Mi deseo son dos camas separadas - Capítulo 145
—Justamente, como nuestro aniversario de bodas está cerca, estos pastelitos me lo recordaron.
continuó Julia, con una sonrisa nostálgica.
—Cuando mi esposo me propuso matrimonio, me regaló la pastelería que más me gustaba. Fue tan conmovedor…
Endymion escuchó la voz de Marquesa Judith, ahora charlando con Julia con una confianza que antes hubiera sido impensable, mientras se acercaba al lugar de la reunión.
Al doblar el seto verde que dividía el jardín en dos, vería de inmediato a Julia rodeada de las damas.
—Ustedes dos siempre han sido muy cercanos. Es realmente admirable.
comentó una de las nobles.
—Bueno, también somos humanos y no todo es perfecto.
respondió Julia, jugueteando con su taza.
—Pero lo amo tanto que, incluso cuando discutimos, basta con un simple cruce de miradas para que el corazón se me acelere y el enojo se esfume. Como si fuera magia.
—¡Vaya, cómo presume a su esposo!
bromeó otra dama.
—¡Ho, ho, ho!
Marquesa Judith soltó una carcajada.
El sonido de la risa de Julia, dulce y clara como el tintineo de la porcelana fina, llegó hasta Endymion entre las ráfagas de viento. Su corazón latió con fuerza, y apresuró el paso. Solo faltaba un paso más.
Justo cuando Endymion iba a asomarse tras el seto, una pregunta lo detuvo en seco:
—¿Realmente se siente así cuando amas a alguien?
La voz de Julia, teñida de genuina curiosidad, flotó en el aire:
—Esa sensación mágica de que el corazón se acelera solo con cruzar miradas…
Su tono era tan inocente, tan desconocedor, como si jamás hubiera experimentado tal cosa.
El pensamiento lo golpeó como un puño:
‘¿Acaso… no me ama?’
El joven rey, siempre tan seguro de sí mismo, se paralizó en el acto.
No podía ser. No después de tres años de amor callado, no cuando estaba convencido de que ella finalmente sentía lo mismo.
Endymion se sintió traicionado por su propia esperanza.
‘Entonces… ¿qué significaban esas palabras que murmuró aquella noche en la cama?’
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Finalmente, Endymion pidió a su sirviente que sirviera el té y abandonó el lugar. No recordaba nada de cómo había transcurrido el resto de su agenda aquella tarde.
En cualquier otro día, apenas terminara sus obligaciones, se habría apresurado a bañarse y habría ido a la habitación a esperar a Julia. Pero hoy necesitaba tiempo para calmar su mente perturbada.
Incluso después de refrescarse con agua fría, sus pensamientos seguían enredándose. Endymion se encerró en su despacho.
Glup
De manera impulsiva, sacó un licor de frutas y lo sirvió en una copa de cristal.
No era habitual que bebiera fuera de ocasiones formales. No porque su tolerancia al alcohol fuera baja, sino porque le preocupaba que Julia percibiera el olor. Por eso, lo único que guardaba en su despacho era un licor ligero, obsequio de un reino recién aliado.
No era destacable por su graduación ni su sabor, sino por el gesto de haber sido elaborado personalmente por el monarca de aquel país. Para alguien con la resistencia al alcohol de Endymion, era poco más que una bebida refrescante… pero en ese momento, con el corazón agitado, sentía que necesitaba beberlo.
Absorto en sus pensamientos, comenzó a vaciar la copa. Una, dos veces. El aroma a manzana flotaba en el aire mientras los recuerdos lo asaltaban: las voces de las damas nobles y de Julia en el jardín resonaban de nuevo en su mente.
—¿De verdad se siente así cuando amas a alguien?
—¡Por supuesto! Solo con cruzarse las miradas, da vergüenza… Y cuando te toman la mano, el vientre se estremece, como si ardiera… Oh, ¿acaso Su Majestad la Reina no siente lo mismo con Su Alteza?
—¿Eh? ¡Ah, sí! Claro que sí. Es tan parecido a lo mío que me ha sorprendido.
Las damas suspiraron, ajenas a todo. Pero Endymion lo había captado al instante.
Aquella risa tímida, aquella voz suave pero impecable en su respuesta… Cuando Julia, su primer amor, su esposa, respondía con tal perfección, no era sinceridad lo que mostraba, sino el rostro pulido de una reina entrenada para ello.
En otras palabras: Julia jamás había sentido eso por él. Era una confesión velada—no lo veía como un hombre.
‘…Pero yo siempre lo he sentido’
El palpitar de su corazón cambiaba en el instante en que aquellos ojos violeta posaban su mirada en él.
Un calor que brotaba en su pecho como brasas encendidas.
Esa felicidad abrumadora, tan intensa que le mareaba, cada vez que Julia le sonreía.
Y sobre todo, cuando sus cuerpos se rozaban.
Los suaves dedos de Julia acariciando su cuello al ajustarle la corbata después de un baile en el banquete, siempre desordenada.
Su cuerpo delicado, acurrucándose contra él en las noches frías—aunque no era frecuente, pues ambos dormían sin moverse.
Cada contacto inesperado con su esposa lo sumía en una tensión electrizante.
Un ardor que le retorcía el vientre, como si la sangre le hirviera en las venas.
En cada mirada, en cada gesto, en cada sonrisa de Julia, Endymion probaba el cielo.
Su mera existencia lo embriagaba, lo dejaba sin aliento, lo condenaba a noches de insomnio y anhelo.
Julia era alguien a quien deseaba proteger y hacer feliz, incluso a costa de su propia vida.
Eso solo podía llamarse amor.
‘Pero Julia… ¿no me ve como a un hombre?’
Entonces, ¿qué significaban aquellas palabras susurradas la noche anterior, cuando le dijo que nadie la conocía como él?
¿Acaso solo era la complicidad de dos almas criadas juntas desde los siete años? ¿La comodidad de amigos que lo han visto todo, hasta lo más íntimo?
‘Pero eso no es lo que yo quiero’
No es que despreciara ese afecto familiar… pero su corazón, ya entregado a Julia como amante, anhelaba más.
Ese cariño de hermanos era como dar gotas de agua a un hombre sediento: apenas un alivio fugaz que no saciaba su hambre.
‘Seguro solo me ve como a su familia’
Una conclusión agridulce se asentó en su mente.
Endymion, inusualmente sombrío, inclinó la copa una y otra vez.
Sabía que era imposible embriagarse con un licor tan suave… pero de poder hacerlo, habría querido ahogarse en él hasta olvidar lo escuchado.
Así, tal vez, podría sumirse en la ilusión de que Julia también lo amaba. Incluso atreverse a confesarle sus sentimientos.
Pero ahora que conocía la verdad, ya no podía acercarse a ella como hombre.
‘Si me declaro, solo la haré sentir incómoda.’
No quería abrumarla por egoísmo, ni mucho menos alejarla.
Sin embargo, tampoco podía borrar lo que sentía.
Bebió sin pausa, trago tras trago, mientras se repetía a sí mismo:
‘Esperaré un poco más.’
Cuando Julia se adaptara por completo a su rol de reina, volvería la mirada hacia él, siempre a su lado.
Con más tranquilidad, podrían compartir tiempo a solas, y entonces… quizás lograría que lo viera no como familia, sino como hombre.
Ella ya había alcanzado la mayoría de edad; cuando llegara el momento de su ceremonia de iniciación, sería la oportunidad perfecta.
Aun así, el despecho se aferraba a su pecho. Al fin y al cabo, un rechazo era un rechazo.
‘¿Cómo hacer que su corazón se incline hacia mí?’
Hasta ahora, creyó haber sido un esposo confiable y atractivo. Saber que no era así lo desconcertó.
‘¿Será mi carácter? ¿O quizás mi físico no es de su gusto?’
Con Julia, sin embargo, siempre fue tierno y considerado.
Aunque no podía cambiar su naturaleza, había luchado por mostrarle solo su lado más cálido.
En cuanto a su apariencia… Julia alguna vez elogió sus ojos azules afilados y su cabello negro.
Incluso había admitido que, al decidir casarse con él, se sintió atraída por el joven apuesto del retrato.
Le gustaban los caballos, pájaros y gatos de pelaje oscuro, y en una ocasión murmuró que, al recordarlos, ‘me hacen pensar en ti’.
Al escuchar eso, Endymion había revoloteado de emoción como un muchacho inexperto, pasando noches enteras sin dormir.
‘Así que todo fue un malentendido…’
No era que lo amara como a un hombre, sino como quien admira una pintura exquisita o una obra de arte.
Mientras vaciaba su copa, sintió un peso opresivo en el pecho, tan distinto a aquel éxtasis palpitante que lo embargó cuando descubrió el amor por primera vez.
Había terminado solo, sin acompañamiento, una botella entera de licor de frutas. Con los párpados cerrados y hundido en el sofá, tiró del cordón para llamar a un sirviente. Necesitaba algo más fuerte.
Tok tok. Click
La puerta se abrió de inmediato, seguida de unos pasos rápidos. Supuso que era el mayordomo, hasta que…
—Mion? ¿Por qué hablas así…?
Era Julia.
Endymion abrió los ojos de golpe. Allí estaba ella, en la entrada, con un vestido holgado para estar en casa y un chal sobre los hombros, mirándolo con los ojos redondos de sorpresa.
‘Metí la pata.’
Se incorporó de un salto. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Sobre la mesa, frente al sofá, yacían la botella vacía y las copas desordenadas.
No solo lo había pillado con ese tono gélido, sino también en pleno desvarío etílico. La imagen pulcra y perfecta que siempre le mostraba se desmoronaba.
Y si se rompía esa ilusión… quizás Julia terminaría por rechazarlo.
Al fin y al cabo, ella no lo amaba.
—Julia… ¿Qué haces aquí?
—Era hora de dormir, como no llegabas, vine a buscarte.
Endymion se interpuso rápidamente entre la mesa y ella, forzando una sonrisa.
Pero sus labios, aún tensos por sus pensamientos sombríos, apenas lograron curvarse con naturalidad.
—Mion… ¿Qué es todo esto?
Demasiado tarde. Julia ya había visto las botellas vacías y las copas dispersas.
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com