Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 144
—Claro, Su Excelencia es un adulto con clase y discernimiento, a diferencia de ustedes.
Los critiqué directamente, mirándolos a los ojos, y la sonrisa presumida desapareció por completo de sus rostros. Y esto solo es el comienzo.
—Por supuesto, unos mocosos estúpidos que creen que la guerra es un juego de soldados no entenderán el profundo significado. Yo ruego que la guerra no vuelva a ocurrir. Si esta clase de idiotas se convierten en oficiales, nuestro ejército será derrotado. ¿No creen?
Los chicos que alardeaban como si no tuvieran miedo a nada cerraron la boca y no respondieron. Todos miraban con ansiedad a Giselle y a Howard, quien parecía ser el líder. Howard se burló de Giselle con una sonrisa desdeñosa, como si fuera patética por meterse con él.
—No vengas a lloriquear para que te proteja cuando haya guerra.
Ja, Giselle se rió a carcajadas, exageradamente.
—Esa debería ser mi línea, ¿sabes?
—¿Quieres que te haga lloriquear ahora mismo?
—Howard, basta. ¿Qué vas a hacer si se entera el Duque?
El chico que intentó levantarse, tirando la botella al césped como si amenazara a Giselle, volvió a sentarse ante la insistencia de su amigo. Parecía que le dolía mucho su orgullo, Howard siguió refunfuñando como si quisiera que lo oyeran.
—No importa cuánto intenten meterla en la alta sociedad, ¿verdad? Con ese temperamento de niña, ¿conseguirá marido? El Duque está perdiendo el tiempo.
—¿No crees que te ves más ridículo actuando tan vulgarmente?
—¿Vulgar? Es preocupación.
—No es asunto tuyo. Al Duque no le importas. ¡Probablemente ni siquiera conozca a los Garfield!
Giselle espetó y se marchó. Dejó de repartir folletos y le arrebató el suyo a un estudiante que estaba embobado mirando la discusión, se colocó en la calle.
—En un momento habrá una subasta benéfica en la carpa A9.
Se escuchó débilmente la voz de Arthur regañando a Howard en la calle. ¡Uuuuuuh! De repente, desde allí estallaron abucheos. Mientras ella a propósito no miraba, alguien se acercó a Giselle.
—Giselle, ¿estás bien?
Era Arthur. Ahora parecía entender el significado de los abucheos.
—Sí, estoy bien.
—Si acaso te hirieron…
¿No me veré ridícula solo yo si dices eso?
—¿De qué hablas? ¡Dije que estoy bien!
Demasiada consideración no es diferente de la grosería. En ese instante, su orgullo se sintió herido y respondió con algo de brusquedad, pero pronto se arrepintió de haber sido demasiado dura con quien la había defendido.
—Gracias por preocuparte.
En el momento en que Arthur curvó los labios siguiendo la sonrisa de Giselle, más abucheos resonaron desde lejos. Giselle rápidamente giró la cabeza y comenzó a entregar folletos a los transeúntes, pero Arthur se quedó de pie detrás de Giselle sin hacer su trabajo…
—Giselle, yo…
Volvió a hablar.
—¿Qué harás después del evento de hoy?
No escuchó lo que dijo. Debido al estallido ensordecedor que parecía desgarrar sus tímpanos.
Un avión de combate.
—¡Aaaaah!
En el instante en que el pájaro de la muerte la rozó por encima, Giselle, por reflejo, se encogió cubriéndose la cabeza y se dejó caer.
¡Bang!
El sonido de la explosión resonó en su cabeza. Pronto, un acre olor a pólvora le picó la nariz, y el polvo y el hedor a sangre que traía el vendaval la asfixiaron. Cuando el polvo se asentó, se veían los escombros de lo que había sido una casa. Los dolorosos aullidos de bestias y humanos que no habían muerto aún fueron acribillados por la ráfaga de una ametralladora.
El cuerpo de una persona que huía, escapando de la lluvia de balas que caían furiosamente, se hizo pedazos en la misma postura en que corría. El siguiente turno podría ser el de Giselle.
De, debo escapar, es, esconderme….
Pero sus piernas no tenían ninguna fuerza. Se acurrucó pequeña, tapándose la boca que comenzaba a sollozar, y solo rezaba para que el avión de combate pasara sin verla.
—¿Giselle? ¡Giselle! ¿Qué te pasa?
La voz de Arthur se escuchó justo delante de ella. Otros estudiantes también se habían acercado, y el entorno estaba ruidoso.
—¿Qué ocurre?
—¿Por qué está así? ¿Acaso se asustó por el sonido del avión de combate?
Howard preguntó con tono lastimero. Odiaba ser objeto de burlas o lástima por esto, como había ocurrido en Fullerton.
Aunque era tarde, deseaba con fervor levantarse y sacudirse como si nada hubiera pasado, pero su cuerpo, cruelmente, seguía sin obedecer. La Giselle de ahora estaba atrapada a medio camino entre el presente y el pasado, sin poder hacer nada.
—¿Alguien vio al guardaespaldas de Giselle?
—Hoy no lo vi.
—Ve a la enfermería y trae a una enfermera.
El sonido de unos pasos corriendo se alejó en la distancia. El murmullo de los alrededores se hizo claro y luego se desvaneció repetidamente, siguiendo el sonido del avión de combate en su cabeza. Luego, cuando el sonido de la muerte en su cabeza se superpuso con el sonido sobre ella, se sobresaltó como en un ataque.
Parece que voy a morir. Si un avión de combate viene una vez más, entonces mi corazón realmente explotará y moriré así.
Ajussi… Ajussi … Ajussi … ¿Dónde está?
El ángel de la guarda que solía tomar su mano en momentos como este no estaba allí ahora.
Por favor, que alguien, cualquiera, tome mi mano.
Solo así sentiría que no sería absorbida por la muerte que se abalanzaba sobre ella con la boca abierta desde su espalda. El miedo es irracional pero irresistible. Giselle, aterrorizada por el miedo a la muerte, terminó extendiendo la mano a cualquiera.
—Giselle, reacciona.
—To, toma mi mano.
—¿Mano?
Justo delante de Giselle estaba Arthur, mirándola. Los ojos de Arthur, mirando la mano de Giselle, temblaban tanto como la mano de ella. Finalmente, con un rostro resuelto como si hubiera decidido algo, extendió la mano.
Fue en el instante en que Arthur estaba a punto de tocar a Giselle. Otra mano surgió de la nada y arrebató la mano de Giselle.
La gran mano que envolvía la pequeña mano como para esconderla le era tan familiar a Giselle que podía reconocer a su dueño solo por la forma de las venas que sobresalían del dorso y la sensación al tocar su piel.
…¿ Ajussi?
Lo sintió pero no podía creerlo. Él no podía estar aquí.
Sin embargo, en el instante en que otra mano levantó el rostro que escondía entre sus rodillas, encontrándose con unos ojos azules llenos de preocupación, no tuvo más remedio que creer.
—Giselle, soy yo. ¿Me reconoces?
Solo entonces volvió en sí. Todos los restos del pasado desaparecieron al instante, y reconoció la realidad con claridad.
—¿No es usted el Duque?
—¿A que sí?
Los estudiantes murmuraban con expresiones de sorpresa. Su rostro se encendió. No solo sus compañeros que la menospreciaban, sino también de su Ajussi, que siempre la veía débil, debía ocultar rápidamente esta vergonzosa imagen. Se soltó de su mano y se levantó por su propio pie, tratando de actuar con naturalidad, pero…
—Estoy bien….
No pudo terminar una sola frase antes de que sus piernas cedieran de nuevo. Fue porque el avión de combate había cruzado el cielo una vez más.
Su cuerpo, que se desplomaba hacia el camino asfaltado, se levantó de repente y quedó enterrado en un abrazo firme y enorme como una barrera. Su Ajussi, con un brazo rodeando a Giselle, se quitó rápidamente la gabardina que llevaba puesta. El faldón de la prenda, como una cortina, cubrió la cabeza de Giselle y envolvió todo su cuerpo.
—Tápate los oídos.
Tan pronto como un antebrazo grueso se deslizó detrás de sus rodillas en la oscuridad que la rodeaba, sus pies se levantaron del suelo y su cuerpo flotó ligeramente.
Abrazada en sus brazos, Giselle sintió que su corazón iba a explotar y morir así. El amor también es irracional pero irresistible. Por lo tanto, Edwin Eccleston fue un milagro y una calamidad para Giselle Bishop.
Poco después, el Duque regresó con una mujer en brazos. Aunque le había cubierto el rostro con su abrigo, no pudo ocultar las pantorrillas con medias blancas ni las manos blancas que se aferraban a su hombro, por lo que era inevitable que se revelara que era una mujer.
Incluso el cabello rubio que sobresalía del faldón de la ropa reveló la identidad de la mujer.
‘Esa huérfana de Rozelle.’
El Duque subió a la huérfana al coche de la familia que estaba estacionado frente a la sala de exposiciones y luego se fue con ella. Parecía haber olvidado por completo la existencia de la Princesa Heredera.
‘No. No puede ser ese tipo de relación. El Duque no es un perro sucio.’
Así que, aunque no fueran amantes, la esencia de su relación era claramente un obstáculo para Helena.
‘Debo deshacerme de esa niña.’
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Giselle abrió los ojos. La luz del sol que entraba por la ventana chocó contra los cristales colgados de la lámpara de araña, rompiéndose y esparciendo fragmentos de luz de colores por el techo color crema. Solo cuando su mente se despertó lentamente, se dio cuenta de que esta escena familiar era la de la sala de estar de su casa.
De camino en coche, Giselle, avergonzada y sin saber qué hacer, fingió dormir en los brazos de su Ajussi. Recordaba que él la había llevado a casa y la había acostado en el sofá de la sala de estar. Después de fingir dormir, se quedó dormida de verdad, y no recordaba nada más. Las agujas del reloj de la pared se acercaban a las tres de la tarde.
‘Madre mía. He dormido más de tres horas.’
Quizás fue porque no había dormido bien anoche debido a las pesadillas.
Ajussi se habrá ido.
—¿Ya te despertaste?
En ese momento, una voz grave familiar contradijo dulcemente los pensamientos de Giselle.
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EmySanVal
Gracias por los capitulos! 😍