Mi apacible exilio - 37

La investigación se estancó. Bruno y los otros criminales permanecían inconscientes. El cochero, el único en condiciones relativamente buenas, resultó ser inútil, habiendo servido meramente como transporte.

Ya fuera por consideración hacia mí o por instrucciones explícitas del Barón, Ruth se aseguró de que no pudiera acercarme a la prisión donde estaban retenidos. El movimiento de Tenet también estaba limitado por una razón diferente: el jefe de la aldea, que se alojaba con su hijo, supuestamente chillaba ante la mera vista del cabello blanco de Tenet.

Cuando vi a Ruth Diel después de unos días, no se veía bien. Su agotamiento era palpable mientras murmuraba que la prisión era más como un hospital.

‘Sigue siendo lo mismo,’ pensé.

—Uno de ellos finalmente ha recuperado la consciencia.

—Esa es una buena noticia.

—Deberíamos poder obtener información más útil de la que obtuvimos del cochero.

La habitación se llenó del suave aroma a manzanilla. Ruth habló, luego revolvió rígidamente su té con una cuchara. A pesar de que yo había sugerido esta reunión, la incomodidad flotaba pesadamente en el aire.

—Aparte del cochero que es un forastero, es probable que todos estén confabulados. Sospecho que hay innumerables víctimas, conocidas y desconocidas.

—… Tienes razón. Fueron lo suficientemente audaces como para seguir así durante tanto tiempo…

—Oh, no quise molestarte al sacar el tema. ¿Escuché que no has vuelto al territorio hace mucho?

Llevaba el orgullo y la terquedad de un caballero hábil con la espada, sin embargo, todavía era claramente inexperto en interacciones sociales. El torpe caballero se tocó la nariz y habló con cautela.

—Sí. Me hace cuestionar si soy siquiera apto para heredar este lugar. Creo que sería mejor esperar un poco más.

—¿Recibirás tu título pronto?

—Ah, no de inmediato. Solo me han dicho que me prepare.

—Ya veo.

respondí, dando un sorbo al té. Como se sospechaba, el Barón había estado haciendo la vista gorda a las actividades de Bruno. O tal vez había estado demasiado ocupado para preocuparse por pequeños robos.

—No he visto al Barón desde entonces.

—Está increíblemente ocupado. Incluso yo, su nieto, no lo veo a menudo.

Esto último parecía más probable. ¿Quizás estaba ocupado sentando las bases para entregar el territorio a su nieto pronto? No tenía sentido insistir en ello ahora. Como prometieron, enfrentarían las consecuencias de sus acciones. Decidí no indagar más.

—Lo harás bien. La gente estará encantada de tener un caballero tan capaz como nuevo señor.

—Gracias…

Su sonrisa tensa sugería que sabía que era una formalidad. Era sincera a medias, al menos.

—He vivido aquí toda mi vida. Conozco a todos, pero aun así se siente abrumador. Siempre pensé que heredar el título era asunto de mi padre, algo muy alejado de mí.

Como había dicho Ruth, debería haber sido su hijo adulto, no su joven nieto, quien heredara. A mitad de la frase, la expresión de Ruth flaqueó, luego se retorció con autorreproche. Su arrepentimiento por haber hablado innecesariamente era transparente.

—Puede que no sea un gran consuelo, pero conozco a varios otros que heredaron títulos inesperadamente.

Fingí estudiar mi taza de té mientras hablaba.

—Al principio eran torpes e inseguros, pero todos se han convertido en respetables cabezas de sus casas. Estarás bien, Lord Diel.

A pesar de mi simpatía, una punzada de envidia me hizo elegir mis palabras con cuidado. ¿Alguna vez regresaría a mi ducado?

—… Gracias.

Probablemente no. Una extraña amargura surgió, adormeciendo mi lengua. Rápidamente tragué el té insípido.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Según lo discutido, Yuri Tenet parecía estar llevando a cabo la investigación discretamente.

—De todos modos, Lord Diel dijo……

Él separó sin esfuerzo a Roy, que estaba aferrado a mi regazo, y abrió la ventana de golpe.

—Él puede llevarnos a ver al antiguo sacerdote. Preguntó cuándo sería un buen momento, así que…

—Hoy me funciona, si te parece bien.

—Le diré mañana.

Su familiar, que había estado en forma de gato, se disolvió en polvo negro. Transformado en un elegante halcón negro, voló por la ventana sin mirar atrás.

Tenet aseguró el pestillo de la ventana mientras respondía.

—No. No lo he visto desde ese día. Deberíamos haberlo capturado apropiadamente. Ahora solo hemos dado un mal ejemplo.

—Parece que se ha corrido la voz sobre un depredador natural.

—Sí. Solo hemos facilitado las cosas para los cazadores de por aquí.

Descendimos las escaleras lado a lado, dirigiéndonos a la entrada en el primer piso. Los guardias de la entrada intercambiaron miradas cuando nuestros ojos se encontraron, luego rápidamente reanudaron sus impasibles miradas al frente.

—Si nos vamos mañana, ¿no deberías empacar hoy?

—Está bien. No traje mucho.

Mi respuesta despreocupada se transformó en un tono de burla.

—Tú probablemente ya empacaste, sin embargo.

—Sí. Siempre estoy listo.

Respondió con calma, sin jactancia ni vergüenza. ‘Justo lo que pensé,’ reflexioné.

—¿Es un hábito? ¿Mantener tus pertenencias empacadas para poder irte en cualquier momento?

—No. Simplemente soy así.

Mientras pasábamos la entrada, algunas casas dispersas aparecieron a la vista.

—¿Qué planeas hacer allí?

—Solo vender algunas cosas y comprar algunas cosas.

—… Ya veo.

Parecía como si lo hubiera esperado. Su expresión me divirtió, así que lo dejé pasar.

—Ya verás cuando lleguemos allí.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Dentro de las murallas de la fortaleza, como era de esperar, la escala era incomparable a Benny Hill. Tiendas bien surtidas se alineaban en las calles entre casas densamente agrupadas, y más adentro en los callejones, incluso divisé una herrería, algo nunca visto en Benny Hill. Había mucha más gente en las calles, y ninguno de ellos reaccionó con la sospecha o curiosidad abierta de los aldeanos de Benny Hill cuando nuestros ojos se encontraron.

Primero nos detuvimos en una joyería para vender el collar que había traído.

—¿Necesitabas dinero urgentemente?

—No, no urgentemente, pero pensé que podría necesitarlo eventualmente.

—Yo traje suficiente. No tienes que preocuparte.

Lo había colocado junto a la puerta para evitar regateos, pero a medida que se acercaba, las preguntas se multiplicaron, confirmando que había tomado la decisión correcta.

—Eso es muy tranquilizador. Guárdalo.

—¿No es precioso para ti?

—No. Lo traje para vender.

La conversación podría haber continuado, pero terminó ahí. Estuvo a punto de preguntar si yo conocía el significado de los regalos de collares entre ciertos nobles.

Dejando la joyería, deambulamos un poco antes de entrar en una tienda que exhibía una variedad de imponentes armaduras de metal. Dentro, tenía exactamente lo que esperaba.

—Si quieres, puedo ayudarte con esto.

—Estaba a punto de preguntar. ¿Me ayudarás a elegir?

Estábamos frente a una vitrina llena de espadas de diferentes longitudes y tamaños. El tendero revoloteaba cerca, ansioso por interactuar con Tenet, pero él se mantuvo concentrado, examinando las espadas con calma.

—Esto parece lo más adecuado. Esta empuñadura no debería rasgar tus palmas.

Tenet tomó una daga de la esquina y me la ofreció. Parecía bastante tosca en comparación con las dagas ornamentales que alguna vez estuvieron de moda entre la nobleza del Imperio. En realidad, esas habían sido más decorativas que prácticas.

—No la balancees, solo sostenla.

—Mi muñeca no se romperá por un pequeño balanceo… Oh. No importa.

A pesar de su pequeño tamaño y hoja corta, era sorprendentemente pesada.

—Eso es para niños pequeños. ¿Qué tal esta?

El tendero, aprovechando su oportunidad, se acercó rápidamente y señaló un estoque.

—Esto te resultará más familiar, ¿verdad?

No se equivocaba. Miré el estoque con una fugaz sensación de nostalgia. Era el tipo de espada que Edward y yo habíamos usado para nuestros patéticos intentos de practicar esgrima. Ambos éramos irremediablemente inexpertos y descoordinados.

—La daga es mejor para llevarla encima. Tampoco es que no pueda levantarla en absoluto. Una vez que me haya recuperado y acostumbrado a ella, estará bien.

—Yo te ayudaré.

Me había preocupado que se pusiera quisquilloso como lo había hecho en la joyería, pero era una preocupación innecesaria. El incidente anterior claramente había dejado una impresión. Había sido bastante impresionante, en cierto modo. Era la primera vez que lo veía tan afectado.

—Me siento honrada. Otros sentirían envidia.

También había sido bastante amenazante. Recordé su rostro, cambiando de esa inquietante intensidad de vuelta a una expresión inofensiva y gentil. No podía acusarlo de fingir sinceridad.