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Rezo, para que me olvides - Capítulo 141

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  4. Capítulo 141
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‘… ¿Fuego? ¿Hubo un incendio? ¿Dónde?’

Antes de que pudiera recuperarme, Killian se levantó de la cama y corrió hacia la puerta. Tan pronto como la abrió y miró al pasillo, puso una expresión de perplejidad, regresó y abrió la ventana de par en par.

Las llamas, que no se veían al abrir la puerta, ardían furiosamente afuera de la ventana. El incendio no estaba en la posada donde nos hospedábamos, sino en el edificio de enfrente.

 

—Ah……

 

A diferencia de Killian, quien se veía notablemente aliviado, yo me sentía cada vez más aterrorizada. Al ver las llamas que devoraban y crepitaban el edificio, me picaban los ojos y la garganta. Incluso sentía que mi cuerpo se quemaba por el intenso calor. Y eso que el edificio en llamas estaba lo suficientemente lejos como para verse de un vistazo desde nuestra habitación.

‘Me voy a morir así. Quemada…’

No era un pensamiento que pudiera surgir al ver un desastre que no me había ocurrido. Lo que me vino a la mente fue el recuerdo de un desastre que sí me había ocurrido alguna vez.

 

—¡Cof, cof! Que alguien, por favor, salve, me, h-hehe…

 

El recuerdo de ese momento, colgada de la ventana en medio del infierno de fuego, gritando por ayuda.

No recordaba con exactitud cuándo fue, pero el momento era tan vívidamente real como si lo estuviera viviendo en ese instante. En el momento del incendio, yo estaba en el tercer piso y las escaleras ya estaban envueltas en llamas, impidiéndome escapar.

Busqué una ventana y rompí el vidrio, pero, para mi desgracia, estaba bloqueada por barrotes. Por mucho que empujara, tirara o sacudiera, los barrotes exteriores no se movían ni un ápice. Mientras tanto, el fuego ya se había extendido hasta el pasillo por donde había intentado huir.

 

—¡Aquí también hay gente!

 

Grité al ver a personas rescatadas siendo ayudadas a alejarse. Nadie se volvió a mirar, como si mi voz se hubiera ahogado en el ruido del incendio. Pensando que no me veían por la altura y los barrotes, extendí la mano por una grieta, pero nada cambió.

‘Ahora voy a morir quemada por ese fuego. ¡No quiero morir con dolor!’

Fue en ese preciso momento, al ver las llamas extendiéndose hasta mi espalda, que el terror me invadió y empecé a sacudir los barrotes, gritando sin control.

 

—¡Dayna!

 

Fuera de los barrotes, un muchacho apareció, llamándome por mi nombre. En ese instante, recordé estas palabras:

‘¿El segundo hijo mudo de la familia Ackroyd?’

No solo era sorprendente que el muchacho mudo me llamara por mi nombre. Él había escalado la pared exterior del edificio hasta el tercer piso con las manos desnudas. De un solo tirón, arrancó los barrotes de hierro que yo no había podido mover por mucho que lo intenté, y me sacó por la ventana.

Con la ayuda del muchacho, puse los pies en la estrecha repisa entre el segundo y tercer piso y me aferré a la pared, de pie precariamente. Al girar la cabeza, vi que la ventana donde yo estaba parada escupía llamas. Si me hubiera tardado un poco más, me habría quemado viva en ese fuego. Le susurré al muchacho, que estaba de pie a mi lado, con voz temblorosa:

 

—Gracias.

 

‘Mi caballero.’

No pude decir estas palabras porque sonarían estúpidas.

 

—¡Rob! ¡Trae una escalera ahora mismo!

 

El muchacho, que supuestamente no podía hablar, lo hizo con gran fluidez. Aunque tartamudeó un poco al disculparse por haberme rodeado la cintura con el brazo para que no me cayera.

 

—Me… me disculpo por haberla tocado sin permiso. No soy un hombre tan maleducado normalmente…

—Para nada es maleducado. Me salvó la vida.

 

Lejos de ser maleducado, era un caballero. Qué cuidadoso fue al sacarme por la ventana, incluso en medio de la urgencia. Gracias a eso, a pesar de que había vidrios rotos sobresaliendo del marco de la ventana, yo no me lastimé.

‘¡Así que era una persona tan atenta y maravillosa!’

Siempre había sido callado y no miraba a las mujeres a los ojos, lo cual me asustaba un poco, pero nunca imaginé que sería un hombre tan maravilloso.

 

—Pero, ¿cómo supo que yo estaba aq…?

 

No pude terminar la pregunta. Una cadena plateada que brillaba en el cuello del muchacho, que me miraba, me había cautivado. La cadena estaba oculta dentro de su camisa y no se veía, pero solo con verla, yo sabía lo que colgaba de su extremo.

‘El colgante de nomeolvides.’

Porque yo era la dueña de ese collar.

‘¿Eso significa que mi amor es… ¡Ah!’

De repente, un crujido retumbó sobre mi cabeza. Levanté la mirada y grité. Algo en llamas caía sobre mí.

 

—¡Agáchate!

 

Me cubrió con todo su cuerpo.

 

—¡Ugh!

—¡Kyaaaaaak!

 

La bola de fuego cayó sobre el muchacho. Por el impacto, mis pies resbalaron y ambos caímos del tercer piso al suelo. Chocarme la cabeza y perder el conocimiento fue mi último recuerdo de aquel día.

Repasé el recuerdo recuperado una vez más. Durante todo ese tiempo, no pude apartar los ojos de la espalda ancha del hombre que estaba de pie frente a la ventana abierta, mirando hacia afuera.

 

—Killian.

—Estoy bien. No se extenderá hasta aquí, así que no te preocupes y duerme.

—¿Alguna vez estuve atrapada en un edificio en llamas cuando era mas joven?

 

La mano que cerraba la ventana se detuvo. Killian volteó lentamente hacia mí. Por la luz roja que se derramaba desde atrás, Killian se veía completamente oscuro, impidiéndome ver la expresión con la que me miraba. Sin embargo, pude sentirlo. Que había recibido una enorme conmoción.

 

—¿Tú me salvaste, verdad? Y te quemaste. Esa cicatriz en tu espalda, ¿es de ese momento?

—¿Cómo lo…

 

‘Era cierto. Mis recuerdos eran correctos. Killian tenía razón’

 

—¡Lo recordé!

 

Salté de la cama y corrí en un abrir y cerrar de ojos a los brazos de Killian.

 

—Dios mío, mi amor… No puedo creer que haya olvidado cómo me salvaste como un valiente caballero. ¿Sabes lo agradecida que estaba en ese momento? Quería besarte así, sin parar.

 

Agarré sus mejillas y lo besé una y otra vez. Durante todo ese tiempo, Killian permaneció inmóvil, rígido.

La conmoción debió ser grande. Aún no le había dicho que estaba recuperando la memoria.

Pensé que cuando la conmoción pasara, Killian se alegraría tanto como yo. Sin embargo……

 

—¿Por qué… lo recordaste recién ahora?

 

Las palabras que pronunció estaban llenas de resentimiento.

 

—¿Hasta dónde recuerdas?

 

Le conté el recuerdo que acababa de recuperar: que había estado atrapada en un edificio en llamas, que Killian me había salvado, que mientras esperábamos la escalera, una estructura en llamas se cayó y caímos juntos.

 

—Hasta aquí lo recordé de nuevo.

—¿Recuerdas antes de eso?

 

Negué con la cabeza.

 

—Los únicos recuerdos más antiguos son los de mi abuela.

 

Los recuerdos de ser abofeteada o encerrada en un armario como castigo.

 

—¿Y después de la caída?

—No recuerdo qué pasó después.

 

Intenté recordar, mirando el incendio afuera de la ventana, pero no me venía nada nuevo a la mente.

 

—Siempre es así. Los recuerdos se cortan y solo me vienen a la mente en pedazos.

—…¿Siempre? ¿Desde cuándo empezaste a recuperar la memoria?

—No recuerdo exactamente, pero empecé a recuperarlos poco a poco desde que vivía en Eisenhal.

—…….

—Casi todos eran recuerdos del campamento militar. Que había una gran plaza frente al hospital de campaña y una catedral al lado… ¿y que había un sacerdote en la catedral? Ah, ahora también recuerdo el momento en que nos volvimos a encontrar en el hospital de campaña. Pero todos son fragmentos y no he recuperado muchos.

 

Añadí esto porque temía que Killian se ilusionara pensando que yo estaba recuperando mi yo del pasado por completo y luego se decepcionara.

Pero, por alguna razón, cuanto más respondía a sus preguntas, el rostro de Killian, en lugar de sonrojarse, se volvía cada vez más pálido.

 

—…¿Killian? ¿Qué te pasa?

—Tú…… me dijiste que no recordabas nada.

—Ah……

 

Cuando pensé que Dayna era otra mujer y no yo, le había ocultado que estaba recuperando la memoria.

 

—En ese momento, pensé que tenías otra mujer……. no confiaba en ti, así que mentí. Lo siento.

 

Killian me miró fijamente durante un largo rato con ojos llenos de miedo, tanto que yo también empecé a sentirlo.

 

—Tú… recuperaste la memoria y aun así…… ¿por qué…..?

 

¿Qué quería decir? Killian se detuvo y no supe qué iba a decir. En el momento en que lo miré, desconcertada, e incliné la cabeza, Killian exhaló un gran suspiro, que no supe si era de alivio o de decepción.

 

—Si recupero la memoria, ¿no es algo bueno…? ¿No es así?

—Sí, es bueno.

 

Killian curvó la comisura de sus labios. Sus ojos no sonreían. Me abrazó y su sonrisa falsa desapareció ante mis ojos. La mano que me envolvía la cabeza estaba temblando.

 

—Es bueno, de verdad…….

 

Él no estaba teniendo esperanzas; estaba desesperado.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Esta tarde, de nuevo, nos dirigimos a la oficina de correos. Una vez más, no había ningún telegrama o carta con las iniciales de Killian como destinatario.

Su hermano sigue sin responder hoy. Ya es el cuarto día.

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