Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 273
—Ahora lo sabes, ¿verdad? No intento besarte.
Él pensaba lo mismo y había pasado por la misma duda, y no esperaba que se lo transmitiera de esa manera, como si ya hubiera tomado una decisión.
‘Si actúas de manera fría y luego sonríes de oreja a oreja, qué patético te verás’
A pesar de saberlo, no pudo evitarlo.
Giselle se cubrió el rostro sonrojado con una mano y se rio. Una mujer que se alegra inocentemente cuando un hombre quiere hacer cosas indecentes con ella… A los ojos de Edwin, se veía a la vez lastimosa y adorable.
Después de estar abrazada a él durante un rato, levantó la cabeza. Mordiendo su labio inferior para contener la risa que aún no se apagaba, Giselle comenzó a mover la mano en el bolsillo interior de la chaqueta. Sus ojos se volvieron serios.
Como alguien que se enfrenta a una apuesta con un 50% de posibilidades.
‘¿Intentará diferenciar la lata al tacto?’
La tapa de la lata tenía la marca en relieve, así que no era una apuesta completamente al azar.
Sin embargo, ella no intentó diferenciar, ni siquiera lo dudó, y sacó la mano de inmediato. Lo que los ojos de Edwin, sorprendido, vieron fueron dos latas.
A él le dio la risa, y Giselle le mostró una sonrisa seductora que él nunca había visto.
—¿Nunca me dijo que solo sacara una, o sí?
‘La crié pensando que era un cachorro, pero resultó ser una zorra’
Su encantadora zorra.
Edwin asintió en señal de aceptación y abrió una de las latas. Puso una menta solo en su propia boca. Cuando se le disolviera, no solo se besarían, Giselle se sintió muy avergonzada de tenerlo enfrente mientras la menta se derretía. Justo cuando intentó darse la vuelta para colgar su abrigo.
¡Crac!
Se escuchó el sonido de una menta siendo masticada. Edwin nunca masticaba las mentas.
‘¿Lorenz?’
Con un mal presentimiento, se dio la vuelta y se encontró con la mirada de Edwin. Él, al ver a Giselle, que estaba tan sorprendida que no podía decir nada, la agarró y la besó en los labios.
El hombre que pacientemente esperaba a que la menta se disolviera antes de besarla, o que incluso disfrutaba de la espera, ahora no podía contenerse. Su corazón se aceleró al entender lo que eso significaba.
Giselle le rodeó el cuello con los brazos y lo besó con pasión. Pero esta vez, Edwin no la levantó y terminó el beso antes.
Sus labios humedecidos con la saliva del otro se deslizaron por su delgado cuello. Parecía más ansioso y feroz que antes, como una persona hambrienta. Al llegar al cuello de la camisa, volvió a levantar la cabeza. La decepción fue momentánea.
¡Ziiiip!
El hombre se quitó la chaqueta y se acercó a la espalda de Giselle, bajando lentamente el cierre de su vestido. A medida que la ropa se abría, él dejaba besos sobre la piel que se exponía. La trayectoria de sus labios se detuvo en la banda de su sujetador.
¡Tuc!
Giselle, que pensó que él lo pasaría de largo, se sorprendió y se dio la vuelta cuando Edwin tiró de la banda y le desabrochó el cierre. El hombre que, en su imaginación, dudaría docenas de veces o se sentiría avergonzado antes de quitarle la ropa interior, ahora la miraba con una lujuria tranquila. Ladeó la cabeza.
Giselle se sonrojó, sacudió la cabeza y se giró.
‘Si él ya tenía un plan de anticoncepción, no había razón para que dudara, entonces ¿por qué yo todavía no lo creía?’
Edwin acarició la zona donde estaba la banda de su sujetador, como si estuviera celebrando haberla desabrochado por primera vez. O tal vez estaba saboreando los latidos de su corazón que hacían que su espalda se estremeciera.
Sus labios volvieron a bajar, siguiendo el cierre que él seguía abriendo por su espalda. Cuando llegó a la cintura, donde terminaba el cierre, Giselle contuvo la respiración sin darse cuenta.
Pero sus labios regresaron a su cuello. La agarró suavemente por los hombros y le bajó el vestido.
‘¿Edwin Eccleston me está desnudando?’
Su cuerpo temblaba tanto que incluso sus suspiros eran de puro éxtasis.
Edwin la besó en el hombro desnudo para tranquilizarla. Sus ojos se deslizaron hacia abajo. Ella quería saber cómo él miraba su pecho. Aun así, Giselle abrazó sus pechos con los brazos, para cubrir el sujetador que se deslizaba a medida que las mangas se caían.
Él no se lo quitó, se apartó. Al sentir un movimiento extraño detrás de ella, intentó darse la vuelta, pero se quedó inmóvil. Sintió que sus manos la agarraban de los muslos y luego sus labios tocaron su trasero. Giselle sintió que Edwin sonreía por la piel de gallina.
Dejó escapar un pequeño suspiro y golpeó la banda del liguero con los dedos. Como si estuviera frustrado por la cantidad de ropa que tenía que quitarle.
Mientras tanto, Giselle lamentó no haberse puesto más capas de ropa. Quería disfrutar por más tiempo de ese momento en que Edwin la desnudaba sin límites. Así, podría ver a ese hombre que siempre había sido indiferente al cuerpo femenino, volverse cada vez más impaciente por ver su cuerpo desnudo.
El hombre, arrodillado, comenzó a desatar las ligas que sujetaban la media. ¡Tuc! ¡Tuc! El sonido era similar al latido del corazón de Giselle.
El liguero cayó sobre la falda del vestido, que se había acumulado alrededor de sus tacones. Ahora, solo le quedaban las medias negras y la ropa interior.
Edwin se levantó y la abrazó por detrás. Ella se encogió al sentir sus manos calientes en su piel desnuda, que siempre había estado oculta. En el espejo, sus ojos se encontraron con los del hombre que abrazaba a una mujer semidesnuda. Él la miraba con una expresión extraña, que revelaba una preocupación que ella no podía descifrar.
—¿Cambiaste de opinión? Si es así, podemos dejarlo aquí por hoy.
Cuando Giselle negó con la cabeza, él le dio pequeños besos en el hombro, acarició su brazo y luego agarró la tira del sujetador que colgaba de su codo.
—¿Me quito también esto?
Giselle no asintió ni negó. Edwin tiró de él, pero ella no lo soltó y en su lugar se abrazó a su pecho, apretándolo firmemente con el sujetador. El hombre, que jugaba a un ligero tira y afloja con el sujetador, se rio y susurró a su oído con un tono astuto:
—¿Tan atrevida cuando sacaste las dos latas, y ahora te da vergüenza?
Sí, le daba vergüenza, pero esa no era la razón por la que se cubría. Quería disfrutar un poco más de su impaciencia por quitárselo. Estaba tan feliz de que él quisiera ver sus pechos que ya sentía un calor entre sus muslos, pero este hombre aún era demasiado caballero.
‘¿Debería seguir provocándolo hasta que pierda la cabeza y la lujuria lo ciegue?’
Pero Edwin solo la encontraba adorable. Se rio y le dio besos en la mejilla, y de repente…
—¡Ah…!
la levantó como a una princesa y caminó hacia el dormitorio. Por el camino, uno de sus tacones se le cayó del pie.
Edwin la sentó en su regazo en la cama y le quitó el otro tacón. “¿En la cama?”. Su corazón latía con fuerza. Y no era solo por emoción.
‘Ay, de todas las cosas……’
El lugar donde se encontraban los dos por primera vez después de haber sido engañados por Lorentz, sería el lugar donde harían el amor por primera vez. Era demasiado tarde para cambiar de lugar, así que tenía que dejar de pensar en eso.
—¡Mmm!
Edwin le agarró la barbilla y hundió su lengua en su boca. En ese momento, dejar de pensar en eso no le fue difícil.
Una vez más, el beso fue demasiado corto, algo inusual en este hombre. Eso le hizo sentir bien, ya que significaba que él estaba pensando en algo más atrevido, pero no era suficiente para hacerla tirar el sujetador.
—¿De verdad no te lo vas a quitar?
No le gustaba que él la estuviera desnudando con la intención de tener sexo, pero que su tono fuera como el de un adulto que regaña a un niño obstinado. Quería que él la viera como una mujer seductora y madura, que le cortara la respiración.
—Le gustan mucho los pechos de mujer, ¿verdad?
Lo provocó con una broma.
La cara del hombre, que ya estaba ligeramente sonrojada, se puso aún más roja. Aunque se sentía avergonzado, no perdió su esencia de Edwin Eccleston. Se rio, pretendiendo estar tranquilo, y acarició el cuerpo de Giselle con sus nudillos.
—Me gusta cualquier parte que sea tuya.
Su respuesta le encantó, pero aún no era suficiente.
—Entonces, haga que me lo quite.
Lo provocó con una mirada desafiante y desinteresada. Él torció la comisura de sus labios, como si se sintiera desafiado, su expectativa aumentó, pero…
—¿Quizás debería tocar en otro lado?
le respondió él mientras le acariciaba el vientre. Su expectativa se desplomó.
‘¿Qué hombre se rinde tan rápido?’
Pensó que era patético.
Ella hizo un puchero y lo ignoró, mirando hacia otro lado, como si no le importara lo que él hiciera. Pero en el borde de su visión, una escena que no era propia de Edwin Eccleston le llamó la atención.
Mientras la miraba, se lamió tres dedos.
‘¿Qué va a hacer?’
Ella tenía la suficiente experiencia para saber la razón por la que un hombre se moja los dedos antes del sexo, así que no se preguntaba por ignorancia.
‘Este hombre no haría algo así……’
—¿Es esto?
—¡Ah!
Pero en el momento en que él le metió la mano sin dudarlo en la ropa interior, se dio cuenta, con el shock que sintió en su clítoris, que el hombre llamado Edwin Eccleston era un territorio desconocido.
—Así que sí era.
Cuando Giselle levantó la cadera, él retiró los dedos. Ella se quedó boquiabierta, sin parpadear. Él le preguntó mientras ella miraba alternativamente su mano, que estaba medio metida en su ropa interior, y su rostro.
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magui96
AAAAAH NECESITO OTRO CAPÍTULOOOOOO AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH
Merry
Jajajjaa se está logrando jajaja no lancemos campanas al vuelo, sigamos jajaja gracias Asure!