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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 238

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  4. Capítulo 238
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Novel Info

—Para serte sincero, al principio yo también creí que era cosa de ese tipo. Y esa fue una de las muchas razones por las que no pude decirte que te amaba y me la pasé preocupado todo este año.

—… ¿Todo este año?

 

Giselle, quien pensaba que a lo mucho había sido uno o dos meses, se quedó sin palabras por la confesión de que él había estado enamorado de ella todo el tiempo, hasta el último momento del año.

 

—Sí, intenté descubrir de dónde había salido este sentimiento durante todo el año. No encontré la respuesta, pero en su lugar, me di cuenta de una verdad inmutable.

 

Giselle parpadeó con curiosidad. El ligero aleteo de sus largas pestañas provocó una tormenta en el pecho de él.

 

—Si mis sentimientos fueron fabricados por un engaño o si surgieron puramente de mí, si fue una coincidencia, una necesidad, o si es el destino… El inicio de todo eso jamás lo sabré. Pero, Giselle, te amo. Este sentimiento es una verdad que existe en mi corazón. No es falso en absoluto.

 

Si hubiera podido sacar su corazón, lo habría hecho en ese instante para mostrárselo. Edwin, en su lugar, tomó la mano de Giselle y la colocó justo en el centro de su pecho. Al sentir el latido acelerado que era por ella, el rostro de Giselle se sonrojó. La sonrisa, que había estado ausente de su rostro lleno de conmoción y dudas, comenzó a florecer lentamente, aunque de forma tenue. Las esperanzas de Edwin también revivieron y sus brotes, que se habían encogido, volvieron a nacer.

 

—Ahora que te he dicho que te amo, ¿me crees?

—Admito que es lindo de escuchar, pero sinceramente, no lo sé. Es como si me hubiera ganado la lotería sin haber comprado un boleto… Aún no asimilo que esto sea la realidad y no un sueño…

 

Al menos, compararlo con la lotería o un sueño era algo esperanzador.

 

—Es porque es algo repentino y nuevo. En cuanto veas, escuches y sientas cuánto te amo con todo tu cuerpo y tu corazón, pronto te acostumbrarás.

 

Edwin retiró la mano de Giselle de su pecho y la llevó más arriba.

 

—Haré que me creas.

—Hmm… No sé…

 

Giselle retiró la mano, lo que hizo que el beso en el dorso de su mano no se concretara. Aunque él pensó que era un rechazo, la forma en que ella lo miraba con ojos indecisos y se mordía los labios era más parecida a una persona en conflicto.

 

—¿Es por Howard Garfield?

—No. Es más bien…

—¿Por Lorenz?

—No es que otro hombre me preocupe.

—¿Entonces el problema soy yo? ¿Es porque has salido con muchos chicos más jóvenes que ahora no te agrada un tipo viejo como yo?

—¿Viejo? No es como si antes no hubiera salido con chicos jóvenes, ¿sabes?

 

Giselle soltó una carcajada, se mordió los labios de nuevo, y luego reveló el motivo de su conflicto.

 

—Más que usted ser el problema, es la preocupación.

—¿De qué?

—Si se supiera que estamos saliendo, los rumores maliciosos que circulan por ahí se volverían un hecho consumado.

 

Edwin Eccleston se convertiría en el sucio perro sarnoso que recogió a una huérfana y la pervirtió. Incluso las personas que hasta ahora se reían de los rumores, los creerían.

Si la idea fuera tener una relación breve y secreta, no habría necesidad de preocuparse. Pero este hombre, extremadamente conservador y cerrado en las relaciones de pareja, claramente se encaminaba al matrimonio, el cual era el destino en el camino del amor que eligió con valentía después de tomar una decisión difícil. Por esta razón, Giselle no podía tomarlo a la ligera y decir, ‘¿por qué no intentarlo, qué tanto?’.

 

—De niña me jactaba de que sabía cómo el mundo vería que usted y yo fuéramos pareja. Pero la realidad era más… horrible de lo que imaginaba.

 

Pensar que el amor lo superaría todo. Qué ingenua era yo la noche en que me convertí en adulta. Afortunadamente, y por lo tanto lamentablemente, la Giselle de hoy no era tan joven como para creer que el amor es la cura para todos los males.

 

—¿Estarías de acuerdo con que eso pasara de nuevo?

—Giselle, en ese entonces la que lo pasaba mal eras tú, no yo. Yo siempre estuve bien mientras tú lo estuvieras. Pero si todavía no te sientes bien con eso, lo entenderé.

 

Si ella no quisiera salir con él porque se siente abrumada por la atención mediática que seguiría a Edwin durante toda su vida, él lo aceptaría.

 

—Sé muy bien que tienes mucho que perder en esta relación. Por eso lo pensé por mucho tiempo, y estoy listo para compensar y asumir la responsabilidad de todo lo que puedas perder.

—¿Qué podría perder yo? No tengo nada.

—No es cierto. Cuanto menos tienes, más te afecta lo que pierdes.

 

Giselle no pudo refutarlo y se rio. Era una verdad, y al mismo tiempo, su sutil súplica de que él tenía mucho que perder, por lo que no le afectaría si perdiera algo por ella, también tenía una lógica plausible.

 

—Sinceramente, en ese momento más que perder algo… Lo que más me dolió fue el hecho de que yo era la persona que estaba manchando y arrastrando al hombre que amaba a un pozo sin fondo.

—¿No debería estar diciendo yo eso?

 

Una vez más, ella no pudo evitar soltar una risa fuera de lugar.

 

—¿No es gracioso que ambos creamos que solo nos causamos daño?

—Es por amor.

 

Había una vieja regla entre ellos que decía que el primero en reírse perdía. Esto era porque, en el momento de reír, se abría una grieta en la sólida muralla del corazón. Por esa grieta, la palabra ‘amor’ se infiltró como el fresco aliento del hombre, haciendo que su pecho se apretara como si sintiera cosquillas. Y al mismo tiempo, una vieja cicatriz comenzó a palpitar.

 

—Deja de calcular si es una pérdida o una ganancia, y dime lo que tu corazón siente, Giselle.

 

Mi corazón… No era algo que pudiera decir con facilidad.

 

—¿Ya no me amas?

—Eso ya lo respondí.

 

Sus palabras de que el amor había terminado y que ya no se aferraba a él no eran una mentira para hacerlo sentir bien.

 

—En ese caso, ¿crees que no podrás volver a amar? ¿Ya no me ves como un hombre? ¿Te incomoda siquiera que te toque?

 

Que Edwin Eccleston, un hombre que en todo momento se mantenía tan sereno, se aferrara tan desesperadamente a una mujer, y, para colmo, a mí.

¿No se ha hecho realidad mi sueño?

Cuando tenía trece años, justo al empezar mi inocente amor, Giselle imaginaba, de una forma muy ingenua, que él se volvería loco de pasión por sus encantos, como los protagonistas de las novelas románticas.

Que ese sueño descabellado se hiciera realidad.

Con una satisfacción disimulada, o, en realidad, un sentimiento muy emocionante, Giselle observó en silencio al hombre que intentaba reanimar un amor que ya había muerto, temiendo que el sueño se rompiera.

 

—Cuando oíste que me había enamorado, ¿en verdad no sentiste nada?

 

Edwin no esperaba que ella sintiera celos. Solo necesitaba una palabra que indicara que se había sentido un poco decepcionada. Giselle, que hasta ese momento solo había sonreído con torpeza ante cada una de sus preguntas, finalmente abrió sus labios sellados. ¿Se estaría abriendo por fin su corazón?

 

—¿Que no sentí nada? Todo lo contrario, me sentí tan feliz que habría saltado. ¡Gracias, Dios! ¡Por fin soy libre!

 

En ese instante, en ese espacio lleno de movimiento, el hombre frente a ella se detuvo como si estuviera muerto. Sus ojos se quedaron fijos en Giselle, su cuerpo no se movía lo suficiente como para dudar si estaba respirando. Su rostro se puso tan pálido como el de una persona congelada.

¿Me habré excedido?

Giselle posó su mano sobre la de él, que estaba apoyada en la barra.

 

—¿Ajussi?

 

En el momento del contacto, él se movió como si recién despertara, pero evitó la mano de Giselle, lo que no la tranquilizó.

 

—Entiendo. Debe sentir que la estoy volviendo a encadenar, después de que por fin se libró de mí. Claro… no podría ser de otra manera…

 

Con un poderoso pasado, una habilidad tan brillante que no se dejaba opacar, y una experiencia cultivada a lo largo de toda una vida controlando innumerables variables y caos; el infalible estratega Edwin Eccleston.

Por eso, este hombre, que nunca se impacientaba por ganar y que incluso tenía la elegancia de perder con gracia, ahora se atormentaba y se aferraba a la idea de que, a pesar de sus esfuerzos, jamás lograría el corazón de Giselle.

Una parte de ella quería seguir observando esa faceta poco común, mientras que la otra mitad quería sacarlo del pozo de la malinterpretación diciéndole que su «libertad» no significaba eso.

El hombre, que había estado perdido en sus pensamientos mirando su propia mano, levantó la cabeza. La serena sonrisa que había desaparecido junto con el color de su rostro había regresado.

Sí, tan fuerte como siempre. Ella pensó que se recuperaría de ese pequeño fracaso y que seguiría intentando conquistar su corazón. Que volvería a llenarla de dulces palabras y que, al final, ella cedería ante su afecto. Porque él era un hombre capaz de lograrlo.

Sin embargo, las palabras que salieron de la boca de Edwin Eccleston no fueron una dulce súplica.

 

—Entonces, haré una última pregunta, y quiero que me respondas con sinceridad.

 

…….¿Última?

 

—¿Ya no te agrado?

 

Si le decía que sí, él no volvería a mencionarle el amor. Y todo terminaría para siempre entre ellos.

Era el momento de dejar de malinterpretar con sus acciones ambiguas, dejar de atormentarlo y ser sincera.

Asure: Ahahaha :v

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Comments for chapter "Capítulo 238"

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4 Comments

  1. Merry

    Aaaaaaaaaaaah 😣
    Necesito más capítulos jajaja
    Gracias por el de hoy Asure!

    agosto 14, 2025 at 1:23 pm
    Responder
  2. magui96

    F por Edwin

    agosto 14, 2025 at 1:23 pm
    Responder
  3. Merry

    Aaaaaah 😣
    Necesito más capítulos jajaja
    Me recuerda a una novela, ella por el, él por ella, espero no vuelvan a lo mismo y si se aviente Giselle,
    Gracias por el capítulo Asure

    agosto 14, 2025 at 1:24 pm
    Responder
  4. EmySanVal

    Que incertidumbre! Está complicada una relación entre ellos…Espero q Giselle le dé esperanzas a Edwin 😕… ya estoy esperando el drama del próximo capítulo 😄
    Gracias Asure! 🤍

    agosto 14, 2025 at 4:34 pm
    Responder
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