Mi deseo son dos camas separadas - Capítulo 143
‘¿Cómo puede alguien ser tan hermosa?’
El pensamiento lo hipnotizó, sin darse cuenta, sus dedos apretaron con más fuerza, hundiéndose levemente en el vientre de Julia.
Ella se sobresaltó como un pez ensartado en un arpón, retorciéndose antes de golpear su mano para alejarlo.
—¡Basta! ¡No lo hagas!
Una sonrisa feliz se dibujó en los labios de Endymion.
Ya no le importaba ser rechazado.
Él la amaba, Julia también lo amaba a él.
Gracias a ella, había descubierto que existía una felicidad tan abrumadora en este mundo.
Un sentimiento tan precioso que no podía expresarse con palabras, que no cambiaría por nada.
Endymion sintió un hormigueo recorrer todo su cuerpo mientras sus miradas se encontraban. Se inclinó, enjugando las lágrimas que brillaban en los ojos de Julia, y susurró:
—Eres tan cálida.
—Por favor… deja de decir esas cosas…
Pero, por desgracia, esos ojos violeta no se abrieron más.
Con cuidado, Endymion acarició el entrecejo fruncido de Julia, donde se acumulaba el dolor.
Ella, que brillaba como un hada moldeada por las manos de Dios, cambiaba de expresión sin parar: a punto de llorar, sonriendo, confundida, sin saber qué hacer.
Afligido, Endymion se inclinó para abrazarla y darle palmaditas en la espalda. Afortunadamente, su respiración irregular se calmó un poco.
Para aliviar la tensión, bromeó con una sonrisa:
—Yo también quiero que me abraces.
—¿Eh?
—Que quiero que me abraces. Tú a mí.
Susurró esto incluso en su oído antes de incorporarse. Julia lo miró desconcertada.
Como si no lo entendiera, inclinó la cabeza con inocencia.
—Pues abrázame.
Endymion soltó una risa ahogada y se frotó la cara con rudeza. Luego, con los ojos brillantes de emoción, le devolvió una sonrisa radiante.
Julia, que había estado aturdida, finalmente le sonrió también. Como siempre, le encantaba su rostro.
—¿En serio?
—Sí. ¿Acaso es algo difícil?
Endymion aprovechó para observar su frente y las comisuras de sus ojos, ligeramente húmedas. Ya se habían secado lo suficiente.
—Entonces…
Tras confirmar que su respiración se había calmado, Endymion entrelazó sus dedos con los de Julia y los presionó contra la sábana. Susurró con ternura:
—Relájate.
—¡Espera!
—No llores.
Pero Julia volvió a sollozar. Él la acunó, reconfortándola, aunque una comezón le recorrió el pecho. Hace apenas unos días juré que nunca querría verla llorar…. La vida, al final, era imposible de predecir.
Resignado, contuvo el alboroto de su respiración y la atrajo suavemente hacia sí. Julia, que se había estado quejando con temblores finos, se hundió en su abrazo entre hipos. La cálida luz del sol le dibujó una sonrisa sin querer.
Creía que moriría de felicidad.
Embriagado de plenitud, éxtasis y paz, Endymion sonrió y murmuró:
—Eres hermosa incluso llorando.
—P-para… No te burles.
—Lo siento.
Se disculpó sin resistencia y, al besarla en la frente temblorosa, sus ojos se sonrieron.
—Esta vez lo haré bien.
—Ah, n-no, ¡E-espera……!
Un mes después del baile de la corte.
La boda de la princesa Iris, inicialmente programada para justo después del evento, se celebró con un ligero retraso. El rey había volcado todo su empeño en perfeccionar la ceremonia de su única hija.
Así que aquel día amaneció siendo el día después en que la princesa Iris se convirtió, por fin, en duquesa.
Endymion, desde la mañana, no dejó de abrazar y cubrir de besos a una Julia profundamente avergonzada.
—Gracias. Te amo. Ahora mismo soy tan feliz…
—Mion… ¿Qué vamos a hacer?
Pero mientras él flotaba en un éxtasis que rozaba lo mortal, Julia palidecía como si le hubieran dictado una sentencia de muerte.
Mordisqueó su labio con nerviosismo hasta que Endymion, con un roce de sus dedos, logró que se detuviera.
—¿Y si Su Majestad el Rey se enfada? Mi… mi padre…
—¿Enfadarse? ¿Por qué?
Con gesto sereno, Endymion la acomodó sobre sus rodillas y la acarició para calmarla.
Julia, aparentemente más tranquila, se dejó abrazar mientras murmuraba:
—Pero yo solo vine temporalmente por el permiso de estudios en Semele… Mi padre se llevará un susto terrible…
—No te preocupes. Yo me encargaré de todo.
—Ni el Rey lo habrá visto venir…
—Deja de darle vueltas.
¿Acaso podían cambiar lo que ya estaba hecho? En cualquier caso, lo único importante ahora era Julia, adorable, dulce, hermosa…
Endymion la cubrió de besos con un arrebato casi frenético, y solo se detuvo cuando ella lo empujó, sin fuerzas.
Tuvo que reprimir las ganas de reír a carcajadas.
Después de calmarla con palabras suaves y promesas firmes, regresó tarde al palacio.
Con la única princesa recién casada, el ambiente en la corte estaba disperso y algo eufórico. Tanto que nadie notó que el príncipe heredero había pasado el día fuera.
—¿Dónde está mi padre?
—En los jardines, bebiendo vino solo.
Endymion fue directo hacia él.
Duque Hyde, a quien el rey solía odiar con aversión, poco a poco había suavizado su postura al ver a Iris completamente enamorada de él.
Incluso, contra todo pronóstico, había descubierto que era un hombre sólido y de carácter firme. Tanto que, durante la boda, le había confiado a su hija con palabras de profunda confianza.
—Padre.
—Justo a tiempo. Supongo que también te sientes extraño ahora que tu hermana se ha marchado.
El rey llenó su copa vacía. Aunque algo melancólico, parecía estar de buen humor.
Era la oportunidad perfecta.
Endymion se aclaró la garganta.
—Ven, siéntate y tomemos algo junt….
—¡Padre!
—¿Qué ocurre?
El rey se sobresaltó ante el tono abrupto y giró hacia él.
Endymion se arrodilló en el suelo, con una expresión resuelta.
—Me casaré.
El rey parpadeó, sorprendido, antes de soltar una carcajada.
—Jaja. Al fin lo dices. ¿Acaso has encontrado a alguien entre las cinco candidatas que vinieron con el permiso de estudios?
Bebió el resto de su vino de un trago y continuó, con voz ligeramente emocionada:
—Más rápido de lo que esperaba. Y pensar que antes te quejabas de la idea…..
—……
—Ahem. La vejez me vuelve llorón. Bueno, no está mal empezar los preparativos del compromiso. ¿Con quién…?
—Padre.
—¿Sí?
—Me casaré lo antes posible.
—Muchacho, ¡te estoy preguntando con quién! ¿O es que acaso crees que organizaré un compromiso sin saber el nombre?
Mientras se secaba las lágrimas, el rey preguntó con ternura. Pero Endymion, con seriedad absoluta, declaró:
—No es un compromiso. Es un matrimonio.
—¿Por qué insistes con esa tontería? Primero viene el compromiso y luego…
El rey frunció el ceño, preguntándose si su hijo estaría borracho. Pero de pronto, su expresión cambió por completo.
Las arrugas de su frente se marcaron profundamente, sus cejas temblaron y los labios se tensaron en una línea dura. De un salto, se puso de pie.
El rostro del majestuoso rey de Semele palideció de golpe.
—No me digas…
—……
Ah, mi presión…
Con un gemido de dolor, el rey se llevó una mano a la nuca. Luego, en un arranque, agarró a Endymion por el cuello de la camisa.
—¡Te dije! ¡Miles de veces! ¡Que nada de embarazos antes del matrimonio!
Sacudió a su hijo con furia, sintiendo que tanto su hija como su vástago le habían golpeado traicioneramente la cabeza contra el muro.
El vino que lo había relajado momentos antes parecía haberse evaporado de su sangre.
Pero, a pesar de los gritos del monarca, Endymion no pestañeó siquiera. Con calma, soltó la bomba:
—Dicen que ya tiene unas cuatro semanas.
Su sonrisa despreocupada hizo que al rey se le escapara un grito de incredulidad.
—¡Juraste que jamás cometerías un error así!
—No fue un error. Fue el destino.
—¿¡Q-qué…!? ¡Desgraciado!
Esa noche, el furioso rey de Semele pasó horas reprendiendo al príncipe heredero.
Pero Endymion ya tenía la mente en otra parte. Por más que su padre lo regañara, él solo seguía sonriendo como un tonto.
—¿Dónde demonios se habrá metido…?
No… No puede ser.
Julia entreabrió la puerta, de la que escapaba un dulce aroma, no pudo evitar reír.
—¡Mion! ¿Otra vez aquí?
—Sí. Tenía un rato libre.
Endymion sonrió mientras se inclinaba sobre el pequeño moisés.
Al instante, un sonido juguetón ¡muack! fue seguido de las risitas de un bebé.
—Ni siquiera te lavaste las manos…
Julia lo reprendió suavemente, tomando entre las suyas sus dedos manchados de tinta.
Endymion, que solo había podido dar un beso fugaz al bebé sin acariciarlo, rio bajito. Luego besó la frente, las mejillas y finalmente los labios de Julia.
—Los niños extrañaban mucho a su papá.
—Mion, creo que eres tú quien los extraña más.
—Me descubriste.
Respondió con descaro mientras esparcía besos como si fueran pétalos.
Julia intentó empujarlo riendo, pero él solo la estrechó más contra su cintura, sembrando muacks sin fin hasta arrancarle al fin un beso profundo.
—Al menos Knox estaba dormido, solo le acaricié el cabello. Pero Ari estaba despierto…
—Me da un poco de celos. Con lo que los besuqueas, creo que les gustas más que a mí.
—Ya te dije que yo los criaré. Tú solo críame a mí.
Endymion lo dijo en broma, pero besó su mano con devoción.
Al sentir sus labios recorrer esa palma blanca que había poseído por completo la noche anterior, Julia enrojeció sin poder hablar.
—Ahora sí me siento descansado.
Tras ese intercambio de afecto, Endymion enterró el rostro en su hombro, abrazándola por la cintura.
Julia acarició su pelo negro y liso, murmurando:
—No te exijas demasiado. Aunque sean los primeros años de tu reinado, todo es pacífico gracias a ti.
—Sí…
—En serio. Lo estás haciendo increíble.
—Gracias. Te amo.
—Yo también te am… ¡Ah! Espera, ¿otra vez…?
—Vayamos al dormitorio.
Endymion le susurró con suavidad mientras sellaba sus palabras con un beso profundo.
La cálida luz del sol que era Julia llenó su pecho, inundando su corazón de ternura.
Había sido un día feliz, perfectamente ordinario.
-Mi deseo son dos camas separadas – Fin.
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