Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 163
Duque Eccleston y la huérfana de Rozelle se encontraron.
Si se topaban con alguien que conociera sus rostros, podrían volver a aparecer en los tabloides. Esa fue la razón por la que fueron a un lugar lejano en vez de a una cafetería cercana.
Después de pedir el té, un silencio incómodo se instaló entre ellos. Los obvios saludos ya los habían intercambiado de camino.
‘¿Por dónde debo empezar?’
Lo único de lo que Giselle quería hablar era de lo ocurrido frente a la oficina de reclutamiento, pero no podía simplemente encarar a alguien que no había visto en años, sin importar el ambiente. Se esforzó por exprimir un tema de conversación para romper el hielo y mantener la charla, pero…
—¿Hace cuánto no viene a Richmond?
—Unos dos años.
—Ah… ¿Tenía algo que hacer por aquí?
—Así fue.
—……
El hombre sentado frente a ella respondía escuetamente y luego volvía a callarse, por lo que la conversación no podía fluir. Claro que no la estaba despreciando a pesar de haberle propuesto ir a tomar un té.
Parecía no poder apartar los ojos de Giselle. Su mirada, una mezcla de confusión y asombro, decía: «Todavía no puedo creerlo».
¿El qué, exactamente?
Giselle, habiendo desistido de intentar guiar la conversación, también se limitó a observarlo fijamente, con una mirada enigmática.
—Ah……
Fue entonces cuando él rompió el silencio primero, como si recordara algo que había olvidado.
—¿Quizás interrumpí una cita?
—No, no es eso.
Al final, Giselle también respondió brevemente y se calló, así que no tenía derecho a culpar al Duque.
Howard es solo un amigo. Claro que la cita para el cine de hoy casi se convertía en una cita romántica. Necesitaba una excusa para zafarme y gracias a él me salvé. Podría haber respondido más extensamente, pero no lo hice porque en ese momento no tenía ganas de chismear sobre asuntos personales ni de mostrar gratitud.
—Duque, no ha cambiado en absoluto.
No solo su apariencia, sino también su actitud hacia mí.
Edwin no entendió que Giselle lo estaba diciendo con sarcasmo disfrazado de buenas palabras. Estaba completamente distraído por una frase fuera de lugar.
“Duque.”
No «Ajussi», sino «Duque».
No la llama por el título que era como una garantía de que, aunque no fueran familia de sangre, eran como tal.
‘Ya no eres mi Ajussi.’
La diferencia entre sentir vagamente la realidad de que eran extraños por la ausencia de Giselle y escucharlo directamente de boca de Giselle era abismal.
Edwin pensó que estaba frente a la chica que conocía bien, pero cuanto más observaba a la desconocida de hoy, más se daba cuenta de su error.
—Eres una persona completamente diferente.
Giselle solo respondió con una leve sonrisa curvando sus labios. ¿Acaso esa niña sabía sonreír de forma tan calmada y madura?
No, ya ni siquiera podía llamarla «niña».
—Te has convertido en una adulta.
La señorita frente a él mantenía una sutil y extraña sonrisa en sus labios rojos. Bajó la mirada a la taza de té que le trajo el camarero, y cuando su cabello rubio cayó elegantemente en ondas, lo apartó con delicadeza detrás de la oreja antes de tomar la taza. Cada uno de sus movimientos, por más ordinarios que sean, captó su atención, quizás por la inesperada tranquilidad que emanaba.
Mientras Giselle sostenía la taza de té y saboreaba el aroma en silencio, Edwin se dio cuenta de que la fragancia sutil y refinada que ha estado flotando alrededor de su nariz desde hace un momento no podía ser el olor del té.
Después de beber un sorbo y dejar la taza, Giselle lo mira de nuevo. Sus ojos celestes, más profundos que antaño, están serenos, sin el menor temblor. Edwin conoce esa mirada. Era la mirada de alguien que confía. Era la primera vez que la veía en Giselle.
Ni la diablilla que fingía ser recatada pero estaba lejos de serlo, ni la niña torpe que intentaba parecer una adulta relajada pero siempre dejaba ver su impaciencia, ni la chica en la que el maquillaje maduro y el perfume resultaban tan desgarbados como ropa ajena, mientras que el aroma a flores y hierba silvestre le sentaba tan natural. Ya no se ve a esa persona.
Con una sensación de vacío en el pecho, como si el centro de su ser se hubiera desocupado, finalmente lo admitió.
La chica que Edwin amaba ya no existe.
Se preguntaba si la chica que amaba a Edwin también había muerto, y si por eso ya no le dolía, pero no era apropiado preguntar algo así.
—Escuché que te estabas preparando para el examen de abogacía.
Giselle por fin confirmó lo que siempre había sospechado.
‘Así que Rita sí le informa al Duque sobre mi vida’
Como sospechaba eso, nunca se había quejado de lo difícil que era conseguir empleo y desde el principio había mentido diciendo que se preparaba para el examen de abogacía, pero…
—¿Puedo preguntar por qué cambiaste de opinión y te alistaste?
Hoy, esa mentira había sido descubierta.
‘Porque no conseguía trabajo. Porque soy de Rozelle. Y encima, soy de Rozelle y tuve un escándalo contigo.’ Si lo decía con honestidad, solo le daría al Duque un pretexto válido para ayudarla con su futuro y, peor aún, para entrometerse.
—Si me hubiera preguntado antes de romper mi solicitud de alistamiento, con gusto le habría respondido, pero es una lástima.
Giselle sonrió curvando los ojos al máximo, rechazándolo, y levantó la taza de té. Con esto, le había reclamado por lo sucedido hace un momento. El duque miró a Giselle, que bebía té con calma, con su habitual expresión de desconcierto, luego se cubrió los ojos como si estuviera frustrado y se frotó la barbilla con una mano. Las puntas de sus orejas estaban notablemente rojas.
—Romper la solicitud fue, sin duda, una grosería. Te pido disculpas.
—Me gustaría que supiera que interferir en mis decisiones también es una grosería. Ya no soy una niña, Duque. Si me ve como una adulta, ¿no debería tratarme como tal?
Edwin cerró los ojos una vez más y lo admitió.
—Tienes razón. Fui yo quien no actuó como un adulto.
Giselle se había convertido en la adulta que podía señalar sus errores. La sensación era extraña, pero no desagradable. Era un cambio afortunado, pues era deseable que ya no se mordiera la lengua y guardara lo que quería decir por miedo a su reacción, como antes.
—Lo sé. No tengo derecho a interferir en tu futuro. Pero, ¿se necesita un requisito para preocuparse por ti?
—Ni siquiera hay necesidad de preocuparse.
—¿Ah, sí? Entonces, ¿ahora no te importa si un avión de combate pasa por encima de tu cabeza?
—……
—Incluso si te alistas en el ejército, no podrás evitar escuchar el sonido de los aviones de combate. Un soldado que grita y se derrumba cada vez que un avión de combate vuela. No solo es una situación incómoda para ti, sino también para tus compañeros.
—No se preocupe. Estoy bastante mejor. Ya ni siquiera grito.
Claro, solo ese hábito había desaparecido. Todavía le temblaba el cuerpo y se quedaba paralizada, pero ¿no podría superarlo si se hartaba de ver aviones de combate? Incluso si no lo lograba y la relegaban a un puesto de poca importancia en la retaguardia por eso, Giselle sería la única perjudicada, y no molestaría a nadie más.
Edwin no podía creer la respuesta de Giselle. No había respondido de inmediato cuando le preguntó. Aunque le preocupaba que no hubiera superado completamente el trauma, lamentablemente se sintió aliviado. Si Giselle sufría ataques por el sonido de los aviones de combate, la darían de baja en el centro de entrenamiento.
—Supongamos que, como dices, no hay necesidad de preocuparse.
Claro, aparte de eso, había un sinfín de preocupaciones hasta el otro lado del mundo, pero Giselle lo negaría todo, así que era inútil intentar convencerla y lo dejó de lado.
—¿Por qué tienes que sacrificar tu vida para luchar por la venganza personal del Rey?
Apuntó a que la Giselle Bishop que él conocía era orgullosa y no tan tonta como para jurar lealtad al demonio que la había herido.
—Exacto. No tengo ninguna razón para hacerlo.
Sin embargo, Giselle no se ofendió ni se tambaleó tan fácilmente como en el pasado.
—¿Patriotismo? Si alguien más me preguntara, respondería que es inquebrantable, pero como es usted, Duque, seré honesta. No tengo nada de eso. Si soy más honesta, quizás me arresten por sedición, así que hasta aquí.
Giselle dijo la verdad como si fuera una broma e intentó evadir la respuesta, pero con Edwin, los trucos baratos no funcionaban.
—Entonces, ¿por qué quieres ir a la guerra?
—Peleo por mí misma. Solo por mi propio beneficio. Egoístamente.
—Ah, ahora entiendo. No has podido conseguir trabajo. Por esa razón que ambos conocemos.
—……
—¿Crees que si tienes experiencia militar, tu futuro será un poco más tranquilo? Con esa idea es que quieres alistarte, ¿verdad?
Giselle, que solo revolvía con la cucharilla el fondo de la taza de té donde el azúcar ya se había disuelto sin dejar rastro, sonrió con torpeza, como si la hubieran descubierto. Levantó la vista de reojo y, con ojos pícaros, lo miró y preguntó:
—¿Es una idea tonta?
No.
En realidad, la experiencia militar era una buena solución para superar las desventajas que Giselle tenía.
—¿Debería dar una respuesta honesta o decir algo que me beneficie?
—Como sea que responda, yo tomaré la decisión que me beneficie a mí.
—Qué obstinada…
Su obstinación era la misma de antaño, pero su elocuencia se había vuelto mucho más fluida y experimentada, por lo que doblegar esa terquedad parecía una tarea difícil.
—¿Y si hubiera un método más ventajoso y seguro que el ejército?
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atone
thank you for the translation. great work.
can’t wait to know the end of the conversation, they finally meet again. wohoo
EmySanVal
Gracias! 😍
Connie Aranda
Gracias por la traducción, amo esta historia, la trama y lo increíble de la temática. Además me encanta que Giselle esté estudiando derecho como yo jajajaja es una increíble coincidencia! 🤍