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Marquesa Maron - MARMAR - Libro 3 - Capítulo 356

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  4. Capítulo 356 - 80
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Una persona que podía ver a través de mis pensamientos no era tan molesta. Al contrario, me gustaba. No es por nada que dicen que dos corazones laten como uno solo.

Tenía prisa y desaparecí sin dar explicaciones, pero Marís me esperaba, anticipando toda mi situación y lo que vendría después.

Ni siquiera se quejó pidiéndome que me lo llevara. Simplemente me tomó la mano con fuerza, con mucha fuerza. Tenía un rostro tan dulce, como si no hubiera problema mientras pudiera encontrar el lugar a donde fuera.

Por si acaso, le pregunté:

 

—¿Me buscarías aunque me fuera muy lejos?

—¿Es eso una pregunta? Por supuesto que sí. Si vas a un lugar, lo buscaría por el resto de mi vida.

—¿Incluso si el camino es arduo y difícil?

—Soy un hombre mucho más tenaz de lo que crees.

 

Dicen que el que se enamora primero, pierde. Marís dijo que haría cualquier cosa que su corazón le pidiera. Las palabras que pronunciaba eran una confesión, pero a la vez no lo eran. Eran amor, pero no lo eran. No se podían definir fácilmente con esas palabras.

Él era el agua que hinchaba a un pescado seco como yo.

 

—No soy una mujer tan descarada.

 

Caminé lentamente tomando la mano de Marís. Ya que habíamos salido, ¿por qué no dar un paseo? Para purificar la tierra muerta y negra.

 

—Solo recibo tu corazón, pero no puedo devolvértelo. En una situación así, ¿cómo puedo decirte que lo dejes todo y vengas conmigo? Eso va en contra de la moral. No se puede vivir sin vergüenza. En este mundo hay causa y efecto, y no sabemos cuándo se nos devolverá.

—¿De qué estás hablando?

 

Marís se rio a carcajadas. Miró su mano que yo estaba sujetando con suavidad y me siguió el ritmo.

 

—Haley.

—De todos modos, no soy tan descarada…

—¿A dónde vas a ir?

 

Marís volvió a preguntar. Su voz se había vuelto suave. Era una voz grave, pero extrañamente no se sentía pesada. Yo sabía que Marís solo hablaba así cuando estaba a solas conmigo.

Sin importar lo que dijera, era de la realeza y el heredero al trono, por lo que era alguien que sabía dar órdenes con firmeza. Sin embargo, cuando me susurraba, su voz era como la de un gusano de seda que me hacía cosquillas en los tímpanos.

 

—Dime. No importa si es un lugar a donde no pueda ir. Tengo que saber a dónde es.

—Es un poco complicado de explicar…

 

Le hablé de mi corazón. De la fuerza inmensa y gigantesca que dormía en él. Y de cómo la había usado para crear un pequeño mundo.

 

—Lo saqué y lo puse en medio del mundo mortal, el mundo demoníaco y el infierno. Y ahí abrí la puerta del infierno de par en par. Para que si las legiones del infierno son seres que cruzan a este mundo a través de la grieta por donde fluye la magia, pudieran pasar por esa puerta.

—¿Vas a vivir ahí para proteger el otro mundo?

 

Marís entendió mi intención con claridad, sin necesidad de más explicaciones. Yo solo asentí con la cabeza. Me sentía avergonzada después de decirlo. Parece que soy la protagonista de un mito heroico. Normalmente, los héroes de los mitos se sacrifican al final y ascienden al Mundo Divino.

 

—Como es la tierra donde viven los dioses, sería el Mundo Divino.

 

Marís susurró de nuevo con esa voz que me hacía cosquillas. Me dio escalofríos. Sentí que se me encogían los hombros. Me estremecí disimuladamente y le pregunté:

 

—¿Por qué me susurras al oído todo el tiempo?

—Porque te estoy seduciendo.

—Ay, ya.

—Cuando no está Rei, cuando no estás en un cuerpo… para decírtelo.

—¿Decirme qué?

—Que te seguiría incluso si tuviera que abandonar el mundo.

 

Tenía muchas cosas que decir, pero de repente se me borraron de la mente. Todas las palabras que tenía en la garganta burbujearon y explotaron como pompas de jabón. Al explotar, me hicieron cosquillas. Ahora, no solo me picaba el oído, sino también el paladar.

 

—No solo abandonarías el mundo. Abandonarías a tu familia, a tus subordinados, a tus amigos y a la ciudad de Casnatura que creaste. Podrías no volver jamás. ¿Sabes a dónde vas?

—Claro que lo sé.

 

Marís inclinó la cabeza para mirarme. Su sonrisa se desbordó entre su largo cabello que caía como un velo.

 

—A tu casa.

 

Ay, ya.

¿Qué voy a hacer?.

Mírenlo. Tiene una cara que parece que se va a morir de cansancio, y aun así me sonríe. Parece que… mi tipo es alguien con una cara bonita. Sí, creo que sí. No me fijo en la sinceridad o el carácter de alguien, sino que me seducen por la cara.

¿Lo secuestro?.

Si seguía mirándolo a los ojos, temía que, sin querer, lo secuestrara y me fuera con él al mundo de los dioses. La situación era así de peligrosa. ¡Con esa expresión pálida, esa sonrisa lamentable y esa sonrisa encantadora, parecía que iba a caer desmayado en cualquier momento!

Marís me preguntó mientras yo miraba rápidamente a la distancia.

 

—¿Qué hay en el mundo de los dioses? No me digas que tenemos que labrar la tierra en un lugar donde no hay nada, ¿o sí? Creo que Campanilla dijo que no quería volver a vivir así.

—Hay una casa. Y también un jardín y campos. Si hay algo que he preparado, es un lugar para que mis hijos coman y vivan.

—¿Hay una casa?

—La hice idéntica al Castillo Maron. También el pueblo y la carretera… El lago también es igual. El pantano del sur lo hice a imagen del Bosque Lunar.

—Entonces, debe haber muchas habitaciones.

—Sí, así resultó…

—Entonces, se necesitará a alguien para administrar el castillo. Alguien que registre el clima y el rendimiento de las cosechas cada año para predecir el crecimiento de los cultivos, que comprenda el entorno, la población y la inclinación de los miembros del pueblo… y que haga un mapa de los alrededores para asegurarse de que nadie esté en peligro.

—¿Eh?

 

¿De verdad había tanto trabajo en mi casa?’

 

—Cuando la unidad es más grande que un pueblo, se necesitan reglas. Haley, eres una diosa perezosa y no eres estricta, así que no puedes gobernarlos directamente. Alguien tiene que crear normas para que los miembros las sigan voluntariamente.

—Ya veo.

—Una diosa no puede hacer eso directamente. Es inevitable que, cuando varias personas viven juntas, alguien asuma el papel de administrador.

—¿Y tú quieres hacerlo?

—¿Hay alguien que pueda hacerlo mejor que yo?

 

No.

Cuando negué con la cabeza aturdida, Marís volvió a reír. La mano que sostenía estaba caliente. El clima se volvía más frío cada día, pero mi cara seguía calentándose.

 

—Haley.

—¿Por qué me llamas tanto?

—Secuéstrame.

—…

—Quiero ser el príncipe encerrado en tu castillo.

 

¡Madre mía!.

Al final, extendí mis manos y cubrí la boca y los ojos de Marís.

 

 

 

 

 

 

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

 

 

 

 

 

 

Reikart e Ibratan no regresaron por varios días. Eso significaba que deshacerse de los demonios restantes, que se habían dispersado, no era una tarea fácil, ni siquiera para ellos.

Lo sorprendente fue que los demonios que eran lo suficientemente inteligentes como para aprender de las tácticas defensivas fueron capturados y aniquilados rápidamente, mientras que fue más difícil rastrear a las bestias que seguían sus instintos.

De verdad, la fuerza física es lo mejor. Les dije a los magos que no era demasiado tarde y que se ejercitaran mañana y noche para convertirse en caballeros.

 

—¡Una mente sana vive en un cuerpo sano, y las teorías sanas se establecen en una mente sana! ¡Entendido!

 

Los magos me miraron con ojos brillantes, como si fueran niños que acababan de entrar al jardín de infancia.

Ay, qué tiernos.

Ahora que había salvado el mundo mortal y el mundo demoníaco de la crisis de la invasión del infierno, que había logrado lo imposible de crear un mundo para los dioses, y que había recibido una confesión de Marís que me dejaría con caries en los dientes, me sentía eufórica y comencé a hacer con ellos la Gimnasia del Nuevo Milenio Maron.

 

—¡En el nombre de Maron!

 

Los magos, agitando los brazos y las piernas, gritaban la cuenta. No esperaba que estos orgullosos demonios se unieran a mi juego vergonzoso, pero supuse que era porque se había corrido el rumor de que, si un demonio era elegido por la diosa y se convertía en un apóstol, podría trascender sus límites y despertar un poder.

Pero algo era extraño.

 

—Oigan, ¿por qué su… ambiente está tan suave? Me molesta.

 

Excluyendo a Valen, que se había ido con Ibratan y Reikart, la mayoría de los magos que se habían quedado en el campo eran diferentes de antes. Eran parecidos, pero diferentes. Incluso yo, una diosa que no se fija en los demás y no tiene ojo para estas cosas, podía notarlo.

 

—¿Están saliendo?

 

Los magos, que estaban haciendo gimnasia con sus largas túnicas ondeando, se detuvieron en seco y me miraron. Luego se miraron entre sí, se retorcieron y, de repente, se aclararon la garganta y miraron hacia el horizonte.

Sí, es cierto. Están saliendo.

El mago, que era una persona mayor de género ambiguo, que no era ni hombre ni mujer, se había convertido en una elegante anciana, y a su lado, había un mago anciano con una barba tupida y una bufanda de pareja.

 

—Sabía que se enamorarían en cualquier momento…

 

Ah, de verdad que soy una mujer que va bien con el romance.

¿Acaso mi divinidad no es el amor?


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