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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 179

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  4. Capítulo 179
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¡PUM!

 

Apenas el golpe impactó su rostro, el tipo se puso rígido y cayó como un tronco. El Mayor le dio una patada suave en la cabeza, pero no hubo reacción. Parecía que, con un solo golpe, lo había noqueado. Giselle, que esperaba que lo enviaran a la enfermería o lo despertaran con un balde de agua, se quedó horrorizada en silencio.

 

―¡AAGGHH!

 

Era porque el Mayor le había aplastado la entrepierna con la punta de su bota, como si estuviera pisoteando un insecto. El tipo, que había recuperado la conciencia al instante, no solo gritó, sino que sus ojos se abrieron en blanco, lo cual pudo ver claramente. Lo más aterrador, sin embargo, era la expresión del Mayor.

‘Ajussi nunca puso esa cara’

No solo Giselle, que había experimentado tanto la luz como la oscuridad de la guerra, el ejército e incluso de Edwin Eccleston, estaba completamente aterrada. Incluso Patricia, de buen temple y fuerte estómago, murmuró aturdida:

 

―Tiene la mirada perdida.

 

Pero ese hombre no era el vulgar lunático. Siempre había sido un caballero elegante.

 

―Batallón 108, todos boca abajo.

 

El Mayor, con la bota aún apoyada en la cabeza del cadete desmayado, ordenó al resto. Los cadetes masculinos, con el rostro pálido, temblaban por si se convertían en los cabecillas, pero se apresuraron a tirarse al suelo para evitarlo.

 

―¡Mayor!

 

En medio de esa atmósfera escalofriante, la mirada de todos se dirigió a una cadete que intervino de repente. Giselle suplicó, esperando que al Mayor le quedara suficiente cordura para escucharla.

 

―Cadete Garfield no participó en este incidente. Solo fue capturado al intentar detener a sus compañeros.

 

Howard, tirado en el otro extremo de la fila, negó con la cabeza, como diciendo: «¿Por qué te metes en lo que no te importa?».

 

―¿Es verdad lo que dice Bishop?

 

‘¿Por qué no me cree?’

Afortunadamente, aún le quedaba cordura, pero el Mayor insistió en confirmarlo con las otras cadetes antes de hacerle una seña a Howard para que se fuera.

Había temido tener que revelar frente a los miembros del Batallón 108 que él era el informante si no lo dejaban ir, así que era un alivio inmenso. Sin embargo, por alguna razón, Howard se levantó pero no se fue, permaneciendo en su lugar. Sus ojos, fijos en Giselle, estaban llenos de preocupación.

‘¿Este tipo se volvió loco?’

Le acaban de dar una oportunidad de vivir y la va a desechar. Finalmente, Giselle rompió filas y empujó a Howard hacia afuera.

 

―Vete, rápido. El Mayor no me pegaría, ¿verdad?

 

Aunque los miraba a los dos con una mirada penetrante mientras forcejeaban. Esta situación era nueva para Giselle, y el Edwin Eccleston actual le resultaba desconocido; su instinto le decía que el Mayor nunca la dejaría ir.

 

―Espero esa misma unidad que brilla cuando molestan a los demás.

 

Cuando Giselle regresó a la fila, el castigo para los miembros del Batallón 108 comenzó.

 

―Los dejaré ir tan pronto como todos terminen 50 flexiones. ¡Empiecen!

 

Esto era una trampa. Nunca los dejaría terminar las 50 flexiones. Era común que el instructor los reprendiera o los pateara hasta hacerlos caer.

 

―¡Ugh!

―Qué débiles. ¡De nuevo desde el principio! Uno.

 

En cuanto una persona fallaba, todos tenían que volver a ser castigados. A veces, al caer por una patada, empujaban al de al lado y caían todos como un dominó.

‘Así, terminarán odiándose entre sí’

Giselle recordaba que Ajussi le había explicado, en algún momento de su vida en el ejército, cuando era una niña y presenció este castigo por primera vez, que era un método utilizado para dispersar a ciertos grupos que desestabilizaban el conjunto con una excesiva cohesión.

 

―¡De nuevo! ¿Por qué tan lentos? Si siguen así, se quedarán despiertos toda la noche.

 

Fue entonces cuando, al sentir que Edwin Eccleston había regresado a ser el que ella conocía, se relajó un poco.

 

―Graham, toma el relevo. ¿Crees que estos se merecen irse a la cama antes que yo hoy?

―¡Juro que eso no pasará!

 

El Mayor dejó el castigo a un capitán de compañía del Batallón 108 y se volvió hacia las cadetes. Mientras castigaba a los cadetes masculinos, se apartó el cabello que le caía sobre la frente y ordenó:

 

―La cadete que dio el informe, al frente.

 

Todas las cadetes se quedaron pálidas al darse cuenta de que era el turno del Batallón 111, pero Giselle se adelantó sin dudar. La mirada que la observaba era tan afilada como sus ojos entrecerrados.

Pero no había sorpresa ni decepción en su expresión. ¿Sería un malentendido de ella que el Mayor, aunque evidentemente molesto con Giselle, al mismo tiempo pareciera aliviado porque se había cumplido su expectativa?

 

―¿Por qué no reportaste a tus superiores?

 

Giselle respondió con total honestidad.

 

―Bishop, ¿qué es lo que te estás imaginando?

 

Por supuesto, el hecho de ser honesta no bastó para calmar su ira.

 

―¿Acaso eres comandante? Ahora mismo eres solo una simple cadete. Entonces, ¿qué autoridad tienes para decidir por tu cuenta? ¿Acaso te parecieron los superiores unos tontos incapaces de resolver esto?

―No, señor. Fui irreflexiva. Lo siento.

―En el campo, incluso si estás a cargo de un pelotón, no puedes mover tus tropas por tu cuenta sin reportar. Si ignoras incluso la cadena de mando básica, ¿por qué quieres ser soldado? Si el camino militar no es para ti, empaca tus cosas y vete.

―No, señor. Lo corregiré.

 

La mirada gélida que estaba fija en Giselle recorrió a las cadetes congeladas y regresó. Su entrecejo estaba aún más fruncido.

 

―Que tus compañeros estén heridos también es tu responsabilidad, Bishop. Si se hubieran entregado municiones reales, no solo habrían resultado heridos, sino que habría habido muertos y más.

 

Aunque tu intención fue correcta, el método y el resultado fueron erróneos, por lo que no puedes evitar el castigo.

‘¿Será que usará esto como pretexto para expulsarme?’

Aunque suplicó con la mirada para que lo reconsiderara, él ya parecía haber tomado una decisión firme, y en sus ojos indiferentes no se veía ninguna duda.

‘¿Por qué hice eso?’

El rencor de Giselle se volvió hacia adentro. Un solo juicio equivocado y todos sus esfuerzos hasta ahora parecían estar a punto de ser en vano. El odio hacia sí misma, que había estado latente por mucho tiempo, despertó desde lo más profundo de su corazón.

Giselle se mordió los labios con fuerza para reprimir el autodesprecio que amenazaba con desbordarse de sus ojos ardientes. Su visión se nubló y la mirada despiadada que la observaba desapareció.

 

―En cinco minutos, con el equipo militar puesto, en la entrada del campamento.

 

‘¿Me está diciendo que me vaya de inmediato?’

 

―Correrás diez vueltas alrededor del campamento.

 

Así que no la iban a expulsar. El castigo de correr con el pesado equipo militar le pareció ligero. La tensión que la oprimía se disipó de golpe y, mientras intentaba contener la risa que quería salir, Patricía, con el rostro pálido por alguna razón, se adelantó.

 

―Mayor, fui yo quien sugirió primero no reportar a los superiores. Merezco el castigo.

 

Después de Patricía, otras compañeras también confesaron voluntariamente su culpa y ofrecieron recibir el castigo. El capitán de compañía que estaba castigando al Batallón 108, al ver la escena, comenzó a reprender con más dureza a los cadetes bajo su mando.

 

―Eso es camaradería, pedazo de inútiles sin principios.

 

El comandante del Batallón 111 parecía complacido en el fondo por el comportamiento ejemplar de las cadetes, pero eso no lo hizo más indulgente.

 

―Nunca dije que no castigaría al resto. Todo el Batallón 111, excepto Bishop, hará 50 flexiones.

 

Antes de hacer una seña a Giselle, que permanecía inmóvil, para que se fuera a preparar para su castigo, dio instrucciones a un oficial del Batallón 111 que estaba esperando.

 

―Proceda según la directriz de disciplina existente. En cuanto terminen las 50 repeticiones, envíelos a la enfermería.

 

Esto significaba que no se usaría fuerza física, como patadas, con las cadetes. Mientras sus compañeras recibían un castigo relativamente más leve, Giselle no tuvo la misma indulgencia.

Correr diez vueltas alrededor del campamento con el pesado equipo militar ya era agotador, pero con el Mayor corriendo detrás, no podía reducir la velocidad, lo que lo hacía aún peor.

 

―¿Crees que el ejército es una broma? ¿A Cadete Bishop le parece fácil un Mayor?

―¡Ahh, no, Mayor!

 

Además, la severa reprimenda seguía de cerca a Giselle. Mientras corrían por el campamento, la humillante escena era observada por toda la unidad de entrenamiento, desde los cadetes hasta los oficiales.

En este punto, Giselle se dio cuenta de la intención del Mayor: la había escogido a ella específicamente para humillarla a gran escala.

‘Ugh, qué cegador.’

Sin embargo, no entendía por qué le seguía apuntando con la linterna a su lado derecho de la cara mientras corría, y no al suelo.

El Mayor corrió las diez vueltas junto a ella de esa manera y luego llevó a Giselle a la tienda de la enfermería. Para entonces, Giselle estaba tan agotada que no podía levantar ni un dedo, se entregó en silencio a la enfermera. En realidad, la única herida que tenía era un pequeño desgarro en el lóbulo de la oreja.

 

―¿No necesita sutura?

 

Aun así, el Mayor preguntó algo tan terrible, la enfermera, que había recetado que sanaría solo si no se tocaba, terminó vendando y fijando toda la oreja de Giselle. Una vez terminado el vendaje, Giselle parecía como si le hubieran roto la cabeza.

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Comments for chapter "Capítulo 179"

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1 Comment

  1. EmySanVal

    Gracias por los capítulos! ❤️

    junio 11, 2025 at 9:58 pm
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