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Rezo, para que me olvides - Capítulo 134

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  4. Capítulo 134
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—Killian, lo que quise decir es que se sintiera seguro para hablar.

—……Todavía lo estoy pensando.

 

En el instante en que volvimos al punto de partida, mi voluntad de persuadirlo disminuyó.

 

—¿Ahora está bromeando? ¿Está borracho?

 

Sabía que no era ninguna de las dos cosas. La mirada en sus ojos era demasiado seria. Sin embargo, ya no tenía paciencia para soportar a ese hombre tan exasperante.

 

—Será mejor que termine de pensar para cuando yo salga de ducharme.

 

Empujé el pastel de frutas secas que él había cortado, sin terminar de comerlo, y me levanté con determinación para ir al baño. Killian no me detuvo ni me siguió.

‘Qué extraño.’

No pude disfrutar del esperado baño. Toda mi atención estaba en el sonido que se colaba por la puerta entreabierta, y no en el agua tibia que envolvía mi cuerpo. Y eso que no se escuchaba ningún ruido del exterior.

De hecho, eso era lo extraño.

‘¿Por qué no entra?’

Le había dicho que le daría tiempo para pensar, pero asumí que me seguiría. Cuando decía que me ducharía, Killian siempre me preparaba el agua del baño y me lavaba las zonas a las que no podía alcanzar, pero hoy, no solo no se asomaba, sino que ni siquiera me preguntaba.

Afuera, todo estaba en silencio. Como no había escuchado ningún movimiento, Killian debía estar en el mismo lugar. ¿Qué estaría pensando, solo?

No parecía que estuviera demorándose para inventar una mentira para mí. Si fuera así, no tendría esos ojos tan perdidos. Su mirada desenfocada parecía estar a la deriva, sin rumbo fijo.

Como las pequeñas burbujas que flotaban frente a mí ahora.

Contuve la respiración y observé una burbuja que casi se desvanecía a la mitad con un largo suspiro, luego levanté lentamente la mano que tenía sumergida. Para que no desapareciera. En el momento en que con cuidado intenté levantar la burbuja, esta se deslizó cruelmente entre mis dedos. Sin darme cuenta, quise atraparla con urgencia, pero la burbuja se alejó aún más de mí con la corriente. En ese instante, una idea me vino a la mente.

 

—¡Se me ocurrió algo más!

 

Para no olvidarlo de nuevo, me puse la bata sobre el cuerpo mojado y salí, y efectivamente, Killian seguía sentado en el mismo lugar. La única diferencia era que tenía el rostro hundido entre las manos.

Debió haberme escuchado venir, pero no se dio la vuelta.

 

—¿Estás durmiendo?

—No.

 

Solo entonces levantó la cabeza, y el contorno de sus ojos estaba enrojecido, quizás por haberlos apretado con las manos. ¿Estará muy cansado? Fingí ignorar sus ojos inyectados en sangre y le pregunté:

 

—¿Terminaste de pensar?

 

Killian suspiró profundamente, mirando mi mano apoyada en su antebrazo en lugar de a mí.

 

—El baño fue corto hoy.

—Es que se me ocurrió algo más en lo que puede pensar.

—Dígame.

 

Su tono era de resignación.

 

—¿Por qué me trata como a una extraña?

 

Me miró fijamente la mano durante un largo rato, luego murmuró para sí mismo:

 

—Si fuera un extraño……..

 

De repente, sonrió amargamente y se levantó.

 

—¿Un extraño haría esto?

 

Rebuscó en su equipaje y regresó con unas pequeñas tijeras en la mano. Me preguntaba por qué miraba mis manos, y parece que estaba pensando en arreglarme las uñas.

Hacía apenas tres días que me había cortado las uñas, pero mis puntas volvían a estar un desastre, necesitando de nuevo el toque de Killian. Miré con desaprobación al hombre que con delicadeza me arreglaba las uñas rotas y las cutículas ásperas que se habían levantado al agarrarme a rocas o árboles al bajar de la montaña.

¿Cree que con esto me va a convencer?

 

—Sí me trató como a una extraña. En el auto, soltó mi mano bruscamente. Y cuando volvimos a subir, ni siquiera me tomó la mano. Hasta un desconocido que nunca ha visto a una ‘dama’ no haría eso.

 

Además, me dejó comer sola y no me miró en todo el día, y tampoco me ayudó con el baño… Mientras me quejaba de cada nimiedad, me sentía tan infantil que mi rostro se puso completamente rojo.

Pero, ¿podría retractarme de los reproches que ya había hecho si me detenía aquí? De todos modos, soy una mujer que no actúa acorde a su edad. Con una actitud de rendición, solté todas las quejas infantiles que tenía guardadas.

También lo que me había estado preguntando desde hace rato, pero no me atrevía a preguntar.

 

—¿Y dónde están las flores?

 

Hoy, este hombre había regresado con las manos vacías, sin las flores silvestres que siempre solía traer.

 

—Lo siento. Lo olvidé.

—¿Lo olvidó?

 

Parece una cosa trivial que podría suceder, pero para este hombre, no lo es en absoluto. Siempre, sin falta, incluso cuando era un fugitivo, nunca se olvidó de traerme flores todos los días, ¿y hoy las olvidó? No podía creerlo, así que solo parpadeaba, mirando fijamente al hombre que no me miraba a los ojos y se concentraba solo en mis uñas.

Su apariencia era la misma de mi esposo, y su toque delicado al arreglarme las uñas también era el mismo, pero sentía una sensación de incomodidad, como si algo hubiera cambiado.

 

—Usted… ha cambiado.

 

¿Acaso, tan pronto como regresó a su país natal, volverá a ser el hombre frío de antes?

 

—No he cambiado. La que ha cambiado es la situación.

—…¿La situación?

 

Me pregunté qué querría decir, pero Killian cortó hábilmente una cutícula de mi uña y respondió como si estuviera desviando el tema.

 

—De ahora en adelante, las doncellas se encargarán de esto también.

 

¿Significaba que muchas de las cosas que él solía hacer, las harían otras personas en el futuro?

 

—No me gusta. Hágalo usted. Me asusta que lo haga otra persona. Y las flores también, déselas usted. Eso no es tan difícil, ¿verdad? No necesito flores exóticas y preciosas cultivadas por jardineros. Con flores silvestres me basta.

 

Siempre y cuando las recoja usted mismo. Incluso si la situación cambia, no cambie usted. No se aleje de mí. Agarré su mano, que acababa de arreglar mis uñas. Killian la miró, lisa y pulcra, la tocó un momento y luego murmuró:

 

—Si no estoy yo, sus manos volverán a ser un desastre. Cuando se sienta ansiosa, no habrá quien le tome la mano y se arrancará las cutículas hasta sangrar.

 

Solo entonces me miró a los ojos. Me miró mientras yo no podía apartar la vista de sus ojos tristes, y con una tierna sonrisa, me apartó suavemente el cabello mojado detrás de la oreja.

 

—Si no estoy yo, ¿quién la cuidará cuando se bañe y quién le lavará las zonas a las que no alcance…?

 

Sus dedos delinearon el pabellón de mi oreja, recorrieron mi cuello y luego tomaron el borde de la bata que cubría mis hombros. Pensé que me la quitaría, pero en lugar de eso, me ajustó firmemente la parte delantera de la bata, que se había aflojado. Él simplemente me cubrió el pecho, donde ya empezaban a erizarse los pelos por una expectativa equivocada, con una mano tierna, pero indiferente.

 

—Si tiene frío mientras duerme, ¿quién la abrazará? ¿Quién le dará un bocado más de lo que le gusta, a usted que come tan poco? ¿Quién le traerá un ramo de flores todos los días…? Si no estoy yo, ¿quién la amará…?

 

Estaba a punto de decir “amar”, pero se detuvo por alguna razón y corrigió sus palabras.

 

—…¿Quién la cuidará?

—Exacto. Si usted no está, ¿quién me amará y me cuidará?

 

Tenía razón, pero ¿por qué mi corazón se sentía tan ansioso? Debe ser porque sonaba como una preocupación real de que él se iría, no como una hipótesis sin intención.

 

—Así, ¿cómo podría dejarla ir…?

—Killian… ¿Por qué dice esas cosas?

 

Las manos que me envolvían el rostro y me acariciaban en silencio, y la mirada que me observaba sin cesar, clamaban por la añoranza. Como si tuviera que soltarme de inmediato, pero dudara en hacerlo. En el momento en que me sentí más inquieta, de repente estalló en una risa, como si hubiera dicho una tontería.

 

—Ja… Qué gracioso. Preocuparse por tonterías…

 

¿Sería solo una suposición sin sentido debido al alcohol? Me tranquilicé y reí con él.

 

—Sí. ¿Qué preocupación tan inútil es esta? Usted siempre estará a mi lado…

—Esto lo puede hacer una criada o cualquier otro hombre. Así que estará bien sin mí.

 

No era una hipótesis, sino una predicción. En el momento en que esa fuerte premonición me golpeó, lo abracé con fuerza por el cuello y me aferré a él.

‘Hasta esta mañana, ¿no le preocupaba que yo lo dejara? ¿Pero por qué ahora actúa como si fuera usted quien quiere dejarme primero?’

Abracé con todas mis fuerzas al hombre que actuaba como si fuera a convertirse en un extraño para siempre.

 

—¿Se le pegó alguna mala costumbre de borracho sin que yo lo supiera? No es gracioso, pare ya.

 

Pero Killian no me correspondió el abrazo, ni detuvo ese desagradable ataque de embriaguez.

 

—Qué tonterías estoy diciendo. En realidad, soy yo quien no puede vivir sin usted…….

—No solo lo diga, actúe como si realmente no pudiera vivir sin mí. Porque a mí me parece que usted sí podría estar bien sin mí.

—¡No tiene sentido…! ¿Por qué piensa eso?

—Porque yo no le doy nada.

 

Tuve que admitirlo. Honestamente, yo era solo una carga para él.

En lugar de quejarme con arrogancia de si era amor o no, de si la persona había cambiado, debería haber reconocido que era una carga inútil para Killian y haber sido más humilde.

 

—Incluso si yo desapareciera, usted no perdería nada.

 

Killian sonrió con amargura y murmuró que, por supuesto que perdería algo.

 

—Dayna, ningún ser humano puede vivir sin un corazón.

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