Marquesa Maron - MARMAR - Volumen 2 - Capítulo 188
Los pensamientos que me abrumaban como un maremoto se detuvieron de golpe. Justo en el momento en que Reikart intentaba tirar de mi muñeca hacia él, Maris besó el dorso de mi mano.
Su largo cabello cayó suavemente como una cascada. En lugar de alzar mi mano, Maris eligió inclinar la cabeza, y fue besando uno por uno el dorso, el espacio entre los dedos, y finalmente las yemas.
Me quedé petrificada, como si hubiera olvidado cómo respirar. Esto… ¿pero qué…? Estoy jodidamente loca.
Joder. Esto es, literalmente, un beso en la mano al estilo princesa.
Guau.
Lo que ocurrió después lo recuerdo como si alguien hubiera puesto la película en velocidad x2. Reikart me atrajo hacia su pecho con un tirón, mientras agarraba del cuello a Maris.
—¿Se supone que el príncipe heredero puede hacer esto? ¿Qué demonios crees que haces después de que te rechazaron?
Maris le respondió con frialdad:
—¿Y tú con qué derecho te metes?
Lancé una mirada fulminante al asistente, preguntándole con los ojos por qué demonios no los estaba deteniendo. Él me devolvió una mirada igual de afilada, como diciendo: ‘¿Y usted, Marquesa, por qué no hace nada?’
Mientras esos dos hombres se miraban con una intensidad que parecía que en cualquier momento se iban a ir a los golpes, todos los presentes contenían la respiración. Fue entonces cuando, desde lejos, unos demonios empezaron a acercarse murmurando entre ellos.
—¿Qué les pasa a esos?
—Parece que están peleando por quedarse con la Marquesa.
—Pfff… nunca entenderé los gustos de los humanos.
—¿Y para qué querríamos entender? Mejor vámonos a casa.
Era la hora de salida.
Los demonios se acercaban en fila para volver al inframundo. Yo me sentía un poco avergonzada, pero Reikart y Maris parecían completamente imperturbables.
Tan concentrados estaban en fulminarse con la mirada que no se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Mientras los demonios se movían ruidosamente y yo intercambiaba miradas de reproche con el asistente, la puerta al inframundo comenzó a agitarse con fuerza.
De su interior empezó a salir un sonido extraño. El choque de armas.
Al principio, incluso yo pensé que serían insectos, y no me pareció raro. Pero el ruido se hizo ensordecedor de repente, entonces alguien gritó desde dentro:
—¡Aquí está la puerta hacia el mundo humano!
…¿Qué?
Sin ponernos de acuerdo, todos miramos al mismo tiempo hacia la puerta del inframundo.
—¡Detén la destrucción del inframundo!
—¡Ofrece un sacrificio al malvado humano!
—¡Waaaaaah!
¿Pero qué están diciendo? Qué miedo… ¿Y por qué me van a ofrecer a mí como sacrificio?
A continuación, el sacrificio empezó a gritar a pleno pulmón.
—¡No! ¡Suéltame! ¿Por qué tengo que ser yo el sacrificio? ¡Dije que me sueltes! ¿Crees que voy a morir así, a manos de humanos? ¡Malditos! ¡Que todos mueran a manos de esos malditos humanos!
—¡Lánzalo!
—¡Oh, grandioso humano! ¡Desciende!
¿Pero qué…? ¿Quién se supone que tiene que descender? ¿Y por qué?
De pronto, dos manos emergieron de la agitada puerta del inframundo. Y sin previo aviso, se aferraron al cabello de Reikart, que estaba justo enfrente. Tanto el demonio que lo agarró como Reikart, el agarrado, gritaron como si se les hubiera abierto el infierno bajo los pies.
Y fue entonces cuando ocurrió la tragedia.
El demonio que habían ofrecido como sacrificio tenía una obsesión brutal con seguir con vida. En lugar de ser arrastrado hacia fuera desde el otro lado de la puerta, se aferró a Reikart como una sanguijuela, intentando arrastrarlo con él.
La puerta se agitó violentamente y se tragó a Reikart. Estiré el brazo desesperadamente, pero no llegué a alcanzarlo.
Justo cuando me lanzaba hacia la puerta en estado de pánico, Maris también fue absorbido por ella, siguiendo a Reikart.
Y aún se estaban agarrando del cuello.
No.
Esto no puede estar pasando.
—¡Su alteza! ¡¡Su alteza Maris!!
—¡Reikart!
Mi asistente y Campanilla gritaron desesperados. Incluso los demonios chillaban, sin entender nada de lo que estaba pasando.
Esa maldita puerta del inframundo, que había sido tan tranquila al escupir a todos los demonios que vivían dentro, ahora que se había tragado a mi príncipe y a mi compañero de casa… se cerró de golpe y no volvió a abrirse.
Desapareció. Esa jodida puerta del inframundo, que había estado abierta en mi nevera durante toda una estación, se esfumó sin dejar rastro.
Me quedé congelada en el sitio.
⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅
Después de recibir una carta de Rango que comenzaba con ‘A la añorada marquesa’, Asta la guardó en el bolsillo sin dudar y se montó de inmediato sobre el lomo de Wentus. Sin perder ni un segundo, emprendieron el vuelo hacia el castillo de Maron.
La lluvia había cesado y el cielo estaba despejado. Wentus, complacido por el clima agradable después de tanto tiempo, aleteaba con entusiasmo.
Volando en círculos amplios, casi danzando sobre los escarpados riscos, Wentus habló mientras levantaba una brisa suave:
[Contratista. Los espíritus han comenzado a regresar a la zona contaminada. Esto… es un milagro]
—¿Espíritus? ¿De verdad?
Aunque la corrupción seguía presente, parecía que Wentus podía ver cosas que para Asta eran invisibles.
[Quizá algún día vea a mis hijos corretear alegremente por este bosque.]
El tiempo de los espíritus no se medía como el de los humanos, así que ese ‘algún día’ probablemente significaba un futuro muy lejano para Asta. Aun así, la idea le llenó el pecho de alegría.
—¿Estás diciendo que las tierras de Lady Haley podrían llegar a ser un paraíso donde jueguen hadas y espíritus? Un bosque limpio y hermoso, con un lago azul brillante… solo imaginarlo ya es precioso.
[¡No mezcles a ese demonio con mis dulces y felices fantasías!]
—Vamos, si a ti también te cae bien Lady Haley.
[¡¿Yo?! ¿A ese demonio?! Ni siquiera tú, siendo mi contratista, deberías decir cosas tan… tan… ¡impensables!]
—¡Ahí está el Lago Negro! ¡Ya casi llegamos!
Asta soltó las plumas de Wentus a las que se aferraba y se incorporó sobre su lomo. Parecía a punto de empezar a saludar con los brazos en alto antes incluso de aterrizar, así que Wentus tuvo que repetirle, como siempre, que se sujetara bien, que era peligroso.
—¿Eh?
Pero había algo raro en el ambiente del castillo de Maron.
Los habitantes del feudo estaban todos reunidos en un solo lugar. No estaban esparcidos por los campos, los bosques o junto al lago como de costumbre. Cada uno de ellos, sin faltar uno solo, se había congregado alrededor de algo, todos con la cabeza inclinada, mirando atentamente.
—Parece que ha pasado algo…
[Tch, si pasó algo, seguro fue culpa de esa mujer ridícula metiéndose en otro lío.]
—Ay, déjame bajar ya, anda.
[¡Entendido!]
Wentus descendió en espiral, bajando la velocidad, y aterrizó con gran estruendo en el jardín del castillo de Maron.
—¡Lady Haley!
Antes de que Wentus le diera permiso para bajar, Asta ya se había lanzado de su lomo y corría hacia Hailey.
—Ya estoy aquí. Me llegó una carta del sacerdote Rango. Parecía algo urgente, así que vine lo más rápido que pude…
—Asta…
Hailey estaba llorando.
Estaba en el suelo del sótano, a cuatro patas, llorando desconsoladamente.
—Dios mío, Lady Haley. ¿Qué ha pasado? ¿Alguien le hizo algo? ¿Qué ocurre? ¿Eh?
Asta, sin saber qué hacer, la abrazó con fuerza. Hailey, que siempre la recibía de pie con una sonrisa traviesa, segura de sí misma, murmuraba ahora entre lágrimas, con la frente apoyada contra la pared del sótano.
—Esa cosa… se tragó a mi compañero de casa y al príncipe.
—¿Qué?
Asta intentó entender, preguntando una y otra vez qué significaba eso, qué había pasado, pero nadie respondía con claridad. Hailey, en estado de shock, seguía murmurando palabras incomprensibles, mientras los demonios, tirados por el suelo, lloraban a moco tendido porque ya no podían volver a casa.
Campanilla, por su parte, insultaba a gritos a la pared del sótano mientras le daba pataditas con sus cortas piernitas.
—¡Devuélveme a mi compañero de casa, malditos locos! ¡¿Saben lo que valía?! ¡¿Saben todo lo que hice para mantenerlo alimentado y con vida?!
[Han perdido la cabeza todos de una sola vez.]
El murmullo de Wentus flotó en el aire, justo cuando el asistente, el primero en recuperar la compostura, se arrodilló ante Asta.
—He cometido un pecado imperdonable. Princesa Asta, es mi culpa no haber protegido adecuadamente al Príncipe Heredero.
—¿Pero qué pasó exactamente?
—Príncipe Maris y Reikart Winter fueron arrastrados juntos al Inframundo.
¿El Inframundo?
Asta se quedó boquiabierta, mirando la pared vacía con la mirada completamente perdida
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com