Marquesa Maron - MARMAR - Volumen 2 - Capítulo 214

—Aquí es Selborn, ¿verdad?

Tristán dijo con asombro.

—Maris nim llamó a nuestro pueblo ‘Selborn del Inframundo’, así que me preguntaba por qué le puso ese nombre… Resulta que existe un lugar así en el mundo humano.

—¿Es parecido?

—Sí, mucho.

Tristán les dijo a Asta, Sevrino y Reikart que esperaran un momento, luego dio una vuelta por el Selborn vacío y regresó.

—No se siente ninguna presencia. Hay rastros de que alguien estuvo aquí, pero parece que solo se quedaron un rato y se fueron.

—Se ha convertido en un pueblo abandonado.

Asta murmuró con tristeza. Selborn, que alguna vez estuvo lleno de leñadores, parecía estar a punto de ser tragado por el bosque, con maleza y enredaderas por todas partes.

Reikart se cruzó de brazos con una expresión de disgusto y dijo:

—Esa es la posada. Es el edificio con más habitaciones aquí, así que la usaremos temporalmente. Y Tristán, tú no saldrás de la casa ni un solo paso a partir de mañana.

Tristán se negó de inmediato.

—No quiero.

—¡Tristán!

—Si el cebo no sale de la caja de cebo, ¿cómo vamos a atraer a las bestias salvajes? Tengo que andar por ahí fingiendo ser un Aquapher escondido, aunque sea torpemente…

—¿Y si te quitan el corazón a ti también?

—Bueno, entonces me encargaré de morir por mi cuenta, así que no se preocupe.

—¡Mocoso!

Reikart le dio un golpe en la frente a Tristán con el dedo. Era una broma traviesa que Haley a veces les hacía a los niños, pero cuando Reikart lo hizo, se oyó un sonido como de sandía rompiéndose en la frente de Tristán.

—¡Aaaah!

Tristán se agarró la frente con ambas manos y miró a Reikart con furia.

—¡Ah, en serio! Solo eres fuerte sin cerebro…

—¿Estás bien? ¡Ay, no! Oye, el color de tu frente se ve raro. ¡Ay, no! ¿Cómo puedes hacerle esto a la cabeza de un niño? ¡Si ya de por sí es tonto!

Sevrino hizo un escándalo, Tristán gimió. En medio de los gritos y el mal humor, Asta sacó dos botellas de su bolso y se las entregó a Reikart.

—Tristán tiene razón. Somos demasiado conocidos para atraer a los Ejecutores. Le pediré a los espíritus que protejan bien a Tristán, así que Reikart, cuando aparezca un Ejecutor, lánzale esto rápidamente.

—Sería más fácil simplemente matarlos, pero tú sí que vives una vida difícil.

—Soy de la opinión de mantener con vida a quienes tienen valor de uso hasta el final.

—Te pareces a la hermana de Maris.

Reikart sonrió levemente y tomó la botella con la cuerda azul, guardándola en su pecho. Sevrino guardó la botella con la cuerda roja.

—¿Por qué habré hecho esto?

Era inútil arrepentirse. Tan pronto como Asta y Haley escucharon la historia del veneno paralizante que Sevrino había creado, idearon un plan para capturar y utilizar a los Ejecutores.

Incluso no terminó ahí.

Reikart sonrió con picardía y dijo:

—Menos mal que valió la pena quemar una cabaña de madera entera, ¿verdad?

—No era mi intención quemarla…

—Hiciste un contrato de esclavitud de verdad en lugar de un contrato para contratar demonios. El genio hechicero negro, Severino.

—No digas eso.

Sevrino sacó un papel con tratamiento mágico de su bolsillo, lo sostuvo en su mano y dejó escapar un pesado suspiro.

—No soy un genio ni un brujo. Simplemente mezclé a la ligera el conocimiento de magia prohibida que conozco con el talento loco y el maggi de Hailey, resultó creado por casualidad. No podría hacerlo de nuevo aunque quisiera.

—¿Por qué?

—Se me olvidó.

—Qué idiota……

—¡Por eso no podemos fallar! Solo tenemos una oportunidad. No tenemos contratos de sobra.

—Solo podemos rezar para que los Ejecutores sean tontos. ¿Qué más podemos hacer?

A Reikart le parecía una trampa demasiado obvia. Podría funcionar en Grandis, donde Haley había intervenido, pero ¿justo en Selborn? Siendo este lugar parte de la zona contaminada, los Ejecutores llegarían con la máxima preparación, llenos de sospechas.

En ese momento, Asta sonrió alegremente y dijo:

—No te preocupes por eso.

—¿Asta?

—Padre Rango se ha ofrecido a ayudarnos.

¿Eh? ¿Rango?

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Rango estaba orando.

En el nombre del gran dios malvado Valen, rogaba que llegara el día en que el fin del mundo llegara y todos los humanos expiaran sus pecados con la muerte.

—Padre Rango. Deseo confesarme.

—Adelante.

En la oscura habitación de Rango, bajo la tenue luz de una vela, un Ejecutor se arrodilló. Tan pronto como Rango tomó su mano, gruesas lágrimas comenzaron a caer.

—He pecado.

—Diga.

—He arrebatado el corazón de los pobres Aquaphers. Les he quitado lo más preciado que tenían, mientras suplicaban por sus vidas y se retorcían. Aunque fueron órdenes del Papa… noche tras noche sus llantos resuenan en mis oídos, impidiéndome conciliar el sueño.

El Ejecutor, como si hubiera estado esperando este momento, confesó sus pecados sin cesar. Agarró la mano de Rango con fuerza, como si fuera un salvavidas, suplicó perdón.

—¿Qué hizo con esos corazones?

—Maté a quienes se oponían a la Orden. Luché en los campos de batalla que la Orden ordenaba. Las vidas que he tomado con estas manos suman casi cien. ¡Yo… yo soy un hombre que merece ser castigado!

—¿Cuál es el nombre del Aquapher cuyo corazón le arrebató?

—…….

El Ejecutor no pudo abrir la boca fácilmente.

Rango volvió a preguntar.

—Confiesa el nombre de ese pobre Aquapher a Dios y arrepiéntete. En el día del juicio final, Dios te quitará la vida.

—El… el nombre de ese Aquapher era…

El Ejecutor levantó la cabeza. Las lágrimas que llenaban sus ojos cayeron.

—Valen.

¿Eh?

Rango tragó saliva apresuradamente. Por poco le da un ataque de tos.

Él, que servía a un falso dios llamado el malvado dios Valen y difundía una falsa religión como sacerdote oscuro dentro del reino sagrado, ¡resulta que el ejecutor que había tomado el corazón de Valen apareció!

Los ojos de Rango se movieron rápidamente. ¿Qué hago? ¿Qué mentira debo inventar? En su confusión, pensó instintivamente en el oro. La preciosa bolsa de oro que Haley le había dado.

Entonces, su mente giró como si estuviera engrasada.

—¡Hermano!

Rango abrazó al Ejecutor. Luego dijo con voz temblorosa:

—Has sido elegido.

El Ejecutor aspiró con un sollozo. Rango, como si estuviera profundamente conmovido, juntó sus manos y susurró:

—¡Dios ha venido a nosotros en el nombre del Aquapher! Significa que el día del juicio final no está lejos. Todo esto debe haber sucedido porque Dios le dio su nombre a ese pobre Aquapher.

—¿Qué debo hacer?

—Debes encontrarlo antes de que llegue el día del juicio final.

—¿A Valen?

—El mensajero de Dios está ahí, ¿qué dudas?

El sacerdote oscuro Rango le dijo a la gente:

Los pecados que has cometido en el mundo humano son semillas sembradas por el malvado dios Valen, el día en que esas semillas broten, crezcan y den fruto, llegará el fin.

Así, aquellos de ustedes que confiesan sus pecados y se arrepientan ante el malvado dios se dirigirán a una muerte pacífica sin sufrimiento, aquellos que no lo hagan recibirán un castigo eterno y terrible en las entrañas del malvado dios.

Tanto como los frutos del árbol del pecado.

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Si no hubiera poseído [Me parece bien tener varios maridos], ¿en qué me habría convertido?

—Habría renacido, supongo. En mi país existe la idea de la reencarnación.

—¿Eh?

—Por los pecados que he cometido, dudo que hubiera renacido como persona. Probablemente habría renacido como un insecto que odio.

—¿De qué está hablando?

—Una cucaracha, por ejemplo.

El líder de la Compañía de Mercenarios Barba, quizás acostumbrado a mis tonterías de los últimos días, no se esforzó por entender ni por detenerme. Simplemente estuvo de acuerdo con todo.

—¿Odiaba las cucarachas?

—¿Hay alguien a quien no le gusten?

—Entonces, es demasiado común, así que dudo que haya renacido como eso.

—Una rata de alcantarilla, un grillo de camello, una escolopendra…

—En mi opinión, usted renacería como un saltamontes.

—¿Por qué?

Tenía curiosidad. De todas las criaturas, ¿por qué un saltamontes en particular? ¿Acaso aquí también tienen el prejuicio de que los saltamontes son perezosos como nosotros?

—Porque cantan bien y vuelan bien.

—¿No sería más bien una cigarra?

—Los saltamontes son más elegantes que las cigarras.

Un hombre que evalúa la elegancia incluso en cigarras y saltamontes. Miré al líder de la compañía de mercenarios con nuevos ojos.

¿Acaso me acaba de llamar elegante? ¿Es un cumplido? ¿Debería alegrarme? ¿Tendría que darle algo? Dudando, le ofrecí el núcleo de magi con el que había estado jugando, haciéndolo rodar entre mis dedos, y pregunté:

—¿Quieres comer?