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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 188

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  4. Capítulo 188
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—Entonces, ¿qué hay de mí? ¿Cómo es posible que conceda los deseos de mis amigos y no los míos?

—Giselle, también a ti te he dado un privilegio especial. A diferencia de tus compañeros, que tienen que vivir en las bases militares, a ti te asigné a la oficina de reclutamiento de Kingsbridge dentro del Comando de Reclutamiento para que pudieras ir y venir cómodamente desde casa, y en lugar de agradecerme, solo te quejas de estar satisfecha.

—¿Cómo puede ser un privilegio algo que nunca pedí? ¿Qué se supone que debo agradecer?

 

Que esperara agradecimiento fue una falacia dicha a propósito, o al menos, él solo se rio ante su grito de que no agradecía nada.

 

—¡Si llega a haber algo más que agradecer, entonces romperé completamente todo lazo!

—Baja la voz. Te vas a quedar afónica.

 

Si en ese momento hubiera sabido que la batería antiaérea estaba mucho más cerca que la oficina de reclutamiento, habría podido refutar perfectamente la falacia de que era una consideración para que fuera y viniera cómodamente desde casa. Claro, una refutación lógica como esa no le habría servido de nada.

 

—Entonces, por favor, trasládeme a la Policía Militar o a la rama legal de Richmond. Como dice el Mayor, ¿así puedo ir y venir de casa y usar mi especialidad?

—Ahí no hay vacantes. Ni siquiera yo puedo ir aunque lo pida a gritos.

—Mentira.

 

Era evidente que la razón por la que insistía en el Comando de Reclutamiento, a pesar de que esos lugares también estaban en la retaguardia y no eran para combate, por lo tanto eran seguros, era porque allí había un comandante en quien confiaba para encomendarle a Giselle.

 

—De ahora en adelante deberías llamarlo Mayor Goodwin, pero ¿sabes lo feliz que estaba Tío Will de que vinieras?

 

Duque Eccleston, que era muy selectivo con sus amistades, había sido amigo cercano durante mucho tiempo, por lo que su integridad estaba garantizada. Y por lo que Giselle había experimentado desde pequeña, él siempre había sido amable sin prejuicios.

 

—De todas formas, la oficina de reclutamiento está desierta estos días, como eres de Kingsbridge, serás de gran ayuda.

—……

—Giselle, el reclutamiento también es una misión significativa. No, es uno de los dos pilares del ejército junto con la infantería. Por muy avanzadas que sean las armas y las estrategias de un país en comparación con el enemigo, si no hay suficientes hombres para operarlas, la guerra no se puede ganar. La victoria de tu patria está en tus hombros.

—Sabe que esas son excusas bonitas. Yo sé por qué me asignó a un lugar tan extraño.

 

Solo está pensando en continuar con su sobreprotección a través de otro ‘Ajussi’, en lugar de encargarme a él mismo.

 

—¿No le resultaría más fácil tenerme bajo su mando que dejarme en manos de otro?

 

Él había renunciado a su puesto como comandante del batallón de entrenamiento, como si no tuviera razón para quedarse en ese pueblo apartado sin Giselle. Pero se dijo que no había dejado el ejército y que ahora comandaría otra unidad.

Dado que de ahora en adelante permanecería en Richmond como Giselle, parecía que sería una de las comandancias o cuarteles generales de la capital, pero aún no había escuchado de qué unidad se trataba. ¿De qué unidad era y qué hacía para que su ceño se frunciera tanto cuando le pedía que la metiera allí?

 

—¿Qué unidad es?

—Unidad de superpoderes.

—¿Qué?

—¿Puedes hacer explotar un avión enemigo solo con la mirada?

 

Ah……

 

—O quizás tienes la capacidad de predecir el día de un ataque aéreo enemigo.

 

Me está molestando.

 

—Ajussi.

 

Se inclinó hacia él, acortando sutilmente la distancia, y de repente lo llamó «Ajussi». Los ojos color cobalto, que hasta entonces habían estado fijos en la carretera, voltearon hacia Giselle como atraídos por un imán. Al ver la sutil expresión de bienvenida en su rostro, le resultó aún más placentero destrozar sus expectativas de frente.

 

—No sabía que era tan mezquino. Estoy decepcionada.

 

De inmediato, la bienvenida desapareció de sus ojos, que se estrecharon. Ahora era su turno de sentirse afectado por la palabra «decepción», pero él simplemente volvió la mirada a la carretera y sonrió amargamente.

 

—Lento eres para darte cuenta. Si yo fuera un militar justo que no abusara del poder y que siempre se apegara a los principios de la rectitud, no habría violado descaradamente las normas al criar a una huérfana civil dentro de una unidad militar.

—……

 

Pero la que recibió el golpe fue Giselle. Dios mío, ¿Dónde se había metido ese Ajussi blando de antaño?

 

—Supongo que me volví astuta porque me crio un zorro.

 

Cuando su risa se desvaneció, el coche se sumió en un silencio incómodo. Él miró de reojo a Giselle, que había renunciado a la persuasión y a la pelea, y permanecía en silencio mirando fijamente hacia adelante, y luego la molestó.

 

—¿Dónde almorzamos?

—…….

—Si no contestas, iremos a comer el plato de pulpo que tanto odias.

—……

—¿Estás enojada?

—Sí.

—Siento no haberte enviado donde querías. Pero…….

—Si no va a cambiarme de unidad, no me hable.

 

No lo escucharía, ya fuera que apelara a sus emociones o intentara persuadirla con la razón. Como ese hombre no había escuchado sus palabras en absoluto, ella le devolvió la misma moneda.

Tan pronto como Giselle cortó la conversación, volvió a cerrar la boca con fuerza y ni siquiera le echó un vistazo al hombre en el asiento del conductor. Su protesta silenciosa continuó incluso después de sentarse frente a él en la mesa de un restaurante rural.

Ahora que ya no era una cadete, Giselle sacó un cigarrillo con descaro y lo encendió a la vista. Él la miró con desagrado, pero no la regañó.

Y ahora que lo pensaba, llevaba un rato en silencio. Ella lo había provocado descaradamente, pidiendo tres copas de licor fuerte como aperitivo y bebiéndoselas una tras otra, pero él no le había prestado atención, solo miraba por la ventana. Giselle, que lo había estado observando de reojo, finalmente no pudo más y preguntó:

 

—¿Está enojado?

—No. ¿No dijiste que no te hablara?

 

Él entrecerró los ojos y sonrió maliciosamente, como si hubiera estado esperando que ella preguntara.

 

—Vaya…… qué infantil y mezquino.

 

Tenía que ser mezquino porque significaba que nunca la cambiaría de unidad.

 

—No puedo creer que haya tenido a alguien así como mi superior.

—Si no quieres tener a un tipo así como superior, ¿no deberías haberte alistado antes que yo?

—Vaya…… Lorenz dijo lo mismo. Supongo que de verdad es el mismo tipo que el Mayor.

 

La expresión que puso Edwin Eccleston en ese instante fue digna de verse. Qué curioso que ambos hombres, que compartían el mismo cuerpo, odiaran tanto que les dijeran que eran la misma persona. Gracias a eso, ella le dio un buen golpe, pero eso fue todo.

Al final, la Subteniente, incapaz de vencer al Mayor, estaba ofreciendo su trabajo de buena gana en la oficina de reclutamiento, a la que ni siquiera se había postulado. Aún sabiendo que ella seguía enojada por ese asunto, ¿por qué la buscaba de nuevo para almorzar juntos?

La comida de hoy, compartida en un restaurante cerca de Kingsbridge, no tuvo una atmósfera tan tensa como la de aquel almuerzo, gracias a la compañía de Mayor Goodwin.

 

—Corre el rumor de que habrá una operación a gran escala antes de Navidad.

—¿Dónde?

 

Los dos hombres hablaban sobre la situación de la guerra, y Giselle, una recluta, solo escuchaba.

 

—¿Cómo están las cosas últimamente en el Comando de Reclutamiento?

—No hay nada interesante que contar, la verdad. ¿Y qué tal el ambiente en el cuartel general?

—No puedo decir nada.

 

El Teniente Coronel sonrió amargamente, evadiendo la respuesta. ¿Estaría llevando a cabo una operación secreta en el cuartel general del ejército?

‘¿No será de verdad una unidad de superpoderes?’

Masticó su sándwich de huevo distraídamente y comenzó a imaginarse cosas absurdas, pero no duró mucho.

 

—Por cierto, Edwin, ¿Cuándo piensas casarte?

 

Mayor Goodwin cambió de tema. A Giselle ya no le afectaba, pero para él quizás seguía siendo un tema incómodo. Inconscientemente, observó su expresión.

 

—Casarse en tiempos de guerra es un lujo.

—Pero la gente se enamora y tiene hijos incluso durante la guerra, ¿no?

—Además, está el lema de seguir haciendo lo que se hace en tiempos de paz.

 

Cuando Giselle apoyó a su superior, el Teniente Coronel frunció el ceño y le lanzó una mirada de asombro, para luego retirarla.

Mientras tanto, Mayor Goodwin no mostró ninguna emoción. Parece que no estaba tratando de sonsacar chismes sobre Giselle y Duque Eccleston. De hecho, el hecho de que mencionara el matrimonio tan despreocupadamente frente a ellos parecía una prueba de que consideraba todos los chismes como falsos.

 

—¿No tienes a nadie con quien salgas?

—No.

—Mmm……. Es difícil presentarte a alguien.

—A mí también me gustaría presentarle a alguien, pero no conozco a ninguna Duquesa en potencia. En cambio, conozco a muchos comandantes militares.

—Ah, claro. ¿No sería interesante que ambos, marido y mujer, fueran militares?

 

¿Qué tendría de divertido una vida en la que en casa, en lugar de una alarma, sonara la corneta para levantarse y se pasara lista por la mañana y por la noche? El sentido del humor de su nuevo superior era difícil de entender.

 

—Sin embargo, una pareja militar sería más probable para Giselle que para Edwin.

—No quiero recibir órdenes ni siquiera en casa.

—Podrías dar órdenes tú también.

—Los hombres de menor rango que yo son aburridos.

—¿Ah, sí?

 

Por alguna razón, a Mayor Goodwin se le iluminaron los ojos al mirar a Giselle, como si fuera una buena señal… Y eso era de mal agüero.

 

—Si por casualidad piensas en salir con un militar, ¿quieres que te presente a algún oficial subalterno que valga la pena…….…?

 

No debe decir eso delante de ese hombre. A Edwin Eccleston no le importaba, pero hablar de otros hombres delante de Lorenz era un tabú.

 

—Declinare la oferta.

—Ah, ¿ya sales con alguien?

 

Esta conversación se está volviendo cada vez más peligrosa.

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