Registro de Campus - 4
¿Qué demonios estás diciendo de golpe?
Antes de que pudiera repreguntar, Ryu Eun-seok bajó la voz y añadió:
—¿Fuiste tú el que regó el rumor de que mi familia está arruinada?
Pero todos los estudiantes que ya habían aguzado el oído lo habían escuchado perfectamente. A juzgar por los murmullos de sorpresa, era el propio afectado quien, más bien, estaba esparciendo el rumor.
—No.
La respuesta salió con calma. No tenía nada que ocultar, así que no había razón para estar nerviosa. Me volví a poner las gafas y miré directamente a Ryu Eun-seok.
—¿Entonces por qué todos los demás lo saben?
Ryu Eun-seok, que escupió la pregunta como si la masticara entre dientes, pareció darse cuenta recién de la presencia de los estudiantes que nos estaban prestando atención.
—Sal.
Señaló la puerta con la barbilla. Pero yo no quería seguirlo.
—La clase está por empezar, ¿no?
—Hablemos afuera.
—Yo no fui.
No pude ocultar la frustración en mi voz. Él, que de por sí ya atraía miradas, estaba enojado, haciendo que yo también recibiera la atención. Sentía picazón en cada parte donde se posaban sus ojos.
—Te lo dije. No hay dónde hablar.
Era el mismo tipo que hizo esa llamada sin fijarse bien en su alrededor, así que era obvio que lo habían vuelto a escuchar hablando por teléfono en algún otro lugar. Supongo que alguien que escuchó a escondidas, a diferencia de mí, mandó la lealtad a paseo.
—¿Cómo puedo creerte? ¿Puedes probarlo?
Vino a buscarme a la dirección equivocada y luego me reclamaba por qué no le daba la respuesta que quería. No había nada que decir.
—Si no me crees, el único que pierde eres tú.
Ante mi respuesta fría, la expresión de Ryu Eun-seok se quedó atónita. Su boca se abrió a medias, cerrándose y abriéndose de nuevo, como si estuviera perplejo. Aun así, no relajó la fuerza en sus ojos rectos.
Esas esquinas de sus ojos estaban tan rojas de tanto llorar…
Al recordar ese rostro, sentí lástima por el chico que me había puesto en una situación incómoda.
¿Será este el efecto de un rostro atractivo? Una sensación de pena se apoderó de mí lentamente. Por eso a los que son guapos se les hace más fácil vivir en este mundo, me parece.
Sin nada más que decir, Ryu Eun-seok se dio la vuelta bruscamente. Viéndolo salir del aula sin siquiera deshacer su bolso, parecía que iba a saltarse la clase.
No era asunto mío. Yo nunca le conté a nadie lo que pasó ese día y no le mentí a Ryu Eun-seok.
Soy inocente. Así que no tengo que preocuparme. Lo que queda es algo que Ryu Eun-seok debe manejar por su cuenta.
No importaba si el aula zumbaba o no, forcé mis ojos a fijarse en la tableta. Justo entonces, alguien me dio un codazo en la espalda. Era uno de los senpai que estaban hablando tonterías sobre mí a mis espaldas. El chico llevaba mucho gel en el pelo y una sudadera con capucha que no pegaba con su cara de viejo.
—¿Es verdad?
La pregunta llegó de repente, sin siquiera un saludo. No sé por qué todos son tan maleducados. El chico se moría por satisfacer su curiosidad y se había olvidado de las buenas maneras.
—¿Perdón?
—Si es verdad que la familia de Ryu Eun-seok está en la ruina.
En sus ojos brillantes al preguntar, no se vislumbraba ni un solo intento de entender el sentimiento angustiado de su hoobae.
Ves. Ryu Eun-seok tenía que presenciar esto. Si lo hubiera hecho, se daría cuenta de lo cortés que fui ese día.
—¿Y yo cómo voy a saber eso?
A pesar de ser malentendida, yo mantuve el secreto. El hombre debería haber fruncido el ceño ante la respuesta insolente de su hoobae, pero me miró fijamente como si tuviera más cosas que decir. Dejé al senpai, que se veía algo aturdido, mi mirada regresó a la tableta.
Sin embargo, mi concentración se había volado como las semillas de un diente de león, el sollozo de la semana pasada y el rostro aturdido que acababa de presenciar invadieron mi mente.
—Ay, mierda.
La compasión innecesaria solo complica la vida. La pérdida de control de Ryu Eun-seok no era mi culpa. Yo no había hecho nada malo.
Pero…
Era necesario corregir la equivocación de Ryu Eun-seok. En un momento en que no tenía ni un amigo que lo defendiera, no podía ser la única ‘chica mala’. Ya había recibido suficiente insultos de gente como Kim Do-wan.
Dijo que me perdonaba hasta tres ausencias. Esquivé al profesor que justo entraba al aula y salí corriendo por la puerta opuesta.
Alcanzar a Ryu Eun-seok no fue difícil.
El chico que había cruzado el pasillo desierto estaba mirando fijamente al vacío junto a la puerta trasera del edificio de Administración de Empresas. No estaba contemplando la hermosa escena del banco de glicinas con sus racimos de flores malva.
Me acerqué a Ryu Eun-seok y, sin saludar, le extendí sin más el celular que tenía en la mano.
—Mira.
La mirada de Ryu Eun-seok tardó un momento en reaccionar. Sus ojos desenfocados bajaron de mí al teléfono.
La pantalla mostraba una fila de chats de KakaoTalk. La conversación trivial con mi familia estaba arriba, seguida por el chat grupal de la Facultad de Administración de Empresas y luego anuncios de bancos y centros comerciales.
—No le dije nada a nadie.
No había ni una sola conversación privada con nadie.
Ryu Eun-seok tomó mi celular y deslizó el pulgar hacia arriba y abajo. Entré a cada chat para que pudiera ver claramente que yo no había dicho ninguna tontería.
—También te muestro la lista de llamadas.
Esta vez, presioné el ícono del teléfono, revelando un historial de llamadas lleno de amor familiar.
[9 de mayo 8:52 a.m. Mamá
8 de mayo 9:02 a.m. Papá
8 de mayo 8:49 a.m. Mamá
7 de mayo 2:18 p.m. Profesor Lee Jeong-hak
7 de mayo 11:01 a.m. Oficina de la Facultad de Administración
7 de mayo 9:30 a.m. Mamá]
Ryu Eun-seok, que estuvo revisando con expresión seria con quién había hablado, regresó a la pantalla principal.
—¿Y el Insta?
Ah, eso es un poco incómodo. Un estudiante universitario que administra una cuenta privada sin seguidores ni seguidos. Eso me parecía demasiado turbio incluso a mí.
Pero ya que me había saltado la clase para salir, tenía que hacer todo lo que pudiera, ¿no? Le mostré mi cuenta, que solo existía como una identificación, sin dudar.
—Solo la creé porque era un fastidio buscar lugares de comida rica. No suelo usar estas cosas.
Fue la primera mentira que solté frente a Ryu Eun-seok. Después de todo, no podía decirle que, en realidad, la había creado por curiosidad de ver lo presumido que era.
—Nunca he roto la promesa que te hice.
Ryu Eun-seok me devolvió el teléfono, quizás al juzgar que no había más que reprochar. Mi mundo móvil estaba tan vacío que resultaba transparente, dejando sin efecto que él hubiera venido a reclamarme.
—Podrías haber borrado todos los registros comprometedores antes de venir aquí.
Quizás Ryu Eun-seok se jactaba de haber tocado un punto sensible.
—Y no tiene por qué ser por teléfono, podrías haberlo contado en persona.
Pero la imaginación de Ryu Eun-seok era demasiado pobre. No tenía ni idea de que el acto de ‘reunirse con alguien y parlotear’ ni siquiera existía para mí. Era una diferencia fundamental desde el nacimiento, convencerlo de ello tomaría toda una vida.
—Ya te dije que si no me crees, el único que pierde eres tú.
Así que mi respuesta fue la misma.
—Averigua en otro lado, no conmigo.
Me di la vuelta sin arrepentimientos. Desde la perspectiva de alguien que no había hecho nada, ya había hecho todo lo posible. Si Ryu Eun-seok quería enojarse, tendría que encontrar él mismo la prueba de que yo anduve regando el chisme a diestra y siniestra.
—¡Oye!
Ignoré la llamada de Ryu Eun-seok y seguí de largo. Ya que era mejor llegar tarde que ausentarme, pensaba volver al aula.
—Hong Sang-hee.
Ryu Eun-seok finalmente me alcanzó y se interpuso en mi camino.
—De verdad que no fuiste tú, ¿verdad?
No sé cuántas veces hemos repetido esta pregunta y respuesta. ¿Se dio cuenta de la impaciencia que afloraba en mi rostro? Ryu Eun-seok se apresuró a añadir:
—Te creo.
Eso fue una sorpresa. Pensé que me insistiría con persistencia, pero Ryu Eun-seok mostró señales de ceder con inesperada facilidad.
—Solo espero que no sea mentira.
—Ya te dije que no es mentira.
Estaba empezando a cansarme. En una conversación tan larga y de uno a uno como esta, había tantas cosas a las que prestar atención que me agotaba fácilmente. La expresión, los gestos, la dirección de la mirada, el tono de voz del otro; estaba sensiblemente atenta a todo.
Era mucho más fácil hacer una presentación con un contenido fijo frente a cien estudiantes.
—Tú, de verdad…
Observé de cerca si la esquina de los ojos de Ryu Eun-seok se ponía roja. Esto se debía a que sentía un matiz húmedo en su voz entrecortada. Parece que el recuerdo de cuando sollozó la vez anterior permanecía vívido.
—De verdad…
El chico repitió la misma palabra como un robot descompuesto.
—Si es mentira, te voy a demandar.
La amenaza que finalmente salió fue de lo más ridícula. Era más infantil que cuando un niño de primaria dice: ‘Le voy a decir a mi mamá’.
—Te voy a demandar por difamación de la reputación por divulgación de hechos.
Quizás él mismo no pensó que era una actitud madura, ya que los labios de Ryu Eun-seok se cerraron de inmediato en una línea recta.
Aun así, que dijera ‘divulgación de hechos’ y no ‘hechos falsos’, parecía indicar que le quedaba al menos un poco de conciencia.
—Haz lo que quieras.
Ahora sí que quería volver a clase. Me ladeé para esquivar a Ryu Eun-seok, que me bloqueaba el paso. Me alejé de él para que ni un pelo nos rozara, pero sentí una mirada que me seguía fijamente.
Me di cuenta de mi forma de caminar y seguí dando pasos, pero no pude contener la curiosidad y eché un vistazo hacia atrás. Tal como esperaba, Ryu Eun-seok me estaba mirando fijamente.
Seguía de pie en el mismo lugar, inmóvil, sin ganas de entrar a clase. Parecía que, rodeado de sospechas por todas partes, no sabía por dónde empezar ni qué hacer, se había quedado de brazos cruzados.
Era justo como un niño que ha perdido a su madre en un parque de diversiones.
De alguna manera, esa imagen me pareció… un poco lamentable.
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