Rezo, para que me olvides - Capítulo 115

En la mirada que me observaba fijamente y en la mano que acariciaba mi rostro con cuidado, sentí una mezcla de alegría y arrepentimiento. Parecía que no solo se arrepentía del moretón en mi mejilla.

—Esta será la última vez que pases por dificultades. Cuando volvamos a casa, te daré una vida cómoda en la que no tendrás que trabajar nunca.

El hombre, como si me cantara una nana, me susurró tranquilamente la cómoda vida que me esperaba.

Me dijo que su casa tenía más de cien sirvientes y doncellas. Así que ya no tendría que tender la cama; cada noche dormiría en una cama mullida y seca, y sin necesidad de lavar la ropa, cada día podría vestir prendas limpias y suaves.

Y en la mansión había cocineros muy hábiles, por lo que no tendría que cocinar y podría comer solo deliciosos y exquisitos manjares todos los días.

Sonaba fantástico, pero de repente me sentí incómoda.

—Entonces, ¿qué haré? No tendré nada que hacer mientras espero que salgas del trabajo. Esperar todo el día sería aburrido…….

—Ah……

El hombre pareció un poco avergonzado por un momento, pensé si realmente tendría que esperarlo todo el día sin hacer nada, pero su respuesta, llena de vergüenza, fue completamente diferente a lo que esperaba.

—Los nobles no trabajan.

—¿Ah, sí?

Por poco me levanto de alegría en ese mismo instante, pero de repente recordé que debía convertirme en una dama elegante y volví a apoyar la cabeza tranquilamente en su muslo.
Una dama elegante no diría algo tan excesivamente sincero como «¡Que podré estar contigo todo el día ya me hace increíblemente feliz!», ¿verdad?

—Qué alivio.

De todos modos, yo esperaba con más ansias el tiempo que pasaría con él que la riqueza y el confort que este hombre prometía.

—Entonces está bien si no tengo nada que hacer.

‘Porque el tiempo pasará volando solo con mirar tu rostro’

—De todos modos, tendrás mucho que hacer, no te preocupes.

Me dijo que en la mansión había más libros que estrellas en el cielo nocturno y que los jardines y los invernaderos eran tan grandes que no podría recorrerlos en un solo día. También tenía una sala de música, así que podría tocar el piano y el violín a mi antojo, pero si no quería tocar y solo quería escuchar, me contrataría músicos.

‘Pensé que esas cosas solo eran para un primer ministro……..’

Y si me aburría de la casa, podíamos ir de pícnic al bosque donde nos conocimos, o montar a caballo o pescar en el río, y si yo quería, podíamos viajar por todo el mundo hasta que me cansara.

—¿Eres tan rico como para hacer todo eso?

—He estado ahorrando dinero sin gastarlo, así que debe haberse acumulado bastante.

—Pero, ¿no dijiste la otra vez que tu hermano heredaría toda la fortuna familiar?

—Eso es cierto, pero mi madre y los ancianos de la familia me dieron un poco porque les di pena. Originalmente, iba a donarlo todo antes de alistarme en el ejército, pero no tuve tiempo de hacerlo. Fue una suerte increíble.

‘Debió haberse alistado en el ejército preparado para morir, pero allí me reencontró, y se casó, así que ya no pudo morir’

Claro, la gente debe pensar que este hombre está muerto. Él dijo que, legalmente, estaría en estado de desaparecido en lugar de fallecido, por lo que su fortuna seguiría intacta y no habría pasado a manos de nadie más.

—Aunque no es tan inmenso como lo que recibió mi hermano, es suficiente para que vivas toda tu vida sin preocupaciones de dinero y puedas darte lujos de forma moderada.

—¿Lujos moderados? ¿Qué tan moderado?

—Eh… podrías permitirte un poco más de lujo que los Hildebrandt.

—¿Qué? ¿Los Hildebrandt?

Me sorprendí tanto que levanté la voz. Los Hildebrandt eran las personas más ricas que conocía. Solo cuando me di cuenta de la abismal diferencia entre su concepto y el mío de «lujos moderados» empecé a comprender lo increíblemente rico que era este hombre.

—Pero si eres tan increíblemente rico, ¿cómo pudiste vivir como un pobre sin problema? Parecía muy natural.

Con más de cien sirvientas y sirvientes, probablemente nunca tuvo que lavar ni cocinar, ni siquiera planchar o doblar su propia ropa. Sin embargo, este hombre había hecho las tareas domésticas con habilidad desde el principio y nunca había fruncido el ceño ante los trabajos sucios a los que no estaba acostumbrado.

—Qué raro…….

—Bueno……

¿Hice una pregunta incómoda? El hombre parecía apurado, y pensé que había desenterrado algún pasado que quería olvidar, pero…

—…….En el internado, tenía que hacerlo yo mismo.

—Ah…….

Era una razón muy común.

—De todas formas… cuando volvamos a casa…….

—Espera. ¿Pero este hombre iba a renunciar a toda esa inmensa fortuna para vivir como un pobre en la montaña? ¿Solo porque yo parecía más feliz allí?

—…Vamos a despertar juntos y a acostarnos juntos, haciendo solo lo que queramos hasta el final de nuestros días.

—…No suena mal.

Parecía que en pocos días se me había pegado esa actitud altiva. Respondí distraídamente, con un tono desinteresado. El rostro del hombre, que hasta ese momento había sonreído felizmente al hablar de nuestro futuro, se tensó de nuevo.

—Claro que los nobles no trabajan, pero si hay algo que quieras hacer, lo que sea, yo te ayudaré. Solo que… en ese caso, prométeme que no me… dejarás…

—Pero es que no tengo nada que quiera hacer.

El hombre hizo una mueca de amargura y me acarició la frente. Era un hábito que le salía cada vez que se daba cuenta de que me había lastimado la cabeza y había cambiado.

—¿La yo de antes tenía algo que quisiera hacer?

—Tú querías ser doctora.

Entiendo por qué se sentía amargado. Habiendo perdido no solo la memoria y la personalidad, sino también mi capacidad intelectual, ya no podría ser médica.

—Así era, ¿eh?

Debería sentir la misma pena que él, pero yo no sentía nada de eso. Porque ese no era mi sueño ahora, sino el sueño de una extraña que no era yo.
En este momento, solo quería sobrevivir sin preocupaciones. Un sueño ambicioso como el de ser médica es un lujo para quien tiene asegurado el mañana.

—¿Cuál era tu sueño?

El hombre dijo que sus sueños pasados ya no importaban y me habló de su sueño actual.

—Quiero envejecer contigo.

Dijo que su sueño era vivir felizmente conmigo toda la vida hasta exhalar su último aliento en paz. Nada más escucharlo, decidí que su sueño sería mi sueño.

—Cuando volvamos a casa, prometo que te haré inmensamente feliz. Lo prometo.

Este hombre me prometía una y otra vez que me haría feliz una vez que terminara este arduo viaje, pero, sinceramente, yo nunca había sentido infelicidad en las dificultades actuales.

Aunque dormíamos en lugares ásperos, comíamos solo cosas simples y vivíamos huyendo, caminábamos todo el día con el hombre que amaba. Durante el día, él me regalaba flores con su significado, por la noche, veíamos las estrellas y me dormía escuchando su suave voz contar historias de constelaciones. Por eso, en realidad, yo era absurdamente feliz ahora mismo.

Si la yo de ahora podía encontrar la felicidad incluso en medio de un peligro mortal, ¿por qué la yo del pasado, que vivía una vida lujosa con el mañana asegurado, no había sido feliz?

—En verano, las glicinas florecen por completo junto al estanque, y si te paras debajo, se siente como si lloviera púrpura. A ti también te encantaba cuando eras niña…

Quise preguntarle por qué la yo del pasado no había sido feliz, pero al escuchar su voz arrulladora, el sueño me invadió y no pude hacerlo.

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Hoy almorzamos dos conservas que encontramos al rebuscar en una granja abandonada y las galletas que teníamos. Quizás por el calor, la comida no me entraba bien. El hombre también, extrañamente, apenas comió hoy.

—Voy a rellenar la cantimplora.

—Un momento.

Detuve al hombre que se dirigía al pozo, listo para reanudar el camino.

—¿Qué te parece si echas una siesta de una o dos horas antes de seguir?

—¿Estás cansada? Entonces…

—No, tú eres el que está cansado, no yo.

Yo había dormido más de lo habitual, porque este hombre no me había despertado. Por eso, él no había dormido nada.

—Yo me pasé la noche entera deleitándome con tu rostro, así que mi cansancio desapareció por completo.

—¿Qué dije que haría si volvías a mentir? ¿Quieres que nos divorciemos?

—¿Por qué crees que es una mentira? ¡Qué injusto!

Fingí no estar cansada con una sonrisa persistente, pero a mis ojos, hasta esa sonrisa se veía demacrada.

—Toma una siesta ahora. Yo te despertaré.

—Estoy bien.

Le di golpecitos en mi muslo, invitándolo a recostarse y dormir, pero el hombre… ¡se negó!

—Déjate de eso y sube a mi espalda.

Por el contrario, tan pronto como reanudamos el camino, observó atentamente mi forma de andar y me ofreció su espalda para cargarme. Era porque me habían salido ampollas en los pies, ya que no había caminado mucho últimamente y de repente lo hice todo el día.

Me habían salido desde el primer día, pero se lo había estado ocultando a este hombre. Hasta que esta mañana, al lavarme los pies en el arroyo, lo descubrió.

—Te debió doler al caminar, ¿por qué no lo dijiste?

Pues porque solo sería una cosa más por la que te sentirías culpable.

De por sí, este hombre se sentía tan avergonzado cada vez que me veía que ni siquiera podía besarme con la confianza de siempre. El que realmente me hirió probablemente no se arrepentiría ni en el infierno, pero el hombre que no me hirió se estaba volviendo loco de remordimiento.

Como queriendo expiar de alguna manera, me ofreció llevarme en su espalda durante varios días. Aunque a veces lo aceptaba para que pudiera aliviar un poco la carga en su corazón, pues sentía que si no me cargaba, no podría liberarse de esa carga emocional, que un hombre que no había dormido nada me cargara también ponía una carga en mi propio corazón.

—Está bien.

—No seas terca, Dayna.

—¿Quién es el terco aquí? En lugar de eso, ¿por qué no hacemos un trato?

—¿Un trato?