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Rezo, para que me olvides - Capítulo 114

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  4. Capítulo 114
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Me pareció escuchar un rumor, resultó que, aunque su familia no tiene título, ¡él sí tiene el título de caballero! Al parecer, Su Majestad el Rey se lo concedió, junto con una medalla, por sus méritos en la guerra.

 

—Guau…… Entonces, ¿ahora debería llamarle ‘Su Señoría’?

—No, solo llámame por mi nombre.

 

Yo sabía perfectamente por qué decía eso… No, como lo sabía demasiado bien, no lo llamé por su nombre y cambié de tema.

 

—O sea, es caballero, pero no es princesa…….

—No, no lo es.

 

Su respuesta fue tan clara que por un momento me sentí un poco molesta, pero fue solo un instante……..

 

—Porque tú eres mi reina.

 

Con esas palabras, la máscara de princesa altiva que llevaba puesta se resquebrajó y solté una carcajada.

 

—¿Por qué te ríes? Lo digo en serio.

 

El hombre dejó de caminar, se detuvo frente a mí y se arrodilló. Y, como un caballero frente a su reina, besó mi mano con reverencia.

La reverencia no duró mucho. Como no lo aparté, sus labios se deslizaron hacia mi muñeca y luego subieron por la parte interior de mi brazo. Esos labios calientes y suaves jugueteaban con mi piel, no solo sentí cosquillas en el brazo, sino también entre mis piernas.

 

—Dayna…….

 

De repente, me abrazó con fuerza, pero no lo aparté. Como no me había dejado abrazarlo en los últimos días, el hombre, con voz llena de emoción, murmuró mi nombre y hundió su rostro en mi cuello, frotándose como un cachorrito.

‘¡Ay…!’

Era tan alto que, incluso arrodillado, su cabeza llegaba a mi pecho. Me sobresalté cuando mi pecho se aplastó bajo el peso de su cabeza. No era el momento para esto y estaba aguantando, pero si seguía así, podría hacer algo inapropiado. Con gran esfuerzo, lo aparté.

 

—E-es una falta de respeto llamar a su señor por su nombre.

 

El hombre, escuchando mi torpe actuación de reina, rio con la nariz hundida en el escote de mi blusa. Como hacía mucho calor, solo llevaba una blusa fina sobre el corsé, por lo que su aliento caía directamente sobre mi delicada piel. Me retorcí por las cosquillas, y solo entonces el hombre me soltó y se puso de pie.

Antes de que descubriera mi cara, que estaba tan roja como una cereza, me bajé más el sombrero y quise pasar de largo, pero él me tomó suavemente las mejillas con ambas manos y bajó la cabeza. Iba a besarme.

‘Eso ni hablar.’

Giré la cabeza bruscamente, y el hombre, que aún era cuidadoso al tocar mi rostro, se sorprendió y retiró las manos. Aproveché la oportunidad para escapar y caminé sin mirar atrás. Él me siguió como un perrito, hablando más de lo que solía, lo cual era inusual para un hombre de pocas palabras.

 

—La familia Ackroyd tiene una mansión en el campo. Aunque no lo recuerdes, a ti te encantaba. Decías que querías vivir allí para siempre……. La mansión debe seguir igual, seguro que te gustará cuando la veas de nuevo. Ahora podrás vivir allí para siempre, como deseabas. Cuando volvamos a casa, primero……..

 

Parecía que hacía esto por miedo a que yo volviera a guardar silencio.

 

—Primero la boda.

—¿La boda? ¿Para qué?

 

¿Estaría haciendo esto por la inseguridad de que yo lo abandonara?

 

—Como tú no lo recuerdas, la haremos de nuevo.

—No hay necesidad de eso.

 

Aunque yo también quería hacerla de nuevo, fingí desinterés y actué de manera altanera.

 

—Yo lo necesito. Lo deseo tanto que tiene que ser así.

 

Parecía que nuestra primera boda, como me había dicho hace unos días, solo le había dejado recuerdos dolorosos.

 

—Una boda es algo que solo ocurre una vez en la vida, tú mereces tener la boda más grandiosa del reino y ser celebrada, pero me sigue doliendo el corazón que te hayas casado de forma tan humilde.

—En ese momento no había otra opción, ¿verdad?

—Pero ahora no es así. Cuando volvamos a casa, llamaré al mejor sastre del reino para que te haga un vestido de novia nuevo. Los anillos también serán nuevos, que simbolicen solo felicidad y longevidad. El día de la boda, llamaremos a un fotógrafo y a una orquesta…….

 

Una boda suele ser el sueño de la mujer, no del hombre. Los hombres suelen ser indiferentes y las mujeres se emocionan, pero este hombre estaba más emocionado que yo y planeaba nuestra boda.

 

—La capilla y el salón de banquetes los decoraremos con tus flores favoritas…….

 

Mientras decía eso, recogió tréboles rojos y blancos que crecían al borde del camino y los puso en mi sombrero.

 

—Mucha música y comida… Ah, claro, también habrá mucho de tu bebida favorita. En ese momento no tendrás que ser cuidadosa con lo que dices, así que no te diré que dejes de beber.

 

Al escuchar eso, volví a fallar en mi intento de ser altiva y solté una carcajada.

 

—También bailaremos tu baile favorito toda la noche…….

 

Al verme reír, el hombre pareció cobrar valor y volvió a tomar mi mano. Inmediatamente, levantó mi mano y me hizo dar una vuelta en medio del camino rural, como si fuera un salón de baile.

 

—Pero……

 

Pregunté, fingiendo bailar a regañadientes con él.

 

—Entonces, ¿no soy Dayna Loveridge, sino la señora Ackroyd?

 

La mano que me hacía girar se detuvo un instante.

 

—¿Por qué? ¿Me equivoqué, ¡ay!

 

Mientras yo, de espaldas a él, me detuve y estaba a punto de girarme, el hombre me abrazó por detrás con fuerza. Sorprendida por el ataque y desprevenida, una ráfaga de besos cayó sobre mi mejilla derecha.

 

—Señora Ackroyd… Señora Killian Ackroyd……

 

El hombre saboreaba mi título, repitiéndolo. Era un título obvio, pero era un misterio por qué estaba tan emocionado. En cualquier caso, no había sacado este tema para recibir un beso sorpresa.

 

—Pero, ¿por qué dijiste Loveridge cuando te pedí que dijeras mi nombre?

 

¿No fue por eso que yo había malinterpretado innecesariamente que no estábamos casados?

 

—Solo…….

—¿Solo?

—Me gusta tu nombre.

 

¿Le gustaba mi apellido de soltera, Loveridge, que no tenía nada que ver con él, cuando se sentía tan feliz de que yo dijera «Señora Ackroyd»? No lo entendía, así que él me explicó la razón.

 

—Tu nombre tiene amor.

 

Y en los ojos del hombre que me miraba en ese instante, también había amor. Tal vez por eso yo no dejaba de evitar su mirada. Porque en el momento en que me encontrara con esos ojos llenos de amor, la máscara que había mantenido con tanto esfuerzo durante días se derrumbaría por completo.

Me giré bruscamente, y tan pronto como estuve frente a él, le agarré las mejillas y lo acerqué. Él se dejó llevar con gusto, y justo cuando estaba a punto de morder mis labios, se escuchó un…

 

—¿…Eh?

 

Sentí una vibración rítmica bajo mis pies. El hombre también la sintió, porque se detuvo antes de besarme y entrecerró los ojos. Al agudizar el oído, un ruido ominoso comenzó a escucharse débilmente. Era el sonido de un motor.

‘Es un camión’.

Era imposible que algún residente de este lugar tan rural tuviera un coche. Era el ejército. El hombre giró la cabeza bruscamente hacia atrás y luego me agarró la mano con urgencia. Mientras me arrastraba hacia la orilla del camino, vi una nube de polvo levantarse al final del sendero.

Fui arrastrada por el hombre, casi cargada, y me deslicé por la pendiente al lado del camino. La canasta que llevaba en la mano se agitó con fuerza, y las cerezas que serían nuestra cena cayeron una tras otra, rodando por la pendiente. Aunque me dolía, no había tiempo para recogerlas. El sonido del motor y los cánticos de los soldados se hacían cada vez más fuertes.

 

—Por aquí.

 

Nos escondimos detrás de unos arbustos bajos y arreglamos nuestro equipaje y ropa para que no se vieran. Inmediatamente después, nos agachamos y contuvimos la respiración.

‘Por favor, que no se detengan y sigan de largo…’

Mi corazón ya latía tan fuerte que apenas podía escuchar. Agudicé el oído hacia el camión que se acercaba y esperé a que el ejército pasara.

 

—¡La tierra lejana donde yo deambulo será tu hogar! ¡Dondequiera que respires, ese será mi hogar!

 

Sobre nuestras cabezas, una letra familiar resonó con fuerza desde el camión que pasaba.

‘¿Eh? Esa letra es…..…’

¡Eran las palabras que este hombre había escrito! El autor también pareció reconocerlas, porque puso una expresión de perplejidad tan grande como la mía.

‘¿Por qué están cantando el poema del enemigo como una canción militar?’

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

 

Estuvimos un poco desconcertados por un momento, pero el día transcurrió sin mayores incidentes ni peligros.

Al atardecer, la preocupación de dónde pasaríamos la noche volvió a surgir.

 

—No hay ningún lugar decente para dormir.

 

Eso dijimos mientras pasábamos por delante de dos granjas de las que salía humo de las chimeneas. No es que no tuviéramos dinero para quedarnos en una posada o pasar una noche en una granja, pero incluso en el campo, era peligroso ser vistos, así que teníamos que buscar un lugar incómodo en lugar de uno confortable.

Si hubiera habido algún edificio abandonado, nos habríamos refugiado allí de la humedad de la noche, pero hoy no tuvimos tanta suerte. Al final, decidimos acampar junto a un arroyo en el bosque, lejos de las casas, pero no demasiado profundo.

Recogimos leña y encendimos una pequeña fogata que no se viera desde lejos, pero que nos diera suficiente luz. Para la cena, comimos las cerezas que habíamos recogido durante el día y unas galletas que traíamos en la mochila. Después de eso, lo único que me quedaba por hacer era dormir.

Esto también era muy importante. Tenía que dormirme temprano, ya que debíamos partir tan pronto como amaneciera. Y yo, más que nadie. El hombre montaría guardia mientras yo dormía. Solo cuando yo me levantara, él podría descansar un par de horas hasta el amanecer. Por eso, yo tenía que acostarme y levantarme aún más temprano.

 

—¿Por qué no vas a dormir en la tienda y te quedas aquí…….?

 

No entré en la tienda que el hombre había montado con sábanas y ramas, sino que extendí una manta gruesa a su lado.

 

—Tengo calor.

 

Mi excusa debió quedar al descubierto en el momento en que apoyé la cabeza en su muslo. Quizás por eso, el hombre no volvió a insistir en que fuera a la tienda a dormir.

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