Mi deseo son dos camas separadas - Capítulo 144
Endymion nunca había mentido. O, para ser más precisos, nunca había tenido necesidad de hacerlo.
Porque era el rey. Si bien había ocultado verdades, jamás había pronunciado una mentira descarada.
Así que Endymion creyó que nunca tendría motivo para mentir en su vida.
Hasta que ‘aquello’ sucedió.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
—Mi-on, lo siento. Las damas nobles han organizado de repente una reunión para el té, así que no podré almorzar contigo hoy.
—No hay remedio.
—¿No estás resentido, verdad?
—Por supuesto que no. Es deseable que la reina mantenga buenas relaciones con la nobleza.
Endymion respondió con amabilidad. Julia, que había pedido disculpas con cautela, esbozó una radiante sonrisa.
—Bueno, entonces dejamos el menú especial que habíamos planeado probar juntos para el almuerzo de mañana.
—De acuerdo. ¿No es que hace tiempo que no ves a Marquesa Judith? Justo ayer llegó un cargamento especial de hojas de té de la región de Seyla. Te lo traje para que se lo des… así la Marquesa no podrá dárselas de superior.
—Mi-on, es una reunión amistosa. Marquesa Judith ya no actúa con esa arrogancia de antes.
Ante las palabras serenas de Endymion, Julia fingió intentar reprenderle, pero terminó riendo.
Hace unos años, Marquesa Judith —dos años mayor— había subestimado a la entonces joven princesa heredera. Mientras la vanidosa Marquesa, envalentonada por su nuevo título, la menospreciaba con disimulo, Julia se limitó a sonreír con inocencia, esperando que su rival bajara la guardia… para luego darle un buen golpe en el orgullo.
La Marquesa, que había comentado que los dulces preparados por la ‘inmadura’ princesa carecían de refinamiento, quedó boquiabierta al probar por primera vez el té premium de Seyla —una exclusiva cosecha real—. La conocida sibarita del té olvidó toda etiqueta y bebió ansiosa una tetera entera. Solo después, al notificar su error, enrojeció de vergüenza. Pero Julia, en lugar de humillarla, cubrió el incidente con elegancia.
Ella misma sirvió una taza grande de té y la vació de un trago sin dejar ni una gota, alabando después el refinado paladar de Marquesa Judith.
Al final, el incidente no quedó como un acto de glotonería sin clase, sino como un episodio digno de orgullo: había reconocido al instante el valor de un té exquisito.
La marquesa Judith, reflexionando sobre su propia superficialidad al subestimar a la princesa heredera por su edad, comenzó a seguir a Julia con genuina lealtad.
Sin embargo, su altivez natural nunca desapareció del todo. A Julia no le daba importancia, pero a Endymion le resultaba intolerable.
—Es solo su forma de hablar, suena arrogante, pero en el fondo es respetuosa. Cada vez que viene a la capital, me trae algún regalo curioso.
—¿Y eso es todo? Yo podría tratarte cien veces mejor que esa Marquesa.
respondió Endymion, entre broma y serio.
—¡Puf! ¿Y qué me darías?
Julia rió, entrecerrando los ojos.
Al escuchar su risa fresca, Endymion no pudo evitar sonreír, aunque notó cómo su boca se secaba de repente.
Era hermosa. Tanto que le entraron ganas de besar esos labios en ese mismo instante.
Su rubio dorado brillante, sus labios tiernos como brotes, sus mejillas suaves como melocotones, esos ojos color violeta que lo miraban con una sonrisa cálida… Cada detalle de ella le hacía sentir que el corazón se le hinchaba de amor.
Julia, su amiga de la infancia y ahora su esposa, seguía siendo igual que la niña de la que se había enamorado.
‘……¿No será ya el momento de decírselo?’
Endymion observó en silencio a Julia, quien seguía parloteando, se sumergió en sus pensamientos.
Desde que era un niño y descubrió el primer amor, había estado enamorado en secreto de su esposa. No estaba seguro de lo que Julia sentía por él, pero al menos sabía que no lo detestaba. Después de todo, aunque se habían convertido en marido y mujer por un matrimonio político desde los siete años, eran más cercanos que cualquier otra pareja real en la historia.
Claro que, hasta ahora, Julia nunca había expresado ningún sentimiento romántico hacia él. Pero si realmente lo encontrara molesto o desagradable, ¿cómo podría disfrutar durmiendo en la misma cama todas las noches?
Hace unas semanas, en medio de la noche, Julia había dicho algo mientras yacían juntos como de costumbre:
—Este es mi momento favorito del día. Acostarme a tu lado y contarnos todo lo que nos pasó hasta quedarnos dormidos.
—…¿Ah, sí?
—Sí. Así conozco las partes de ti que no pude ver durante el día. Y tú también puedes saber todo de mí. ¿Sabes? No creo que exista nadie que se conozca tan bien como nosotros. Dentro de poco, hasta podrías conocerme mejor que yo misma.
—Quizá tengas razón.
—¿Ves? Por eso este momento es tan especial para mí. ¿Y para ti?
Las palabras afectuosas de Julia hicieron que Endymion abriera los ojos un poco más.
Para él, siempre había sido evidente lo difícil que debía ser para Julia: adaptarse a un país extraño, a un matrimonio repentino, y asumir los roles de princesa heredera y luego reina a una edad tan temprana.
Si él era su único refugio, el lugar donde podía respirar tranquila y apoyarse por completo, entonces no quería arriesgarse a abrumarla con sus sentimientos. Por eso, hasta ahora, los había mantenido ocultos.
Pero aunque ella aún no lo había reconocido del todo, parecía que Julia, sin darse cuenta, ya compartía sus sentimientos.
‘Que le guste que yo lo conozca todo de ella… Que diga que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos…’
Eran palabras que, sin duda, equivalían a una confesión.
Al pensar que, quizá sin querer, ella había dejado escapar su verdadero corazón, Endymion sintió cómo los latidos se aceleraban en la oscuridad. Abrumado por una alegría incontenible y una tensión sutil, contuvo el temblor en su voz para responder:
—A mí también… me encanta.
Cuando Julia se volteaba de lado para contarle cada detalle de su día con una sonrisa brillante…
Cuando reía con facilidad, incluso ante sus comentarios más simples y triviales…
Cuando, al final, vencida por el sueño, se rendía con un cabeceo y su respiración se volvía suave y pacífica…
Cada momento a su lado era precioso.
Endymion arropó con cuidado a Julia dormida, acariciando con ternura su cabello rubio desordenado, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Saber que el corazón de su amada esposa latía al mismo ritmo que el suyo lo hizo sentir como si hubiera ganado el mundo entero.
Esa noche, Endymion no pudo dormir de pura felicidad.
‘……Pero no hay necesidad de apresurarse’
Endymion se mordió suavemente el labio inferior.
Llevaba años ocultando sus sentimientos, y la contención empezaba a agotarlo. Pero como aún no estaba seguro de lo que Julia sentía, había sido cuidadoso para no delatarse.
Sin embargo, después de aquel momento, las cosas habían comenzado a cambiar.
¿Realmente necesitaba seguir escondiéndolo? Después de todo, Julia también sentía lo mismo que él, aunque no lo hubiera dicho en voz alta. ¿Acaso no lo había confirmado con sus propias palabras?
‘Solo me preocupa que, si soy demasiado repentino, pueda resultarle incómoda…’
Sería un desastre si, por vergüenza, llegara a rechazar incluso dormir en la misma cama.
Endymion reprimió con fuerza el impulso de besar aquellas mejillas llenas de vitalidad, sumido en un conflicto interno.
—¡Entonces, que tengas un buen día! Nos vemos esta noche.
Pero en el instante en que se encontró con la adorable sonrisa de Julia, su decisión quedó tomada de inmediato.
Con una expresión cálida, le devolvió el gesto a su esposa, de belleza casi etérea, y abrió la boca para hablar:
—Sí. Julia, esta noche tengo algo que decirte…
—¡Ay, qué despistada soy! ¡Tengo que preparar las flores que le gustan a la marquesa Judith! Mi-on, ¡me voy antes!
Sin entender sus tormentos internos, Julia se apresuró a levantarse y salió del dormitorio, dejando a Endymion solo junto al vasto y vacío lecho. Este dejó escapar un suspiro leve.
—Se olvidó la caja de té.
¿Qué era tan urgente? ¿Acaso sus amistades le importaban más que él?
A diferencia de él, Julia era cálida y afectuosa, rodeada siempre de personas cercanas.
‘Es natural que yo la quiera mucho más, pero…’
La atención que ella le dedicaba no podía compararse con la devoción absoluta que él sentía por ella.
‘Ojalá solo tuviera ojos para mí.’
Un breve destello de decepción asomó en su corazón, pero fue pasajero. Con un gesto resuelto, Endymion tomó la caja de té.
‘Puede tener mil amistades, pero solo un esposo.’
Por muy cercana que fuera a la marquesa Judith, al final, era obvio que Julia lo preferiría a él.
—Se la llevaré personalmente al almuerzo.
Así, dispersando esos celos frescos, casi infantiles —pero teñidos de un posesivismo inconfesable—, Endymion se dirigió a su estudio.
Tras terminar sus deberes matutinos, por fin se dirigió al jardín donde se celebraba la reunión de té.
—¡Dios mío, este pastel es delicioso! Y las golosinas de azúcar que lo decoran son tan adorables —comentó una de las damas.
—Me alegra que le gusten. Le prepararé más para llevar como regalo cuando se vaya —respondió Julia con amabilidad.
—¿En serio? ¡Sería maravilloso!
Al cruzar la entrada del jardín, el viento primaveral traía consigo risas ligeras. Las nobles, emocionadas por el reencuentro, charlaban animadamente, hasta la voz de Julia sonaba más alegre de lo habitual.
Endymion, sosteniendo la caja de té entre sus manos, esbozó una sonrisa involuntaria.
Aunque solía ser un hombre de pocas palabras y gestos serios, cuando se trataba de Julia, hasta sus expresiones más sutiles se volvían cálidas.
Era una reacción única, reservada solo para su amada esposa. A veces, incluso él mismo se sorprendía de cómo ella lograba ablandar su corazón sin esfuerzo.
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com