palabras de ese hombre?

 

—Dayna, dime. Él te lo pidió, ¿verdad?

—No.

 

De todos modos, que ese hombre sea el esposo de otra persona es solo mi opinión, y que ese hombre sea mi esposo es mi realidad. Sería correcto intentar salvar mi matrimonio fallido, pero ¿por qué mi boca sigue yendo directo a la ruina?

 

—No mientas.

—Yo se lo pedí primero.

 

Supongo que soy así de tonta. Al mismo tiempo que detesto las mentiras de Killian, no soy lo suficientemente inteligente como para mentir. Si elegir una conciencia intranquila en lugar de un matrimonio tranquilo no es de tontos, ¿qué es?

 

—¡Deja de mentir! ¿Por qué diablos estás defendiendo a ese asqueroso libertino?

—No miento. Creía que era mi esposo, así que yo se lo pedí primero.

—¿Una mujer que se negaba a tener relaciones conmigo, creyendo que era su esposo?

 

En cuanto dijo eso, el rostro que estaba ceniciento se puso rojo. Parece que fue una humillación para él confesar que la «yo» del pasado le había rechazado.

El hombre acaba de confirmar que Killian tenía razón: nunca me había acostado con este hombre y Killian había sido el primero. ¿Por qué me habré sentido aliviada?

 

—Dijiste que no era el momento para tener un hijo y que tendríamos relaciones cuando regresáramos a nuestro país…

 

El hombre puso excusas patéticas, quizás queriendo convencerme de que yo no había rechazado acostarme con él porque lo odiaba.

 

—¿Una persona tan prudente y casta te pidió tener relaciones? ¿Crees que eso tiene sentido?

—Claro que es normal que un matrimonio tenga relaciones. Y yo quería tener un hijo…

—¡Te dije que no mintieras!

 

 

¡Bang!

 

 

El hombre golpeó la mesa del camarote con el puño. Me estremecí y, por reflejo, metí la mano en el bolsillo de mi falda, pero el revólver no estaba allí. Debí haber impedido que se lo llevara en la posada.

‘Ki, Killian…’

Incluso busqué a un hombre que no estaba allí.

 

—¡¿Por qué lo defiendes, mintiendo así?!

 

En ese momento, reaccioné. ‘Ahora no tengo ni armas ni un hombre para protegerme, ¿con qué valor actúo como me da la gana?’

 

—¿La pasaron tan bien?

 

Era cierto que había disfrutado del acto sexual con un hombre que ni siquiera era mi esposo. Pero no respondí.

No solo porque había decidido cuidarme. Si hubiera dicho que lo disfruté, pensaría que me puse de su lado porque me sedujo el placer que me dio. Yo nunca me puse de su lado, solo dije la verdad.

 

—Y, ¿usted? Usted tenía a otra mujer. ¿La pasaron bi, bien?

 

En la expresión que el hombre puso en ese momento, confirmé que las palabras de Killian también habían sido verdad.

Entonces, ¿el resto también era verdad?

 

—Ja… ¿Entonces te acostaste con ese tipo para vengarte de mí o qué?

 

Esa no era la razón, pero ya que había decidido cuidarme, no me molestaría en corregirlo. Después de todo, el ímpetu del hombre se había calmado después de que le saqué a relucir su aventura.

 

—¿De verdad perdiste la memoria?

—Sí, la estoy recuperando poco a poco. Recordé que usted era mi esposo esta madrugada.

—Humm…

 

Después de eso, el hombre no dijo nada más y solo respiraba con dificultad. Pensé que el bombardeo de preguntas, que parecía un interrogatorio, había terminado, pero…

 

 

Swoosh.

 

 

Sacó una carta de su chaqueta, la desplegó y me la mostró.

 

 

Usted es mi alma. Yo, que he sido despojado de usted, estoy destinado a vagar por tierras extrañas, mi cuerpo vacío y sin alma hasta que se desgaste y se convierta en un puñado de polvo. La tierra lejana donde yo deambulo será su hogar. El lugar donde usted respira es mi hogar. Incluso si es el infierno. Aunque mi cuerpo esté en el infierno, mi corazón estará en el cielo si solo la tengo a usted.

 

 

La carta de amor que Killian me había escrito.

Asentí con la cabeza.

En el equipaje que había tenido que dejar en la posada cuando ese hombre irrumpió en mi habitación, estaban las cartas y los dibujos de Killian que guardé con tanto cuidado. Parece que había hurgado en mis cosas y encontrado esta carta.

 

—¿Es cierto que la escribió ese desgraciado de Ackroyd?

 

Asentí y esperé a que se enojara de nuevo.

Pero, ¿por qué se estaba riendo?


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