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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 260

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  4. Capítulo 260
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¿Sería que se había dado cuenta de que no era una persona con la que se pudiera conversar de forma amable? Con el rostro serio, Giselle, por dentro, chasqueó la lengua. Para tratar sin tapujos a la hija de un embajador como si fuera una inmadura, se necesitaba ser alguien como Eccleston. Cuando era niña, pensaba que su ‘Ajussi’ era el más fuerte y lo admiraba sin más, pero ahora que era adulta y se enfrentaba a la sociedad, envidiaba ese poder y deseaba que fuera suyo.

—¿Qué acaba de decir?

Martine, que había recibido un trato completamente descortés de un hombre con apariencia de caballero, no pudo ocultar su conmoción. Luego, su rostro se volvió hosco y mostró su verdadera personalidad.

—Le diré a mi padre sobre su actitud irrespetuosa.

La amenazó, dando a entender que esto podría escalar a un problema diplomático entre los dos países y que él se arrepentiría, pero, ¿no era obvio que la trataría como una niña si iba a quejarse con su papá? Giselle contuvo una risa, pero el Director se rio por ella.

—¿Qué le va a decir? ¿Que estaba espiando para otro país y que un comandante militar desconocido le dijo que dejara de hacer berrinches?

La mujer, que por fin se dio cuenta de lo ridículo que sonaba lo que había dicho, se puso roja y pálida.

—No le impediré que se queje, ya que tiene la libertad de hacerlo. Sin embargo, recuerde que es un acto equivalente a la filtración de un secreto de Estado, por lo que podría perder su libertad.

Dio una severa advertencia con una sonrisa amable. Giselle tragó saliva, pues había visto numerosas veces lo que sucedía cuando esa sonrisa desaparecía.

—Señorita Martine, parece que le hemos dado demasiada libertad, ya que ha olvidado su situación. Se lo recordaré de nuevo. Usted es una criminal que puede ser castigada por espionaje y, por lo tanto, podemos encarcelarla en cualquier momento.

Martine se levantó bruscamente y se dirigió a la puerta, pensando que era una trampa para arrestarla. Giselle también se levantó rápidamente. Se adelantó y se interpuso en el camino, y la mujer la miró fijamente y le ordenó, con los dientes apretados:

—Muévete.

—La conversación aún no ha terminado. Vuelva a su asiento.

Giselle repitió lo mismo secamente y no se movió, así que la mujer levantó la mano. Lo hizo sin dudar, como si estuviera acostumbrada a abofetear a las sirvientas.

Parecía que había olvidado que Giselle no era su sirvienta, sino una soldado entrenada en combate cuerpo a cuerpo. Cuando levantó el brazo para agarrarla de la muñeca, una voz peligrosamente baja intervino, helando la sangre de Giselle.

—Sepa que si le pone una mano encima a mi subordinada, saldrá de este hotel con esposas, arrastrada como un animal.

La sonrisa despreocupada del hombre había desaparecido. Martine bajó la mano tan pronto como recibió la severa advertencia, pero, sintiéndose humillada, miró a la inocente Giselle como si quisiera comérsela. De repente, rompió a llorar y comenzó a reclamarle al hombre.

—¡Esto no es lo que acordamos! Prometieron perdonarme los cargos a cambio de convertirme en una doble agente. ¡Son todos unos estafadores!

—Esa es la recompensa por haber actuado como una doble agente. ¿Acaso usted ha cumplido su parte del trato, señorita Martine?

La mujer abrió la boca para justificar su bajo desempeño, pero el Director no le dio tiempo para decir tonterías.

—Hasta ahora, ha demostrado consistentemente ser un riesgo, en lugar de un beneficio. Para mis subordinados y para mí, es más ventajoso encarcelar a un dolor de cabeza. Por no mencionar la inmensa pérdida que es haber venido hasta este lugar un fin de semana, que debería haber estado disfrutando de una cita.

‘¿Por qué de repente está hablando de una cita?’

Giselle miró a otro lado y se esforzó por mantener su expresión bajo control.

—Señorita Martine, en Richmond, hay una casa de seguridad completamente aislada en lo profundo de las montañas. Es el lugar donde recluimos a los espías que se niegan a cooperar.

—…

—Hasta el final de la guerra.

La voz del hombre se volvió aún más fría, y a Giselle se le puso la piel de gallina, como si la hubieran sumergido en agua helada. Entonces, ¿cómo se sentiría la mujer que sería encerrada? La voz de Martine comenzó a temblar notablemente.

—No soy como esa gente insignificante. ¿Cree que estará a salvo si me encierra?

A pesar de que temblaba, era una mujer con mucho coraje. Pero, ¿por qué usaba los conflictos diplomáticos como un arma? Si supiera que el hombre frente a ella le había conseguido, con solo una llamada, los permisos de estadía a sus amantes que su famoso padre no pudo conseguir, nunca habría estado tan segura de que ganaría.

—Ah, ¿así que desea ser deportada? Con gusto.

El Director sonrió como si no pudiera estar más feliz, y la expresión de Martine se volvió aún más seria. ‘¿Deportada?’. Giselle también se sintió confundida, ya que no se podía hacer eso para mantener la confidencialidad. Pero el hombre, que tenía mucha más experiencia en esto, seguramente lo había pensado.

—Anunciaremos que usted era una espía.

—¡Qué cobarde…!

—¿Por qué es cobarde? ¿Acaso ha cooperado con nosotros? Mercia simplemente está deportando legalmente a una espía que entró al país para espiar a favor de un país enemigo.

Por lo tanto, la que perdería su honor no era Mercia, sino la mujer. Sabía perfectamente que su futuro sería ser señalada con el dedo y caer en desgracia, incluso en su propio país.

—Espero que Constancia proteja a una ciudadana de un país extranjero que no les ha dado ninguna ayuda.

El rostro de la mujer, que nunca había sido leal a nadie, ya que sopesaba a ambos lados, se volvió completamente pálido. La voz del Director se volvió a calmar, pero la mujer no se relajó.

—Señorita Martine, si no quiere ser encarcelada ni deportada, solo hay una opción.

Coopere en silencio.

—Le daré una última oportunidad para que lo piense bien hasta que terminemos de comer.

Después de dar la advertencia, el Director le hizo una seña a Giselle para que se sentara a su lado.

—Teniente, siéntese y termine de comer.

Giselle, dejando a la mujer aún parada frente a la puerta, se sentó y tomó sus cubiertos de nuevo. Los subordinados, que también estaban en silencio, reanudaron su comida, ya que el Director les había dado la señal.

La mujer, que sabía que no estaba en posición de gritar, pero que aun así había tratado de poner a prueba al ejército de Mercia y estafarlo, regresó a su asiento en silencio. Pero se quedó congelada, sin poder comer ni beber.

A Giselle le dieron ganas de chasquear la lengua. ‘¿Por qué lo provocó?’. El hombre tenía un gran corazón, pero era muy frío con la gente que cruzaba esa línea.

—¿Pedimos postre?

Por supuesto, Giselle siempre fue la excepción.

Giselle, con el apetito de vuelta, se terminó el postre y terminó de comer. Martine finalmente decidió cooperar y dijo que regresaría a Richmond por su propia voluntad.

El ama de llaves del hotel bajó con el equipaje de la mujer, así que Giselle esperó en el vestíbulo, pero la mujer no se sentó en el salón, sino que se dirigió al tocador. Martine se aplicó el lápiz labial mientras miraba a Giselle, quien la seguía de cerca como una vigilante, a través del espejo.

—¿Lo ves todos los días?

—Todos los días. Incluso los fines de semana’

Giselle asintió con una expresión de indiferencia.

—Qué envidia.

‘¡Por Dios!’

Después de haber sido tratada de forma tan cruel, ¿se había enamorado de él? Giselle no sabía si la mujer estaba loca por los hombres o si el hombre tenía algo que hacía que las mujeres perdieran la razón y el orgullo.

—¿No le parece aterrador?

—No sabes nada de hombres, ¿verdad? ¿No es emocionante que un hombre tan aterrador sea tan gentil solo con su propia mujer?

—Tiene razón.

‘No puedo creer que esté de acuerdo con esta mujer. Supongo que el hombre es extraordinario’

—¿Estás soltera?

‘Lo sabes, ¿por qué preguntas?’

Giselle lo había visto mirar su mano izquierda y luego sonreír triunfante. Le aliviaba que no se diera cuenta de la relación entre la oficial más joven y el comandante en jefe, pero también le molestaba.

—Estoy soltera. Por ahora.

Giselle añadió la frase de forma significativa, y la mujer, que estaba retocando su maquillaje, se detuvo y la miró fijamente. Giselle soltó una descarada mentira.

—Tiene una prometida desde hace mucho tiempo y pronto se casará.

—¿Ah, sí?

Martine se vio decepcionada, pero pronto resopló.

—¿De qué familia es la mujer?

—Esa es información que revela la identidad de mi superior, así que no puedo decírselo.

Los ojos de Martine se abrieron de par en par ante la insinuación de que era una mujer muy conocida. ‘No sabía que era tan divertido hacer que otras mujeres se pongan celosas’. Lo acababa de descubrir.

—Es mucho más joven y, para ser honesta, es una mujer hermosa y sobresaliente, por lo que el Director ha perdido la cabeza por ella. Y esto es un secreto, pero es un poco…

—… ¿Arisca?

—No es solo arisca. Es una mujer que golpea a los hombres. ¿Cómo cree que se pondría si una mujer se le acercara a su hombre? Es una loca de atar. Ah, pero no le cuente a nadie.

Giselle se quedó mirando a la mujer, que se había quedado con la boca abierta, y contuvo la risa que le subía por el pecho.

Después de la princesa, ¿ahora la hija de un embajador? ¿Por qué Edwin Eccleston atraía a mujeres tan locas?

Claro, la más loca de todas era Giselle Bishop, que ahora no dejaría que ninguna mujer se le acercara a su hombre.


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Comments for chapter "Capítulo 260"

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3 Comments

  1. Merry

    Bieeen, eso parecen celitos 🤭
    Gracias por el capítulo de hoy Asure.

    septiembre 3, 2025 at 11:59 am
    Responder
  2. Nat

    Asure, muchas gracias por traducir.

    septiembre 4, 2025 at 4:21 am
    Responder
  3. EmySanVal

    Jajajajajaja 😅
    Gracias por el capítulo Asure! 😍

    septiembre 4, 2025 at 5:27 pm
    Responder
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