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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 228

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  4. Capítulo 228
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—Eso ocurrió.

 

Me dirigí a la sala de espera y le pregunté al duque, pero él evitó la respuesta.

‘¿Se lo cuentas a Arthur pero a mí no? ¿Incluso si soy mucho más cercana a ti que él, tanto en lo personal como en lo profesional?’

Giselle, sintiéndose celosa y obstinada, comenzó a insistir con preguntas, pero no pudo obtener una respuesta.

 

—Pronto lo sabrás.

 

Al verlo sonreír, parecía ser algo bueno, pero su extraña sonrisa la hacía sentir aún más curiosa.

 

—¿Por qué tienes tanta curiosidad?

—Para desearle suerte también.

—Ah…

 

‘¿Qué tiene de gracioso esto?’

Los labios de Giselle se fruncieron mientras miraba al hombre que soltó una carcajada. En ese momento, la expresión del duque cambió.

Con una sonrisa en los ojos, como si no supiera qué hacer con la adorable y malhumorada Giselle, él envolvió una de sus mejillas con una mano y la jaló. Sus labios rozaron su cabello.

 

—Giselle, tú eres mi buena suerte.

 

‘Esta vez está evitando la respuesta con la frase que yo solía usar de niña’

Al final, no pudo averiguar el motivo por el que necesitaba buena suerte hasta que entraron a la sala de espera.

 

—¿No tienes hambre? ¿No tienes sed?

—Si tuviera hambre o sed después de tomar tanta agua, sería una descarada.

 

El Duque le dijo que no importaba que fuera descarada y fue a la máquina expendedora en la esquina de la sala de espera a comprar una cola y un chocolate. Cuando le entregó una botella de cola y un chocolate a Howard, que estaba sentado a la izquierda de Giselle, los ojos de Howard se abrieron de par en par.

 

—Gracias, Coronel.

 

Aun al recibirlos, no podía ocultar su desconcierto. Debió haber malentendido que al duque no le importaría si se moría de hambre o de sed. Esto era culpa de Giselle.

 

—El Duque no te aprueba como mi futuro esposo. No es que haya algo mal contigo. Simplemente creo que él no está satisfecho con nadie. Así que no intentes quedar bien o llamar la atención.

 

Había dicho esta mentira debido a Lorentz. Aunque, en realidad, el duque no debía tener ningún resentimiento hacia Howard.

Se sentó a la derecha de Giselle, le dio solo el chocolate, y le entregó la botella de cola ya abierta. Con la preocupación añadida.

 

—¿De verdad no te duele nada?

—No.

—¿Estás bien o solo pretendes estarlo?

—¿Cuántas veces te he dicho que estoy bien? De ahora en adelante, cada vez que me preguntes si estoy bien, te cobraré una multa.

 

‘Si me hubiera cobrado antes, ya habría comprado una villa. Qué lástima’

 

—Si dices que estás bien, entonces… ¿qué haces mañana?

—Iba a ir a ver una película.

—Ah… ¿una película?

—Se llama Serenata de la Guerra, protagonizada por Jin Sterling y Rex Armstrong.

 

Los actores que al duque le gustaban actuaban como pareja. No sabía si aún veía películas, pero creyó que le interesaría, así que le contó brevemente la trama.

 

—Suena interesante.

—¿Verdad? Pensé que le gustaría. Definitivamente debería ir a verla.

—¿Con quién vas a ir?

—…….

 

Giselle se confundió, ya que, si bien Lorentz le preguntaba, no pensó que el duque lo haría. Por eso, no pudo decidir de inmediato qué respuesta —«sola» o «con un amigo»— provocaría menos a Lorentz.

 

—Vendrá conmigo.

 

Pero Howard traicionó la confianza de Giselle y la apuñaló por la espalda.

‘¿Estás loco?’

Giselle giró bruscamente la cabeza hacia Howard y lo interrogó con la mirada. Le había rogado una y otra vez que por nada del mundo dijera que iban a tener una cita, pero ¿acaso se volvió estúpido y lo olvidó por completo después de ahogarse?

Howard no mostraba ni un ápice de arrepentimiento. Sonrió descaradamente a Giselle, luego borró por completo su sonrisa cuando miró al duque. La mirada desafiante de Howard era, a simple vista, increíblemente arrogante.

‘¿Qué diablos pasó hace un rato?’

Era evidente que, por culpa de lo que hizo Lorentz, se estaba comportando groseramente con el duque, quien no tenía la culpa. Como no sabía qué había hecho ni podía aclarar el malentendido, Giselle se sentía frustrada hasta el punto de enloquecer.

El duque sonreía tranquilamente a pesar de la actitud agresiva de Howard, pero en lugar de sentirse aliviada, Giselle se puso nerviosa. Si bien los ojos eran claramente de Edwin Eccleston, esa sonrisa extraña y gélida se parecía más a Lorenz.

 

—¿Una cita? ¿Ustedes dos son pareja?

—No. Solo somos amigos.

—Aún. Pero pronto seremos pareja.

—Ah… ¿En serio?

—Tú, por favor, quédate callado.

 

Howard se comportaba de repente de forma extraña. Giselle sabía la razón de esto.

 

—Entonces, no le estaría robando la pareja a nadie.

 

Pero, el Duque era aún más extraño que Howard. Además, no se podía adivinar la razón de su comportamiento.

 

—Aunque tampoco me importaría.

—… ¿Qué?

—Giselle, mañana ve a ver esa película conmigo.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Después de levantarme de una buena siesta, el alboroto de ayer se sentía tan lejano.

Una bomba explotó en el río, me arrastró hasta el agua, y mi amigo casi muere y, luego, consiguió a su amor platónico.

Las huellas de aquel día tan ajetreado quedaron solo en un poco de dolor muscular. No era como para quedarme todo el día en cama, así que después de un desayuno tardío, iba a salir a caminar con Rody cuando sonó el teléfono.

 

—¿Dormiste bien?

 

Era el duque.

‘¿No es demasiado tarde, las 11 de la mañana, para preguntar por cómo dormiste la noche anterior?’

Parecía que sabía que me había quedado dormida y llamó a propósito tarde.

 

—Sí, dormí 12 horas seguidas sin despertarme ni una vez.

-Me alegro. ¿Cómo está tu cuerpo?

—Estoy bien. No olvide mi multa.

 

Una risa alegre resonó por el auricular y llegó a los oídos de Giselle.

 

-Te recojo a las seis y te la pago. Hasta luego.

 

Después de colgar, mientras caminaba por un parque cercano, Giselle no dejaba de reflexionar sobre otro evento de ayer que, por más que lo intentaba, no podía sentir lejano. No importaba cuánto lo pensara, era extraño.

 

—Giselle, mañana ve a ver esa película conmigo.

 

‘¿Podemos ir a verla juntos?’ o, al menos, ‘¿Quieres ir a verla?’

Normalmente, él le preguntaba a Giselle su opinión primero, pero ayer fue diferente. Aunque el final de su frase sonaba como una invitación, debido a su actitud, sonó como si no fuera a aceptar un rechazo.

 

—Entonces no le estaré robando la pareja a nadie.

 

‘Claro que no’

pero sí le estaba robando una cita a otra persona. Sin embargo, ni siquiera le pidió permiso a Howard primero.

Si hubiera sido Lorentz, quien ignoraba todas las reglas de la sociedad y no tenía la más mínima consideración por los demás, lo habría aceptado.

‘Pero él no es así…….’

Debe haber una razón por la que Edwin Eccles, que siempre es tan respetuoso y valora las formalidades, se comporte de esa manera.

Al principio, pensó que a él también se le había zafado un tornillo al ser sumergido en el agua.

 

—Tengo algo que decirte.

 

Afortunadamente, no parecía ser eso.

 

—¿Qué cosa? ¿No me lo puede decir ahora?

—No es algo de lo que deba hablar con alguien que está cansado.

—Entonces lo escucharé el lunes en el trabajo.

—Si el domingo termina, no te lo diré.

—¿Y por qué es eso?

—¿Tienes curiosidad?

—Sí.

 

‘A estas alturas, ¿quién podría soportar la curiosidad?’

 

—Entonces ve a ver la película conmigo mañana.

 

Al final, Giselle pospuso su cita con Howard para el lunes y acordó cenar y ver una película con el duque hoy.

‘¿Qué tan importante es lo que tiene que decir para que, de forma tan inusual, no ceda ni un centímetro?’

 

—Está coqueteando contigo.

 

Fuera lo que fuera, no había forma de que la novela que escribía Howard fuera cierta. Era tan gracioso que no pudo contener la risa cuando lo escuchó.

 

—¿Esto es algo de lo que reírse?

—Claro que es gracioso. Es que no conoces al Duque. Él todavía me ve como una niña. Y él no es un hombre que vea a una niña como una mujer.

—Mi instinto dice que es diferente.

 

Solo entonces Howard reveló por qué tenía un mal presentimiento sobre el duque.

 

—Desde que le compró joyas a una mujer y lo reveló delante de los demás, me pareció sospechoso.

—En comparación con todos los regalos que él me ha dado, este collar de perlas es barato.

—No se trata del precio del regalo. Él presumió de su relación contigo.

 

‘¿Cómo podría ser eso presumir? ¿Qué ganaría Duque Eccleston al alardear de su relación con una simple de Rozelle?’

La idea de que esto fuera prueba de que él la veía como mujer era aún más absurda.

 

—Y su mirada hacia ti todo el día hoy fue inusual.

—Tú eres el extraño. Como tienes un filtro oscuro, ves a los demás oscuros. Ponte serio.

 

Probablemente fue Lorentz quien le puso ese filtro oscuro.

 

—La vez pasada, la actitud de tu comandante hacia ti fue un poco dominante y extraña. ¿Cómo si hubiera encontrado a su pareja siendo infiel? ¿Estás segura de que no tienes nada con él?

 

Cuando Lorentz los descubrió tomando el té en el bosque de entrenamiento, fue por su culpa que el duque también era malinterpretado como si tuviera intenciones ocultas hacia Giselle. Después de aclarar que no era así, pensó que se le había olvidado, pero Howard estuvo viendo al duque con ese filtro todo este tiempo.

 

—¡Te digo que no te estás equivocando! Cuando te caíste al río, ¿sabes cómo me miró el Duque cuando me arrebató la oportunidad de salvarte?

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Comments for chapter "Capítulo 228"

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2 Comments

  1. Merry

    Aaaaaaay, parece que falta poco para la confesión, ojalá que si.
    Gracias por el capítulo Asure!

    agosto 3, 2025 at 8:12 pm
    Responder
  2. magui96

    Jajajaja me muerooo, Giselle anda re perdida xq no sabe si es Edwin o Lorenz jajaja aaaaay estoy nerviosa.

    agosto 4, 2025 at 5:18 am
    Responder
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