Rezo, para que me olvides - Capítulo 175
En ese momento, solía pensar que la forma en que me mirabas me resultaba familiar, y justo ahora recuerdo dónde había visto esa mirada.
—De acuerdo, mi amor.
Era la mirada con la que aceptaste a Rupert cuando te pidió matrimonio. Era la mirada de alguien que ve a la persona que ama.
‘…¿Por qué me miras así a mí?’
Quizá mis atenciones te hicieron confundirte.
En realidad, ese día no fue la primera vez que te daba flores silvestres. Al principio, era una forma de devolver un favor, como el ramo de narcisos que me devolviste con un vaso de leche.
Después de llegar a Eisenthal, te la pasabas tejiendo con la Sra. Bauer cada vez que tenías un momento libre. Curiosamente, sí recordabas cómo tejer.
Me hacía feliz que recuperaras tu pasado de alguna manera. Te apoyé comprándote hilo, pero no me importaba lo que tejías, así que no preguntaba.
—Espera un momento, ¿puedes levantar el pie?
—…¿Sí?
Un día, de repente, dejaste de tejer, te metiste debajo de la mesa y pusiste un pedazo de pelusa suave en mi pie para medir.
—¿Por qué…?
—Estoy tejiendo unos calcetines.
—…¿Para mí?
—Sí.
Me respondiste como si me preguntara por qué hacía una pregunta tan obvia. Seguramente no sabías por qué no era obvio.
Por diversas razones, sentía que mi corazón iba a estallar.
Al día siguiente, realmente me entregaste un par de calcetines. Los acepté aturdido, pero no pude usarlos. ¿Cómo podría yo usarlos?
—Johann, ¿por qué no usas los calcetines que te di?
—Ah, es que…
—¿No te gusta el color?
—No es eso… Es que tengo miedo de que se gasten…
—¡Ay, por Dios…! Entonces esta vez te tejeré unos feos que se puedan gastar sin problema.
Así fue como terminé recibiendo un montón de calcetines que no me atrevía a usar.
Me di cuenta tarde de que, por estar pensando si debía aceptarlos, ni siquiera te di las gracias como se debe. Con la excusa de que era de mala educación no corresponder, te di un ramo de flores silvestres.
—¡Ay, las recogiste para mí? Son muy bonitas. Muchas gracias.
Eran solo flores silvestres, pero te gustaron muchísimo.
‘Sí, son solo flores silvestres’.
Desde ese día, comencé a recogerte flores silvestres todos los días con esa misma excusa. Desde entonces, ya no era una forma de devolver un favor.
Por eso quizá te confundiste con mis sentimientos…
No, es una excusa cobarde.
El primer día que te di flores silvestres, dudé frente a la puerta del ático hasta que las flores se marchitaron. Si no hubiera habido ninguna intención oculta en ellas, no habría habido razón para dudar.
De hecho, te estaba expresando mis sentimientos. Al final, es mi culpa. Lo siento.
Así, tu amor, que comenzó a crecer hacia la persona equivocada, se extendió más y más profundo. De un beso a un abrazo, y luego a la cama. Empezaste a desear expresiones de amor cada vez más íntimas. Yo me sentía cada vez más arrinconado.
Yo quería darte todo lo que desearas. Pero, si se trataba de mi amor, era lo que más deseaba darte, pero a la vez lo que no debía.
‘¿Por qué quieres eso?’
Me sentía atormentado. Antes de perder la memoria, no deseabas mi amor. Me confundía a quién debía creerle.
¿A la tú que me miraba con asco cuando le dije que no te había olvidado? O ¿a la tú que se ve feliz cuando le confieso que te he amado toda mi vida? ¿A quién de las dos debo creerle?
Ya sabía la respuesta.
La tú de ahora me ama porque no recuerda nada. Cuando recuperes la memoria y lo sepas todo, me rechazarás de nuevo.
Esa era la razón principal por la que te alejé, pero no la única.
Tú tenías el puesto de Marquesa. Yo esperaba que, al regresar a casa, recuperaras lo que te correspondía y compensaras todas tus penurias.
Y yo tenía la obligación de ser un clérigo. Pensarás que es una tontería que alguien que ha vivido como un infiel hable de una obligación de clérigo. Pero en ese momento, te aseguro que fui más devoto que nadie en este mundo.
—Si salva a esta mujer, si la hace regresar a casa a salvo, prometo que me arrepentiré de mi incredulidad y mi insolencia y viviré toda mi vida como un fiel siervo de Dios.
Después de que Dios respondió a mi oración, decidí dedicar mi vida a Él como lo había prometido. Jamás se me ocurrió la idea de quedarme contigo ahora que estabas sola.
‘Ella está actuando así porque solo me tiene a mí como apoyo’.
Traté de atribuir tu amor a un instinto de supervivencia.
‘Cuando regrese a casa, ¿se acordará de mí? No lo hará’.
Pero estaba bien. Sin importar la razón, el simple hecho de que me amaras de nuevo, aunque fuera por un momento, era ya una recompensa.
Me propuse atesorar esa triste alegría en mi corazón y seguir mi camino solo.
Sin embargo, mi inquebrantable determinación se desmoronó sin dejar rastro con una sola de tus palabras.
—Porque el único hombre que amo eres tú.
Nunca imaginé que me dirías las palabras que más deseaba escuchar en mi vida. No, antes de escucharlas, ni siquiera sabía que quería escucharlas.
En ese instante, lo dejé todo y me aferré solo a ti. Aun así, sentí que lo tenía todo.
Dayna, tú me conviertes en hombre.
Incluso de niño, solo tú me reconocías como hombre. Y la mujer que me convirtió en hombre cuando crecí, también fuiste tú.
En el momento en que tu cuerpo, que estaba herméticamente cerrado para todos, se abrió solo para mí, las puertas del cielo se abrieron. Me embriagué con el éxtasis celestial y comencé a tener una creencia arrogante y retorcida.
‘La muerte de Rupert es el castigo de Dios para él y mi oportunidad. Tú eres el fruto que Dios me ha dado al final de mis pruebas. Ahora, estoy recogiendo y saboreando el delicioso fruto que floreció al final de esas pruebas’.
‘Dios siempre nos da regalos al final de las pruebas. Me atreví a pensar que, como había pasado todas las pruebas de Dios, me entregaba a ti por completo, te devoré en mis brazos y me metí en ti con arrogancia.
Dios debe ver que mi verdadero compañero para esta mujer soy yo.
Así es.
Siempre fue así. Me amabas, por eso amaste a Rupert. Al final, el hombre que amaste soy yo.
‘Mira bien. El hombre que ahora hace el amor con Dayna soy yo’.
Me movía dentro de tus caminos secretos, que a ese idiota nunca se le permitieron, como para que Rupert lo viera desde el infierno.
Perdí el control y te poseí, pero recuperé la cordura en el momento en que vi sangre mezclada con lo que había fluido de mi cuerpo. Era sangre de virgen.
Realmente no habías tenido intimidad con Rupert. Pensé que tal vez habías accedido después de que me fui, pero en verdad no tenías ninguna experiencia.
Sí, esa noche, era la primera vez que hacías el amor. Lamento haberte mentido. También lamento revelarlo y pedir disculpas hasta ahora. No importa cuál fue la razón, es mi pecado. Yo era un pecador.
Ver la evidencia de que era tu primera vez y la semilla de un hombre que no era tu marido fluyendo de entre tus piernas, mientras tú te veías tan feliz, pensando que era la primera vez que hacías el amor con tu esposo después de mucho tiempo… Me sentí tan asqueado de mí mismo que sentía que me volvería loco.
La tú del pasado me veía como realmente soy. Yo era una bestia asquerosa.
—La lujuria es un regalo que Dios le ha dado a la humanidad, por lo tanto, no es un pecado en sí misma, pero el adulterio es un pecado. Confiese su pecado a Dios ahora mismo y eleve una oración pidiendo perdón. Yo también rezaré por la Sra. Zimmerman.
—Ja, eso ni siquiera es gracioso. ¿Acaso eres un enviado de Dios? Eres un pecador tan sucio como yo, no finjas ser mejor persona.
Esa mujer que me acusó de ser un pecador tan sucio como ella también me veía como realmente soy.
Desde esa noche, aunque cayera al infierno, recé a Dios para que salvara solo a ti, la víctima que no sabía nada.
Pero no le pedí que me perdonara a mí. Yo mismo no podía perdonarme.
Además, ¿por qué Dios perdonaría a alguien que no se arrepiente? Es cierto. Me sentí culpable por engañarte y desearte, pero no me arrepentí.
Después de todo, hice el amor contigo, y el amor que te di no era falso.
Si realmente me hubiera arrepentido, te habría rechazado cuando me pediste que estuviéramos juntos. Pero, como sabes, siempre me mezclé contigo como si no tuviera más remedio.
Porque fuera de ti era el infierno…
—Ah, jaaa, te, te amo, ah, más, más, ahí, ay, se, se siente bien, se siente tan bien.
Pero dentro de ti estaba el paraíso. Era un momento de pecado, pero en ese entonces, sentía como si hubiéramos regresado a ser la primera pareja, la única hembra y el único macho en el mundo, compartiendo el pecado original.
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com