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Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 158

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  4. Capítulo 158
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Los periódicos sensacionalistas, al hablar de la muerte de la Princesa Heredera, no dudaron en arrastrar a Duque Eccleston, con quien una vez tuvo un breve rumor, se dieron vuelo escribiendo todo tipo de novelas. Desde la portada de las revistas se podía sentir la emoción por haber encontrado, después de mucho tiempo, una excusa para poner en primera plana a ese hombre tan querido por el público.

Después de dejar el ejército hace unos años, él no había aparecido en ningún evento público. Por eso, quizás lamentando la falta de noticias, las revistas de chismes no dejaban de publicar periódicamente rumores sobre la inminente boda de Duque Eccleston. Aunque quienes no lo conocían quizás compraron las revistas creyendo esas historias, Giselle jamás se dejó engañar.

‘No sería tan imprudente como para que me entere de su boda por un tabloide’

Por otro lado, a Giselle hasta le agradaban los rumores de una boda inminente. ¡Eran mucho mejores que esas novelas baratas que insinuaban que el Duque seguía soltero porque no podía olvidar a la niña huérfana que había adoptado!

Ese rumor absurdo de que el Duque había usado a la huérfana como juguete desde pequeña, tal como él predijo, perdió fuerza por sí solo al no prestarle atención. Ahora, quienes lo creían eran ridiculizados como personas con «pájaros en la cabeza», pero rara vez Giselle aparecía en las revistas de chismes relacionada con él.

En su momento, cuando los medios la destrozaban, Giselle quiso emitir una declaración diciendo que todo había sido un enamoramiento unilateral de su parte, tal como quería Duquesa Roxworth, pero desistió a medio camino. No pudo soportar la amenaza del Duque, quien le advirtió que, de hacerlo, la noticia de que Duque Eccleston le había propuesto matrimonio a Giselle Bishop y había sido rechazado, aparecería en un diario de prestigio.

Sin embargo, solo desistió de la declaración. Giselle respondía con sinceridad cada vez que le preguntaban:

 

—Fui yo quien se enamoró sola.

 

Parecía que alguien se lo había contado a un reportero. Justo como Giselle, sutilmente, deseaba.

‘Como no fui yo quien hizo la declaración, no pasará nada, ¿verdad?’

Visto en retrospectiva, pensar así fue muy ingenuo. ¡Y eso que se trataba de Eccleston! Poco después de que las palabras de Giselle aparecieran en una revista de chismes, lo que él había advertido realmente sucedió.

Pensó que se armaría otro escándalo, pero la atmósfera era completamente diferente. Giselle, quien había rechazado la propuesta, se convirtió en una mujer sensata, y el Duque se transformó en un caballero que había propuesto matrimonio para salvar el honor de una dama. Bueno, lo segundo era cierto, pero lo primero era una broma que no tenía nada de gracia.

¿Cuántos años habían pasado desde entonces?

Ahora era una historia que a nadie le interesaba. Quizás por eso, hoy, en la revista donde aparecía Eccleston, no se mencionaba a Giselle.

Mientras estaba agachada organizando las revistas de cine en la última caja, un par de carísimos zapatos negros se detuvieron a su lado. Le resultaban familiares. Giselle levantó la cabeza y preguntó con un suspiro:

 

—¿Qué necesitas hoy, ahora?

 

Howard, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones de traje y mirándola desde arriba, sonrió.

¿Qué clase de mala fortuna tenía con ese tipo?

Había buscado trabajo a propósito en un lugar alejado del campus y de las zonas concurridas, pero poco después de empezar, se encontró con Howard. Decía que era un cliente habitual de allí o algo así.

Y era verdad, el tipo llevaba años visitando la librería una vez por semana. Por suerte, Howard no andaba pregonando en la escuela que Giselle trabajaba para ganar dinero, y ni siquiera se lo había dicho a sus amigos cercanos.

¿Sería el precio de su silencio? Howard se aprovechaba solo de Giselle en la librería, aunque había más de diez empleados.

En segundo y tercer año, le pedía que buscara material para superar a la primera de la clase y la provocaba diciendo que si no la superaba, ¿no deberían devolverle el dinero? Claro, nunca llegó a devolver un libro para que le devolvieran el dinero.

 

—¡Te digo que ese cliente está enamorado de Giselle!

 

Por las excentricidades de Howard, los dueños de la librería y sus compañeros la malinterpretaban de forma extraña. Y tenía que ser un malentendido. ¿Cómo iba Howard, tan empapado de superioridad, a ver como mujer a una huérfana, a una Rozelle, a quien tanto despreciaba?

Si no podía humillarla académicamente, seguramente venía a menudo para intentar humillarla con su estatus.

 

—¿Llegó el nuevo número de Blue Note?

—Ahí está.

 

Giselle señaló la revista de jazz que acababa de organizar. Howard la compró y se sentó en el sofá de la librería para leerla.

Asumo que eso sería todo por hoy, así que tomo la escoba y el recogedor para barrer el piso. Cuando llego al sofá, el tipo, en lugar de quitar los pies, estira las piernas, bloqueando mi camino. Justo cuando estoy a punto de patearlo, disimuladamente, Howard pregunta:

 

—¿Tienes tiempo después de terminar?

—Depende de lo que propongas.

—Este fin de semana es el cumpleaños de mi madre. Mi hermana iba a ayudarme a elegir un regalo, pero mi sobrino enfermó y no puede salir.

—¿Quieres que yo te ayude a elegir un regalo?

—Te pagaré por ello.

—El pago no es necesario, solo no me digas que, si a tu madre no le gusta, tendré que pagarlo yo.

—Prometo que no.

 

Comparado con rebuscar en estanterías, tragando polvo, elegir cosas cómodamente sentada en una boutique mientras una empleada te las trae, era mucho más fácil. Cuando me propuso comprarme lo mismo como agradecimiento, lo rechacé categóricamente. Sin embargo, no había razón para negarme a que me invitara a cenar.

Incluso en el elegante restaurante del barrio rico, con su suave melodía de piano, la conversación con Howard no cambió.

 

—Fui a casa y me enteré de que tienen una pista sobre el asesino de la princesa heredera.

—¿Quién es?

—La resistencia de Moorland.

—Ah…

 

Al escuchar que era obra de la resistencia de Constanza, que operaba en la región de Moorland, territorio de Constanza anexionado a Mercia en la última guerra, Giselle sintió un secreto alivio.

 

—Pero, ¿por qué la resistencia no está alardeando de que fue obra suya?

—El culpable aún no ha podido escapar a Constanza.

—Ah… ¿Bastante leal, no?

—Por eso, parece que nuestro lado lo revelará primero. Y pronto se emitirá una orden de búsqueda oficial.

—Entiendo…

—Sería un gran problema si el culpable no fuera atrapado y se escondiera en Constanza.

—Sí, la verdad…

—Habrá guerra.

—¿Qué?

 

Desde que escuchó la identidad del culpable, Giselle había respondido con indiferencia, pero ahora toda su atención se centró en la conversación con Howard.

 

—¿Van a provocar otra guerra cuando la economía ya está mal?

—Exacto. Parece que Su Majestad no ve nada más allá de vengar a su hija.

 

‘Claro que sí’

pensé con sarcasmo mientras me llevaba un cigarrillo a la boca.

 

—Así que reconsidera abrir tu bufete de abogados.

 

Howard me advirtió que mi último camino también se cerraría pronto. Si los hombres jóvenes se retiraban como una marea hacia el campo de batalla y el dinero se concentraba solo en la industria militar, la economía se estancaría aún más. Empezar un negocio en ese momento parecería un suicidio. Sin embargo, por otro lado, no se podía decir que las perspectivas fueran del todo malas.

 

—No sé… entonces también habrá menos abogados, ¿no crees que podría surgir una oportunidad para una abogada novata?

—¿Cuánto podría aumentar tu parte de un pastel que se ha vuelto más pequeño?

 

No estaba equivocado.

 

—Ay, qué dolor de cabeza. Ni yo misma lo sé…

—En estos casos, no está mal que una mujer se case.

 

Giselle simplemente dejó pasar las palabras que, en otras circunstancias, habrían provocado una mirada de desdén. Su mente ya había regresado al pasado, al momento en que escuchó la identidad del culpable, alejada de un presente sin respuestas.

‘¡Qué alivio que Lorenz no sea el culpable!’

En realidad, desde que se enteró de la muerte de la Princesa Heredera, una vaga sospecha de que podría ser obra suya la había mantenido ansiosa todo el día. Ese lunático bien podría haberla matado. Claro, para matar a alguien no solo se necesita habilidad, sino también un motivo.

¿Acaso él no le guardaría rencor a la Princesa Heredera?

Poco después de que Giselle dejara al Duque, Lorenz no dejaba de buscarla.

 

—Vine para morir contigo.

 

Al principio, esa fue su excusa. Por la forma en que la incitaba a morir cuando ella no lo hacía, quizás había algo de sinceridad en sus palabras.

 

—Muramos juntos. Si morimos, él se quedará solo para siempre. ¿No sería una buena venganza?

—Yo no tengo intenciones de vengarme.

 

A medida que Giselle se mantenía firme día tras día, era Lorenz quien empezaba a flaquear.

 

—Dale tiempo al Duque. Si viven juntos, tienen hijos, seguro terminarán amándose. ¿Por qué eres tan impaciente y de mente tan estrecha?

—Tú eres quien parece impaciente.

—Sí, un poco. Ya que estoy impaciente, ¿quieres que te secuestre de nuevo? Esta vez te daré un hijo, y entonces, hazte la difícil y acepta la propuesta de matrimonio.

 

Él se engañaba creyendo que Giselle había rechazado la propuesta por orgullo y que, en secreto, se arrepentía. O quizás, sabiendo que no era cierto, se sumergía en el engaño deseando que ella se arrepintiera.

¿Sabría Lorenz que, en realidad, era él quien se arrepentía?

Al final, Giselle no cedió, insistiendo en que, si llegaba a tener un hijo, lo criaría sola. Mientras tanto, él no sabía ceder.

 

—¿Ahora realmente no amas al Duque?

—No, así que tú también deja de amarme.

—¿Por qué debería? Ahora que no podemos compartir la muerte, podemos compartir el amor, ¿no?

 

Estas palabras, incluso años después, siguen siendo tan absurdas que me provocan una risa hueca.

 

—¿Quieres tener una relación conmigo?

 

Un hombre muy alejado de la ingenuidad, en ese momento, asintió con la cabeza como un niño inocente.

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Comments for chapter "Capítulo 158"

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1 Comment

  1. Merry

    Que se me hace que ese Howard está más interesado en Giselle, que lo que ella se imagina
    Gracias por el capítulo Asure!

    julio 30, 2025 at 3:51 am
    Responder
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