Cargando...
Novelas de Asure
  • Browse
    • Action
    • Adventure
    • Boys
    • Chinese
    • Drama
    • Ecchi
    • Eastern
    • Fantasy
    • Fighting
    • Fun
    • Games
    • General
    • Girl
    • History
    • Horror
    • Horrow
    • LGBT+
    • Male Lead
    • Manhwa
    • Realistic
    • Romance
    • Sci-fi
    • Sports
    • Teen
    • Urban
    • War
    • Wuxia&Xianxia
  • Authors
    • Libenia
    • Gakim
    • Purrine
    • Geon Eomul Nye
    • Dam Yeon Seo
    • Ahn Siha
    • Jaya
  • Ranking
  • New
Advanced
Sign in Sign up
  • Browse
    • Action
    • Adventure
    • Boys
    • Chinese
    • Drama
    • Ecchi
    • Eastern
    • Fantasy
    • Fighting
    • Fun
    • Games
    • General
    • Girl
    • History
    • Horror
    • Horrow
    • LGBT+
    • Male Lead
    • Manhwa
    • Realistic
    • Romance
    • Sci-fi
    • Sports
    • Teen
    • Urban
    • War
    • Wuxia&Xianxia
  • Authors
    • Libenia
    • Gakim
    • Purrine
    • Geon Eomul Nye
    • Dam Yeon Seo
    • Ahn Siha
    • Jaya
  • Ranking
  • New
  • User Settings
Sign in Sign up
Prev
Next
Novel Info

Mi Amado, A Quien Deseo Matar - Capítulo 128

  1. Home
  2. All Mangas
  3. Mi Amado, A Quien Deseo Matar
  4. Capítulo 128
Prev
Next
Novel Info

—Si das un solo paso atrás, saltaré.

 

No era una amenaza de suicidio inmediato, sino una artimaña para asustarlo y dominarlo. Lorenz estaba dispuesto a caer en su juego, pero algo en la voz de la mujer le hizo creer que aquello iba más allá de un simple chantaje.

 

—Reconozco que fui una tonta. Ese poder de llevar a alguien al suicidio con palabras… era real.

—No quise matarte. Fue un error.

 

La mujer soltó una carcajada al oír la palabra error.

 

—¿Por qué no te ríes? Tenías razón. Deberías estar feliz. ¿No era mi muerte tu sueño? Pues bien, ahora se cumplirá. Ríete.

 

Todavía no. No así.

 

—No quiero matarte. Fue un error, de verdad. Lo siento. Por favor…

 

Por primera vez en su vida, suplicó. En los recuerdos del duque, la gente siempre se ablandaba al rogar, pero ella era diferente.

 

—Por favor, no te suicides.

 

Los pálidos ojos de la mujer brillaron como los de un depredador que descubre la debilidad de su presa. Era la mirada de alguien que sabía exactamente cómo su muerte se convertiría en la peor pesadilla de Lorenz.

Y en el instante en que sus pupilas, firmes como el acero, revelaron esa decisión irrevocable, el cuerpo de la mujer —de espaldas al ocaso— se inclinó hacia atrás.

Su cabello dorado se abrió como un destello de sol. Cayó entre el bosque de rascacielos como un astro que jamás volvería a alzarse.

No.

Lorenz se lanzó hacia ella. Logró agarrarla justo cuando la mitad de su torso ya colgaba fuera de la ventana. Intentó arrastrarla de vuelta, sujetándola por las piernas, pero se topó con una resistencia desesperada.

 

—¡Suéltame! ¡Dijiste que muriera! ¿Por qué intentas salvarme si es lo que quiero?

 

¿Acaso no entendía el abismo que les esperaba? La mujer pateó, se retorció y forcejeó como una posesa, empeñada en zafarse de sus brazos y arrojarse al vacío. No era la muerte lo que la cegaba, sino la venganza.

‘Si muero, será mi última revancha. Si te suplico que no lo hagas, insistirás. Y si te ordeno saltar… ¿me obedecerás?’

En otra circunstancia, habría jugado sus cartas sin miedo a perder. Pero esta vez tenía que ganar, aunque supiera que, mientras él sostuviera las cartas, estaba condenado a la derrota.

Yo no puedo.

Esa revelación sombría lo golpeó junto con el viento feroz que parecía querer arrastrar a la mujer al vacío. Y entonces, Lorenz soltó su agarre.

 

—… ¿Giselle?

 

La mujer, que forcejeaba con rabia, detuvo sus golpes al notar el cambio. Entre los rascacielos, alzó la vista hacia el ocaso teñido de rojo, ahora invertido en su caída.

Entonces vio unos ojos de un azul profundo. Como si la oscuridad de un abismo helado se abriera para dejar paso al cálido amanecer.

 

—Es él.

 

Giselle extendió la mano hacia él, pero el hombre ya la había soltado. En el instante en que su agarre flaqueó, su cuerpo perdió el equilibrio y se inclinó de nuevo hacia el vacío. Su salvador desapareció ante sus ojos, el mundo se dio vuelta.

No quiero morir.

El antiguo deseo de vivir, aquel que la había llevado a traicionar incluso al perro que confió en ella, resurgió con furia. Forcejeó en el aire, buscando desesperadamente algo a qué aferrarse, pero solo encontró el vacío.

Demasiado tarde. Voy a morir así.

Justo cuando, frente a la muerte inevitable, rompió a llorar impotente, unos dedos gruesos y cálidos se entrelazaron con los suyos entre el aire frío. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, una fuerza poderosa la arrastró hacia arriba. Giselle no cayó al abismo: fue lanzada directamente contra el pecho del hombre.

 

 

Pum, pum, pum, pum.

 

 

Su corazón latía tan fuerte que parecía a punto de resquebrajar esa armadura de carne. Entre jadeos, su voz tembló:

 

—Giselle, ¿por qué hiciste esto?

—Ajussi…

—¿Eh? Te estoy preguntando por qué.

 

Ella no respondió. Solo repitió ‘Ajussi, Ajussi’, como si el alivio de pronunciar esas palabras la embriagara. Lo abrazó con la fuerza de quien, tras apostar su vida en una batalla absurda, recupera lo que nunca debió perder.

Edwin dudó antes de devolver el abrazo. Acababa de notar los fragmentos de cristal clavados en su palma ensangrentada. No vaya a lastimarla. Cerró el puño, ocultando los filos. Los vidrios se hundieron más en su carne, pero no abrió la mano. El dolor era merecido; incluso insuficiente.

 

—Ajussi, ¿usted se arrepiente, verdad?

 

La pregunta de Giselle, susurrada contra su pecho, lo atravesó más profundamente que cualquier cristal.

 

—Está tan arrepentido que haría cualquier cosa por mí, ¿no es así?

 

¿Cómo redimirse? Él no lo sabía. Solo ella tenía la respuesta. Edwin asintió, dispuesto a cumplir cualquier capricho suyo.

 

—Entonces, viva.

—Porque si usted muere… ¿quién me salvará la próxima vez que intente matarme?

—¿Verdad?

—Si los fragmentos de cristal se hubieran clavado un poco más abajo…

 

¿Acaso Giselle había adivinado los pensamientos de Edwin?

 

—Sí, has ganado.

 

Cuando Giselle sostenía las cartas, Edwin solo podía perder. Esa era la regla entre ellos. Y el demonio, conocedor de ese juego, la había arrastrado a esta partida mortal.

 

—Viviré. Por ti.

 

Cedió como un perdedor, entregándole el control de su cuerpo, pero quizás el verdadero vencedor de ese juego había sido el demonio todo el tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La jaula no la abrió Edwin.

Se abrió sola, antes de que él pudiera tocarla. Como si su ocupante hubiera renunciado voluntariamente a su cuerpo, llamándolo.

Para evitar que Giselle se suicidara.

El mismo asesino que había acabado sin piedad con tantos humanos… quería salvar solo a Giselle. La emoción oculta tras esa decisión parecía tan obvia que casi podía verse, incluso sin escarbar en los recovecos de su ‘torre’. Y, sin embargo, resultaba imposible de creer.

Edwin esperaba que, una vez cumplido el objetivo de salvarla, el demonio lo expulsaría de inmediato para recuperar su cuerpo. En cambio, desbloqueó un recuerdo y le reveló la nueva contraseña de la puerta. Como si le estuviera pidiendo que se la llevara lejos de allí.

Después, desapareció. Ni siquiera un mes después había dado señales de vida.

¿Estaba derrotado?

Si ese arrogante bastardo había logrado evitar la muerte de Edwin, debería estar triunfante. Pero no era así. Irónicamente, los tres implicados en esta batalla actuaban como perdedores.

 

—Ajussi, soy yo. ¿Qué está haciendo?

 

Giselle llamaba varias veces al día solo para confirmar que Edwin seguía con vida. Aunque él le había prometido que viviría por ella, la chica no le creía. Ahora, en su mente errónea, ya no tenía forma de retenerlo: no estaba embarazada. Como si ella misma no fuera razón suficiente para que él siguiera respirando. Pero, al fin y al cabo, él había sido quien intentó abandonar esa vida primero. Que Giselle desconfiara era, sin duda, culpa exclusiva de Edwin.

 

—¿Cuándo cumplirá su promesa de cenar conmigo?

 

Habían acordado compartir una comida tras escapar, pero Edwin resultó herido y Giselle, física y emocionalmente debilitada, pospusieron el encuentro. Prometieron reunirse una vez recuperados y estabilizados.

Según el tono alegre al otro lado del teléfono y los informes de Dawson, Giselle parecía lista. El problema, como siempre, era Edwin: un hombre con una bomba de tiempo en la cabeza, lista para estallar en cualquier momento.

Tras los sucesos recientes, Edwin había obtenido habilidades que creía exclusivas de ese tipo… pero no lo había derrotado. Durante el último mes, viajó hasta las Islas Idez para someterse a hipnoterapia con el Dr. Galloway, sin avances significativos. Cómo proteger o perder su cuerpo seguía siendo un misterio irresoluble.

 

—¿Estás segura de que es buena idea? Si él te ve, podría reaparecer.

—¡Habrá más gente con nosotros! Yo puedo distinguirlo… a usted de ese… ejem, de eso. Y si aparece, llamaremos a Lois y Rita. Además…

 

Dudó un instante, luego continuó con una certeza que sorprendió incluso a Edwin:

 

—…No creo que quiera hacerme daño ahora.

 

Aunque le costaba admitirlo, su instinto murmuraba lo mismo.

 

—¿Hoy estás bien?

—Sí. Perfecta.

—Si apareciera él… no lo enfrentes. Huye de inmediato.

 

Colgó, pero su inquietud persistió. Esta vez, se dirigió a su reflejo en el espejo, con un ruego entre los dientes:

 

—Déjala en paz.

 

Si de verdad la aprecias…

Apelar al sentimiento más repugnante de ese monstruo le hizo hervir la sangre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta mañana asistí a clases, luego almorcé y pasé la tarde en la biblioteca trabajando en mis tareas.

 

—Rita, ya es hora de irnos.

 

Desperté a Rita, que se había quedado dormida en un rincón de la biblioteca cuando el sol comenzaba a ponerse, y salimos juntas.

Desde que escapó de las garras de ese demonio, Rita se convirtió en su guardaespaldas y escolta personal, protegiéndola las 24 horas del día. Solo había una persona de quien Giselle necesitaba ser protegida ahora.

Prev
Next
Novel Info
Madara Info

Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress

For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com

Comments for chapter "Capítulo 128"

MANGA DISCUSSION

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

You must Register or Login to post a comment.

1 Comment

  1. Semanur

    İts great roman

    abril 28, 2025 at 12:45 pm
    Accede para responder
Contact Us
  • Contact
  • Help & Service
Resource
  • Terms of Service
  • Privacy Policy
Referral
  • Buy theme
  • Other products

© 2025 Madara Inc. All rights reserved

Sign in

Lost your password?

← Back to Novelas de Asure

Sign Up

Register For This Site.

Log in | Lost your password?

← Back to Novelas de Asure

Lost your password?

Please enter your username or email address. You will receive a link to create a new password via email.

← Back to Novelas de Asure

Caution to under-aged viewers

Mi Amado, A Quien Deseo Matar

contains themes or scenes that may not be suitable for very young readers thus is blocked for their protection.

Are you over 18?