Summary
Princesa Hee-nyeong del Imperio Yeon lo pierde todo y cae en desgracia el día en que su tío, Príncipe Ik Wi-pyeong, lleva a cabo un golpe de Estado. Despojada de su estatus de princesa y convertida de la noche a la mañana en una plebeya, es sacada por Wi-pyeong, quien ahora es el Emperador, obligada a vivir de nuevo en el palacio como su concubina. Habiendo perdido a todos sus seres queridos y su estatus como princesa, ella comienza a marchitarse lentamente bajo la obsesión y el afecto del Emperador, su antiguo tío…
—Creo que lo he repetido varias veces……
Hee-nyeong levantó la mirada con el rostro húmedo. El Emperador tenía una expresión serena. El hombre que le besaba las lágrimas acercó sus labios a su oído. Mordió ligeramente el lóbulo de su oreja con los dientes y luego susurró con el mismo tono que antes:
—La consorte no debe salir del palacio Yangmyeong.
—…….
—La consorte debe morir, incluso si tiene que hacerlo, en la cama dentro del palacio Yangmyeong, recibiendo mi simiente.
—……
—Porque la consorte ahora es mi mujer.
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—Para que nosotros pudiéramos vivir como marido y mujer, tu padre tuvo que morir. No. Él era alguien que iba a morir en algún momento. Ni siquiera era necesario que muriera a manos de este humilde servidor… ¿No lo sabías?
—……. No diga eso.
Hee-nyeong abrió los ojos desmesuradamente. Wi-pyeong sonrió ante la aflicción que se veía en sus pupilas.
—Su Majestad, Su Majestad…….
—Este lugar fue mío desde el principio.
—……
—Yo tenía que ser el Emperador.
Hee-nyeong lo fulminó con la mirada. El Emperador acarició suavemente el contorno de sus ojos. Era el tacto más amable y cariñoso. Finalmente, una voz más tierna que el propio toque la hizo añicos.
—Este humilde servidor no se arrepiente de nada.
De haber matado a tu padre. De haber masacrado a tu gente.
Wi-pyeong desdibujó su delgada sonrisa. Y luego, como clavando un puñal, declaró de una vez por todas:
—No me arrepiento de nada.
Destrozar a Hee-nyeong era muy fácil.