Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 297
Con esto es suficiente por ahora.
Sosteniendo una manguera de oxígeno que se corta en el abismo donde no penetra la luz, se ahoga, para luego, como si por un milagro emergiera su cabeza a la superficie, recuperar el aliento. Pero enseguida jadeó con rudeza. A causa del fuerte oleaje.
Sus entrañas ardientes, que lo contienen, ondulan y se agitan.
Chap, chap.
El eco del choque entre pieles húmedas se asemeja al sonido de una ola rompiendo al estrellarse contra la tierra.
Solo en este instante, era como si pudiera salir del mar que lo tenía prisionero para sentir sus dos piernas pisando tierra firme. Por supuesto, sabe que es un deseo imposible. Por eso mismo, tiene más sed de esta ilusión efímera. Para el náufrago a punto de morir de sed, el agua de mar también sabe dulce.
—Aah, también me gustas. Me gustas, Natalia.
Lorenz la abrazó con una fuerza aplastante, como si se aferrara a su tabla de salvación, a la mujer que se había rendido completamente a él, envolviéndolo incluso con sus dos brazos. Ella, que agitaba con vehemencia solo de la cintura para abajo con los pechos pegados, echó la cabeza hacia atrás, gritando con un gemido que parecía un estertor.
—¡Hng, creo que voy a… irme!
Ñiiiic, ñiiiic, ñiiiic, ñiiiic.
Lejos de detener sus embestidas, el colchón grita y el frenético líquido ardiente salpica hasta el ombligo en el lugar donde la carne choca. Natalia se lanza hacia el clímax, libre de los antiguos miedos y tormentos. Aun sabiendo que es el camino para salvarlo.
Lorenz se dio cuenta. El clímax actual, con el que busca salvarlo, es más rápido que el acto sexual que parecía una lucha a muerte con la que buscaba matarlo la noche anterior. La mujer que en medio del placer desbordante tenía una expresión vacía, en este instante esboza una sonrisa inmensamente satisfecha.
Natalia, el cuerpo no miente. En el fondo, sigues sin querer mi muerte.
—A partir de ahora, para mí, tú estás muerto.
No fue sincera. Solo estaba cegada temporalmente por la rabia, soltando palabras que no sentía.
A causa de la contaminación mental causada por las palabras de ese demonio.
Que haya creído que él era el culpable sin pruebas, era claramente a causa de la presión psicológica ejercida por Edwin Eccleston.
Tú también estás empezando a comprender, por instinto, que no fue mi culpa.
Porque Natalia es lista.
Cuando esta noche termine, le preguntará la verdad a ese hombre.
Lorenz se librará de la falsa acusación por completo. Quizás Natalia le ponga un bozal con los crímenes de ese intrigante. Para que no pueda volver a decir que él merece morir.
Aunque esté en esta situación, voy a seguir viviendo.
La esperanza brota con tal intensidad que el momento en que se clavó un cuchillo en la carne para morir parece lejano. La oscuridad ante sus ojos se ilumina y, de repente, la realidad se ve de otra manera.
La mesa tumbada a solas frente a la puerta cerrada.
El auricular que cuelga y se balancea ansiosamente del teléfono con el cable arrancado.
Esa es la realidad de haber lastimado a esta mujer, cegado una vez más por su propio dolor.
—Pensé que no volverías a lastimarme ni a traicionarme.
Aunque tenía ante sí el rostro sonrojado y empapado de placer, el rostro pálido y bañado en lágrimas de ella flotaba ante sus ojos. Un dolor agudo, como si le quemaran el cerebro con electricidad, lo atravesó. Recuperó la conciencia.
Abrazó con fuerza a la mujer, que había estado tan absorta en la carrera hacia el placer extremo que no tenía en cuenta el dolor que él le había causado. Sería más correcto decir que se aferró a ella.
—Yo también estoy harto de esta clase de cosas.
Porque quería que me amaras.
—Debo haber estado loco por un momento.
¿Cómo pude renunciar a tu amor e intentar morir?
—No lo haré de nuevo. Es en serio. Por favor, créeme, ¿sí?
Como su rostro estaba recostado en su hombro, no podía saber qué pensaba ella de esta súplica desesperada.
Quiero saberlo. No quiero saberlo.
Dudando, extendió la mano hacia la barbilla de la mujer que exhalaba respiraciones cortas en su cuello, y los brazos delgados que lo rodeaban se tensaron suavemente. La mano cálida que envolvía su espalda parecía estar hablando.
Diciéndole que le creería.
Natalia cubre las faltas de Lorenz. Aunque él pensó que su relación había comenzado por necesidad para escapar de un apuro, ella, en cambio, se aferra a su cuerpo, sin saber qué hacer de tanto gusto.
¿Será que la triste negación de la realidad es lo que le hace creer que esto no es diferente al tiempo que pasó amando a otro hombre? A Lorenz, que estaba sumido en la confusión, Natalia lo rescató con un simple abrazo.
En realidad, él ya había intuido los sentimientos de Natalia. Las palabras que ella le dijo al abandonarlo eran casi una confesión de «Me gustaste».
No pudo alegrarse en ese momento, ya que la confesión vino acompañada de una sentencia de muerte. Sin embargo, no fue de extrañar que su corazón se llenara de júbilo, aunque fuera tardío.
Pero quién diría que a esto le seguiría una vergüenza que nunca antes había admitido en esta corta vida. Se avergonzaba insoportablemente de sí mismo por haber sospechado que esta mujer podría tener malas intenciones.
Natalia es parecida a él. Especialmente en ese punto en común gemelo de ser una persona adicta a una baja sed de venganza.
¿Qué clase de represalia será este sexo tan parecido al amor? ¿Acaso pretende dejarme morir de sed vertiéndome agua de mar por la garganta? Matar para luego salvar… Esta sospecha incoherente estaba, por supuesto, equivocada.
Natalia había crecido hasta convertirse en una persona que alberga una amplia generosidad en lugar de un rencor afilado en su pecho.
Pero yo, ¿por qué sigo viviendo con el resentimiento que tú desechaste?
Se odia a sí mismo hasta la muerte por ser tan inútil. Sin embargo, toma la decisión de dejar de ser un monstruo repugnante y vivir como un ser humano, aunque sea sin forma, porque ella le ha dado una oportunidad.
Tu promesa de darme una oportunidad si te pedía perdón era sincera.
No lo creyó. El perdón y la oportunidad de esta mujer serían como un mar inagotable para Edwin Eccleston, pero para él, serían un desierto donde nunca llovería. Uno sin oasis.
Lorenz no tenía la certeza de ser perdonado, por eso, a pesar de presentir que Natalia le daría una sentencia de muerte, no pudo confesar la mentira. Pensó que el día en que suplicara perdón y recibiera indulto, en lugar de una sentencia de muerte, nunca llegaría.
Gracias. Lo siento. Abrazó a la mujer que gemía y repitió las mismas palabras como un loco.
—Yo también cambiaré. Por favor, no me abandones.
Su cuerpo sigue siendo ridículamente pequeño, pero, ¿en qué momento su corazón creció tanto?
Mientras él deambula en el mismo lugar, mira aturdido la espalda de ella, que avanza sola y se desvanece como un punto en el horizonte. Lorenz finalmente logró empatizar con la soledad y la ansiedad que Edwin Eccleston había sentido al percibir la muerte de la niña en esa mujer.
Me siento solo. No me dejes. Llévame contigo hasta el final del camino que tomes.
Empujó los hombros de la mujer, que no respondía, absorta en presionar su zona erógena contra el miembro del hombre. Así, mirándola a los ojos, suplicó:
—Vamos juntos. Déjame vivir contigo también.
El contacto visual se cortó de inmediato sin que él pudiera obtener una respuesta.
—¡Ah, aagh, ¿qué hago…?!
Justo en ese instante, Natalia echó la cabeza hacia atrás, anunciando su clímax.
El pecho de la mujer se infló. Las uñas de sus dedos delgados, que parecían romperse con un toque, se clavaron en el pecho de él, al que se aferraban. El cuerpo de la mujer se puso rígido, aferrando por completo el pesado pene.
Aunque el movimiento se detuvo por completo, dejando solo la punta del pecho rosado temblando por la intensidad del acto, el interior donde él estaba clavado onduló con aún más fuerza.
La pared vaginal, tenaz y fuerte, pareció masticar y triturar su miembro, para luego soltarse de repente y succionarlo con suavidad y calidez. Lorenz también tuvo que echar la cabeza hacia atrás y jadear con el pecho agitándose descontroladamente.
La bolsa de carne caliente apretó con firmeza el glande, que estaba aplastado por el peso de la mujer. Aunque parecía estrangularlo, el aire reprimido se liberó.
El aliento era dulce. Como si hubiera escapado dramáticamente de un abismo de asfixia y estuviera inhalando el aire sobre la superficie.
—¡Ugh…!
Saltaron chispas en el punto culminante del placer donde la carne frotaba. A lo lejos, se divisaba la luz de la salvación.
Quiero vivir. Quiero vivir. Quiero vivir. Quiero vivir.
En ese instante fugaz en que repetía débilmente esto entre respiraciones agitadas, las puertas del cielo se abrieron de par en par, y la luz se derramó sobre él.
—Ah… Siento que voy a vivir…
No soy más que un mero deseo sexual. En la conciencia que se hace clara al ser satisfecho, aunque se desvanece si el dueño del cuerpo lo calma, Lorenz no pudo evitar admitirlo.
La miseria es empujada lejos y desaparece en el éxtasis del clímax. Al final, él no es más que un mero deseo sexual.
—Gracias.
—Haa, haa…
Agarró las mejillas de la mujer que lo había salvado y la besó en la boca entreabierta por los gemidos y la respiración jadeante. Finalmente, Lorenz vomitó los sentimientos que se habían hinchado en su interior a punto de estallar, junto con las lágrimas.
—Te amo, Natalia.
La mirada de ella, que estaba borrosa por el ardor, se aclaró. Se acercó a él. Él pensó que iba a besarlo primero, pero se detuvo cuando sus narices se tocaron. Natalia miró profundamente a los ojos de Lorenz. Entre los labios que esbozaban una sonrisa tierna, fluyó una palabra que él no esperaba en absoluto.
—Yo también…
Detrás de las puertas del cielo, un ángel con cabello dorado esparcido como un halo extendió su mano hacia Lorenz. La luz de la salvación no se desvanecería jamás.
—… te amo, Edwin.
Sin embargo, las puertas que se abrieron fueron las del infierno.
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EmySanVal
Auch… eso sí lo mató jaja… no me lo esperaba 😮
Gracias por el capítulo!
magui96
Jojojojo «te amo edwin» fuaaa lo re mató
RousZuni
Jajajajaja si no se muere con esto no se sabe que lo hará jajajaja me muerooooo jajajaja