Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 223
Edwin estaba igual de desconcertado.
—Ajussi, por favor, solo quiero que salgas con alguna mujer para que yo también pueda salir con hombres. Lorenz siempre te está vigilando a tus espaldas, así que no puedo tener una relación.
¿Sería posible que ya estuviera en una relación secreta con Howard Garfield y por eso me hacía esta petición tan repentina? Qué ridículo sería si, después de haberme coqueteado, resultara que ya tenía pareja.
Tan pronto como el hombre, aturdido, se retiró sin siquiera despedirse correctamente, Howard Garfield le tendió la mano a Giselle.
—¿Bailamos?
—No.
Fue un rechazo tajante.
¿Entonces no estaba en una relación?
—Howard, tengo sed, ¿podrías traerme algo de beber?
—Claro.
Quizás él también era solo una marioneta atada a un amor no correspondido, moviéndose a voluntad de Giselle. ¿Cuántos esclavos de amores no correspondidos tendría esta mujer?
—¿Qué te gustaría?
—Algo sin alcohol. Pregunta si tienen jugo de uva con agua con gas, y si no, también me gusta el jugo de manzana.
—¿Con agua con gas?
—Sí. 60% jugo, 40% agua con gas. Si hay hielo, también con hielo.
El pedido de la mujer, que normalmente bebe cualquier cosa y prefiere con alcohol, era curiosamente largo y complicado. ¿Sería una interpretación arbitraria, demasiado influenciada por el deseo de Edwin, pensar que ella intentaba deliberadamente alejar al tipo que se le había pegado como una mosca todo el día?
—Vuelvo enseguida. Quédate aquí.
Howard Garfield parecía reacio a irse. En el momento en que se vio obligado a dar un paso y girarse, su mirada rozó a Edwin. Fue solo un instante, pero lo suficientemente largo como para captar una intensa cautela.
—Es un honor volver a verlo. Y felicidades por su ascenso, Coronel.
Cuando se encontraron por primera vez hoy, Howard Garfield estaba ansioso por ganarse su aprecio, adulándolo en su saludo. Edwin estaba claramente equivocado al pensar que algún día le entregaría la mano de Giselle vestida de novia.
Sin embargo, poco después, comenzó a mirarlo con discreta cautela.
—El collar, ¿no te lo di yo?
—Sí.
Desde ese momento.
No es que no sea perspicaz. Entonces, ¿Giselle, conocida por su agudeza, también se habrá dado cuenta?
—¿Quieres bailar?
—No.
Edwin también lanzó un rechazo tan tajante como una cuchilla, sin piedad. ¿No se dio cuenta o se dio cuenta y por eso lo rechazó? De cualquier manera, su interior ardía y tenía la boca seca.
—¿Dijiste que Howard Garfield te propuso matrimonio?
—¿Eh?
Los ojos redondos de Giselle preguntaban por qué esa historia saltaba sin contexto. Por su parte, Edwin se había contenido con la máxima racionalidad. Solo había soltado una de las innumerables preguntas que, como espinas, le habían estado molestando en la boca desde que empezó a sospechar de su relación con Howard Garfield, que parecían listas para salir en cuanto abriera la boca.
Ya había perdido la razón y el autocontrol hasta el punto de no darse cuenta de que cien o una, era una pregunta que no debía hacer. Incluso sabiendo que Giselle estaba atónita, la presionó hasta obtener una respuesta.
—¿Lo rechazaste?
—¿Eh?
Cuando esta vez tampoco obtuvo una respuesta adecuada, el corazón de Edwin se encogió.
—¿Acaso aceptaste?
—¿Qué matrimonio es ese si ni siquiera hemos salido?
—¿Entonces están saliendo ahora?
—¿Eh?
¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? ¿Por qué solo preguntaba en vez de responder claramente? Pensó, más tarde de lo usual, que quizás ella estaba evadiéndolo porque un loco en su cabeza lo incitaba violentamente a obtener una respuesta. Al intentar ocultárselo a un hombre que la obsesionaba hasta el punto de no dudar en matar a un rival, Giselle le había dado la respuesta de que era la pareja de Howard Garfield.
—¿Cómo voy a tener una relación si usted no la tiene, Ajussi?
Giselle le espetó una negación espinosa, que no se sabía si era verdad o mentira, antes de que Edwin pudiera soltar otra cosa que no debía, señaló a alguien en la terraza y cambió de tema.
—Es Iris Hill.
La joven que reía y bailaba con un joven era la hija del profesor.
—Me la presentaron.
—¿Qué tal?
—¿Qué?
—¿Cuál fue tu primera impresión?
—…Es una persona.
—……
—Es una mujer.
—Oh, ¿y qué más?
—Pensé que si el profesor fuera mujer, se vería así.
—Dios mío……
Giselle se llevó una mano a la frente y negó con la cabeza. Era bastante linda.
—¿No sentiste nada como que su sonrisa era bonita, o que la conversación sería fluida?
Esas sensaciones solo las tengo contigo.
Ahora entendía la razón por la que Giselle lo había arrastrado hasta aquí sin intención de bailar, actuando como si esperara algo. Su intención era, en cuanto terminara la canción, llamar a la hija del profesor y emparejarla con Edwin.
¿Realmente tenía que mostrarle la cruel realidad de que su amor no correspondido había muerto de una manera tan brutal?
—Yo también conozco a Iris, su impresión es similar a la suya, Ajussi. Es estudiosa, pero sociable; de carácter tranquilo, pero no fácil de engañar. Por eso es perfecta para Lorenz. Además, se especializó en psicología. ¡Es una doctora! Así que tiene conocimientos sobre esa «enfermedad» y no se dejará intimidar psicológicamente por Lorenz.
Las palabras de Giselle fluían sin parar, como un río, diciendo que él no tenía pareja y que ella también buscaba un matrimonio. En este punto, comenzó a sospechar que el profesor, o su hija, y Giselle podrían haber conspirado de antemano.
—Ustedes dos harían una pareja perfecta, Ajussi.
—¿De verdad lo crees?
—¿Por qué? ¿No le gusta?
—Mi gusto no será el problema.
—Ah… claro, al no ser de una familia noble, no es suficiente para ser duquesa. Pero, siendo realistas, no hay una novia a la altura de los Eccleston a menos que sea una princesa o una duquesa.
‘Estoy interesado en tus sentimientos, Giselle’
Ella divagaba, sin saber si estaba equivocada o si lo esquivaba astutamente como una comadreja.
—Y sé que a usted no le importaría el estatus, Ajussi. ¿Acaso no ve solo a la persona y el amor?
‘Sí, me refiero a ti’
—¡Iris!
Tan pronto como terminó la canción, Giselle gritó el nombre de la hija del profesor y actuó como casamentera para el hombre con quien ella misma había querido casarse.
—Al duque también le interesa mucho la psicología. Siento que Iris tiene mucho en común con usted, así que la conversación fluirá bien.
‘¿Estás segura de que estarás bien?’
Es diferente imaginar algo que enfrentarlo en la realidad. Por mucho que uno se prepare mentalmente, al verlo con los propios ojos, todo se desmorona. Era la desgarradora ley del amor no correspondido que Giselle había observado antaño y que Edwin experimentaba ahora en carne propia.
Solo ver cómo se desarrollaba ante sus ojos lo que solo había imaginado podía determinar si Giselle estaría realmente bien o no.
—Doctora Iris Hill, su habilidad para el baile no es común.
—Gracias, Duque.
—¿No querría verificar si nuestros pasos combinan bien antes que nuestra conversación?
—Oh, sería un honor.
Cuando Edwin le pidió a Iris Hill que bailara, Giselle se cubrió la boca con ambas manos, complacida, como si fuera una espectadora de una película romántica.
‘Veremos cuánto tiempo puedes seguir sonriendo’
Giselle observó a Edwin bailar con otra mujer con una sonrisa, y cuando Howard Garfield regresó, subió a la terraza con él sin siquiera beber unos sorbos de su bebida. A partir de ese momento, ella ni siquiera le dirigió una mirada. Al final, la persona que no pudo sonreír fue Edwin.
‘Esperaba que te sintieras al menos un poquito arrepentida’
Eso era suficiente para Edwin. Podría haber corrido en ese instante, aferrarse a Giselle y suplicarle: «Si la puerta de tu corazón aún está un poco abierta para mí, ¿no me darías la oportunidad de abrirla por completo?»
Pero Giselle le había dado el golpe de gracia a su amor no correspondido. El dolor no era para quien había abandonado lo suyo, sino para quien anhelaba ese amor.
‘Siempre llegas tarde, Giselle’
‘¿Por qué salvaste a ese idiota?’
Dos voces se lamentaban en Edwin.
Cuando los cadetes eran asignados a las unidades en el centro de entrenamiento, este loco había presionado al teniente coronel Durant para enviar a Howard Garfield al frente, a un lugar con la infame reputación de «línea de la muerte». Por supuesto, el plan insidioso se frustró cuando Edwin se enteró antes de la confirmación y lo desvió a otra unidad.
‘Era la oportunidad legal de matar al tipo que le coqueteaba a nuestra mujer, ¿y la perdiste? Si yo mato a ese idiota con tus manos, será culpa tuya por ser incompetente’
‘Nuestra mujer ¿Quién le dio permiso?’
‘Voy a echar ácido en cada pedazo de piel que haya tocado a mi mujer’
El loco se enfurecía contra el otro hombre que bailaba, tomándole la mano y acercándose a Giselle. Edwin tampoco estaba en sus cabales. Su mente era un crisol de confusión, con las voces altas y bajas de dos personalidades resonando en fila.
—¡Ah!
—Oh, lo siento.
Había pisado el pie de su pareja. Era la primera vez que le ocurría desde que aprendió a bailar.
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magui96
Jajaja me da risa cuando Edwin habla con Lorenz jajajaja me encanta q esté celoso.