Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 264
El primer invierno que conoció a este hombre, ella no tenía el espíritu de una niña para jugar con la nieve, así que él estaba hablando de su primer invierno en el ducado.
—Sí, era adorable.
Acostarse y rodar en la nieve era de las cosas más tranquilas que hacía. Si le proponía una guerra de bolas de nieve, convertía al joven duque, al que todos temían, en un muñeco de nieve humano. En realidad, Ajussi le respondía lanzando bolas de nieve, pero nunca la atinaba, así que Giselle se mantenía limpia y seca.
Él incluso sacó de la bodega el trineo de su infancia y jugaron sin parar todo el día, sin darse cuenta de que sus manos y pies estaban congelados. Después, los llevaron a la fuerza al interior, donde los regañaron, y el chocolate caliente y la chimenea se sintieron tan reconfortantes.
Era tan feliz.
Tal vez la razón por la que ese calor se siente tan vívido aún es porque se parece a la calidez de la mano que ahora le acaricia la mejilla.
—¿Hacemos un muñeco de nieve, por el bien de los viejos tiempos?
Giselle negó con la cabeza y se acurrucó aún más en los brazos de Edwin. Abrazarlo era mucho más reconfortante.
Quizás por el aire frío que los rodeaba, los brazos de este hombre se sentían hoy más cálidos y pacíficos que nunca. Por otro lado, cada lugar donde sus cuerpos se tocaban se sentía ardiente y su cuerpo temblaba ligeramente, como si esa calidez le fuera extraña.
De repente, recordó que la primera vez que se enamoró también se había estremecido con la calidez de su cuerpo mientras la abrazaba. Esa emoción también volvió a la vida con viveza.
Siempre había pensado que el momento en el que se enamoró había sido un evento inexplicable, imposible de describir con palabras. Pero al encontrarse con un momento similar, sintió que no había podido evitar enamorarse.
—Edwin.
—¿Mmm?
Su voz le vibró en el pecho y se filtró hasta los oídos de Giselle.
—Dime que me amas. Hasta que yo te pida que pares.
A pesar de la petición repentina y extraña, Edwin no pareció desconcertado. Sonrió con agrado y, como si lo hubiera preparado de antemano, comenzó a confesarle largamente cuánto la amaba. Su voz baja era dulce, sus brazos cálidos y su amor era apasionado. Fue un momento perfecto.
‘Sí, desde ese momento he anhelado este tipo de amor’
Su sueño se hizo realidad. Giselle sonrió con alegría, cerró los ojos y luego los abrió de golpe.
‘No. Solo falta una cosa más’
Levantó la cabeza y, separando suavemente su cuerpo del de él, se irguió para mirarlo a la cara. La voz que fluía suavemente de sus labios se detuvo. Al hombre que le preguntaba con la mirada qué iba a hacer, Giselle le humedeció suavemente los labios con la punta de la lengua y confesó lo único que le faltaba a ese momento perfecto.
—Puedes besarme.
Edwin se sorprendió, como alguien cuyo sueño se ha hecho realidad de manera inesperada, y luego le dedicó una sonrisa que podría hacer vibrar a cualquiera. Enderezó su cuerpo, que estaba inclinado hacia atrás, tomó la taza de la mano de Giselle, la colocó al lado de la suya y se acercó a ella.
No abalanzarse sobre sus labios de inmediato, tan pronto como ella le dio permiso, era muy propio de Edwin Ecleston. Le apartó un mechón de pelo, le acarició el rostro y la miró fijamente durante un largo rato. Como si fuera a saborear cada momento de su primer beso.
Mientras se miraban fijamente, justo antes de besarse, el pecho de Giselle comenzó a latir tan fuerte que le costaba respirar. Incapaz de controlar sus nervios y vergüenza, no paraba de sonreír tontamente. Una sonrisa similar afloró en el rostro de Edwin, pero desapareció cuando su pulgar, que le acariciaba la mejilla, comenzó a trazar el contorno de su labio inferior. Con su mirada más que seria, Giselle contuvo la respiración sin darse cuenta.
Su nuez de Adán se movió notablemente al mismo tiempo que la mano de él se hundió en su cabello, sujetándola por la nuca. Era la señal de que iba a besarla. A pesar de que era el momento que había anhelado, su corazón dio un vuelco. Giselle no apartó la vista de él mientras se acercaba, luchando por controlar la respiración que se le aceleraba por la emoción.
Primero, se tocaron la nariz. Él, que siempre se quedaba ahí, frotándole la punta de la nariz antes de retroceder, hoy ladeó la cabeza y se inclinó aún más. En el momento en que el aroma picante del vino y la menta se intensificó, los labios de Edwin se posaron suavemente sobre los de Giselle.
Las lágrimas le aguaron los ojos. Sintió que algo que no debía soltar en ese momento se le iba a escapar por la boca.
Un suave y carnoso roce se presionó sobre los labios firmemente cerrados de Giselle y se retiró. Las dos membranas, pegajosas por la saliva que se había secado, se adhirieron con un chasquido antes de separarse con un pequeño estallido. El sonido íntimo le hizo temblar el corazón.
Pensó que el beso sería corto, pero tan pronto como se separó, él volvió a morder sus labios. Esta vez, no se limitó a tocarla, sino que se superpusieron lentamente y con profundidad.
Apenas estaba comenzando, pero ella ya se sentía sin aliento y aturdida. Quizás era porque se miraban a los ojos profundamente durante todo ese momento de intimidad.
El beso continuó, pero la mirada no cambió. Aliviada, Giselle abrió suavemente la boca y Edwin la besó. En ese instante, una chispa brilló en los ojos que se miraban. Pero el hombre que la besaba seguía siendo Edwin. El hombre que exhalaba un aliento caliente por la emoción y la mordía fuertemente los labios, seguía siendo Edwin.
Sus ojos azules brillaban con una satisfacción eufórica, y luego ardían con anhelo, como si no fuera suficiente. En medio de toda esa indecisión, una sola emoción que se revelaba en el fondo no cambiaba.
Amor.
Él le transmitió amor, de manera suave y feroz, con los labios.
‘Giselle, este es el beso de Edwin Eccleston’
‘Este es el verdadero primer beso mío y Ajussi’
‘El beso de verdad’
No el beso falso con Lorentz que solo le había traído vergüenza. No el beso que Giselle le había robado a Edwin y que solo le había traído culpa. Tampoco era ese beso que Edwin había dado a regañadientes para engañar a Lorentz, un beso sin amor que solo le había dejado sentir miseria.
Se besaron con amor. Solo después de haber sufrido por las falsedades que no tenían otro significado que el de destrozar el amor, por fin.
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—Puedes besarme.
Con timidez, como si fuera una niña coqueta. El permiso que Edwin había esperado tanto como las palabras “te amo” le había sido concedido.
Su corazón se infló, sintiendo que podría volar al cielo, pero al mismo tiempo sus hombros se sentían pesados. Porque sabía lo difícil que había sido para Giselle tomar esa decisión.
Por eso, nuestro verdadero primer beso fue exclusivamente nuestro.
Para finalmente poder compartir el amor que derribaría sus barreras y los haría uno solo, Edwin tuvo que inclinar la cabeza hacia su amada y pedirle prestado el perdón de otro hombre.
“Si de verdad amas a Giselle, cálmate por ahora. Sabes lo que significa este beso para ella”.
El chico no respondió, pero no volvió a aparecer después de robar un beso de los labios de Giselle y retirarse. Solo entonces Edwin pudo concentrarse en el beso.
Tan pronto como se separó, volvió a besar esos labios carnosos y suaves. Eran tan pequeños que daban ganas de reír por lo adorables que eran, pero al mismo tiempo, la necesidad de controlar la fuerza y la impaciencia aumentaban, ya que Giselle no le correspondía en absoluto.
‘¿Estará decepcionada?’
Nunca se había sentido cohibido en una relación, pero frente a Giselle, su confianza, que había construido con solidez a lo largo de su vida, se estremecía desde sus cimientos.
Pronto se sintió incómodo. Comenzó a sentir que estaba cometiendo algo atroz, como si estuviera obligando a una mujer que no quería besarlo. Se estaba convirtiendo en un canalla que le exigía a Giselle que se lo retribuyera por haberla criado. La culpa que creía haber ahuyentado estaba a punto de regresar.
Sin embargo, esta se disipó al momento en que Giselle por fin sonrió, con sus ojos llenos de amor, y le mordió suavemente el labio. Lo que al principio fue un beso tímido se volvió cada vez más activo.
Giselle, que se había comportado de forma tan defensiva, fría y distante, sin siquiera expresar simpatía, y mucho menos afecto, finalmente le correspondió, expresando su amor con sus movimientos. Ya no era un amor no correspondido.
Aunque Edwin quería hacer como si todos los besos anteriores nunca hubieran existido, no pudo evitar recordar el último. El beso de Giselle no era diferente del que se habían dado en ese momento. Por eso, se sintió desvergonzadamente feliz. Como si ese amor hubiera regresado.
Cada vez que Giselle le robaba un beso, un placer electrizante le explotaba en el pecho como fuegos artificiales. Edwin comenzaba a perder el control poco a poco. Fue hoy, por primera vez, que descubrió que él también tenía el deseo que solo se saciaba mordiendo y succionando la piel de la mujer.
En el momento en que sus labios se unieron, la saliva de Giselle se extendió por la lengua de Edwin. El sabor amargo del vino nunca había sido tan dulce.
Impaciente, pasó la lengua suavemente por el interior de su labio superior. No era la primera vez. Ya había metido la lengua en la boca de Giselle antes.
‘¿Cómo es que terminé besándote?’
En ese momento, se había sentido asqueado de sí mismo y apenado por Giselle, sin atreverse a mirarla a los ojos mientras pensaba esto. Nunca imaginó que llegaría el día en que “¿cómo es que terminó?” se convertiría en “por fin, sucedió”.
Mientras se miraban a los ojos, mordiéndose los labios, el significado de este beso de repente le pesó en el corazón.
‘No podemos volver a ser una niña y un Ajussi’
Había traicionado una creencia que estaba seguro de que nunca rompería, pero no se sintió como una derrota.
‘Porque ahora somos una pareja’
‘Te amo, Giselle’
Sentía que por más que se lo dijera, las palabras se quedaban cortas, pero ese vacío se llenaba más y más a medida que sus labios se movían. Edwin no tenía la menor intención de detener esta poderosa expresión de amor, que era más fuerte que cientos de palabras.
Sin embargo, Giselle de repente empañó sus ojos y giró bruscamente la cabeza, poniendo fin inesperadamente al beso. Y en ese instante, Edwin vio las lágrimas que ella derramó.
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magui96
Awww si se besaron 🥹
Merry
Aiiii por fin 🤭 un besillo, pero que pasa con Giselle!
Gracias Asure 😉