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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 255

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  4. Capítulo 255
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Edwin aceptó en su mente que se había excedido, pero no podía evitar que su corazón se sintiera frío.

‘Yo quiero verte cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo, pero tú no’

Pensó que Giselle estaba abriendo su corazón antes de lo esperado, pero en momentos como este, sentía que la brecha entre sus sentimientos era muy grande desde el principio.

¿Habrá sentido Giselle lo mismo que yo en algún momento? ¿Cuánto tiempo tomará para que ella vuelva a sentirlo? No, ¿podré recuperarlo?

 

—Entonces, ese día tendremos una cita en casa. Descansamos, preparamos algo rico de comer y si nos aburrimos jugamos a las cartas o…

—No hay forma de que me aburra. Con solo verte, soy feliz.

 

Giselle soltó una carcajada y se apoyó en su hombro. Edwin sonrió a medias mientras le daba un beso al cabello rubio con aroma a lavanda.

 

—Estoy conmovido de que por fin me invites a tu casa.

 

De todos modos, la cita en casa le agradó. Significaba que su corazón se había abierto lo suficiente como para dejarlo entrar a su espacio.

 

—Ahora, Lorenz aparecerá el sábado, plantará todas las flores y se quedará con la primera invitación.

 

Esa gran expectativa se vio ahogada por un balde de agua fría. La mirada de Edwin se volvió naturalmente fría. El hecho de que el corazón de Giselle, que se estaba abriendo tan rápidamente, estuviera estancado últimamente no podía ser culpa de otro que el ladrón que le robaba su tiempo. Giselle no lo mostraba, pero tal vez se había cansado de tratar con dos hombres y por eso decidió darle su tiempo solo los fines de semana.

‘¿Qué pasará si Giselle ya no aguanta más y nos abandona a los dos?’

El culpable no tenía nada que decir, solo cumplir con el tiempo asignado. Para demostrar que era el tipo de esposo que asiste a su esposa con las compras sin quejarse, a diferencia del otro, Edwin le seguía extendiendo la canasta con lealtad, incluso cuando Giselle ya había puesto 100 bulbos.

 

—Oh, Reina de la Noche.

 

La cara de Giselle se iluminó cuando se detuvo frente a una caja llena de bulbos sueltos, no en bolsas.

 

—El año pasado, la abuela de al lado sembró estos tulipanes, y eran tan, tan hermosos.

 

El cartel describía que eran tulipanes de un color púrpura oscuro con el brillo del satén.

 

—¿No combinan con los colores de las flores que has elegido hasta ahora?

 

Giselle negó con la cabeza y señaló las otras bolsas de tulipanes en la canasta.

 

—Si los siembras intercalados con los tulipanes blancos, se verá espectacular.

 

La sonrisa llena de emoción desapareció al volver a mirar el cartel.

 

—….…Es un espectáculo muy lujoso.

 

El precio de cada uno de esos tulipanes se acercaba al de cinco o diez bulbos de los otros. Por eso, al parecer, los vendían sueltos y no por bolsa. De todos modos, ¿por qué esta chica dudaba por el precio, teniendo un hombre rico que no se aguantaba las ganas de comprarle lo que fuera?

 

—Cuando se trata de lujos, Eccleston no puede perder.

 

Edwin agarró una bolsa de papel vacía de la caja. Giselle sonrió y no dudó en empezar a elegir los bulbos.

 

—Reina de la Noche. Una excelente elección.

 

El dueño de la tienda, que los observaba de lejos, se acercó con una gran sonrisa.

 

—Se ven increíbles si se siembran con los tulipanes blancos.

—Ya los tenemos en la canasta.

 

Edwin levantó un poco la canasta y respondió por Giselle, que estaba absorta buscando dentro de la caja. El dueño miró a la pareja y empezó a halagarlos.

 

—Su esposa sí que sabe.

 

‘¿Su esposa? ¿No vio que no tengo anillo en el dedo anular de la mano izquierda?’

Como a menudo la confundían con una mujer casada, ya que la gente se solía casar a los veinte y pocos, a Giselle no le dio importancia y se concentró en elegir bulbos que parecían iguales.

 

—Es una nueva variedad de hace unos años. Parecía que iba a ser un éxito rotundo, así que cultivé muchos, pero con el estallido de la guerra se han convertido en un problema.

—Démelos todos. Y los tulipanes blancos también.

 

No solo Giselle, sino también el dueño se sorprendieron por el pedido de Edwin.

 

—¡Mu-muchas gracias!

 

El dueño, radiante de felicidad por el golpe de suerte, agarró la caja de costosos bulbos de tulipán y se dirigió a la caja. Solo cuando el hombre se fue, Giselle lo cuestionó.

 

—¿Qué vas a hacer con todo eso? No son papas. ¡No se pueden comer!

—Tal como dices, son un lujo que no se puede comer.

—¡Entonces, ¿por qué compraste tantos?!

—Como no se venden bien durante la guerra, los floricultores deben de estar pasándola mal. Y después de la guerra, como habrá menos variedades de flores, todos lo lamentarían.

 

Con la guerra, el racionamiento y el aumento de los precios, la gente arrancaba sus jardines y plantaba vegetales o cultivos. Por esa razón, no mucha gente se preocuparía por lujos como las flores, que estaban en decadencia.

‘Sí, esto es algo en lo que un rico puede ayudar. Hay lujos buenos’

Giselle dejó de intentar detenerlo por completo.

 

—¿Entonces vas a sembrarlos también en la casa del centro?

—No. Se los das a la gente que te rodea como regalo de Navidad. Será un regalo que nadie más dará, así que los hará más felices.

—El problema es que el 80% de las personas a mi alrededor son hombres.

—Giselle, a los hombres también les gusta ver cosas bonitas.

 

Edwin le dio un ligero toque en la punta de la nariz, como si la cosa bonita fuera ella, y sonrió con sus ojos curvados. Giselle sintió que sus mejillas se ponían rojas al instante y se giró bruscamente, fulminándolo con la mirada. Las etiquetas ya no le entraban en la vista y se puso a buscar en una caja que no sabía qué contenía, pero de repente tuvo una sospecha.

 

—Dime la verdad.

—¿Qué?

—¿Compraste todo esto porque me llamó ‘esposa’?

 

Edwin se mordió el labio inferior, que se curvaba en una línea, como si lo hubieran descubierto.

 

—No somos novios, así que ¿cómo voy a ser su esposa? ¡Qué grandes son sus sueños!

 

Giselle murmuró con un puchero mientras se tomaba del brazo de Edwin y caminaban juntos hacia la caja. Con la boca lo alejaba, pero con el cuerpo se apegaba a él. Aunque su corazón seguía en el mismo lugar, su cuerpo se había acercado mucho más últimamente.

Se reía y se apoyaba en él sin dudarlo, y si tenía ganas, lo tomaba de la mano primero. La incómoda distancia que mantenían al bailar un baile lento desapareció en algún momento y ahora apoyaba la cabeza en su hombro.

Debería estar contento, pero Edwin no lo estaba del todo. Su instinto le decía que eso era rastro de otro hombre.

‘¿Qué estarán haciendo esos dos?’

Había un tiempo perdido en la memoria de ese tipo. A propósito, dejaba al descubierto los recuerdos de los momentos ordinarios, como comidas o paseos, pero ese lapso de tiempo lo ocultaba desesperadamente.

‘Parece que están aprendiendo algo’

Lo había descubierto al desenterrar una parte de la conversación que su otra personalidad había tenido con Giselle mientras conducían de noche. Sin embargo, no había podido averiguar qué estaban aprendiendo ni por qué había surgido ese tema.

Al ocultarlo tan minuciosamente, se sentía tan inquieto que no podía dejar de pensar en ello. Había intentado no preguntar sobre lo que hacía con ese hombre, siempre y cuando Giselle estuviera bien. No quería agobiar a la mujer que amaba de ninguna manera. Si no podía evitar que la mujer que amaba se viera con otro hombre, era un consuelo para Edwin no saberlo.

Pero, ¿realmente estaba bien? Como su cuerpo se había acercado, no podía evitar sentirse incómodo.

Mientras se dirigían a la casa de Giselle en el coche para dejar lo que habían comprado, Edwin finalmente rompió su promesa y le preguntó:

 

—¿Qué hacen cuando se ven?

—Las cosas de siempre, supongo. Comemos, bebemos, damos un paseo, hablamos de tonterías…

—Están haciendo algo que no es lo de siempre. Para engañarme, necesitas entrenar mucho más para que no te descubran en la mentira.

 

Giselle hizo un puchero, lo fulminó con la mirada y giró la cabeza para mirar por la ventana. No negaba que era una mentira, pero tampoco confesaba la verdad. Ahora que había tocado el tema, Edwin no se detendría hasta obtener una respuesta.

 

—Si hay algo que ese tipo, al que le encanta presumir de lo que hace contigo, está ocultando, es natural que me sienta inseguro.

—Lo entiendo, pero no hay por qué preocuparse.

—Si tú lo dices, debe ser así… No sé qué es, pero si no es nada malo, ¿qué tal si lo hacemos conmigo también?

—El interrogatorio capcioso no funciona.

—…No sabía que tú también me lo ocultarías.

 

Al final, dejó ver su decepción. Giselle lo miró de reojo, se arrugó la nariz y sonrió con amargura.

 

—Lorenz me pidió que lo mantuviera en secreto. Lo siento.

 

‘¿Por qué guardas su secreto? Deberías estar de mi lado’

Un pensamiento mezquino le vino a la mente, pero no podía rebajarse al mismo nivel que ese niño de seis años.

 

—No te disculpes. Solo lo pregunté porque me preocupo por ti. Ya sabes cómo soy. Soy el típico sobreprotector.

 

Edwin intentó cambiar el ambiente con una broma, sacando a relucir algo que Giselle había dicho una vez. Giselle lo miró con el ceño fruncido, pero aun así, tomó su mano.

Este hombre se esfuerza por no demostrarlo, pero su inseguridad no se debe solo a la seguridad de Giselle.

‘Estás celoso’

¿Sería que lo de «hacer conmigo lo que haces con Lorenz» fue solo un interrogatorio capcioso? Giselle, con base en lo que había experimentado, no quería hacer sentir inseguro a Edwin por culpa de otro hombre, pero esta vez, le dio más peso a la promesa que le hizo a Lorenz.


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Comments for chapter "Capítulo 255"

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2 Comments

  1. EmySanVal

    Esto me recuerda a un «un amor completamente arruinado» manwha bl q lei una vez 😅…. quién sabe si esta novela terminará igual
    Gracias por los capítulos Asure! 🤍

    agosto 28, 2025 at 8:59 pm
    Responder
  2. Merry

    Ay, ya no sé qué pasará
    Tan lejos del amor, tan cerca de los celos y malos entendidos x-X
    Gracias por el capítulo doble Asure

    agosto 29, 2025 at 4:12 am
    Responder
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