Mi deseo son dos camas separadas - Capítulo 148
—Ah. Es que… salí apresurado tras usted y casi tropiezo con la silla de alguien. Me disculpé y por eso llegué tarde.
Parecía avergonzado por el casi tropiezo —algo indigno para un capitán de la guardia—, pues evitaba su mirada mientras balbuceaba.
Ah, así que por eso se inclinó para disculparse.
Endymion, encontrándolo insustancial, se desperezó sin comentar nada.
—Regresemos.
—¡Sí, Alteza! Con permiso.
El capitán condujo su caballo con rapidez. Mientras cabalgaban juntos hacia el palacio, Endymion imaginó a Julia, que para ahora ya estaría durmiendo.
Y entonces lo decidió: dejaría de evitarla unilateralmente y tendría una conversación honesta con ella.
Como el muchacho le había sugerido con audacia:
—¿Y si le preguntas directamente? ‘¿Qué sientes por mí?’
—Si es alguien que amas y valoras, debes mostrarle tus sentimientos con sinceridad. Seguro que ella también lo desea.
Aún le faltaba valor. Temía que Julia se sintiera incómoda, o que lo rechazara diciendo: ‘Eres como mi familia, pero no puedo amarte así’.
Aun así, Julia era la única persona a la que amaba. ¿No debía ser honesto?
Si seguía así, solo lograrían distanciarse y crear una tensión insoportable. No quería eso.
Al recordar al muchacho —su rubio dorado como la miel, sus ojos violetas elegantes como violetas, la suave curva de sus párpados—, sintió, extrañamente, que todo terminaría bien.
Quizás era porque esas palabras venían de alguien que se parecía tanto a Julia.
Justo cuando Endymion empezaba a inclinarse por confesarle sus preocupaciones e inseguridades a Julia…
‘Un momento.’
Endymion ladeó la cabeza.
—Primero, deja de evitarla. Mírala a los ojos y habla con ella.
…¿Acaso había mencionado que estaba evitando a Julia?
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Como había imaginado, Julia ya estaba dormida.
Pero, por alguna razón, no lucía tan serena como de costumbre: su camisón estaba completamente arrugado y las cobijas revueltas, como si hubiera forcejeado con ellas.
‘En momentos como este, parece tan niña’
Endymion esbozó una sonrisa silenciosa en la penumbra y se inclinó sobre ella. Con cuidado, le acomodó las arrugas de la ropa y, al notar su cabello desordenado, lo levantó con suavidad para recolocarlo sobre la almohada.
‘Ah…’
Pero entonces, un leve suspiro escapó de sus labios.
¿Habría bebido demasiado? Percibió un tenue aroma a cerveza impregnado en las sábanas y, de inmediato, se apartó de Julia.
¿Aún me queda olor a alcohol…? Pero si ya me lavé.
Con movimientos precisos, arropó a Julia hasta el cuello y se retiró rápidamente hacia el baño.
Toc.
La puerta del dormitorio se cerró.
Y, unos segundos después, desde bajo las cobijas que Endymion había arreglado con tanto esmero, escapó un suspiro ahogado de alivio:
—Uf…
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—¿Y la reina?
—Está ocupada preparando el próximo evento social, así que se retiró temprano.
Cuando Endymion despertó, Julia ya no estaba a su lado.
Desde que ascendieron al trono, solían levantarse juntos. Por eso le sorprendió no haberse despertado cuando ella salió de la cama.
¿Será porque estuve dándole vueltas hasta quedarme dormido a cómo hablar con ella? ¿O incluso mientras dormía?
Resopló brevemente y envió un mensaje urgente al palacio de la reina: «Almuerza conmigo hoy».
Pero, para su sorpresa, la respuesta fue inesperada: «No podrá ser, no tengo tiempo».
—¿Qué diablos…?
Era la primera vez que Julia lo rechazaba.
Una inquietud repentina lo invadió. ¿Acaso se dio cuenta de que la he estado evitando? ¿Le he herido sin querer?
—Maldición…
Se llevó las manos a la frente.
Si esto sigue así, perderé hasta la última pizca de cariño que me tiene… ese afecto de infancia, de hermanos, de compañeros.
Solo pensar que Julia —la razón de su vida, su alegría— podía estar distanciándose de él, le oprimió la garganta como un nudo.
Al final, insistió: «¿Y la cena?». Pero esta vez, no hubo respuesta.
—Su Majestad no está en palacio. Salió hace una hora por un asunto urgente fuera del reino…
—Ha.
La situación se enredaba cada vez más.
Resignado, Endymion mató el tiempo sumergiéndose en trabajo trivial, esperando a Julia con nerviosismo. Tan pronto como supiera de su regreso, correría a su encuentro para explicarse y disculparse.
Pero Julia no apareció en toda la tarde. Decidió esperarla en el comedor, sentándose antes de la hora acordada. Incluso mandó preparar sus platillos favoritos… pero no hubo noticias de la reina.
‘No era yo quien la evitaba… era ella’
Ignorando la comida exquisita sobre la mesa, pidió una botella de vino.
Le ardía el remordimiento por esos dos días de distanciamiento. Un solo día sin verla, y ya no puedo soportar que me ignore sin explicaciones.
Justo cuando consideró salir a buscarla personalmente…
Click.
El sirviente entró empujando un carrito con la botella de vino. Endymion alzó la cabeza de golpe, esperando ver a Julia, y sus ojos se abrieron desmesuradamente al reconocer al joven.
—El vino que pidió, Su Majestad.
Era el mismo muchacho que el día anterior le había dado consejos en el comedor, ahora acercándose con una sonrisa cordial.
—¿Qué haces tú aquí?
—Ah, hoy es mi primer día como sirviente aprendiz. Ayer no supe reconocerlo, lo lamento profundamente, Su Alteza.
El joven inclinó la cabeza y colocó el vino sobre la mesa con elegancia. A pesar de su apariencia inocente, no parecía intimidado al tratar con el rey, mostrando una confianza inusual. ¿Era audacia o simple falta de miedo?
Endymion frunció el ceño, intrigado, pero al notar que el cielo se había oscurecido por la ventana, se levantó abruptamente. Beber mientras esperaba no era opción; debía ir a buscar a Julia él mismo.
En ese momento, el mayordomo principal abrió la puerta y anunció:
—Disculpe, Su Majestad. La reina ha enviado un mensaje diciendo que regresará por su cuenta y que no debe ir a buscarla.
—¿Qué?
—Y… también ha solicitado mi presencia para recibir órdenes. ¿Tendría permiso para retirarme?
Era evidente que Julia estaba furiosa. El siempre sereno mayordomo balbuceaba, inquieto, mirándolo con nerviosismo.
Sin opción, Endymion asintió y se dejó caer pesadamente en la silla.
—Jajá…
Con la mente revuelta, extendió la mano hacia la botella y llenó su copa hasta el borde, como si pretendiera ahogar sus pensamientos en alcohol. Pero, sorpresivamente, el joven sirviente le arrebató la copa con un movimiento rápido.
—¿Qué demonios…?
—Su Majestad, ¿ha reflexionado sobre el consejo que le di ayer? —preguntó el muchacho, sosteniendo la copa fuera de su alcance, con una sonrisa que rayaba en lo descarado.
Sus ojos violetas brillaron con curiosidad al preguntar.
Aunque su comportamiento era completamente inapropiado para un sirviente, Endymion no tenía el ánimo para reprocharle su insolencia.
Se masajeó las sienes y respondió:
—De nada sirve que intente hablar si ella me evita.
—Mmm… ¿La persona importante de la que me habló ayer es la reina, verdad?
El muchacho jugueteó con el borde de la copa.
—Antes parecía que Su Majestad era quien la evitaba, pero ahora es al revés, ¿no?
Sin pedir permiso, deslizó una silla junto a Endymion y se sentó. Otro acto de descaro, pero el rey estaba demasiado absorto ideando cómo apaciguar a Julia para regañarlo.
—No se preocupe tanto. Ahora que sabe lo que ella siente, podrá disculparse con sinceridad.
Mientras lo ‘consolaba’ con voz melosa, el joven aprovechó para beber un trago del vino de la copa de Endymion… y luego sirvió más directamente de la botella.
—Nunca había hecho esto antes —murmuró Endymion, el rostro tenso—. Si me evita así, debe ser grave. Quizá ni siquiera regrese esta noche.
—No exagere.
El rey hablaba casi para sí mismo, agitado, pero el muchacho, inexplicablemente despreocupado, siguió bebiendo su vino con calma, arrastrando la botella hacia su lado.
Finalmente, Endymion se levantó de un salto, decidido.
—¿Su Majestad? ¿Adónde va?
—A buscarla. Ve al capitán de la guardia y ordena que preparen—
—¿Ya se le pasó un poco el ataque de celos?
—¿Qué?
Endymion se detuvo en seco, con la mano aún agarrando el pomo de la puerta.
El tono informal del muchacho, esa pregunta cargada de significado…
Dudando de sus propios oídos, se volvió bruscamente y se encontró con aquellos ojos violeta que ahora lo miraban fijamente.
El joven sonrió con complicidad mientras se quitaba la pulsera que llevaba en la muñeca.
Y entonces.
¡Zas!
Su corto cabello dorado se alargó en una cascada sedosa. Sus facciones delicadas de efebo se afinaron aún más, su estructura ósea se estrechó y las curvas de su cuerpo se suavizaron hasta…
—Solo quería que entendieras lo desgarrador que es ser evitado sin explicaciones. Parece que funcionó….
—¡JULIA!
Allí estaba ella. Su Julia, revelándose ante él con una sonrisa pícara que derritió toda su angustia en un instante.
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