Rezo, para que me olvides - Capítulo 111

—Ay…..

Estaba fingiendo llorar, sin saber qué hacer, cuando el hombre apoyó un brazo en el umbral y suspiró. ¿Qué estará pensando hacer?

—Ey, ¿llevas poco tiempo aquí? ¿Por qué necesita un permiso de paso la esposa del Capitán?

—Así es, pero aun así, debería habernos avisado con antelación y todavía no hemos recibido nada.

Parecía que, aunque no necesitara un permiso, no podía entrar y salir en cualquier momento.

—Vaya… ¿Se le habrá olvidado otra vez a ese muchacho?

El hombre intentó salir de la crisis de forma natural, insinuando que un subordinado suyo había omitido la orden, pero el centinela no era un obstáculo fácil.

—Pronto llegará. Si no recibimos la llamada cuando yo regrese, será culpa de mi subordinado. Así que abre.

—Es que… Teniente, lo siento mucho, pero solo podemos dejar pasar a quienes están en la lista y recibimos aviso previo. Si la orden se dio hace poco, debería esperar un momento a que llegue la llamada o…….

—¿Me está diciendo que la esposa del Capitán tiene que esperar en medio de la carretera una llamada que no se sabe cuándo llegará? ¿A una persona cuya madre está gravemente enferma y cada segundo es valioso? Ey, cabo. Parece que no sabes cuáles son tus prioridades.

—Lo-lo siento, señor.

El hombre regañó al centinela como si fuera un oficial militar de alto rango, el soldado, desconcertado y sin saber qué hacer, empezó a retroceder. Sin embargo, en lugar de ir a la barricada, se dirigió al puesto de guardia.

—Entonces llamaré a la comandancia.

Si lo hace, estamos muertos.

—Cabo, ¿Cuál es su nombre?

Presa del pánico, dejé de fingir llorar y de repente llamé al soldado.

—Armin Vogel, señora.

—Cabo Vogel, ¿acaso usted no tiene madre?

Puse fuerza en mi voz como si fuera un general y afilé mi tono como si fuera la esposa del Capitán.

—…Por supuesto que sí, señora.

—¿Un hombre con madre actúa con tanta insensibilidad? ¿Acaso no le importa que la madre de otra persona muera sin ver el rostro de su hijo?

—E-eso no es…….

—Si por su demora pierdo el último aliento de mi madre, lo haré responsable de su crimen.

Señora Hildebrandt era en general racional, pero a veces no podía controlar sus emociones cuando las cosas no salían como quería. Así que, el hecho de que yo estuviera siendo ahora mismo tan sensible y arrogante, no parecería completamente diferente a ella.

Pero, por más que la interpretara a la perfección, ese tipo no conocía a la señora Hildebrandt, así que ¿no sería un esfuerzo inútil? Al pensarlo, todo se volvió aún más oscuro.

‘De todos modos, por favor, por favor, créelo.’

Aunque en el pasado no lo fuera, ahora no tengo talento para estas cosas, y hacer algo que no estaba planeado hace que mi corazón se encoja. Quería huir de inmediato, pero tenía que soportarlo. Imaginé las balas volando hacia mi espalda mientras huía, hablé sin pensar, como si estuviera siendo perseguida.

—No, no hay necesidad de esperar tanto. Goetz, abre esta puerta de inmediato. También necesito usar el teléfono. Tendré que decirle a mi esposo que Cabo Armin Vogel se atrevió a detenerme.

Debía regañar al soldado con dignidad, pero mi voz temblaba cada vez más débilmente. La mano que sostenía el pañuelo también temblaba más que antes. El cabo seguramente lo notaría.

El soldado me miraba fijamente con ojos de gran asombro, pero tan pronto como escuchó la palabra «mi esposo», su rostro palideció. Por favor, que a los ojos de ese tipo no parezca que estoy asustada, sino que estoy temblando de ira.

—Snif, madre…….

Una vez que empecé a actuar como alguien arrastrado por una corriente de emociones, me cubrí el rostro con ambas manos y rompí a llorar ruidosamente.

—Snif, snif……

Quizás me entregué irresponsablemente a la corriente de emociones que me arremolinaban por dentro, con la excusa de actuar. Porque en ese momento, realmente quería llorar.

Tengo miedo.

Un día, de repente me desperté y sentí como si hubiera amanecido en un país enemigo. Hasta esta mañana, todo lo que me era familiar se había vuelto extraño, y todo lo que era inofensivo se había vuelto peligroso.

‘¿Por qué me está pasando esto a mí?’

Si muero aquí ahora, nunca sabré la razón por la que morí. Y no es lo único que no sé. No conozco ni el nombre del hombre que amo, de mí misma solo conozco mi nombre. Si muero sin conocerme a mí misma en absoluto, ¿no sería lo mismo que cargar con la culpa de otra persona y pagar el precio de su pecado?

—Snif…….

Me sentía tan injusta y afligida por eso que no podía dejar de llorar. Por otro lado, incluso en medio de todo eso, la razón que me quedaba en un rincón de mi mente seguía preocupándose y calculando, consciente del incómodo silencio.

‘¿Qué hago ahora?’

Hay dos centinelas. ¿Realmente tengo que fingir que llamo, ir al puesto de guardia, matar a los soldados y escapar? Para eso, tendría que hablar primero con ese hombre, pero ¿cómo…?

—………Le pido disculpas por mi falta de consideración, señora. Puede pasar.

En el momento en que el permiso solemne cayó sin previo aviso, me sorprendí y por poco dejé de llorar. Afortunadamente, el cabo se dirigió directamente a la barricada y no me estaba mirando.

El obstáculo que bloqueaba la carretera fue retirado, y el hueco se abrió lentamente. Mi camino hacia la salvación se abría. Lo observé y volví a romper a llorar, pero con un significado diferente al de antes.

Tan pronto como hubo suficiente espacio para pasar, el auto comenzó a moverse. Detrás de la máscara, mis labios dibujaban una sonrisa de euforia. Sin que lo supieran, este instante, mientras pasábamos entre los centinelas que nos saludaban solemnemente, quedaría en mi memoria como el momento en que el tiempo transcurrió más lentamente en toda mi vida.

Nadie cambió de opinión para detenernos, y así el auto salió a salvo de la barricada. Dentro del coche, que se alejaba sin problemas por el camino hacia la salvación, luché contra el estúpido impulso de mirar hacia atrás, al valle de la muerte. Temía que en el momento en que mirara, ellos se dieran cuenta de que era una impostora y me llovieran balas.

El camino, bordeado por altos abetos como una barrera, se curvó bruscamente. Solo cuando estuve completamente fuera de peligro, inhalé el aire que había contenido.

—Snif…

Con la exhalación, el llanto que había contenido por un momento estalló. Pensé que reiría al escapar de este valle de la muerte, pero no pude contener las lágrimas más que en los momentos previos a la muerte.

—Dayna…….

El hombre me llamó mientras yo derramaba mi tristeza. Su voz también estaba teñida de emoción, aunque había estado mirando la oscura carretera con ojos fríos y secos, por lo que pensé que no le afectaba.

—Lo siento.

El hombre repetía una y otra vez lo mucho que lo sentía, con una voz ronca y frágil, al borde de romperse. No me consoló mucho. Toda la ira que no sabía a dónde dirigir, solo se dirigía hacia él.

El auto, que seguía avanzando sin detenerse, se detuvo en medio de un bosque desconocido. El hombre bajó del asiento del conductor, abrió la puerta trasera del auto y me tendió la mano.

Pensé que había detenido el auto porque ese era nuestro plan: huir lo más lejos posible, y cuando el tanque de combustible estuviera medio vacío, cambiarnos de ropa en un lugar desierto, abandonar el auto cerca de la estación de tren más cercana y tomar un tren hacia el norte.

Así que, aún sollozando, tomé su mano sin protestar y bajé, él me atrajo hacia él. En ese instante, la ira me subió a la cabeza y, no contenta con empujarlo del pecho, lo golpeé salvajemente con los puños.

—¡Por qué! ¡Dime por qué!

Mis preguntas fueron ahogadas por el llanto y no pude continuar. El hombre intentó abrazarme de nuevo, pero después de que lo empujé una vez más, no volvió a tocarme. Se quedó allí, parado, recibiendo mis golpes.

La expresión de su rostro, iluminada por los faros, parecía decir que si lo mataba en ese momento, se sentiría aliviado. Por eso, cuanto más lo lastimaba, más se me oprimía el corazón. Finalmente, desistí de ese acto patético en el que nadie se sentía aliviado y todos estaban molestos, y dejé caer mis manos.

—Dime. ¿Por qué me lo ocultaste?

—No quería causarte dolor.

—¿Y este es el resultado de intentar que no me doliera?

Le reproché, señalando mi rostro que seguramente estaba pálido y manchado de lágrimas. Quise decir que al final sí había sufrido, pero él solo miró su lado izquierdo de la cara, hinchado y con moretones, y volvió a poner esa mirada de querer morir.

—Lo siento. Fue mi culpa no haberlo matado antes. Lo lamento de verdad. Por mi estúpida creencia……

—¡No estoy culpando a eso! ¡Si de todos modos me iba a enterar, debiste habérmelo dicho tú! ¡No un enemigo!

El hombre solo me miró con tristeza, sin ninguna excusa.

—¿Acaso… pensaste en no decírmelo nunca?