Mi deseo son dos camas separadas - Capítulo 146
—Dios mío. ¿Acaso te has bebido todo este alcohol tú solo? Sabes que casi no bebes…
—Eh, esto…
Endymion tragó saliva mientras buscaba rápidamente una excusa.
¿Qué podría decir para que su comportamiento frío y distante pasara desapercibido?
De repente, Julia apretó su brazo con fuerza, sus ojos brillando con determinación.
—Ahora entiendo por qué hablabas tan bruscamente antes.
Y entonces, Julia encontró la respuesta perfecta, una que Endymion jamás habría imaginado:
—¿Estás borracho?
—…¿Eh?
¿Yo… borracho?
Él era capaz de beber una caja entera de ese licor de frutas sin inmutarse. Si se emborrachara con una sola botella, sería igual que un niño.
Pero la expresión de Julia estaba tan llena de certeza que Endymion dudó por un instante, sin saber cómo responder.
—No viniste a la hora de dormir, tu tono de voz cambió de repente y ahora tu expresión se ve tan rara…
El dulce aroma de Julia lo envolvió de golpe.
Endymion se quedó paralizado cuando ella se levantó de puntillas y acarició su nuca y su mejilla con suavidad.
Sus manos, tan tiernas que podrían derretir el corazón de cualquiera, lo tocaron con una intimidad nunca antes experimentada.
El calor le subió de golpe a la cara.
Endymion sintió cómo su cuerpo ardía bajo el contacto descuidado de Julia y apretó los dientes con fuerza.
Como un lobo conteniéndose ante su presa, su mandíbula se tensó levemente.
—Mírate. Tienes la cara roja.
—……
—No sabía que el alcohol te afectaba así. ¿Qué hacemos? ¿Acaso tenías los ojos cerrados antes por el dolor de cabeza?
No es por el alcohol, es por tus manos.
Endymion se tragó las palabras que bullían en su mente.
Si Julia ya se ha hecho su propia idea, ¿para qué corregirla?
Sobre todo, el hecho de que Julia lo acariciara con esa ternura y se preocupara por él hizo que todos esos sentimientos negativos de antes desaparecieran por completo.
Lo único que podía pensar era en lo agradable que era recibir su preocupación y su afecto.
‘Quiero sentir más de esto’
En el momento en que eso cruzó su mente, Endymion hizo algo que nunca antes había hecho:
—…Sí. Creo que estoy borracho.
—¿Lo ves? Ven aquí, Mion.
Endymion Semelé, mintiendo por primera vez en su vida para recibir los mimos de su esposa.
Si alguna vez escribiera una autobiografía, ese sería el momento histórico que merecería una sola línea.
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Julia, visiblemente preocupada, lo hizo sentarse en el sofá.
Endymion, fingiendo mareos, entrecerró los ojos y dejó caer su cuerpo con languidez.
—Bebe un poco de agua, Mion.
Julia le soltó la bata de dormir para que estuviera más cómodo y le entregó un vaso de agua.
A Endymion le encantaba sentir sus cuidados meticulosos, pero, contradictoriamente, su ánimo volvió a decaer.
‘Si me viera como un hombre, no me estaría desvistiendo’
No sabía si sentirse halagado o molesto.
Después de beber el agua con ese conflicto interno, Julia tomó su mano con dulzura y lo guió hacia el dormitorio.
—Cuando estás borracho, hay que dormir bien. Vamos a acostarte, ¿vale?
Su voz era suave, como si temiera que fuera a hacer alguna travesura.
Endymion, sin opción, asintió y se dejó llevar a la cama.
Julia rápidamente acomodó una almohada tras su cabeza y le arropó hasta el pecho con la manta.
Lo estaba tratando como a un niño.
Endymion no pudo evitar una sonrisa incrédula, y Julia, creyendo que era por el sueño, le dio unas palmaditas en el pecho.
—A dormir, ¿eh?
Pero al hacerlo, su mano suave rozó su pecho desnudo a través de la bata entreabierta.
‘Esto… esto sí me gusta’
Su corazón volvió a acelerarse ante un contacto tan casual, más íntimo de lo habitual. El calor subió a sus mejillas, pero contuvo el impulso de entrelazar sus dedos con los de ella, limitándose a toser incómodo.
—Mion, ¿no puedes dormir? ¿Quieres más agua?
—No. Tengo sueño.
Endymion cerró los ojos obedientemente al escuchar a Julia. Cuando ella le acarició la cabeza con ternura, como si lo felicitara, no pudo evitar que sus labios esbozaran una sonrisa.
Mientras sentía su tacto, Endymion se hizo una promesa:
Mejor dormir rápido antes de parecer sospechoso. Gracias a la mentira de estar borracho, no tuve que explicar mi actitud fría y además recibí sus mimos. No he perdido nada.
Aún hay tiempo…
Mientras rumiaba su amargo desamor y se reafirmaba, Julia lo observó detenidamente, acariciando su rostro con expresión pensativa.
‘Hmm’
Por supuesto, Endymion no vio la peculiar mirada de su esposa.
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Al día siguiente, Endymion se enterró deliberadamente bajo una montaña de trabajo.
Revisó proyectos de políticas nacionales que podrían haberse pospuesto semanas y verificó personalmente documentos triviales que podrían haber delegado.
Los funcionarios, nerviosos, caminaban sobre cáscaras de huevo, preguntándose si habían cometido algún error. Pero Endymion, sepultado en papeles, no lo notó.
Solo había un pensamiento en su mente:
‘Será mejor evitar a Julia por un tiempo’
Si la veía, temía que su resentimiento por no ser amado como hombre se filtraría. Un cambio repentino la confundiría, y lo último que quería era una relación incómoda.
Así que envió un mensaje a través del chambelán: estaría ocupado con asuntos de Estado.
Aunque habían planeado almorzar juntos, discretamente cedió su lugar a la duquesa Judith.
—Su Majestad. La Reina está preocupada por su exceso de trabajo y solicita tomar el té juntos más tarde.
—Después. Dile que iré cuando tenga tiempo.
Así, Endymion comenzó a evitar deliberadamente a Julia.
Aunque cada momento frente a ella era lo más preciado y feliz de su día, no tuvo más remedio que alejarse. Para poder procesar esta confusión sin que ella lo notara, necesitaba reducir su tiempo juntos.
Sumergido en su obsesivo trabajo, esa misma tarde anunció que inspeccionaría personalmente una obra en las afueras de la capital.
—Debo verificar el progreso de la construcción cerca del acueducto que comenzó el mes pasado. Solo me acompañará el capitán de la guardia.
Era un proyecto que avanzaba sin problemas, por lo que la visita real era innecesaria. Una excusa obvia para evitar cenar a solas con Julia.
‘Si regreso tarde, ya estará durmiendo’
Habiendo elegido este método impulsivo para evadirla, Endymion se preparó para partir de inmediato.
Sin embargo, el capitán de la guardia parecía incómodo.
Aunque solía ser eficiente y anticiparse a las necesidades del rey, esta vez vaciló.
—¿Hay algún problema?
—N-no, Su Majestad. A sus órdenes.
El capitán se inclinó con formalidad, como si nada ocurriera. Pero mientras caminaban, se retrasó unos pasos y susurró instrucciones apresuradas al chambelán.
Endymion lo notó, pero asumió que eran órdenes rutinarias para su ausencia.
Salió del palacio acompañado únicamente por el capitán. Tras una inspección superficial de la obra, el sol comenzó a ocultarse en el horizonte.
—Cenaremos ahí antes de marcharnos.
En las inmediaciones de la obra había varios comedores. Eran establecimientos modestos que ofrecían unos pocos platos sencillos acompañados de alcohol, frecuentados principalmente por los obreros que trabajaban en la construcción.
Endymion escogió al azar uno de los menos concurridos y entró.
Era un lugar demasiado humilde para un rey, y el capitán de la guardia no pudo ocultar su consternación.
—Su Majestad, si regresamos con prontitud, aún podrá cenar a su hora en palacio. ¿No sería mejor volver ahora?
Pero Endymion no cambió de parecer.
Finalmente, el capitán no tuvo más remedio que seguirlo, dividido entre su deber de protegerlo y el esfuerzo por pasar desapercibido, fingiendo ser un simple compañero para no delatar la identidad real del rey durante su inspección.
Endymion ocupó una mesa en el rincón.
El capitán, incapaz de sentarse a la misma mesa, optó por la contigua, colocándose de espaldas a su soberano mientras permanecía alerta.
Endymion apenas probó los platos que había pedido. Con la intención de matar el tiempo, decidió ofrecerle una copa al capitán.
—¿No te animas a beber conmigo?
—Imposible, Majestad. ¿Cómo podría…?
Aunque la invitación era sincera, el capitán se deshizo en excusas, visiblemente incómodo.
Al final, Endymion pidió una cantidad generosa de la cerveza que solían tomar los obreros y comenzó a beber en solitario, ensimismado.
‘¿De verdad creo que esto solucionará algo?’
Sabía que eludir a Julia no era la respuesta.
Endymion era de aquellos que abrían brecha ante los problemas, no de los que se escondían o huían. Y sin embargo, era consciente de que en ese momento no se comportaba como su yo habitual, sino con un desánimo impropio de él.
Contrario a su naturaleza fría y afilada que todos conocían, ahora se comportaba como un imbécil. Pero, ¿qué más daba?
Julia era la única persona por la que estaba dispuesto a hacer el ridículo, a volverse un tonto. La amaba así de profundamente.
Anhelaba desesperadamente su amor, pero jamás quiso forzarlo.
Era como si hubiera recaído en la fiebre del primer amor: doloroso y perturbador. Justo cuando Endymion vaciaba en silencio su quinta jarra de cerveza negra…
Tok, tok.
De pronto, alguien golpeó la mesa entre los vasos vacíos.
Endymion alzó lentamente la mirada, recorriendo aquella mano blanca, la muñeca, el brazo, hasta detenerse en el rostro del desconocido.
—¿Por qué bebe tanto solo?
Detrás de él, sintió cómo el capitán de la guardia se ponía bruscamente en pie, alarmado.
Endymion parpadeó, fijándose en aquel rostro radiante que le sonreía.
…¿Estaría viendo visiones?
—No hay mesas libres. ¡Justo yo también estoy solo! ¿Me deja unirse?
El que le hablaba con tanta desfachatez era un muchacho. Rubio, con ojos violetas y un rostro adorable.
No parecía una ilusión.
Tras observarlo brevemente, Endymion inclinó la cabeza, perplejo.
‘Qué extraño.’
Tenía una tolerancia al alcohol envidiable, pero quizá el dolor del rechazo lo había embriagado esta vez.
Porque, increíblemente, aquel chico… se parecía a Julia.
Era como si Julia hubiera nacido hombre: ese habría sido su rostro.
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