Mi apacible exilio - 19

Había muchísima gente en la sociedad que sonreía y chismorreaba. Pero esos eran los mejores. Más bien, aquellos que siempre tenían una sonrisa en el rostro y solo decían palabras amables daban más miedo.

De hecho, la mayoría de los que me habían apuñalado por la espalda eran de ese tipo.

La razón por la que la gente de Benny Hill era buena era porque todos sus pensamientos estaban escritos en sus caras.

Si estaban en guardia, se les notaba en guardia, y si tenían curiosidad, toda su curiosidad podía verse en su rostro, por lo que en realidad era fácil tratar con ellos.

Bruno, el hijo del jefe de la aldea, era el más destacado entre ellos.

Un vigilante confiable, el hijo del jefe.

Estaba sentado en una posición así y parecía recibir la confianza de los aldeanos de un vistazo, por lo que a primera vista parecía una persona realmente buena.

Sin embargo, cada vez que hablaba con él un par de palabras, podía ver la hostilidad que no podía ocultar.

Comparado con los nobles que usaban máscaras como una forma de vida, era tan descarado que resultaba un poco chistoso.

 

—Espero que no te acerques demasiado a esa persona.

 

Aunque yo no dijera nada, Sir Tener parecía haber juzgado a Bruno como un objetivo peligroso con su instinto animal innato.

Al tratar con los aldeanos, él estaba tan tranquilo como una almeja, pero cuando veía a Bruno, se ponía extrañamente tenso, así que podía darme cuenta de lo que estaba pensando.

Pensándolo bien, él había odiado a Bruno excesivamente desde la primera vez que lo vio.

 

—¿Quién es? ¿Bianca?

—….

—¿Frederick? ¿John?

 

El hombre me miró en silencio como diciendo que yo ya lo sabía todo.

 

—Tú sabes quién es.

Tomé un sorbo de té negro. La habilidad del hombre para preparar té negro estaba volviéndose de primer nivel gradualmente. Le respondí con calma:

 

—Pero no se puede evitar. Bruno tiene el monopolio de todos los suministros externos.

—…….

 

El hombre me miró de nuevo con un rostro lleno de palabras.

Como le dije a Bruno, yo no iba a vivir aquí para siempre, pero pensé que me quedaría un tiempo, así que no quería confrontarlo abiertamente.

Como era algo inteligente, tenía que tratar con él de manera diferente que con el jefe de la aldea.

Lo miré fijamente y cambié de tema.

 

—A propósito, ¿has visto lo que puse en la chimenea?

—No.

—Ven a ver.

 

Dejé el té negro que estaba bebiendo y señalé la chimenea en medio de la sala.

Solo entonces el hombre pareció notar algo extraño.

 

—Cuando desempaqué mi equipaje, encontré una tubería que había hecho de piedra antes.

 

Le di la espalda al hombre y presioné el botón en el extremo de la tubería.

Con un golpe, el fuego se hizo aún más intenso.

 

—Eso es increíble.

 

Dijo el hombre con una sonrisa.

Los halagos siempre eran bienvenidos. Me encogí de hombros involuntariamente.

 

—Puedo seguir usándolo hasta que el éter se agote. Parece que incluso una pequeña cantidad de esa piedra tiene una tremenda potencia de fuego.

 

El hombre sonrió tímidamente.

 

—Ahora voy a hacer otras cosas. Lo haré para que siempre puedas sacar agua en la cocina y el cuarto de lavado. Y en el baño también. No necesitarás usar magia todo el tiempo.

—Oh. Yo estaba bien, sin embargo. Usar magia no es nada.

 

Sonreí ampliamente.

 

—Para ti puede no ser nada, pero para mí no lo es.

—……..

—Tengo que llamarte cada vez.

 

La leve sonrisa en los labios del hombre se desvaneció.

 

—¿Te resultaba inconveniente llamarme?

—No. Solo quería hacerlo para poder usarlo yo sola en cualquier momento.

 

Dado que tenía que llenarlo cada vez que se agotara, tendría que recolectar muchas piedras de maná cristalizadas.

El hombre me miró sin responder.

 

—Sir Tenet, no quiero que pienses que soy alguien que no puede hacer nada sin ti.

—…….

 

¿Por qué no lo niegas? ¿Es realmente cierto?

El hombre, que había estado en silencio durante mucho tiempo, abrió la boca.

 

—No es eso. Solo que….

—…….

—Quería que la princesa no tuviera que preocuparse por tales cosas, así que solo quería hacer todo por usted.

 

Corté las palabras del hombre que estaban a punto de continuar.

 

—Sir Tenet.

—…….

—No quiero ser una idiota que no puede hacer nada sin ti.

 

Sus ojos azul oscuro, que se habían hundido en la oscuridad, me contuvieron.

Parecían infinitamente vacíos.

 

—Entiendo los sentimientos de la princesa.

—…….

—Simplemente, no me gusta que la princesa se preocupe por tales cosas. Solo quiero que haga lo que quiere hacer…

—Eso puede no ser posible.

—….

—¿Por qué sigues asumiendo que siempre estarás a mi lado?

 

Fue la respuesta que había esperado, incluso la expresión de dolor en su rostro.

El hombre todavía actuaba como si fuera un hecho que continuaría a mi lado.

 

—Seguiré quedándome mientras la princesa me lo permita.

—Lo siento, pero no quiero ser complaciente y confiar solo en tus palabras.

—Yo de verdad…

—No dudo de tu sinceridad. Es solo que la situación podría cambiar.

 

Miré al hombre con ojos secos y hablé lentamente.

 

—¿Puedes explicarme todo? Las cosas que no me has dicho, ¿puedes decírmelas todas honestamente?

—….

—¿Puedes darme seguridad?

 

Tuve un atisbo de esperanza.

Pero, como era de esperar, el hombre permaneció en silencio.

 

—No puedes, ¿verdad?

—Te lo diré todo más tarde.

—Estás siendo vago otra vez. Esto nunca terminará si seguimos así.

 

‘Más tarde’.

¿Cuándo exactamente sería el ‘más tarde’ del hombre?

Me quité la sonrisa seca de los labios como si me hubieran herido y me hice a un lado. Luego me di la vuelta y subí las escaleras.

Sentí que hubiera sido mejor si simplemente hubiera liberado toda mi ira.

Era la primera vez que nos volvíamos tan incómodos, y era más incómodo de lo que pensaba.

Durante los últimos días, me había quedado deliberadamente en el estudio o en la cama.

Por supuesto, no podía evitar verlo por completo, así que cuando nos encontrábamos, solo intercambiábamos las palabras necesarias, como si fuera un asunto de negocios.

Me sentía sofocada de estar en interiores todo el tiempo, así que pensé en salir, pero necesitaba la ayuda del hombre.

Ojalá pudiera moverme fácilmente por mi cuenta.

Al final, fui hacia el hombre y le dije:

 

—Quiero ir a la aldea.

 

 

 

 

 

 

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—…caballo, dices.

—Escuché que puedo conseguir uno a través de ti.

 

Era un rostro que no había visto en mucho tiempo.

Bruno terminó de masticar la cecina y bajó la escalera.

 

—Sí. Puedo conseguirte uno, pero tomará mucho tiempo. Es un recurso valioso en el castillo.

—No me importa si toma mucho tiempo. Solo necesito que sea capaz de cargar a unas cuantas personas.

—Parece que te has adaptado bien a esta aldea.

 

En lugar de una aceptación directa, hizo un comentario irrelevante.

Fingí no escuchar el sarcasmo.

 

—Todos han sido amables conmigo.

—Sí. La gente de aquí es muy amable.

 

Lo miré fijamente y respondí:

 

—…Cierto.

 

Excepto tú y tu padre.

 

—A propósito, ¿qué pasó con el favor que te pedí la última vez?

—Ah, sí. Te lo haré saber tan pronto como sea posible.

 

Bruno, que habitualmente había buscado un cigarrillo, lo guardó de nuevo en su bolsillo con el ceño fruncido. Lo miré fijamente y dije:

 

—¿Quieres irte de esta aldea?

—¿Qué?

 

Finalmente pregunté.

 

 

Plof.

 

 

Los cigarrillos que no había guardado cayeron al suelo.

 

—Tuve esa sensación al hablar contigo. Parece que te preocupas por esta aldea, pero también pareces querer irte.

—…Sí. Si hubiera tenido la oportunidad, me habría ido hace mucho tiempo.

—Me parece una buena idea. Eres inteligente, así que creo que te irá bien afuera.

—¿Es así?

—….

—Es un honor escuchar tales palabras de alguien como usted.

 

Como era de esperar, no toma los cumplidos como cumplidos.

Me pregunté cómo podría desenredarlo, pero pensé que sería mejor renunciar a cambiar su forma de pensar.

 

—No he vivido mucho, pero he visto a muchas personas que han arruinado su trabajo debido a sus deseos inmediatos.

—…….

—Por supuesto, eso no aplica a alguien tan inteligente como tú.

 

Sentí su mirada sobre mí sin una respuesta.

Fingí no notar su mirada y terminé de ponerme los guantes.

 

—Terminé mi asunto, así que me iré ahora.

—Has tomado una decisión sabia. Si te quedas más tiempo, creo que tu escolta me matará.

 

 

 

 

 

 

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Ese era el plan desde el principio.

Sé que no te caigo bien, pero intentemos llevarnos bien de todas formas. Eso es lo que quise decir.

Y una advertencia sutil de que no le convendría causarme problemas.

Desafortunadamente, Bruno pareció haberlo tomado solo como lo último.

De todas formas, es imposible llevarse bien con todo el mundo. Y pensé que sería más fácil llevarse bien con esas personas si mantenía una cierta distancia.

En retrospectiva, fue muy complaciente de mi parte.

A pesar de que había experimentado de primera mano cómo las personas pueden cambiar de forma impredecible.

Lo que no había considerado, y que era una variable, era su «falta de orgullo».

A diferencia de los nobles que me mostrarían hostilidad abiertamente pero luego se echarían atrás para salvar las apariencias, ellos no tenían ningún reparo en eso, en primer lugar.

Cada vez que sentía algo ominoso, Yuri Tenet, el hombre, estaba fuera de casa.

Fue cuando me había vestido a toda prisa y bajado, y estaba calentando leche para acompañar el desayuno que el hombre había preparado.

 

 

¡Bang! ¡Bang!

 

 

Se escuchó el sonido de alguien golpeando la puerta.

Mi cabeza, que había estado mirando la leche burbujeando, se giró.

Habían golpeado la puerta sin preámbulos, y no se escuchó que preguntaran si había alguien en casa.

Un sirviente del barón, o un asesino desconocido con una máscara que viene a matarme en silencio, ¿cuál será?

Pensé en eso, y luego, al escuchar otro ¡Bang! ¡Bang! en la puerta, arrastré mis pantuflas por el suelo y fui hacia ella.

 

—¡Milady! Soy yo. Bruno.

 

Mi corazón se hundió, pero al mismo tiempo, sentí una tensión diferente.

Por supuesto, el hombre estaba fuera en un momento como este.

Pensé en fingir que no estaba en casa, pero a través de la estrecha ventana al lado de la puerta, hice contacto visual con él.

 

—¿Qué es?

 

Respondí de mala gana.

 

—El artesano quiere que revise los planos. ¿Podría abrir la puerta un momento?

 

El mismo tono de siempre.

Pensé con calma qué decir a continuación y respondí:

 

—Lo siento, pero no puedo. No me siento bien. Iré yo misma a la aldea la próxima vez.

—…Oh, ya veo. No se siente bien. ¿Está bien?

—Estoy bien. ¿Podrías irte, por favor?

 

Sin darme cuenta, estaba hablando con irritación.

Mientras respondía, cerré la cortina de la ventana.

Me di la vuelta y estaba a punto de volver al dormitorio.

De repente, hubo otro ¡Bang! Tan fuerte que me asusté.

 

 

Plaf

 

 

se escuchó el sonido de escombros cayendo, y Bruno abrió la puerta, que había sido destrozada, y entró a la casa.