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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 301

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  4. Capítulo 301
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En el momento en que el Coronel le confesó su amor a la oficial subalterna frente a una docena de subordinados, una bomba pareció explotar, arrasando y dejando en cenizas la sala de conferencias, y un silencio peligroso se extendió de inmediato.

……..¿Me ama?

Un zumbido sordo resonó en los oídos de todos, como una onda expansiva de confusión.

—Yo…….

Edwin tragó con prisa el nombre que estaba a punto de pronunciar en contra de su voluntad, cerrando la boca. Giselle, que lo miraba perdida, con el rostro como si le hubieran dado una bofetada en lugar de una declaración de amor, respondió a tientas:

—…….Gracias, Director.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Pendejo miserable.

Ese sucio conspirador nunca golpea a Edwin por la espalda de una forma normal.

Incluso esta vez, fue manipulado con los ojos bien abiertos.

Por sus artimañas, Edwin había revelado con su propia boca que él y Giselle eran pareja.

Lo que más le preocupaba era que se difundiera fuera del Servicio de Inteligencia, más que dentro. Aunque las condiciones que determinan el éxito de la Operación Horizonte son innumerables, la Operación Comadreja no ocupaba un lugar insignificante.

Había impuesto una estricta orden de silencio con responsabilidad colectiva, pero ¿Cuánto duraría?

La oficial que acaparaba la atención de todos los solteros del Servicio de Inteligencia, manteniendo un romance con el director que había sido su antiguo patrocinador… Por más que fueran oficiales de inteligencia cuya seguridad dependía de su vida, les picaría la lengua.

Y para colmo, una declaración de amor en medio de una reunión.

Para él, era un acto tan vulgar como retozar con una mujer en un teatro abarrotado. Si Edwin hubiera sido el subordinado, le habría decepcionado tener un superior tan cegado por el amor que no sabía distinguir entre lo público y lo privado.

Perder el respeto de sus subordinados era, de todos modos, el precio de su falta.

—¡Maldita sea…!

La idea de que Giselle, a quien le habían dado una bofetada sin merecerlo, pudiera sufrir por chismes de todo tipo, hizo que se le escapara una mala palabra. El hecho de que una mujer tan hábil para improvisar se hubiera quedado tan perpleja e indefensa en ese momento solo aumentaba la pesada culpa de Edwin.

Toc. Toc.

—Director, soy Bishop.

Justo cuando pensaba que no tenía cara para mirarla por la vergüenza, Giselle lo buscó. Edwin experimentó por fin la presión que sentían sus subordinados cuando él los llamaba por haber cometido un error.

—Adelante.

Ella abrió la puerta, entró y la cerró, y los ojos de la mujer que se volteó para mirarlo estaban entrecerrados. A diferencia de su mirada inquisitiva, las comisuras de su boca se curvaban en una sonrisa tan amplia que se hundían en sus mejillas sonrojadas. El hecho de que Giselle estuviera sonriendo le salvó la vida.

—¿Qué le pasa? Delante de los demás, y de repente, en medio de una reunión.

¿Cómo debería explicar esa confesión de amor que fue tan repentina incluso para mí?

Mientras se pasaba una mano bruscamente por el rostro, mortificado por la situación a la que se había enfrentado sin planearlo, Giselle se acercó y se paró a su lado.

—Giselle……

La jaló de la mano y ella, fingiendo resistirse, se dejó arrastrar y se dejó caer pesadamente sobre sus rodillas. Edwin abrazó a su amante. No, sería más exacto decir que se aferró a ella.

—Perdóname. Lo que estaba pensando se me escapó sin querer.

Apenas dio la excusa improvisada, dejó escapar un gemido ahogado y hundió el rostro en el cuello de Giselle.

—Mátenme. No, sálvame.

Parecía que su estrategia de desvío había funcionado, ya que Giselle no le reprochó seriamente.

—¿Con qué fervor estaba pensando en mí? Por cierto, ¿distraerse en medio de una reunión? ¿Quiere ir al calabozo, Coronel?

—¿Acaso tu dormitorio no se llama ‘calabozo’?

Giselle se tapó la boca para que el sonido no se escapara y estalló en risas.

—Jum… Solo lo perdono porque al menos no estaba pensando en cosas… indecentes.

—Eso lo estoy haciendo ahora, ¿me perdonarías?

Se deslizó bajo la falda y metió la mano entre sus rodillas, pero Giselle no lo apartó. Tras pasar por las finas medias de seda, la piel, que se sentía húmeda, se pegó a su palma. Edwin acarició el muslo blando de Giselle mientras movía los labios pegados a su oreja.

—¿Vamos a tu casa esta noche?

Edwin pensó que el tema ya había cambiado mientras le susurraba que hicieran el amor después de tanto tiempo, pero Giselle preguntó de repente:

—Eunng… ¿Pero qué quiere decir con ‘a pesar de todo’? ¿Acaso hice algo mal?

—Imposible.

Edwin le echó hacia atrás el cabello que le caía sobre los ojos y la miró a los suyos.

—Que nuestro amor tiene muchas curvas, y a veces se siente abrumador, pero a pesar de todo, te amo.

Los ojos color agua se humedecieron de emoción.

—Yo también lo amo, Edwin.

Giselle unió sus labios a los de él. Edwin recibía el beso lleno de amor, pero su ánimo no era del todo extasiado.

Ella pareció notarlo incluso a través del beso. Sin comprender el significado de ese sentimiento incómodo, intentó consolarlo.

—No se preocupe. No afectará la operación. De hecho, en cierto modo, ha sido algo bueno.

—¿En qué sentido?

—¿En que al menos los hombres que estaban allí ya no podrán coquetearme?

Giselle guiñó un ojo y curvó sus labios rojos en una sonrisa. La sonrisa era tan deslumbrante que, si esos tipos la hubieran visto, lamentarían toda su vida haber perdido a una mujer tan cautivadora.

El canalla que había espiado a través de los ojos de Edwin también debía de estar lamentándose.

El sujeto sigue en pie. Tan vivo que, fingiendo estar muerto, agachado, ha tramado un nuevo complot.

¿Acaso no había dicho que la manipulación de Edwin en contra de su libre albedr no se intentaba porque requería un largo plan y un esfuerzo enorme?

El astuto sujeto se había atrevido a usar su último recurso para sacudir a Giselle.

No permitiré que ese canalla siga coqueteándole a Giselle.

‘A pesar de todo, te amo’

Ocultaré ese significado a toda costa.

…Ahora, ¿quién es el ladrón?

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Una inesperada llamada del Servicio de Inmigración le provocó a Giselle una salida de campo no programada.

—Dame las llaves.

—Me da náuseas si Teniente Bishop conduce.

—Si el Teniente conduce, no creo que salgamos a tiempo hoy.

Mientras bajaban las escaleras discutiendo sobre quién iba a conducir, Teniente Latimer y ella se toparon con los jóvenes oficiales de Sentinel que subían. Todos le lanzaron a Giselle una sonrisa disimulada bajo el pretexto de un saludo, excepto uno, que se puso pálido y se encogió.

Él había asistido a esa reunión.

La actitud de los oficiales que estuvieron presentes en ese lugar había cambiado hacia Giselle. Ya no la trataban como a una compañera o una subordinada, sino como a la ‘Directora’, o ya no como a la solterona a la que podían cortejar, sino como a la esposa del superior más lejano.

El Capitán que acababa de pasar estaba tan encogido que, si Giselle le hubiera hablado, habría estado a punto de saludarla y decir su rango y nombre completo.

Me pregunto si esto hará que la gente empiece a ver cosas raras.

Al menos, la orden de silencio parecía cumplirse estrictamente.

—¡Me emociona tener una cita con una belleza después de tanto tiempo!

Esto lo comprobaba el hecho de que Teniente Latimer y otros oficiales que no habían estado en la reunión todavía le lanzaban insinuaciones sin ningún resultado.

Tras conducir una hora al norte desde Richmond, llegaron a un centro de detención del Servicio de Inmigración.

Siguió al empleado, cruzando el sombrío complejo gris rodeado por alambradas como una prisión. Ella pensó que estaría vacío, ya que en un país en guerra la gente querría irse, no entrar, pero la presencia de detenidos aquí y allá le resultó inesperada.

‘¿Será por la perspectiva de que la guerra va a terminar? ¿O siempre ha habido tantos inmigrantes ilegales?’

Mientras caminaba pensando en varias razones, el empleado se detuvo. Justo frente a una puerta de hierro que parecía una celda de prisión.

—¿Quiere que la traslademos a la sala de interrogatorios?

El empleado preguntó, pero Giselle, a quien le parecía una pérdida de tiempo, negó con la cabeza.

¡Clac!

En el momento en que se abrió la puerta de hierro firmemente cerrada, los dos oficiales fruncieron el ceño instintivamente. Les picaba la nariz con un olor a humedad y a orina. Solo entonces se dieron cuenta de que ofrecerles ir a la sala de interrogatorios había sido un gesto de amabilidad.

Espero que esto no tarde demasiado.

La luz del sol que se colaba por una ventana demasiado pequeña, de la que apenas se podía sacar la cabeza y fuertemente bloqueada por barrotes, era cegadora. Solo tras entrecerrar los ojos, pudo ver a la mujer acurrucada en una vieja cama de hierro debajo de la ventana.

El guardia entró primero, sentó a la mujer frente a la mesa en el centro de la habitación y le puso unas esposas en una muñeca, atándola a un tobillo. Para que no hiciera tonterías.

El espía de Constanza había solicitado específicamente hablar con ‘Giselle Bishop’, así que Giselle se sentó sola frente a la mesa, dejando al guardia y a Teniente Latimer parados fuera de la puerta abierta.

—¿Señorita Else Schweiger?

La mujer levantó la cabeza cuando Giselle le preguntó en el idioma de Constanza. La mujer, que solo llevaba dos días detenida tras entregarse en el control de inmigración nada más entrar al país, parecía desaliñada, pero su complexión era buena. Parecía que su edad registrada de treinta y dos años no era incorrecta.

La mujer se quedó mirando fijamente el rostro de Giselle y luego recorrió su uniforme con los ojos. Volvió a levantar la mirada hacia su rostro y preguntó:

—¿Teniente Giselle Bishop?

—Soy yo. Dijo que solo me lo contaría todo a mí, ¿verdad? Me pregunto cómo supo a qué unidad militar pertenezco.


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Comments for chapter "Capítulo 301"

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1 Comment

  1. RousZuni

    Lorenz no se arrastra más porque le falta piso el santo patrono de los migajeros jajajaja

    octubre 20, 2025 at 7:49 pm
    Accede para responder
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