Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 300

—Todos los humanos son débiles. Sin embargo, el dueño de una familia de renombre y un héroe en el que confía todo el país deben mostrarse siempre fuertes. No será fácil admitir la debilidad que yace en su interior.

Si admitir que uno es una persona con problemas de salud es el primer paso para curar la enfermedad, ¿cómo podría negarlo?

Edwin, con la ayuda del doctor, se adentró en su momento más débil, la raíz de la otra personalidad. El diagnóstico del doctor de que no había podido superar el shock fue certero. Había huido tan pronto como volvió a vivir aquello bajo hipnosis.

Para que el dolor del pasado se amortigüe y llegue a la etapa de no sentir nada, ese tiempo debe revivirse incontables veces, pero Edwin se despierta de la hipnosis sin darle oportunidad al doctor de intentar nada.

Lo intentaron varias veces, pero no hubo mejoría. Edwin seguía sin poder volver al recuerdo y, por esa razón, la torre en el fondo del mar seguía erguida hoy.

Esa era la única prueba de que ese individuo aún estaba vivo.

No sabía si había recuperado la fuerza para dominar la conciencia de Edwin de nuevo al satisfacer sus deseos. No se manifestaba.

Ni siquiera los molestos susurros se habían escuchado ni una sola vez desde aquella mañana en que se despertó en la cama de Giselle.

Ese tipo está fingiendo estar muerto.

¿Estará tratando de hacerme creer que ha muerto?

El historial lo llevaba a pensar eso, pero su instinto decía otra cosa.

No está fingiendo estar muerto, su corazón ha muerto.

Si Giselle le hubiera dicho: «Te amo, Lorenz», el corazón de Edwin también se habría quemado hasta morir. No quería escuchar una cosa tan horrible ni siquiera en sus pesadillas.

Giselle, sabiendo que una sola palabra suya había puesto al hombre al borde de la muerte, no preguntaba más sobre qué había pasado con ese individuo. No, ni siquiera lo mencionaba. A veces, era tan antinatural que parecía forzar el evitarlo.

No le daba la oportunidad de ofrecerle un consuelo como: «Tomaste la decisión correcta». Para empezar, no sabía si estas palabras serían un consuelo. Simplemente, ella no expresaba qué sentimientos tenía.

Edwin estaba dispuesto a mostrarle todo lo que había en su interior, pero Giselle no. Por mucho que amara, trazaba una línea entre ‘tú y yo’ en su corazón.

¿No le habré dado suficiente confianza?

¿Tendrá miedo de que por su naturaleza yo no la pueda entender?

Últimamente, Edwin recordaba a menudo la amarga confesión que Giselle había derramado.

—Porque soy una persona que abraza de buena gana a quien está sufriendo, pero que no puede empatizar con ese dolor ni llorar con él.

‘¿Sigo siendo ese tipo de hombre para ti?’

No, la respuesta podría ser mucho más sencilla. Como Edwin solo sentía odio por su otra personalidad, Giselle creía que sus sentimientos complejos y ambiguos no serían comprendidos. Una persona que ya ha llegado a la conclusión: «No importa cómo te sientas, ese tipo merece morir. Hiciste bien», es como una pared.

‘¿Qué tal si solo la escucho en silencio?’

La vacilación que lo hacía dudar incluso después de inclinarse a tomar esa decisión era que ese individuo también escucharía. En cuanto detectara una grieta en el corazón de Giselle, se arrastraría para aprovecharse.

Quizás Giselle estaba negando la otra personalidad de Edwin precisamente por este cálculo.

‘Si es así, no puedo permitir que el esfuerzo de Giselle sea en vano’

—¿Le diré a Bishop si quiere ir al cine este viernes?

Edwin soltó una risa burlona ante la descarada y provocadora declaración que venía de afuera de la ventana. ¡Pensar en coquetear con la mujer que lo miraba con ojos que decían que lo mataría si le hablaba! No solo él estaría tramando algo contra su amante.

‘Apenas logro deshacerme de uno, y ya se me pegan otros insectos’

A Edwin le basta con que un solo hombre lo haga sentir inseguro.

‘Necesito poner mi anillo en el dedo de Giselle lo antes posible’

Edwin pensó en el anillo de compromiso que ahora le parecía peligroso incluso tener en su propia casa y lo había guardado en la caja fuerte de la joyería. Lo había terminado de hacer con la ayuda de la amiga de Giselle cuando la primavera estaba en pleno apogeo.

En la reunión para celebrar el compromiso con Arthur Hill, Edwin le había pedido a Elena Yelinskaya que lo acompañara a elegir el anillo. Y como él esperaba, Elena ya le había traído el diseño que Giselle quería.

‘¿Quiere un anillo que yo le dé?’

Era algo encantador y sumamente alegre.

El anillo y también el amor.

Había cumplido con todas las condiciones de la propuesta de matrimonio que Giselle quería. Además, ya había decidido dónde y con qué palabras le pediría que pasaran la vida juntos.

Una propuesta perfecta, que le haría olvidar el comienzo tan descabellado que tuvieron, estaba lista, pero aún no había podido ponerle el anillo en el dedo a Giselle, lo cual era extremadamente frustrante.

Esperar el rescate de Nikolas Rudnik y la finalización de la Operación Comadreja es ahora solo un problema menor. Si Edwin sigue así, no solo se pospondrá la propuesta, sino que tal vez deban vivir separados incluso después de casarse.

¡Toc!

Cerró la ventana con más brusquedad de lo habitual.

Poco después, entró a la sala de conferencias. El murmullo cesó de repente y todos se pusieron de pie y saludaron al unísono.

Edwin buscó a Giselle con la mirada, como era su costumbre. El oficial de la unidad Phantom que estaba a su lado parecía ser el mismo tipo que acababa de declarar que tendría una cita con la amante de su superior.

‘¿Te ha estado molestando ese tipo?’

La mirada de Giselle hacia Edwin era diferente a la habitual. En el trabajo, es tan desinteresada que parece que no lo conoce, pero ahora lo mira fijamente con los ojos muy abiertos.

Si no hubiera estado preocupado por el otro hombre, se habría dado cuenta de inmediato de que Giselle se había sorprendido al ver la parte inferior de su cuello.

Edwin recordó que se había desabrochado descuidadamente los botones de la camisa solo después de que ella desviara la mirada y tocara sin motivo su propia corbata bien anudada.

—Comencemos la reunión.

Mientras todos se sentaban y miraban solo sus documentos, Edwin se abotonó la camisa con calma y subió el nudo de la corbata que había dejado flojo.

—Procederé con el informe de la situación actual.

Revisó los documentos mientras escuchaba el resumen esencial del oficial, que era el comandante en jefe de la Unidad de Misión Especial dentro de la Agencia de Inteligencia.

La misión de la unidad especial es apoyar la ofensiva general conjunta de las tres fuerzas (tierra, mar y aire), la Operación Horizon, que carga con todas las expectativas de poner fin a la guerra.

—Según el informe de Phantom, la confusión ha aumentado entre el Alto Mando de las Tres Fuerzas y el Gobierno de Constanz, debido a las diferentes fechas de inicio de operación y rutas de infiltración falsas inyectadas a través de los canales de las unidades Phantom y Raven. Por lo tanto, la inducción de confusión se ha considerado exitosa.

El informe también detallaba las reacciones del Führer y de los altos mandos. De un vistazo, se podía ver qué canal era el más confiable para ellos en medio de la confusión.

Giselle.

Qué ingenuos. La información que Giselle les había dado era, por supuesto, incorrecta.

Solo Edwin conocía la verdadera fecha de inicio de la Operación Horizon. Sin embargo, la tensión y la expectativa llenaban la sala de conferencias más que nunca, ya que todos presentían el inminente día de la batalla decisiva.

Edwin también tenía grandes expectativas en esta operación. Por las mismas razones que todos, y también por razones muy personales.

Si esta operación tiene éxito, podrá hacer público su compromiso dentro del ejército. Esto significaba que podría ver su anillo brillando en esos dedos delicados que ahora jugaban con un bolígrafo.

Y sería perfecto si, con ese impulso, la guerra progresara sin problemas hasta el final, y ambos pudieran disfrutar de su luna de miel bajo el cálido sol de la playa de Costa Smeralda, en lugar de en este lúgubre cuartel general del ejército.

—Hay quejas de las unidades de primera línea de que la velocidad de cambio de códigos es lenta. La Sala de Cifrado ya está utilizando al máximo su personal y recursos disponibles, sin embargo…

Sería difícil hacer frente a los ciclos de cambio cada vez más rápidos. Para evitar la filtración de información confidencial sobre la Operación Horizon en las comunicaciones aliadas, la frecuencia se había ido reduciendo gradualmente desde principios de año. A pesar de que se había seguido contratando personal en ese tiempo, la demanda los había superado.

—En la Sala de Cifrado se sugirió reutilizar algunos códigos antiguos ocasionalmente.

—Dejemos eso como último recurso.

—¿Qué opina sobre la propuesta de asignar personal que estaba decodificando comunicaciones enemigas a la generación de códigos, Director?

También era peligroso crear un vacío en el seguimiento de los movimientos del enemigo justo antes de una operación crucial.

Los ojos de Edwin se posaron únicamente en el jefe de la Sala de Cifrado, mientras consideraba formas de mejorar la eficiencia de la sala con el personal actual. En el trabajo, él nunca le prestaba atención a Giselle, a menos que fuera necesario por motivos oficiales.

Por lo tanto, que su mirada se dirigiera de repente hacia la mujer al otro lado de la mesa no fue por voluntad de Edwin.

Zoom in.

Tus ojos que no me veían aun mirándome.

Tus labios que me dijeron palabras crueles.

Tu lengua que lame tu labio inferior pintado de rojo, asomando entre tus dientes blancos.

Zoom out.

Tú, tensa ante mi, no, ante la mirada del otro hombre.

Tú, que sigues sin mirarme.

Ahora, en mi lugar, dile a ella:

—Aun así, te amo.

Asure: Llegamos a los 300 capítulos. Cuenta regresiva: Faltan 34 capítulos y termina. No he visto extras, así que solo será historia principal. Pasen buen sábado